La Fundación Louis Vuitton acoge obras maestras de una cincuentena de artistas europeos y rusos
ÓSCAR CABALLERO / LA VANGUARDIA
Arte y capitalismo, unidos ¿jamás serán vencidos? Desde mañana vuelven a derrotar a la Unión Soviética, esta vez en el Bois de Boulogne, de París, donde la Fundación Louis Vuitton, presidida por Bernard Arnault, propietario de LVMH, líder del lujo y primera fortuna de Europa, presenta las más de 400 obras de la colección Morozov, nacionalizada por los soviets en 1818, aislada en el purgatorio del “arte reformista” entre 1930 y 1948 y, en su primera salida de Rusia, bendecida por Emmanuel Macron y Vladimir Putin. En efecto, los mandatarios, que parecen haber influido en el raro viaje, añaden sus firmas de inexpertos a las de una docena de expertos en el impresionante catálogo de 520 páginas, un curso de historia del arte dirigido por Anne Baldassari, comisaria de la muestra.
Catálogo y exposición obligan a revisar ideas. Ya era conocida la influencia de los coleccionistas norteamericanos en el triunfo universal de los impresionistas. Y el ojo avizor de quienes vislumbraron desde los albores del 1900 talentos del arte moderno. Ahora surge el papel fundacional de los mecenas rusos.
La colección Morozov invade todo el inmueble Frank Gehry de la fundación para enseñar 200 obras (óleos, esculturas, pasteles, fotografías) de 47 artistas (17 rusos). Pero la estupenda selección es solo una parte de la riqueza en arte ruso y europeo que acumularon los dos hermanos Morozov.
Los hermanos Morozov
El mayor, Mijaíl Abramóvich Morozov (1870-1903) dejó, a su temprana muerte (33 años) 430 pinturas y esculturas, la décima parte de creadores rusos. Un Corot y un Rodin inauguraron su colección de arte moderno francés, en 1899, que llegó a sumar 39 obras.
Artista, Mijaíl descuidó su propio trabajo, pero aplicó su mirada de pintor al descubrimiento de obras ajenas. Iván Abramóvich Morozov (1871-1921) aunó su talento empresarial (triplicó el capital familiar entre 1904 y 1916) al de coleccionista. En 1900, año en el que su hermano adquiere el primer Paul Gauguin que entrará en Rusia, Ivan se instala en un palacete de Moscú que pronto transformará en galería de pinturas. Tres años más tarde, cuando Mijaíl se hace con un Edvard Munch (primer y único cuadro del autor de El grito llegado a Rusia), Ivan adquiere su primer francés, un Alfred Sisley. A la nacionalización de su pinacoteca, los franceses representaban 240 números.
Doce salas
La sala 1 ( Pintores y mecenas ) presenta, en óleos, a buena parte de la familia Morozov, mientras que la siguiente, a base de fotos tomadas entre 1909 y 1941, enseña el palacete moscovita de Ivan Morozov, desdoblado en galería de arte. De hecho, el gran salón de música, reproducido en París, apabulla con los grandes paneles de Maurice Denis y cuatro esculturas del catalán Aristide Maillol.
Los hermanos Mijaíl e Iván Morozov tenían buen ojo: solo compraban lo que hoy se consideran obras maestras
La sala 3 ( La invención de una mirada ) refleja la escena parisina del momento, con sus Manet, Cézanne, Renoir, Toulouse-Lautrec, Picasso… El 4, de la sala siguiente, coincide con el de Las cuatro estaciones , de Pierre Bonnard, pintor descubierto por Mijail, deslumbramiento compartido por Ivan, quien a su vez se interesa precozmente en los del grupo nabi (profeta, en hebreo), seguidores de Gauguin como Bonnard y Denis. pero también Sérusier o Vuillard.
De la naturaleza de las cosas , quinta sala, recuerda que los hermanos nacieron casi al mismo tiempo que la primera exposición impresionista de París (en 1874 en casa del fotógrafo Nadar). Y que compartieron fascinación por la vitalidad de la mirada innovadora de Sisley, Pissarro, Pierre-Auguste Renoir, Monet.
La sala 6 ( Una jornada en Polinesia ) está dedicada a Gauguin. Y hay olas en la 7: Aficionados a la tormenta , con mares embravecidos captados por Van Gogh, Derain o Vlaminck, matizados por un plácido Munch. Los paisajes ilimitados (sala 8) es un tout Cézanne. En 1907 Francia, que lo ninguneó, le rinde homenaje póstumo en el Salón de Otoño. Flechazo de uno de los visitantes, Ivan Morozov, que acaba comprando 18 telas del artista. Por si hay que aclararlo, tanto Mijail como Ivan tenían buen ojo: solo compraban lo que hoy se consideran obras maestras.
En la sala 9 ( Retratos genéricos ) Cézanne, todavía. Y Picasso, con su retrato cubista de Amboise Voillard, el gran marchante, de quien Ivan fue cliente. Curioso autorretrato de 1910 de Ilia Machkov, otro ruso que merece ser conocido, en el que incluye un retrato de Piotr Kontchalovski. En un piano, la partitura de -tal vez un pasodoble- Marcha del paseo (sic) de Bombita II y Fuentes . La sala configura, con ejemplos como Acróbata con una bola , de Picasso (1905) lo que la muestra llama modernidad post Cézanne.
La sala 10 es para un solo cuadro, una sorpresa y un encantamiento: La ronda de los prisioneros , un insólito Van Gogh de 1890, inspirado en Newgate , dibujo de Gustave Doré de 1872 y reflejo del encierro del pintor en el psiquiátrico de Saint-Rémy de Provence.
Entre los mundos (11) es un especial Matisse, donde su Tríptico marroquí rivaliza de azules mediterráneos con los tres azules de Miró, tesoros del Pompidou. En esta sala, se encuentra el retrato de Ivan Morozov (por Sérov), para saber a quién le debe uno el recorrido.
Unas 200 pinturas y esculturas de 47 artistas invaden todo el edificio proyectado por Frank Gehry
Epílogo en la sala 12 ( Desnudos de taller ), con el minucioso pincel de Edgar Degas y las esculturas de Sergu´i Konenkov (1874-1971), excusa para mostrar esculturas de Rodin y Camille Claudel, expuestas como lo pide el género, con la posibilidad de rodearlas para verlas en su integridad. En fin, la mencionada reconstitución del salón de música de Iván Morozov clausura el recorrido.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/cultura/20210921/7734908/coleccion-morozov-paris-fundacion-louis-vuitton.html#foto-6