Por Jesús Manuel Hernández

En unos días se cumplirán tres años de la muerte del principal impulsor de un estilo y una corriente de hacer política que tuvo altura de miras y se puso como objetivo llegar a Los Pinos.

Junto con la desaparición de su principal impulsor y su esposa, la entonces gobernadora, el grupo quedó huérfano.

Tres años bastaron para terminar con el morenovallismo prácticamente en su totalidad, quedan si acaso algunos personajes con carrera propia, el resto, o en la tumba, o en la cárcel, o en el autoexilio.

La mejor prueba es la ratificación del triunfo de Augusta Díaz de Rivera al frente del PAN y con ella aquel grupo que fue usado, como catapulta, para apoderarse del partido, de las estructuras políticas de Puebla y de los sectores de negocios.

¿El morenovallismo existiría si no hubieran fallecido sus impulsores? Es una pregunta en el vacío, quizá más cercana al análisis de prospectiva de hace tres años. Sin duda Rafael hubiera tomado la bandera de la oposición a López Obrador e impulsado alianzas fuertes en su contra, como lo hizo contra el marinismo poblano; quizá su poder local se hubiera visto mermado por la actuación de su esposa, que empezaba a dar visos de independencia y otro estilo de hacer política. Quizá Rafael y su grupo compacto estarían más ocupados en el 2024 nacional y no en el local.

Y otros “quizás” serían la fortaleza de Tony Gali y su grupo, traicionado y perseguido hoy día, o el de Jorge Aguilar Chedraui, y posiblemente la ausencia de Eduardo Rivera Pérez, quién sabe si hubiera sido candidato a la Presidencia Municipal, de ser Martha Érika gobernadora.

Cada sexenio va dejando estos escombros, muchos de quienes se suben al autobús del gobierno en turno hacen planes a futuro, los expertos solo al presente y quizá al mañana inmediato.

¿Qué fue del grupo de Aarón Merino Fernández? O del impulso dado por Alfredo Toxqui a quienes le ayudaron a gobernar, o de las figuras creadas por Guillermo Jiménez Morales, algunos fallecidos ya, otros desactivados políticamente. Más aún, qué fue del grupo de Piña Olaya, de sus delfines, de sus “creaciones”. ¿Queda alguien activo del marinismo?

En fin, en tres años los grupos políticos se han recompuesto, y ello trasciende también a los empresarios, a las universidades públicas o privadas, quizá más a unas que a otras.

Y qué decir de los medios de comunicación, por supuesto receptores también o del desprecio o del cariño sexenal.

Nada nuevo bajo el sol, dentro de tres años ¿quiénes quedarán?

Por lo pronto para el siguiente año en Puebla habrá sorpresas, grandes anuncios de obras que pretenden impactar en la sociedad poblana, alianzas, muchas alianzas, unas a favor del gobierno actual, otras buscando nuevos rumbos, ese es el reto, y como diría el clásico “el juego no termina hasta que el umpire canta el último out”.

O por lo menos, así me lo parece.

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