Piensa para reformar la Justicia en alguien que fue investigado por sexo con menores y tráfico de personas y al que el Congreso le ha abierto un expediente por conducta sexual inapropiada, consumo de drogas o uso inapropiado de fondos de su campaña
Pablo R. Suanzes / Corresponsal Washington / El Mundo
El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, ha anunciado este miércoles la designación del congresista de Florida Matt Gaetz, aliado, amigo y figura del movimiento Maga, para ser el próximo fiscal general, quizás el puesto más importante de todo su gabinete para los próximos cuatro años. El de Gaetz es quizás el primer caso de un aspirante a dirigir un departamento, el de Justicia, que hasta hace muy poco lo investigaba, nada menos que por mantener relaciones sexuales con menores y pagarles los desplazamientos.
Trump ha sorprendido ya optando por un presentador de su cadena favorita como secretario de Defensa, un empresario inmobiliario judío como enviado para Oriente Medio o a congresistas sin ninguna experiencia y hasta simpatías hacia Putin para la seguridad nacional. Pero es prácticamente imposible concebir un nombramiento, un personaje, más controvertido, polémico, provocador, divisivo y menos apropiado según las reglas para un cargo público de esa relevancia. En toda la historia de EEUU nadie con ese CV, con la cantidad de escándalos acumulados, declaraciones fuera de los límites y choques con sus propios compañeros habría tenido la menor oportunidad. Ni de ser escogido ni de ser ratificado por el Senado. Pero los Estados Unidos de hoy ya no tienen nada que ver con nada del pasado y todo es posible.
La elección es tan radical que algunos en Washington se preguntan si no será una jugada del equipo de Trump. Un guiño a los suyos si sale, un sacrificio asumible si el Senado no acepta su nominación. Una forma también de desviar la atención del resto de cargos y concentrarlo en quien más capacidad tiene de asumir el odio y transformarlo en combustible. Para el nuevo líder de la mayoría, escogido hoy mismo por sus pares, será un enorme desafío. Pero si cae él, seguramente el resto pasaran sin apuros.
Gaetz, de 42 años, es el exponente más radical y emblemático del universo Maga. Rápido, deslenguado, carismático, divertido, incontrolable, sin ninguna vergüenza. Con enorme capacidad de comunicar, fuente de inspiración para podcasters e influencers conservadores. Un abogado que se autodefine como «populista libertario» y que fue objeto de una investigación federal por tráfico de personas que se cerró en 2023 cuando el Departamento de Justicia no presentó cargos. Desde 2021, sin embargo, ha estado bajo investigación del Comité de Ética de la Cámara de Representantes por presunta conducta sexual inapropiada, presunto uso de drogas ilícitas, por compartir presuntamente videos inapropiados en la Cámara de Representantes, usar, presuntamente, inapropiadamente fondos de su campaña y por aceptar, siempre presuntamente, obsequios no permitidos por las reglas de la casa. Muchos presuntos para quien Trump, él mismo con varios dosieres legales que quiere cerrar inmediatamente, aspira a poner al frente del sistema de Justicia para acabar con lo que llama el «uso como arma» del mismo.
En el universo Maga es un héroe, una superestrella. En Wisconsin, el pasado julio, durante la Convención Nacional Republicana, casi llega a las manos con su colega Kevin McCarthy, tras interrumpir una conexión en directo insultándole. Tiene enemigos incontables dentro de las instituciones, pero pocos despiertan más pasión, firman más autógrafos o se hacen selfies que él con las masas de votantes más radicales.
Un hombre inteligente, magnífico orador y polemista, manipulador, difícil de controlar, vago para el trabajo de legislador, inspirado para el de agitador. Es casi sin ninguna duda el miembro más impopular, detestado y controvertido del Congreso, con la posible excepción de Marjorie Taylor Greene, la reina de las conspiraciones. Y le encanta ese papel, que ha sabido capitalizar y monetizar. Para él no hay límites, daños colaterales. Cualquier cosa es válida para promocionarse y defender a Trump, no siempre en ese orden. Y el líder quiere cerca a gente completamente leal, dispuesta a seguir instrucciones por difíciles o ilegales que sean, como sabe su ex vicepresidente Mike Pence. Cuando Trump se ha sentado en el banquillo, él estaba unas filas más atrás.
El congresista representa mejor que nadie esa ala del partido, de la sociedad, que no cree en el Gobierno, si no forma parte de él. Que aspira a ser establishment pero lo ataca constantemente. Un nihilismo cínico llevado al extremo, que ve al Estado de derecho como un enorme problema si se cruzan con sus objetivos políticos. «Todas las vidas políticas terminan en fracaso, en cierto sentido, pero algunas son espectaculares. Es mejor ser un espectáculo que terminar sin haber dicho nunca nada que valga la pena cancelar porque, para empezar, nadie estaba escuchando», tiene escrito en un libro de ‘memorias’,
«Matt es un abogado tenaz y profundamente talentoso que se ha distinguido en el Congreso por su esfuerzo focalizado en lograr la reforma que necesita desesperadamente el Departamento de Justicia. Pocas cuestiones en Estados Unidos son más importantes que poner fin al uso partidista como arma de nuestro sistema de justicia. Matt pondrá fin al ‘gobierno armado’, protegerá nuestras fronteras, desmantelará las organizaciones criminales y restaurará la fe y la confianza de los estadounidenses en el Departamento de Justicia, gravemente destrozadas», ha dicho el multimillonario en el comunicado anunciando su elección. El cuarto cargo de alguien de Florida, por cierto, el Estado donde tiene fijada su residencia.
Como fiscal general, Gaetz tendría como primer objetivo cerrar inmediatamente las investigaciones del fiscal especial Jack Smith sobre el presidente electo. Y después, defender en los tribunales las políticas más controvertidas de Trump, empezando por las migratorias, que en 2017 fueron ya un problema.
Políticamente, Gaetz se mueve con la extrema derecha, del Partido Republicano y del país. En 2020 intentó que Trump, antes de irse, le otorgara un perdón completo, porque ya estaba siendo investigado por haber viajado con una menor a través de varios estados. Y por maniobrar para intentar revertir el resultado de las elecciones. Él estaba en el Capitolio el 6 de enero, y algunos de los que lo asaltaron eran viejos conocidos.
El congresista «era amigo de miembros de los Proud Boys, la banda de extrema derecha que envió a numerosas personas a Washington ese día. Estaba en contacto con Roger Stone, quien había ayudado a coordinar el movimiento para resistir la pérdida de Trump, y con Jacob Engels, un periodista conservador a quien un observador describió como el «hijo sustituto» de Stone», según un perfil publicado el año pasado por The New Yorker.
EEUU ha sido tradicionalmente un país muy hipócrita y purista para los cargos públicos. Décadas de tradición alimentaban el mito de que un artículo escrito en el periódico del instituto podía acabar con la carrera de un aspirante a juez. O fiscal general. Gaetz ha sido detenido una decena de veces a lo largo de su vida por exceso de velocidad o conducir bajo los efectos del alcohol. Impulsó un proyecto de ley para acelerar la ejecución de los condenados a muerte y otro para permitir portar armas en público, incluso en iglesias y escuelas. En 2013, durante un debate sobre la atención médica para los pobres, Gaetz dijo que no veía lóico ayudar a adultos solteros y sin hijos porque estaban «demasiado ocupados jugando un videojuego Grand Theft Auto para conseguir un trabajo».
Defendió con entusiasmo y le ofreció un puesto de becario al joven de 17 años que mató a dos personas e hirió a otra durante unos disturbios en 2020. Sostiene que millonarios como George Soros financian las caravas de inmigrantes que quieren llegar a EEUU. Cree en la teoría del gran reemplazo, argumentario racista sobre un supuesto plan para reemplazar a la población blanca del planeta. Fue acusado de enseñar en los pasillos del Congreso fotos de las mujeres con las que había mantenido relaciones sexuales. Hace dos años, casi llega a las manos con su colega el congresista republicano de Alabama Mike Rogers, tras una votación en la que la abstención de Gaetz les costó la derrota. Y se descubrió que usaba irregularmente fondos públicos para contratar a empresas de discursos o para construirse un estudio de televisión en la casa de sus padres. «Creo que si quieres ser populista, es importante ser popular«, ha dicho en el pasado. Un lema apropiado para el proceso de ratificación.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2024/11/13/6735254bfc6c838b418b45aa.html