Millonarios de todo el mundo pujarán a partir de mañana en Sotheby’s por joyas históricas procedentes de familias reales y nobles, entre ellas esta pieza cuya leyenda dice que se hizo con los diamantes que le costaron el cuello a María Antonieta
C.V / Vanitatis
Algunos historiadores sostienen que en el infame episodio histórico del collar de María Antonieta se encuentra la semilla de lo que cuatro años después se convirtió en la Revolución Francesa. Por resumir, la reina consorte de Francia tuvo que enfrentarse a la falsa acusación de que había participado en una maniobra para estafar a los joyeros de la corona adquiriendo un costosísimo collar de diamantes que luego rehusó pagar. Aunque luego se demostró que la reina no había participado en la estafa, el escándalo alcanzó gran relevancia pública y política, y socavó aún más el prestigio de Luis XVI y su corte, ya abandonados en aquel entonces por la vieja nobleza y por el pueblo. Tuvieron mal final, como saben.
Nadie sabe a ciencia cierta qué pasó con aquel fabuloso collar tras el escándalo. La publicación íntedra del diario de un gran personaje de la época, el político conservador Henry ‘Chips’ Channon, ha arrojado algo de luz al respecto recientemente. El 6 de julio de 1946, Channon escribe al llegar de una fiesta: «Clare (la duquesa de Sutherland) parecía joven y llevaba el famoso collar de diamantes de María Antonieta, o al menos dos de sus cabos. El resto, según la historia, se rompió antes de la Revolución Francesa, pero creo que las borlas de diamantes de Anglesey, que Marjorie Anglesey a veces lleva, son parte de él». Channon, miembro del Parlamento desde 1935, estaba casado con Lady Honor Guinness y la enorme riqueza de su esposa le permitía alternar con la mejor sociedad de la época.
Ahora, ese fabuloso négligé que lucía la marquesa de Anglesey y que lleva engastados parte de los diamantes que le costaron el cuello a María Antonieta salen a subasta. Sotheby’s saca a puja un fabuloso lote de joyas procedentes de los apellidos más ilustres de la nobleza europea. Piezas de los zares de Rusia, de la Casa Ducal de Baviera, de la princesa Thurn and Taxis, del rey Humberto de Italia o de la gran dama Mona Von Bismarck saldrán a la venta en una subasta de varias sesiones que comienza mañana en Ginebra (Suiza).
Entre todas, la pieza que más expectación ha generado es precisamente esta joya, una de las piezas históricas más destacadas en manos privadas. Se trata de una joya multifuncional que puede llevarse suelta alrededor del cuello, cruzada o usarse libremente como adorno de vestimenta, mostrando así la versatilidad típica de las joyas del siglo XVIII. Los expertos creen que se pueden alcanzar cifras récord.
«Compuesto por tres impresionantes rivières de diamantes, este collar fluye por la mano como agua corriente, un testimonio de la habilidad del joyero que lo creó hace más de dos siglos», explican los expertos de la prestigiosa casa de subastas. Con cerca de 500 diamantes engastados en oro y plata, la pieza suma un total de 300 quilates y permanece intacta desde que fue fabricada no se sabe muy bien por quién. Una pieza solo al alcance de la realeza o de los miembros más ricos de la nobleza. La fecha de fabricación sugiere que el origen de los diamantes está en la India y en las legendarias minas de Golconda, dado que antes del descubrimiento de las minas de diamantes de Sudáfrica, en 1867, los diamantes eran un material extremadamente raro que solo se podían encontrar allí.
La pieza fue la piedra angular de la colección de la familia Paget, marqueses de Anglesey. En el siglo XX se lució en la coronación de Jorge VI y diecisiete años más tarde en la de la reina Isabel II. Cecil Beaton lo fotografió como ‘négligé’, lucido por la marquesa de Anglesey en la década de los 30. No se sabe a ciencia cierta cómo llegó a sus manos y a día de hoy es un misterio quién lo fabricó. La teoría más aceptada es que formaba parte de las joyas de la Corona rusa, y su autor es Louis-David Duval (1727-1788), joyero francés establecido en Rusia durante el siglo XVIII que trabajó exclusivamente para Catalina la Grande. A los Anglesey sí hay que agradecerles que la conservaran a pesar de la ruina del quinto marqués, conocido como «el marqués bailarín», que subastó hasta 17.000 cuadros, joyas y muebles para sufragar su estilo de vida.
Cuando el sexto marqués falleció en 1947, la joya quedó registrada entre sus posesiones, lo que indica que se consideraba una reliquia que debía transmitirse junto con el título, en lugar de una posesión personal. La familia Paget se deshizo de la joya a principios de los años 60. Luego, en los años 70, fue adquirida para una importante colección privada asiática, donde ha permanecido hasta el día de hoy.
Marjorie Paget, marquesa de Anglesey (1883-1946) fue una de las damas de sociedad más famosas y mejor vestidas de la primera mitad del siglo XX. Desde su adolescencia fue conocida por su belleza. Su elegante estilo y su lugar destacado entre los círculos de la realeza y la alta sociedad la llevaron habitualmente a aparecer en las páginas de ‘Vogue’ y ‘Tatler’. Era la hija mayor de Henry Manners, octavo duque de Rutland (1852-1925) y Violet Lindsay (1856-1937), una talentosa artista y miembro del círculo social aristocrático amante del arte The Souls, que la situó en el corazón mismo de la vida intelectual británica a principios del siglo XX. Lady Marjorie creció en el castillo de Belvoir, la casa ancestral de los Rutland, y en su casa de campo, Haddon Hall, una de las casas medievales y Tudor mejor conservadas y más hermosas de Gran Bretaña.
Lady Marjorie se casó con Charles Paget, sexto marqués de Anglesey (1885-1947) en 1912. Esta espléndida boda, en la que el vestido de la novia estaba cosido con «cadenas de diamantes», fue uno de los principales eventos sociales en Londres ese año. Sus Majestades la reina María y Jorge V, la reina Alejandra, el duque de Connaught o la reina Victoria Eugenia de España formaron parte de la ilustre lista de invitados. Lady Anglesey mantuvo a lo largo de su vida una estrecha amistad con Elizabeth Bowes-Lyon, que ha pasado a nuestros días como la ‘reina madre’.
Si se están preguntando cuánto podría costar una pieza así, la joya parte de un precio de licitación de 1.200.000 francos suizos (1.280.000 euros). Pero como escribe Andrés White Correal, presidente de Sotheby’s Jewellery EMEA: «Independientemente del lugar exacto, el año o la identidad de quién encargó esta magnífica joya, es innegable decir que es de la máxima importancia histórica y de una belleza deslumbrante. Es una obra maestra de la era georgiana y una clase magistral de diseño, artesanía e innovación técnica para la época».