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En qué se parece (y no) el triunfo de Trump al ascenso de Hitler: «La República de Weimar era la más avanzada del mundo y se derrumbó de la noche a la mañana» | La Lectura

El historiador italiano Siegmund Ginzberg traza en ‘Síndrome 1933’ una inquietante comparación entre la llegada del nazismo al poder y la actual popularidad de líderes populistas que podría llegar a un punto de ruptura en las elecciones estadounidenses

Estudiantes y miembros del partido nazi queman libros en la Opernplatz de Berlín, en los años 30. Keystone / Getty

Fue una legislación animalista pionera, la más avanzada del mundo. Prohibía bajo durísimas penas cualquier clase de dolor y tormento innecesarios causados a los animales, así como su uso en experimentos médicos, la eutanasia de mascotas, las cacerías con jaurías e incluso cocer langostas o cangrejos en agua que no hirviera. Y condenaba en concreto «los sacrificios rituales por desangramiento de la bestia que practicaban los judíos».

La Ley contra la crueldad animal del Tercer Reich fue una de las primeras medidas que puso en marcha Adolf Hitler tras tomar el poder en Alemania en 1933. Es conocido: el Führer era un vegetariano estricto y gran amante de los animales. Él mismo solía relatar el dolor que sintió al perder a su perro Fuchsl en las trincheras de la Gran Guerra. Probablemente, sus hambrientos compañeros de armas se lo comieron.

«Se están comiendo a los perros», fue la sorprendente -e imaginaria- acusación que Donald Trump lanzó contra los inmigrantes haitianos de Springfield, Ohio, en el debate electoral celebrado el pasado septiembre ante una incrédula Kamala Harris. Y es que, como señala el escritor e historiador italiano Siegmund Ginzberg, la pasión de los líderes autoritarios por los animales y su parejo desprecio por los seres humanos, tal vez sea uno de esos arquetipos que la historia se empeña en repetir una y otra vez. Más recientemente, el propio Trump ha levantado una vez más la polémica al decir que necesita «generales como los de Hitler».

En su reciente y espléndido libro Síndrome 1933 (Gatopardo Ediciones), el historiador y escritor italiano de origen turco Siegmund Ginzberg (Estambul, 1948) explora los peligros que enfrentan las democracias modernas a través de un análisis comparativo entre el ascenso de Adolf Hitler y el de otros líderes autoritarios de los siglos XX y XXI. Durante la conversación con este periódico, el autor reflexiona sobre las dinámicas políticas actuales, acerca de cómo en ciertos fenómenos contemporáneos parecen resonar los sucesos que llevaron al colapso de la República de Weimar en Alemania.

Ginzberg empieza señalando que hay un «cansancio general» con las sociedades abiertas tal como las conocemos hoy. «Las democracias han funcionado incluso durante largos períodos. En América, por ejemplo, llevan más de dos siglos. En Europa occidental, al menos tres cuartos de siglo desde la Segunda Guerra Mundial, aunque en países como España comenzó más tarde», comenta. A pesar de este legado, el descontento con las instituciones democráticas ha crecido. El escritor lo atribuye a una sensación de ineficacia y corrupción que parece permear el sistema, algo que, según él, se vivió también en los años 30. «La República de Weimar era la democracia más avanzada de Europa, tal vez del mundo, y, sin embargo, se derrumbó casi de la noche a la mañana», explica Ginzberg. Para él, la lección que nos deja la historia es clara: «Los populistas y ultranacionalistas atacan las debilidades percibidas del sistema, y la opinión pública termina siguiéndolos». Este descontento se manifiesta hoy a través de movimientos nacionalistas y la extendida retórica que defiende que hay que poner «a los nuestros primero».

«En Estados Unidos, bajo Joe Biden, la economía ha funcionado bien, pero la gente no lo percibe así. Existe una sensación de enfado y frustración»

Uno de los puntos más intrigantes de su análisis es la conexión que establece entre las mentiras en la política y la manipulación emocional. «Las mentiras en política no tratan de la verdad; tratan de evocar emociones». Esta técnica de manipulación, según el autor, ha sido exacerbada por las redes sociales que «han amplificado enormemente la tendencia, generando una avalancha de desinformación que se mueve a la velocidad de la luz». Para apoyar su argumento, menciona un libro que está leyendo actualmente, Cinquecento anni di rabbia, donde Francesco Filippi traza un paralelismo entre la invención de la imprenta y las revueltas populistas en la Europa del siglo XV. Según Ginzberg, en ese contexto, las nuevas tecnologías de comunicación fomentaron tanto la libertad como el caos, un fenómeno que, a su juicio, estamos viviendo de nuevo en la actualidad.

La conversación inevitablemente se dirige a la política contemporánea y los peligros que subyacen en el desinterés por ciertos movimientos políticos. «Hitler fue subestimado por casi todo el mundo«, afirma Ginzberg. «Estados Unidos, la Unión Soviética, la propia Alemania… Todos pensaron que podrían controlarlo o que no duraría».

Recuerda que, en 1923, la democracia de Weimar había logrado frustrar un intento de golpe de Estado por parte de Hitler, pero diez años después, en 1933, ya estaba en el poder. «Los otros partidos de derecha pensaban que podían manejarle, y la izquierda no logró ponerse de acuerdo. Lo subestimaron», lamenta. Hoy, advierte Ginzberg, algunos líderes populistas actuales están siendo tratados con la misma ligereza.

Imagen de un edificio alemán, en los años 30, con uno de los lemas del partido nazi: 'Un pueblo, un Führer'.
Imagen de un edificio alemán, en los años 30, con uno de los lemas del partido nazi: ‘Un pueblo, un Führer’.BUNDESARCHIV

De la crisis económica al poder político

Otro de los aspectos más fascinantes que aborda Síndrome 1933 es el uso estratégico de las crisis económicas para consolidar el poder. «Los líderes autoritarios como Mussolini y Hitler aprovecharon la crisis para avanzar su agenda», señala. Y aunque la crisis actual no ha alcanzado la magnitud de la Gran Depresión de 1929, ha dejado cicatrices profundas en la percepción pública. «En Estados Unidos, bajo Joe Biden, la economía ha tenido buenos resultados, pero la gente no lo ve así. Existe una sensación de enfado y frustración que no está necesariamente alineada con la realidad económica, y eso es muy peligroso», explica.

La pandemia de covid, a juicio de Ginzberg, también ha jugado un papel clave en la forma en que las sociedades perciben a sus gobiernos. «Por un momento, parecía que habíamos aprendido que vivimos en el mismo planeta, que estamos todos interconectados», dice. Pero lamenta que, rápidamente, esa sensación de solidaridad global se haya desvanecido. «Nos hemos olvidado de esa lección fundamental«, añade con preocupación.

La temática de los populismos actuales surge de manera recurrente en la obra de Ginzberg. Al preguntarle si las estrategias populistas de hoy son una evolución o una repetición de lo que vimos en el siglo XX, su respuesta es matizada. «La historia nunca se repite de la misma manera», aclara, pero señala con inquietud que los temas de la campaña de Trump en Estados Unidos, por ejemplo, son sorprendentemente similares a los de los populistas de los años treinta. «El miedo a los inmigrantes, el miedo al reemplazo étnico, la desconfianza hacia el gobierno, la aversión a los impuestos… Todo esto ya lo vimos en Alemania en los años treinta».

Un elemento sorprendente que Ginzberg señala en su libro es la mencionada paradoja de que los regímenes totalitarios puedan implementar políticas éticas en ciertos ámbitos mientras cometen atrocidades en otros. «Los nazis fueron pioneros en la protección de los animales, pero lo usaron como una preparación para el genocidio», dice. La Ley de Protección Animal de 1933 prohibió, entre otras cosas, la vivisección y los sacrificios rituales, lo que fue usado como una herramienta para atacar las prácticas judías. Los regímenes autoritarios pueden instrumentalizar políticas progresistas para legitimar su agenda.

«La política está en uno de sus momentos más bajos, pero es lo único que puede salvarnos. Necesitamos aprender de los errores del pasado»

El autor también expresa una sensación de déjà vu respecto a la situación política actual, que compara con la década de 1930. «Lo que me parece más preocupante son los éxitos electorales de la derecha y la consolidación de los impulsos populistas«, dice. Pone como ejemplo a Francia, donde los votantes rechazaron a Marine Le Pen en las elecciones, pero advierte que en otros lugares, como Italia, el populismo ya ha alcanzado el poder. «Tenemos una presidenta del Consejo de Ministros que pertenece a un partido heredero de los fascistas», comenta sobre Giorgia Meloni, cuya creciente influencia en la Unión Europea también le parece preocupante.

Minorías en el punto de mira

El papel de los medios de comunicación en estos movimientos no se escapa del análisis de Ginzberg. Recuerda cómo la prensa internacional minimizó la amenaza de Hitler en los años treinta y se pregunta si no estamos cometiendo el mismo error hoy. «En Estados Unidos, los principales periódicos estaban en contra de Trump, pero eso no pareció afectarle demasiado», dice. Más aún, cree que la desconfianza en los medios ha favorecido la idea de una «conspiración» en su contra, alimentando aún más el discurso populista.

En cuanto a los grupos más vulnerables en este contexto de creciente autoritarismo, el escritor no duda en señalar a las minorías. «Las minorías, los inmigrantes, los que piensan diferente… Todos ellos están en el punto de mira», advierte. Subraya que el populismo tiende a defender los intereses de un grupo o clase específica, ignorando al resto. «El egoísmo populista ha permeado incluso en las clases trabajadoras, que terminan votando a líderes que no defienden realmente sus intereses», agrega.

Finalmente, la conversación toca el papel de la religión y las figuras religiosas en la política contemporánea, un tema que Ginzberg aborda con respeto y cierta sorpresa. «Tengo mucho respeto por el Papa Francisco, y aunque no soy creyente, estoy de acuerdo con muchas de las cosas que dice», comenta. Sin embargo, lamenta que muchas de sus advertencias sobre el riesgo de perder la democracia o la importancia de la solidaridad caigan en oídos sordos. «El Papa dice las cosas correctas, pero parece que nadie lo escucha», lamenta.

A pesar de las advertencias sombrías que ofrece, Ginzberg no pierde del todo la esperanza. Para él, la política sigue siendo la única vía para evitar que se repitan los errores del pasado. «La política está en uno de sus momentos más bajos, pero sigue siendo lo único que puede salvarnos. Sin embargo, necesitamos aprender de los errores del pasado antes de que sea demasiado tarde», con-cluye, dejando un rayo de esperanza entre las sombras».

Fuente: https://www.elmundo.es/la-lectura/2024/11/06/671fdd54e4d4d86e118b456d.html

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