La macabra muerte en Chilpancingo desafía el compromiso del nuevo gobierno federal de combatir el crimen organizado
Por José de Córdoba / Steve Fisher The Wall Street Journal
Fotografías de Yael Martínez/Magnum Photos para WSJ
27 de octubre de 2024
CHILPANCINGO, México—Seis días después de asumir el cargo, el alcalde Alejandro Arcos cargó su camioneta con botellas de agua para las víctimas del huracán, abandonó a sus guardaespaldas y se alejó solo hacia una zona controlada por pandillas aquí en la capital del estado de Guerrero, unas horas al sur de la Ciudad de México.
Horas después, el 6 de octubre, la policía encontró la cabeza cortada de Arcos expuesta en el techo de su automóvil, con los ojos cuidadosamente cerrados y el cabello perfectamente peinado. Su cuerpo decapitado fue dejado en el asiento delantero.
El asesinato sin precedentes de un alcalde en funciones de la capital de un estado es una importante prueba de seguridad para la presidenta Claudia Sheinbaum , quien ha prometido restaurar el control gubernamental donde prevalece el crimen organizado. Las complejidades del caso sugieren que no será fácil y arrojan nueva luz sobre el grado en que las pandillas del país han alcanzado una importante influencia política en algunos de los lugares más anárquicos de México.
“Las pandillas dicen: aquí mandamos nosotros”, dijo Renato Sales, ex comisionado de seguridad de México.
Tres semanas después, no ha habido arrestos. El secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, dijo días después del asesinato que Arcos se dirigía a una reunión no especificada cuando desapareció de la vista, pero no ofreció detalles sobre el progreso de la investigación. Hasta ahora, el gobierno federal no ha asumido la investigación, como lo hace con la mayoría de los casos de alto perfil. En una conferencia de prensa, Sheinbaum dijo que no habrá impunidad en el caso.
Un altar realizado por vecinos en el ayuntamiento en memoria del alcalde Arcos.
Esta zona del sur de México es el hogar de algunas de las bandas criminales más crueles del país , que han llevado a cabo asesinatos bárbaros a lo largo de los años.
Sus escarpadas montañas eran conocidas por el cultivo de adormidera hasta que el fentanilo reemplazó a la heroína como droga de elección en Estados Unidos. Las bandas criminales se dividieron en grupos más pequeños, que recurrieron a la extorsión de empresas locales a medida que el comercio del opio se desplomaba.
Sheinbaum, quien asumió el cargo el 1 de octubre, está bajo presión para detener la espiral de violencia en todo el país, incluido el estado noroccidental de Sinaloa, donde más de 250 personas han muerto en una guerra territorial entre facciones del cártel de Sinaloa , el principal contrabandista de fentanilo a los EE. UU. En Guerrero, también, las bandas criminales gobiernan en gran medida. Es prácticamente imposible postularse o ser elegido para un cargo local sin el consentimiento de los capos , dicen los residentes.
“A menos que quieras ser un mártir, si vas a dedicarte a la política necesitas el sello de aprobación de estos grupos”, dijo Sales.
Metanfetamina azul vs. metanfetamina rosa
Durante su campaña, Arcos, de 43 años, parecía contar con esa aprobación. Miembro del opositor Partido de la Revolución Democrática, fue el único candidato al que se le permitió hacer campaña en zonas controladas por los Ardillos, una de las dos bandas que dominan Chilpancingo, según dijeron personas con conocimiento de su campaña. En junio, Arcos fue elegido por apenas 1.700 votos. Se comprometió a trabajar por la paz.
A cambio de su apoyo, los Ardillos exigieron una tajada del presupuesto de obras públicas de la ciudad, dijo una persona en contacto con la banda. Arcos estuvo de acuerdo. Pero el alcalde recién elegido también hizo propuestas al principal rival de los Ardillos, los Tlacos, dijo esta persona. Fue entonces cuando comenzaron los asesinatos.
A finales de septiembre, hombres armados acribillaron a balazos el coche del nuevo jefe de seguridad, matándolo. Una semana después, hombres armados mataron al segundo de Arcos, quien fue decapitado tres días después.
No se han producido arrestos. La ciudad está paralizada por el miedo, dicen los residentes.
Chilpancingo es la capital del estado de Guerrero, a unas horas al sur de la Ciudad de México.
Las bandas rivales en Chilpancingo controlan la venta de muchos alimentos y servicios básicos.
“Ya nadie sale después de las 8 de la noche”, dijo Joaquín Rodríguez, un abogado que asistió a una concurrida misa en memoria de Arcos en la catedral colonial de Chilpancingo.
Las bandas rivales controlan la venta de muchos alimentos y servicios básicos en Chilpancingo, una ciudad de unos 300.000 habitantes.
Los Ardillos dominan el mercado mayorista de pollo. Los Tlacos tienen el control sobre la venta de carne de cerdo y res. Cada banda controla las rutas de transporte público y la venta de drogas como la metanfetamina cristal en sus sectores. La metanfetamina de los Ardillos es de color azul. La metanfetamina de los Tlacos es de color rosa.
Las pandillas obligan a la ciudad a adjudicar contratos de obras públicas a empresas controladas por ellas. Las pandillas presionan a los gobiernos locales para que pongan a personas bajo su control a cargo de la seguridad, la policía de tránsito, las obras públicas y las inspecciones de bares y restaurantes, dicen los residentes.
“Son los dueños de la vida cotidiana”, dijo Juan Angulo, editor de El Sur, el principal periódico de Guerrero. “Se pelean por todo”.
Hace dos años, las bandas se declararon la guerra. Los residentes locales dicen que los Ardillos atacaron a tiros una granja de pollos controlada por Tlaco, matando a seis personas, incluida la hija de 14 años del dueño. Los Ardillos mataron a otros tres vendedores de pollos, dos de ellos en ataques al principal mercado de pollos de Chilpancingo, lo que provocó una huelga de los dueños de los puestos, dicen los residentes. Ambas bandas mataron a conductores de transporte público del otro lado.
A principios de este año, un sacerdote católico local medió una tregua. Las dos bandas acordaron respetar los intereses comerciales y las áreas de influencia de cada una. La paz se ha mantenido en gran medida, incluso después de que los funcionarios locales fueran asesinados.
¿Quién mató al alcalde?
Ninguna banda se atribuyó la responsabilidad del asesinato de Arcos, pero pocos residentes dudan de que el motivo del asesinato se encuentra en el complejo vínculo que une a la clase política y criminal de Chilpancingo.
“Alejandro era muy ingenuo”, dijo Pioquinto Damián, dueño de un hotel y ex político local que dice creer que Arcos se vio envuelto en la disputa entre pandillas.
“Intentó construir la paz cuando las condiciones no estaban dadas”, dijo Damián, quien sobrevivió a un intento de asesinato hace 10 años que dejó su auto acribillado a balazos y a su nuera muerta.
Pioquinto Damián, ex político local, sobrevivió a un intento de asesinato hace 10 años.
La familia de Arcos declinó hacer comentarios.
Su predecesora, Norma Otilia Hernández, fue expulsada del partido gobernante de México, Morena, después de que un video la mostrara desayunando con el jefe de los Ardillos en un restaurante en una zona bajo el control de la banda. El video se filtró un mes después de que se encontraran los cadáveres de siete personas y sus cabezas cercenadas junto con una nota que se burlaba de la alcaldesa: “Sigo esperando ese segundo desayuno que prometiste”.
Hernández, quien no respondió a las solicitudes de comentarios, dijo en ese momento que no se había llegado a ningún acuerdo en la reunión con el jefe de Ardillo.
Poco después, las fuerzas de seguridad detuvieron a dos tenientes de Ardillo. En represalia, la banda movilizó a miles de simpatizantes de pueblos vecinos para marchar hacia Chilpancingo. Se enfrentaron a la policía y a tropas de la Guardia Nacional, embistieron con un vehículo blindado de la policía a las puertas de la Legislatura estatal y tomaron como rehenes a funcionarios y soldados.
El asedio terminó cuando los partidarios de Ardillos liberaron a los rehenes tras recibir la seguridad de que el gobierno construiría carreteras en su zona.
Miembros de la Guardia Nacional patrullaron la ciudad tras la muerte del alcalde Arcos.
El territorio de Chilpancingo está dividido entre dos cárteles en pugna.
Algunos residentes dicen que pudo haber sido obra de los Tlacos rivales, o de una tercera banda, que deseaba perturbar el negocio de los Ardillos llamando la atención de las fuerzas de seguridad. La decapitación es una forma habitual de los Ardillo de enviar un mensaje.
En el exterior del ayuntamiento, antiguos miembros de la campaña de Arcos se sientan en un escritorio para recoger las llaves que se fundirán para hacer una estatua del alcalde asesinado. Junto a la puerta, las velas titilan debajo de la fotografía de Arcos, parte de un altar improvisado en su memoria. Las paredes del palacio están cubiertas de carteles que exigen justicia.
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En el piso superior, Gustavo Alarcón, el alcalde sustituto (el candidato suplente durante las elecciones), de baja estatura y corpulento, ha asumido el cargo de Arcos. Desde el asesinato, el gobierno federal ha enviado a cientos de soldados de la Guardia Nacional a patrullar las estrechas calles de la ciudad mientras Alarcón intenta proyectar una sensación de normalidad.
La semana pasada, Alarcón sonrió mientras promocionaba oportunidades laborales en Chilpancingo y estrechaba manos en una feria de empleo custodiada por soldados cuyos rostros estaban ocultos tras pasamontañas.
“Es normal tener miedo”, afirmó el nuevo alcalde, que está protegido las 24 horas del día por 18 guardaespaldas.
Gustavo Alarcón está protegido las 24 horas del día por 18 guardaespaldas.
Escriba a Jose.Decordoba@wsj.com.