En la audiencia a los religiosos pasionistas con motivo de su 48º capítulo general, el Papa denunció los conflictos y la pobreza, las “dinámicas perversas” que producen divisiones entre los pueblos y el “descarte de los débiles”: “Si nada puede sofocar en el ser humano la capacidad de amar, entonces nada está perdido”
Tiziana Campisi / Vatican News
Todos necesitan “la luz del Evangelio”, por lo que “es necesaria una misión” que llegue “al mayor número posible de personas”: Francisco lo subrayó a los participantes en el 48º capítulo general de la Congregación de la Pasión de Jesucristo -recibidos en audiencia hoy, 25 de octubre, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico- y deseó que se identifiquen “nuevos caminos” y se creen “nuevas oportunidades para facilitar el encuentro entre las personas y el encuentro con el Señor”.
Por tanto, es necesario salir a las calles, plazas y callejones del mundo, para no volverse mohosos y entumecidos, y como prueba de la propia fe alegre y fecunda. Pero esta salida sólo puede ser eficaz si brota de la plenitud del amor a Dios y a los hombres, vivido en la vida contemplativa, en las relaciones fraternas de la comunidad y en el apoyo mutuo -vida contemplativa y relaciones con la comunidad-. No abandonen la vida contemplativa: tienen una rica traducción de vida contemplativa – y esto de tal manera que caminen juntos, experimentando la presencia del Señor en medio de ustedes.
Estar constantemente enraizados en la oración
Necesitamos “acontecimientos de evangelización” que presenten “la belleza sublime de la Persona de Cristo junto con el rostro de una Iglesia atractiva, acogedora y capaz de comprometerse”, es la sugerencia del Pontífice, que considera indispensable “un arraigo constante en la oración y en la Palabra de Dios”, especialmente para los Pasionistas, “el retiro para la oración y la contemplación, a veces algunos meses o a veces todos los días o parte del día”.
Anunciar a Cristo en los sufrimientos de hoy
San Pablo de la Cruz, que llamaba a la muerte de Jesús “la puerta para entrar en la intimidad de la oración y de la unión con Él, la escuela para aprender todas las virtudes, la energía que hace capaz de soportar todo dolor”, “la manifestación suprema del amor de Dios”, recordó el Papa, quiso reunir a compañeros “que estuvieran inmersos en la contemplación” de este amor que no se conoce y no se aprecia, dispuestos también “a anunciarlo”. De ahí la invitación de Francisco a los religiosos a comprometerse en este sentido en el mundo de hoy.
Los pasionistas también deben saber anunciar la presencia del Crucificado resucitado en los sufrimientos de nuestros días. Conocemos su inmensidad y devastación en la pobreza, en las guerras, en los gemidos de la creación, en las dinámicas perversas que producen divisiones entre los pueblos y el descarte de los débiles. Hagamos todo lo posible para que el dolor de nuestros hermanos no quede sin sentido y se resuelva en un derroche de humanidad y desesperación.
La capacidad de amar no puede ser sofocada
De cara al Jubileo, cuya apertura es inminente, el Papa recordó también el tema de la esperanza, que “tiene una relación especial con el carisma de los Pasionistas” y cuya “razón teológica es la muerte y resurrección de Cristo”. Francisco subrayó que “la sangre y el agua que brotan de su corazón dicen que más allá de la muerte la vida continúa” y que “el amor se derrama sobre la humanidad en el don del Espíritu, comunicándose con una fuerza que nadie puede eliminar”. Y a todo esto se orienta la esperanza.
Si nada puede sofocar en el ser humano la capacidad de amar, entonces nada está perdido, todo encuentra sentido y valor, todo está salvado. Sobre esta certeza de fe se posa la esperanza.
La urgencia del amor
Por último, el Pontífice señaló a los pasionistas la “solicitud de la Virgen María” y les exhortó a vivir “su consagración y su misión, conscientes de la urgencia de difundir el mensaje de salvación”.
No es la prisa del reloj, krónos, sino la de la gracia, kairós, del amor que corre para alcanzar su meta, como la ola del mar tiene prisa por tocar la orilla.