La firma de lencería, que suspendió sus famosos ‘shows’ en 2019 y que trató de volver el año pasado con un fallido espectáculo, recupera para la pasarela a sus modelos más famosas, sus brillos y sus alas, olvidando un pasado de críticas y denuncias
María Porcel / El País
En honor a la verdad, no se puede decir que Victoria’s Secret vuelva, pero sí que vuelve a volver. El martes por la tarde, la marca de lencería más famosa del mundo —al menos lo fue, durante un par de décadas— hizo un segundo intento de regresar a sus desfiles tras cancelarlos en 2019.
El año pasado la marca intentó hacer un gran regreso a través de un show en Amazon que fue, básicamente, un desastre: tanto de público (en las calificaciones de la plataforma tiene 1,7 estrellas sobre cinco), como de críticas, de ventas y de imagen, donde lo mejor que se dijo de él es que era una copia no muy acertada de Fenty, la exitosa firma de lencería inclusiva de la cantante y empresaria Rihanna.
Por eso este año se han enmendado y han intentado jugar tres bazas para olvidar ya no solo el hundimiento de las cifras hace unos años, que llevó a la venta de la compañía, sino las críticas incluso por parte de sus ángeles, la falsa perfección, la misoginia y la hipersexualización, e incluso las conexiones de su fundador con Jeffrey Epstein.
La primera de las cartas ha sido apostar por grandes glorias que copen titulares, tanto sobre la pasarela como en el escenario. Las cantantes emergentes Lisa y Tyla fueron las primeras en salir al escenario, ambas vestidas como si fueran modelos de la firma, pero el momento musical que alcanzó su mayor punto pop con Cher, de 78 años, que llegó al final de los 40 minutos de desfile con un par de temazos de 1998, Strong Enough y Believe.
Aparte de las actuaciones, también desfilaron viejos rostros conocidos de la firma, supermodelos a las que tantas veces se ha visto en ese conjunto tan imposible como habitual para Victoria’s Secret que supone la mezcla de unas sandalias de tacón altísimas y finísimas con un estrambótico conjunto de ropa interior.
La primera de ellas fue Gigi Hadid, que abrió la velada vestida de rosa y saludando al estilo de su amiga Taylor Swift; la maniquí reconoció que la cantante superventas le había dado unos consejos y que iba a hacer algún gesto suyo sobre la pasarela.
Pero ese momento de nostalgia que tanto buscaba la firma llegó con las bellezas clásicas de la firma: Alessandra Ambrosio, Behati Prinsloo, Isabeli Fontana, Candice Swanepoel, Barbara Palvin, Doutzen Kroes y superángeles como lo fueron y demostraron que siguen siendo Irina Shayk y Adriana Lima.
Pocos recordaban por entonces, entre plumas y sujetadores de lentejuelas, que la brasileña le dio el portazo a la casa de lencería en 2018 bajo la frase: “No volveré a quitarme la ropa por una causa vacía”. Entonces también dijo: “Estoy cansada de las imposiciones, nosotras, como mujeres, no deberíamos continuar viviendo en un mundo con tales valores superficiales. No es justo para nosotras, y más allá de la justicia, es insano física y mentalmente cómo la sociedad nos impone cómo debemos ser, cómo debemos comportarnos, cómo debemos estar físicamente”.
Todo cayó en el olvido cuando empezó el desfile y con sorpresas por parte de otras modelos como Bella Hadid, que a excepción de aparecer en la presentación de Saint Laurent en septiembre, no se subía a una pasarela desde hacía dos años.
De forma excepcional aparecieron otros rostros célebres que han cumplido los 50 y son menos habituales de este tipo de shows: clásicas de la casa como Tyra Banks, de las más esperadas y que ya desfilaba para la firma a mediados de los noventa (fue la encargada de cerrar este año), y Eva Herzigova, que no lo hacía desde hace casi 15 años; o nuevas en la firma como Carla Bruni o una seria Kate Moss cubierta de encaje negro.
La marca supo tirar de nostalgia, aunque fuera inventada, con modelos clásicas o que directamente jamás se habían puesto unas alas (esta vez, en cualquier caso, tampoco lo hicieron).
La segunda baza de la firma ha sido la inclusividad, pero muy medida. Más que en los cuerpos, con unas cuantas mujeres fuera de la habitual normatividad de las pasarelas, si ha habido ruptura ha sido en las edades, al traer a esos grandes nombres del mundo de la moda.
Por lo demás, se ha podido ver lo clásico, la cuota de cambio que entra en casi cada show de temporada y que no podía faltar en un espectáculo criticado en centenares de ocasiones por mostrar con normalidad cuerpos no tan normales.
Desfilaron Paloma Elsesser y Ashley Graham, de talla 44, y también Alex Consani, modelo trans de ahora 21 años y que empezó su carrera con solo 12 “Creo que hoy celebramos ser poderosas”, afirmaba en el backstage. Al final, el momento de mayor inclusividad lo puso el coro de Cher, con una veintena de mujeres de todas las tallas, colores, alturas y edades.
En la alfombra rosa, que por primera vez se retransmitió en directo, dos de las mandamases de la firma, Sarah Sylvester, vicepresidenta de marketing de la firma, y Janie Schaffer, responsable de diseño, hablaban de que el desfile era “una celebración de la ropa y de las mujeres”. “Todo el mundo es bienvenido, el casting se ha hecho en base a su confianza y su fuerza”, aseguraban ellas.
Pero más allá de supermodelos y una cierta inclusividad, al final la verdadera razón por la que el desfile triunfa es el espectáculo, el show por el show. Los rostros conocidos mezclados con los brillos (aunque ya sin ese sujetador llamado Fantasy Bra, que costaba millones) y las plumas, la puesta en escena de moda y el repaso de ciertas tendencias, acompañado todo de una expectación generada en redes durante semanas, vuelven a llamar al público, que parece deseoso de purgar los pecados de la firma en pos del espectáculo.
Al desfile, celebrado a las siete de la tarde, hora de Nueva York (las dos de la madrugada en la España peninsular), se conectaron en directo dos millones de espectadores a través de YouTube y otros 200.000 por Instagram. Pocos recordaban críticas, escándalos o, incluso, que los ángeles ya ni siquiera se llaman ángeles, porque hace unos años la marca decidió eliminar esa denominación.
Quizá no actuaron The Weeknd, Taylor Swift o Beyoncé, como en otros tiempos, y entre el público había pocos rostros conocidos, más allá de los de Queen Latifah o Cardi B. Pero parece que la nostalgia y las ganas de espectáculo han sobrepasado a aquellos testimonios de Gisele Bündchen cuando contaba en su libro que se sentía incómoda desfilando en ropa interior empezó a sentirse incómoda y hablaba de pensamientos suicidas.
O a cuando hace cinco años un centenar de modelos firmaron una carta expresando su “preocupación por la seguridad y el bienestar de las modelos y mujeres jóvenes que aspiran a trabajar para Victoria’s Secret”. El espectáculo debe continuar, aunque habrá que esperar a 2025 para saber si a la tercera intentona va la vencida.