La Casa Encendida dedica una muestra a este misterioso juego que desde el Renacimiento ha fascinado a los artistas por su capacidad de construir realidades alternativas
Mario Canal / La Lectura
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En 1965 Andy Warhol hizo venir una joven tarotista al apartamento en el que un desconocido grupo llamado The Velvet Underground grababa imágenes que luego serían usadas para sus directos. Bajo el nombre The Exploding Plastic Inevitable, el suyo sería un espectáculo multisensorial que revolucionó la idea de concierto, gracias a las miles de imágenes que se proyectaban sobre todas las superficies así como al áspero sonido de un grupo oscuro y visionario. El happening artístico elevado a la categoría de comunión lisérgica pasaría a la historia como uno de los experimentos creativos más icónicos del arte contemporáneo. Pero, más importante todavía, ¿qué decían las cartas del tarot a Lou Reed, Sterling Morrison o John Cale?
Warhol decidió convertir esa grabación en un film de 65 minutos. Una rareza que podrá verse en la exposición La torre invertida, que en La Casa Encendida de Madrid reúne una serie de proyectos artísticos realizados en el último medio siglo y que aluden al tarot como objeto y sujeto artístico. Dibujos, proyecciones e instalaciones relacionados con esa forma oracular que surgió en el Renacimiento y ha conocido diferentes épocas de esplendor generando curiosidad y fascinación, particularmente entre los artistas.
«A finales del siglo XIX se recupera el tarot de una manera más intensa, con todo este auge del esoterismo en Europa, sobre todo en Inglaterra», explica Pilar Soler, la comisaria de esta exposición. «Al que más interesa este tema es al movimiento surrealista, que lo recupera para contraponerlo al lenguaje racional. Hacen suyo el tarot por medio de cadáveres exquisitos, también cambian los símbolos, porque para ellos los tradicionales representaban a la cultura burguesa con el rey, la reina… Y colocan a personajes que admiraban, como al Conde de Lautréa-mont o al Marqués de Sade en su lugar, para ensalzarlos».
La exposición en La Casa Encendida comienza, sin embargo, en los años 60. «Es cuando se vuelve a recuperar todo este mundo, pero desde una visión mucho más contracultural. Por las características de su forma, la baraja de cartas es como un libro laberíntico que tiene millones de posibilidades y lecturas. Mediante el azar, te permite contar un relato siempre desde una perspectiva subjetiva, personal o espiritual, donde primero habla la imagen y después va la palabra». Esta no linealidad que multiplica los niveles de interpretación y plantea alternativas a la lógica normativa, como hacen también las artes plásticas, se convierte en una estrategia que interesa al movimiento conceptual y posmoderno.
Del ‘underground’ a la psicomagia
En uno de los primeros espacios de La torre invertida encontramos a la cineasta francesaAgnès Varda,que inicia a su vez el film Clèo de 5 a 7 (1962) con una secuencia de varios minutos sobre la que se proyectan los títulos de crédito. Se trata de una tirada de cartas donde la cámara cenital muestra las figuras del tarot que van surgiendo -el Colgado, la Emperatriz, la Muerte-, describiendo el pasado, el presente y el futuro del personaje principal como una constelación metanarrativa que avanza el guion. La magia, de golpe, insufla un realismo trascendente a la ficción cinematográfica formando un bucle certero. Y revela el destino fatal de Clèo. «Todos los artistas que participan en la exposición tienen en común que utilizan el recurso del tarot tanto a nivel formal como a nivel simbólico de una manera muy personal. Las obras que se exponen tienen algo de relato íntimo», continúa la comisaría de la muestra, que ha incluido a doce creadores que presentarán 78 piezas, muchas de ellas barajas de cartas completas.
Por ejemplo, la de Dorothy Iannone (1933-2022), artista que está siendo reivindicada muy tardíamente. Cuando comenzó a pintarla, la creadora estadounidense soñaba con huir de su vida convencional, engañar a su marido y convertirse en artista. Esa fue la historia que ilustró en el tarot expuesto ahora en La Casa Encendida. Repleta de imágenes sexualmente explícitas y primorosamente trabajadas también en su reverso, Iannone se sirvió de la creación plástica y del propio tarot como fórmula de emancipación personal. «Es una baraja medio pornográfica, pero a ella le cambió la vida», apunta Soler con humor.
De muy diferente perfil, los naipes de Suzanne Treister (1958) tienen un carácter más político. «Propone un nuevo relato para entender el mundo, una utopía de posibilidades, otras realidades y mundos dentro del mundo actual», apunta Soler. El tarot,al igual que las lecturas mágicas de la realidad tradicionalmente asociadas a estratos que eran mirados con desdén por la alta cultura, tuvo su espacio de resistencia en los ambientes contraculturales de la New Age de Estados Unidos a finales de los 70, cuya estética puede relacionarse con la de Triester, cercana al cómic underground.
La subversión del lenguaje y la apropiación de fenómenos marginales ridiculizados por la todopoderosa razón, como el esoterismo o la psicomagia, nutre la obra de Betye Saar (1926), que formó parte del Black Art Movement de los años 70. También están en Niki de Saint-Phalle (1930-2002), que construyó un jardín en Italia con esculturas de tamaño monumental que representaban a algunos arcanos del tarot y llegó a vivir en la que tenía forma de Emperatriz. Por su parte, la baraja que puede verse de Frédéric Bruly Bouabré (1923-2014) incorpora la sencilla trascendencia casi chamánica de toda su obra.
Mujeres pertenecientes a minorías raciales, artistas que vivieron más allá de las normas sociales o que se mantuvieron fieles a sus tradiciones vernáculas y encontraron en la psicomagia un espacio propio, se cruzan en La torre invertida con una generación actual que igualmente escapa de una realidad diferente, aunque también percibida como hostil.
Es el caso del colectivo Plastique Fantastique, de Londres, con un vídeo «muy gamberro, pero critica la situación actual política y social», señala la comisaria. O el dúo King Kahn, que busca en sus propias referencias culturales pop a mitos con los que ilustrar su tarot. Artistas como Aldo Urbano (1991) -que ha realizado una baraja específica para esta exposición- o Raúl de Nieves (1983), que muestra los esculturales trajes de su ópera The Fool (El loco). Creadores que encuentran en el tarot «un lenguaje alternativo de construcción de realidades y de experiencias».
Fuente: https://www.elmundo.es/la-lectura/2024/10/12/66ffb6dafc6c83552d8b45a3.html