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Mariel Hemingway: «El suicidio puede ser un episodio decidido en 20 minutos de un mal día o algo planeado durante 20 años. La gente necesita hablar de esas cosas para poder salir de sus oscuridades» | Yo Dona

La nieta de Ernest Hemingway, exmodelo y exactriz, ha estado en Madrid dando una conferencia sobre salud mental en CIS University. En ella, y en esta entrevista, Mariel Hemingway habla de los siete suicidios que rodean su vida, de una infancia marcada por el alcoholismo y el caos familiar y de cómo el Dalai Lama, con tres palabras (y sólo con tres), cambió su existencia para siempre.

Mariel Hemingway, en España para impartir una conferencia sobre salud mental.
Mariel Hemingway, en España para impartir una conferencia sobre salud mental. FOTO: SERGIO GONZÁLEZ

Octubre 2 2024

Los 200 asistentes a la conferencia de Mariel Hemingway no daban crédito a lo que estaban escuchando desde sus butacas del Espacio Beatriz, donde María Díaz de la Cebosa, presidenta de la Fundación Robert F. Kennedy Human Rights Spain y CIS University, había organizado el evento. Alguna risita se había dejado oír al iniciar la exactriz su intervención y pedir al público que cerrase los ojos, inspirase, espirase, visualizase una luz, etcétera. Después de eso lo lógico era esperar una serie de recetas para encontrar la felicidad, la autoestima, el amor hacia uno mismo desde cierta perspectiva. Holística, claro.

Pero no.

Lo que hizo entonces Mariel Hemingway (California, 1961) fue contar una historia espeluznante, que durante unos 15 minutos no dio tregua a las emociones del público. Contó cómo su vida, de alguna forma, estaba enmarcada por siete suicidios de personas de su familia, empezando por su famosísimo abuelo, el escritor Ernest Hemingway (en noviembre de 1961, tan sólo unos meses después de que ella naciera) y acabando por el de su propia hermana Margaux, en 1996. Contó cómo, cuando ella misma era una niña de apenas siete años, se levantaba a medianoche para limpiar de sangre y cristales -restos de las peleas entre sus padres-, el salón de su casa, con la vana ilusión de tener la situación bajo control si lograba hacer desaparecer los restos del permanente naufragio. Porque esto sucedía cada día.

Así, en su más tierna infancia, Mariel Hemingway desarrolló una auténtica obsesión por tener el control sobre su vida. Siguió a gurús, médicos holísticos, buscando, cuenta, «una revelación fuera de mí» que diera solución a sus problemas. Pero no sería hasta mediada la cuarentena, después de mucho buscar, cuando, durante una visita a la India con su entonces marido, encontraría lo que podríamos llamar una pista sólida para salir del callejón sin salida donde se encontraba (según cuenta, sufrió depresión y tuvo ideaciones suicidas, siempre bajo la terrible sombra familiar que llegó a adquirir en su mente la dimensión de «maldición de los Hemingway»).

Mariel Hemingway, en los pasillos de CIS University, en Madrid.
Mariel Hemingway, en los pasillos de CIS University, en Madrid.FOTO: SERGIO GONZÁLEZ

Durante una audiencia con el Dalai Lama donde ella sencillamente se sentó a su lado («para mí eso ya era lo máximo, no necesitaba decirle nada», cuenta, «me bastaba con observarlo, ver cómo le dedicaba a cualquiera una atención absoluta, como si fuera la única persona que existía en la sala»), él se dirigió a ella, la tomó de las manos, la miró a los ojos y le dijo: «You are OK».

Esas palabras, ese estás bien, la marcaron. En ese momento de su vida cobraba un significado profundo: puede que te duela todo, pero si lo buscas, encontrarás dentro de ti lo que está bien. Estás bien aunque tú creas que no.

Fue una epifanía. Y con ella empieza nuestra entrevista.

PREGUNTA: La visita al Dalai Lama fue una epifanía para ti. Cambió tu vida, cuentas, en muchos aspectos. Pero ¿qué pasó después? ¿Cómo afectó a tu trayectoria profesional?

Respuesta: Sí, fue una epifanía, pero no fue como si… viera la luz de repente. Dios no me derribó, no. Lo que sucedió fue resultado de un lento desarrollo de acontecimientos que me hizo darme cuenta de que necesitaba escucharme. Mi práctica de meditación pasó de ser «me estoy conectando con el universo» a «me estoy conectando conmigo misma». Y así comenzó el proceso de confiar en que mi intuición era mi mejor maestra. Me llevó un tiempo, claro, ¡había pasado tantos años pensando que había un maestro, un gurú, un médico… que me iba a dar alguna solución! Tardé en confiar realmente en mi voz interior. Y en ese proceso de comprensión de mí misma me di cuenta de que necesitaba compartir eso con los demás.

¿Y cuándo empezaste a hacerlo?

Yo tendría unos 46 años y ya había escrito un libro titulado Healthy Living from the Inside Out (vivir de forma saludable desde dentro hacia fuera). Tenía que ver con el estilo de vida de alguien enfermo (mi madre había tenido cáncer. Mi exmarido había tenido cáncer). Pero luego me di cuenta de que había más que contar. Entonces una buena amiga, Lisa Erspamer, me dijo que le habían encargado un documental sobre mi familia. Yo le dije: «¿Por qué, si están todos locos?». Y ella me respondió: «Esa es exactamente la cuestión». Así que nos pusimos a trabajar. Hicimos el documental Running from Crazy, que dirigió Barbara Kopple. Recuerdo haberle dicho: «Se trata de escapar de la locura, de estar literalmente en una situación de lucha o huida durante la mayor parte de mi vida, preocupada por la posibilidad de terminar como mi familia». Casi al mismo tiempo escribí otro libro llamado Out Came the Sun, donde cuento la historia de mi vida, mi infancia, mis miedos, mi matrimonio… Y al promocionar el libro y la película, sencillamente empecé a contar mi historia y me di cuenta de que era muy eficaz, especialmente con los jóvenes, porque mucha gente se me acercaba y me decía: «Dios mío, me ha pasado lo mismo que a ti». Y me contaban cosas horribles. Pero lo importante es que la emoción que sentían cuando escuchaban mi historia les hacía pensar: «Ah, sí, tú has sentido lo mismo que yo». Creo que ésa es la clave. Es muy sanador para las personas saber que no están solas.

El tuyo ha sido un pasado durísimo. Pero entiendo que la forma de vivir con ello no es borrándolo, sino integrándolo…

Absolutamente. La cuestión es la siguiente: no es necesario ponerse delante de un grupo de personas y contarles tu vida, pero sí es importante encontrar un espacio seguro o una persona segura con quien poder abrirte. Es importante sacárselo de la cabeza, porque a veces, cuando dejamos cosas ahí, se hacen más grandes. Y nosotros, ya sabes, lo decoramos, lo hacemos enorme y puede acabar volviéndose aterrador. Pero una vez que lo cuentas, eso hace que no viva en tu cabeza y entonces puedes observarlo. Ése es el comienzo de la recuperación. Dices: «Es sólo un pensamiento». Los recuerdos no tienen armas. No pueden dispararte. Y es muy importante abordarlos, incluso si temes un trauma. Así que encuentra una persona de confianza, busca un terapeuta, encuentra lo que sea que necesites y que te haga sentir bien al hablar de lo más aterrador que se te ocurre. Porque una vez que lo dices, ya no da tanto miedo.

Claro, pero ahí es igualmente importante encontrar una persona que sepa escucharte. Y eso es complicado. Alguien viene a contarnos sus problemas y tendemos a decirle cosas del tipo «no te preocupes, que no pasa nada» u «olvídate de eso»…

Es un gran error. Y creo que es una de las cosas que aprendí, no sólo del Dalai Lama, de ver cómo escuchaba a la gente, sino también de mi abuelo. Tiene una frase increíble: «Cuando la gente hable, escucha completamente. La mayoría de la gente nunca escucha». A la mayoría de la gente le interesa lo que ella misma va a decir a continuación. Como periodista sabes lo importante que es escuchar a la gente, porque de lo contrario sólo estás pendiente de tu propio cuestionario… Como entrevistado, las peores entrevistas son ésas en las que notas que no te están escuchando.

Como entrevistador es terrible darte cuenta de que te has perdido una información superinteresante por no concentrarte en lo que te decía el entrevistado.

Yo creo que las personas que sufren algún tipo de trauma, una enfermedad mental o incluso un momento de inestabilidad (porque atraviesan un divorcio o alguna situación complicada), suelen sentir que no se las escucha. Esa suele ser la peor parte de cualquier tipo de trastorno mental, que no te sientes visto, que no te sientes escuchado.

A ti todo el mundo te presta una enorme atención. Y es inevitable, porque la historia familiar que cuentas en tus conferencias es muy dura y muy impactante. ¿Cómo logras que no te duela relatarla?

Hay que recordar que he contado esta historia tantas veces que ya no duele, porque ya es sólo eso, una historia. Ya ocurrió. No me está pasando. Cuanto más la cuento, más libre soy. Y cuanto más me alejo de ella, mejor. También me doy cuenta del efecto que tiene en los demás. La gente dice: «Oh, Dios, ¿cómo lo puede soportar?». Pero si ven que al final he conseguido llevar una vida feliz se dan cuenta de que si yo he contado mi historia, ellos también pueden hacerlo. De alguna manera, les doy permiso para que superen sus propios obstáculos, cualquier situación negativa que hayan vivido. Para esas personas me convierto en el ejemplo de que nunca es tan malo. Lo que se queda en tu cabeza puede volverse malo porque lo temes. Pero si lo aceptas y dices: «Esto no es malo porque no está sucediendo ahora», tendrás un catalizador para el cambio.

Esto también incluye hablar sobre el suicidio. Sabes que en los medios de comunicación el suicidio ha sido tabú durante mucho tiempo, por miedo al efecto contagio. Así que no se hablaba de ello.

Y es exactamente lo contrario. Cuanto menos se habla de ello, más miedos no resueltos conserva la gente. Los miedos se hacen enormes. Lo peor que puedes hacer es no hablar sobre el suicidio, no informarte sobre él. Porque puede ser un episodio resultado de 20 minutos en un mal día o puede ser algo planeado durante 20 años; puede ocurrir porque sufriste acoso escolar cuando eras niño o porque perdiste todo tu dinero en la bolsa. La gente necesita hablar de esas cosas porque todo cambia y lo que sientes ahora puede que no lo sientas dentro de 20 minutos. Ni mañana. La gente debe entender que hay formas de salir de los lugares oscuros y que hablar de ellos es el primer paso.

Entonces, ¿qué le dirías a una familia que está sufriendo porque un ser querido se ha suicidado?

En primer lugar, que mi corazón está con ellos, porque no es fácil. Tendemos a centrarnos en la persona que se fue en lugar de en la familia que quedó atrás. Y ésta es la que sufre el dolor, sin poder entender en absoluto lo que ha ocurrido (y culpabilizándose casi siempre, de una u otra forma). Es necesario que haya apoyo para esas familias, especialmente si eres padre o madre y pierdes a un hijo. Necesitamos tener grupos de apoyo que les ayuden a superar su dolor.

¿Cómo es tu vida hoy, Mariel?

Maravillosa, para ser sincera. Tengo una pareja estupenda de la que estoy locamente enamorada. Y ya llevamos juntos casi 16 años. Nuestras vidas son muy intensas y a veces un poco estresantes, pero nos reímos mucho y creemos en las mismas cosas. En la conferencia hablé de los siete médicos [los puntos clave a defender, según ella, para tener una buena vida: alimentación, ejercicio, sol, sueño, tierra, agua, respiración]. Es un concepto que se nos ocurrió juntos, porque sabemos lo importante que es para nuestras propias vidas.

Para cerrar la entrevista, me gustaría saber cuál es tu mejor recuerdo de infancia, porque lo que hemos contado hasta ahora es todo terrible, y creo que sería bonito aportar esa otra perspectiva.

Mis mejores recuerdos son los del verano en la montaña. Me encanta el verano. Iba en bicicleta hasta el pueblo más cercano, que estaría a unos 10 kilómetros. Y me pasaba el día entero en el río. Yo montaba a caballo, a pelo, con mi mejor amiga. Escalábamos rocas, pasábamos todo el día fuera. No teníamos teléfonos móviles porque no existían. Todo era mágico.

Y una última: ¿cómo ve las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos?

Soy apolítica, no me interesa.

-Bueno, eso ya es un posicionamiento político…

Fuente: https://www.elmundo.es/yodona/vida-saludable/2024/10/02/66fbcfe1fdddff192b8b4592.html

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