La permanencia de un régimen autoritario como el de Nicolás Maduro, según analistas políticos, depende en gran medida de las fuerzas de seguridad gubernamentales.
Jack Nicas / The NewYork Times
Jack Nicas cubre América del Sur. Reportó desde Río de Janeiro.4 de agosto de 2024 a las 05:10
Venezuela está en otro momento oscuro.
El presidente Nicolás Maduro, el líder autoritario que ha estado en el poder desde 2013, se ha declarado ganador de otra elección que los observadores internacionales han calificado de no democrática. Sus fuerzas de seguridad han arrestado a cientos de oponentes políticos. Y las nuevas protestas contra él parecen estar perdiendo fuerza.
¿Se ha perdido toda esperanza para la democracia en Venezuela? Los líderes de la oposición están tratando de avanzar y Estados Unidos ha reconocido a su candidato como el ganador de la votación del domingo. Pero Maduro no parece estar cerca de renunciar al poder. ¿Qué haría falta exactamente para eso?
La respuesta, según algunos analistas, politólogos y una revisión de la historia, depende en gran medida de las fuerzas de seguridad gubernamentales.
La amenaza interna
En una democracia verdadera, los políticos deben ganarse el apoyo de una mayoría de votantes para mantener el poder. En los regímenes autoritarios, los dictadores a menudo están apuntalados por un pequeño círculo de figuras influyentes.
“Mientras menos democrático se vuelve un sistema político, más depende solo de un pequeño grupo de personas para mantener el poder”, dijo Marcel Dirsus, un politólogo y autor del libro How Tyrants Fall.
Eso significa que las fuerzas de seguridad —y no los furibundos manifestantes en las calles— son los que suponen el peligro más serio e inmediato a su puesto, dijeron los investigadores. “La amenaza más grande son los hombres con las armas”, dijo Dirsus.
Entre 1950 y 2012, cerca de dos terceras partes de los 473 líderes autoritarios que han perdido el poder fueron removidos por personas al interior del gobierno, de acuerdo a un análisis de Erica Frantz, una profesora de ciencia políticas en la Universidad Estatal de Míchigan que estudia el autoritarismo.
Para combatir esa amenaza, los autócratas frecuentemente intentan lo que los politólogos llaman “blindaje contra golpes de Estado”: dividen a sus fuerzas de seguridad en varias unidades fragmentadas. Eso impide que una sola rama amase demasiado poder y también causa que las fuerzas se espíen entre ellas.
Eso, dicen los analistas, describe a Venezuela.
Apuntalar un régimen
Maduro y su predecesor, Hugo Chávez, crearon una complicada red de agencias militares, policiales y de inteligencia.
Las fuerzas armadas de Venezuela, que tienen aproximadamente 150.000 miembros, están repartidas entre el ejército, la armada, la fuerza aérea y la guardia nacional.
Hay una fuerza policial nacional y una milicia nacional —en parte formada por simpatizantes de Maduro con poco o nulo entrenamiento— que pueden ser llamados a las armas en caso de una emergencia.
Existen los llamados colectivos, un grupo de civiles que atacan a los manifestantes y quienes, de acuerdo a los investigadores, reciben armas del gobierno.
Además hay tres agencias de inteligencias separadas, así como también unidades de inteligencia dentro de las otras fuerzas, que se vigilan entre ellas y a la oposición.
Durante años estas fuerzas han acallado las protestas, hostigado a la oposición y ayudado a preservar el cada vez más autoritario tiempo de Maduro en el poder, que ha durado más de lo que esperaban muchos analistas.
“Cumple todos los elementos de un régimen que debería ser vulnerable a la deposición: graves problemas económicos, dificultades del sucesor para establecer legitimidad, y un apoyo de la base popular cada vez más escaso”, dijo Frantz, que estudia Venezuela y es coautora de The Origins of Elected Strongmen.
“El actor clave para asegurar que el régimen siga a flote ha sido el aparato de seguridad”, aseveró.
A su vez, el gobierno ha comprado lealtad al darle a los oficiales militares de mayor rango trabajos con altos salarios o el control de industrias estatales.
¿Por qué cambiar de lado?
La pregunta es, entonces, ¿qué haría que las fuerzas de seguridad cambiaran de bando?
“La gente necesita creer que existe una verdadera posibilidad de que pueda caer”, dijo Dirsus. “Solo entonces los hombres con las armas o bien se harían a un lado o cambiarían de bando por completo”.
En otras naciones, cuando han surgido señales de que un dictador está perdiendo poder, los oficiales militares han traicionado rápidamente al dictador para protegerse ellos mismos. A veces eso ha supuesto intentar un golpe. Otras veces eso ha significado alinearse con la oposición.
En Brasil, la dictadura militar en el poder de 1964 a 1985 consintió una transición pacífica a la democracia en parte porque había asegurado la amnistía para los oficiales que cometieron los abusos. Como resultado de ello, pocas personas enfrentaron consecuencias legales por un gobierno que mató a más de 400 personas.
Unos pocos años antes en Argentina, la dictadura militar colapsó luego de perder la guerra de las Malvinas. Los tribunales han condenado desde entonces a más de 1100 oficiales militares por los abusos durante la dictadura, que los grupos de derechos humanos afirman que mató hasta a 30.000 personas.
Los investigadores dicen que las fuerzas de Venezuela probablemente estuvieron considerando esas dos posibilidades. Pueden seguir al lado de Maduro y potencialmente mantener el poder, pero también arriesgarse al colapso de un gobierno y a un posible tiempo en prisión. O pueden participar en una transición a la democracia y negociar inmunidad por cualquier crimen.
El momento actual de Venezuela
Dado lo que está en juego, lo que está pasando detrás de escena en el gobierno venezolano es poco claro.
La oposición ha hecho llamados directos a las fuerzas de seguridad, solicitándoles su apoyo para garantizar que se respeten los resultados de la elección.
“Miembros de la fuerza armada, la nación los necesita”, dijo María Corina Machado, una líder de la oposición, en un video a los militares antes de las elecciones. “La Constitución debe ser su norte y guía”.
La noche de las elecciones, conforme las encuestas a boca de urna sugerían que el candidato de la oposición Edmundo González había ganado por un gran margen, tres altos líderes de las fuerzas de seguridad de Venezuela adoptaron un tono equilibrado en una declaración pública.
“Se ha volcado el pueblo de Venezuela a las calles, para asistir a sus centros de votación y ejercer allí ese derecho humano”, dijo el general Vladimir Padrino López, desde hace mucho ministro de la Defensa de Maduro, “votando por la opción que cada consciencia le dictamina”.
Luego dijo que el gobierno publicaría las actas de cada centro de votación. Desde entonces, el gobierno se ha rehusado a hacerlo.
Para Padrino López y los otros oficiales, “fue de hecho una narrativa muy calmada comparada con lo que estamos acostumbrados”, aseguró Andrei Serbin Pont, un analista de seguridad en América Latina que ha estudiado las fuerzas de seguridad venezolanas durante años.
Al día siguiente, la respuesta de las fuerzas de seguridad a las protestas masivas fue relativamente menos enérgica que en el pasado. Hubo menos soldados y agentes de policía en las calles y en general fueron menos combativos contra los manifestantes, dijo Serbin Pont.
No se sabe con certeza si eso fue por una orden de Maduro, una decisión de las mismas fuerzas o un deterioro general de su personal, armas y estado de ánimo. Muchos han dejado el país. “Migran tanto como cualquier otra persona”, dijo.
Luego, el martes por la noche, mientras las protestas se intensificaban, los líderes militares sostuvieron otra conferencia de prensa y dejaron claro que estaban poniéndose públicamente del lado de Maduro. “Estamos en presencia de un golpe de Estado fraguado nuevamente por estos factores fascistas de la derecha extremista”, dijo Padrino López.
Si alguna de las fuerzas de seguridad está hablando con la oposición, tratarán de guardar desesperadamente ese secreto. Las agencias de inteligencia de Venezuela “son realmente buenas en tomar oportunidades como estas para sacar a posibles disidentes”, dijo Serbin Pont.
La importancia de las protestas
Si bien las fuerzas de seguridad son clave para el destino de Maduro, dijeron los investigadores, estas pueden estar fuertemente influenciadas por las protestas y la presión internacional.
El rechazo de algunos aliados extranjeros a reconocer la victoria autodeclarada de Maduro y el reconocimiento de EE. UU. de su contendiente como ganador podrían debilitar su lugar con las fuerzas de seguridad. Las protestas grandes podrían hacerlo también.
“Si se asoman a las calles y ven un mar de venezolanos comunes y corrientes que se oponen al régimen, eso va a hacer que cambien sus expectativas sobre el futuro”, dijo Dirsus.
Pero si Venezuela quiere hacer la transición a una democracia total, las protestas no violentas también podrían ser clave.
Un estudio de Erica Chenoweth de la Universidad de Harvard mostró que a lo largo de las pasadas décadas, 57 por ciento de las campañas de resistencia no violenta alrededor del mundo han llevado a la democracia, mientras que las campañas violentas han llevado a la democracia en menos del 6 por ciento de los casos.
“El factor clave para la democracia en Venezuela es que —si acaso el régimen cambiara— las cosas vayan en paz”, dijo Frantz. “Cuando hay violencia y derramamiento de sangre, las probabilidades de que una nueva dictadura tome el control se incrementan sustancialmente”.
Lucía Cholakian Herrera colaboró con reportería desde Caracas, Venezuela
Jack Nicas es el jefe de la corresponsalía en Brasil, con sede en Río de Janeiro, desde donde lidera la cobertura de gran parte de América del Sur.
Fuente: https://www.nytimes.com/es/2024/08/04/espanol/venezuela-elecciones-maduro-poder.html