Jim Goad, Thomas Frank y Arlie Hoschschild iluminan el proceso de decadencia del imperio
Víctor Lenore / VozPópuli
Nueve años antes de que J.D. Vance, candidato a vicepresidente de Trump, publicase el exitoso Hillbilly, una elegía rural (2016), Jim Goad ya había destacado con un ensayo brutal contra el clasismo hacia los blancos pobres: El manifiesto redneck (1997). Votante convencido de Trump, Goad es un pensador pragmático harto de que se burlen de la llamada ‘basura blanca’ (blancos pobres), abundante en la parte central del país. El título de su libro, por supuesto, es un guiño al Manifiesto comunista, aunque sus soluciones no sean precisamente marxistas. “Es difícil no interesarse por la lucha de clases cuando vienes de un entorno obrero y ves que otros niños del colegio lucen los correctores bucales que tu familia no se puede permitir. ¿Sabes cuál es mi problema con los marxistas estadounidenses? Todos los que me he encontrado son niños ricos blancos que te sermonean sobre cómo deberías sentirte por pertenecer a la clase trabajadora”, me explicó en una entrevista en 2017.
De los chicos que fueron a su escuela, los afroamericanos no tuvieron peor suerte que los de piel clara: uno se hizo broker y terminó en el círculo de la familia Forbes, otro llegó a entrar en la NBA, quizá les suene el nombre de Kobe Bryant. «Me encanta una frase que dice ‘si quieres saber quién manda en ti, pregúntate a quién no te está permitido insultar’. En Estados Unidos, se considera una herejía decir nigger (negrata), pero hay barra libre para insultar a cualquier blanco sin dinero. Es una estrategia de los blancos ricos para lavar sus crímenes. Han desviado todo el odio potencial hacia los sureños blancos pobres, a quienes tratan como seres infrahumanos. Hillary Clinton les llamó ‘los deplorables’ durante la campaña electoral. Es increíble lo bien que ha funcionado el truco”, recuerda Goad.
El segundo autor que clavó lo que está pasando es Thomas Frank, un académico socialista. Su ensayo clásico, que este verano cumple veinte años, se titula ¿Qué pasa con Kansas? Cómo los ultraconservadores conquistaron el corazón de los Estados Unidos (2004). Allí explica como su estado pasó de ser uno de los más radicales a uno de los más republicanos, en gran parte por la elitizacón del Partido Demócrata. “Los políticos de izquierdas ya no parecen entender la furia de la gente común; es una emoción ajena a ellos. Por otra parte, la derecha está mejor organizada y financiada: hay infinidad de grupos en Washington que trabajan en la construcción de movimientos de base. Mientras tanto, los movimientos de base en la izquierda, es decir, los sindicatos y los movimientos de trabajadores, han continuado su decadencia bajo la presidencia de Obama. Los demócratas, al abrazar la globalización, han permitido la aniquilación de su movimiento social de base. ¿El resultado? En amplias regiones de Estados Unidos no hay ninguna presencia progresista, ninguna argumentación que oponer a la ideología ultraconservadora”, explicaba en 2010 en una entrevista con Público.
La burbuja progresista
Los análisis de Frank son tan certeros que fueron usados por Steve Bannon, gurú de la primera legislatura de Trump, para articular los mensajes que le llevarían a la Casa Blanca. Frank escribió un artículo memorable en The Guardian titulado «¿Son mis palabras las están saliendo de la boca de Steve Bannon?” El politólogo se quedó que piedra mientras escuchaba una entrevista del político en el programa 60 minutes donde hablaba de la corrupción institucionalizada en la capital, apoyándose en datos que el había destacado en sus libros, por ejemplo que nueve de los diez condados más ricos de Estados Unidos están rodeando Washington D.C y son los que contienen las mansiones de ejecutivos de lobbys encargados de corromper a congresistas y senadores. “Puede que en la izquierda nos consuelen las cosas que dice Steve Bannon. Puede que nuestro propio equipo no nos escuche, pero al menos hay alguien en una posición de poder que aparentemente sí lo hace”, lamentaba Frank en su tribuna en el diario británico.
El siguiente libro clave para comprender los que está ocurriendo es Extraños en su propia tierra (2016), de Arlie Hoschchild. La prestigiosa socióloga viajó a las comunidades rurales más fieles a Donald Trump para conivivir con ellos y comprender los motivos de su voto, algo que pocos progresistas están dispuestos a hacer. “La izquierda estadounidense vive en una burbuja. Debería hacer un esfuerzo por comprender a los votantes de Trump. La reticencia a analizar a las bases sociales de la derecha tiene que ver con el miedo. Nos da reparo hacer una investigación sobre el Tea Party y nos entendernos con las personas entrevistadas o que se rían de nosotros. También hay otro problema: la mayoría de nuestros investigadores sociales vienen de familias con un alto nivel de educación y recursos económicos. Asusta bajar a la calle y descubrir que somos unos privilegiados que hemos tenido muchas más oportunidades que la mayoría”, confesaba cuando la entrevisté en julio de 2018.
Hochschild enmarca el trumpismo en un giro global a la derecha, consecuencia de un poder excesivo del sector privado. “Vivimos la respuesta a una tormenta económica provocada por el capitalismo desregulado. Las grandes empresas cada vez son más poderosas y tienen capacidad para decidir dónde quieren situar su fuerza de trabajo. Esa tendencia ha traído una tremenda inestabilidad global, que ha afectado incluso a los países más ricos, que se creían inmunes a este tipo de problemas. Las crisis migratorias asustan mucho a los estados receptores. Dar tanto poder a las corporaciones a costa de los estados nos ha traído un mundo más impredecible y hostil. Es una lección de la que deberíamos aprender. Los trabajadores se sienten cada vez más vulnerables, solo buscan proteger lo poco que les queda. La respuesta debe ser cuestionar esta tendencia y retomar camino de la estabilidad”, compartía.