Las grandes empresas de inteligencia artificial (IA) se están preparando para una batalla que definirá el futuro del mundo: quién —y cómo— responderá a nuestras preguntas. Hasta ahora, Google, y durante más de 25 años, ha logrado con su buscador que, ante cualquier duda, la gente introduzca palabras clave en su motor de búsqueda, esperando que este devuelva una lista de páginas web que el usuario debe revisar para encontrar la respuesta adecuada a su consulta. Una selección sujeta a múltiples variables, bajo la apariencia de una meritocracia digital que jerarquizaba las búsquedas. Con la IA, asistimos —y lo haremos cada vez más— a un modo diferente de lograr respuestas: preguntamos directamente y se nos proporcionan respuestas elaboradas, personalizadas y referenciadas. Para ahondar en la respuesta obtenida y afinar el resultado, podemos, si queremos, volver a repreguntar, en modo conversacional.
¿Es lo mismo buscar que preguntar? No, en absoluto. La distinción fundamental entre buscar y preguntar radica en la naturaleza de la interacción y el tipo de respuesta que se obtiene. Cuando un usuario hace una pregunta a una IA, como ChatGPT, esta procesa el lenguaje natural para entender la intención detrás de la pregunta y ofrece una respuesta específica y contextualizada. Esto contrasta con la búsqueda tradicional, donde el usuario debe formular correctamente su búsqueda, interpretar una lista de resultados y extraer la información relevante por sí mismo, lo que es un proceso más largo y menos «sencillo» o cómodo.
El cambio es enorme —el conocimiento por búsquedas o por respuestas de la IA— y puede llevarse por delante la visibilidad de las fuentes, su pluralidad, la valoración de los usuarios y la calidad del contenido. Solo una IA responsable (y regulada) evitará que las respuestas artificiales homogenicen el pensamiento, lo colonicen y disuelvan su origen humano.
Publicado en: La Vanguardia (21.05.2024)
Fotografía: Sanket Mishra para Unsplash
Fuente: https://www.gutierrez-rubi.es/2024/05/22/buscar-o-preguntar/