Los Periodistas

Mito, leyenda, el director vivo más influyente… Las películas de Scorsese han marcado las últimas cinco décadas. Su cine, incómodo y brutal, nos enfrenta a nuestros rincones más oscuros. En la antesala de los Oscar, tras superar a Spielberg como cineasta en activo con más nominaciones, repasamos con él su vida y sus obsesiones en esta entrevista exclusiva.

FERNANDO GOITIA | FOTOGRAFÍA: DANIEL MÉNDEZ / XL SEMANAL

Es lo que tienen las leyendas. Se apoderan del espacio en cuanto llegan. Llega Scorsese unos minutos tarde a la cita en un lujoso hotel de Madrid, pero enseguida se compromete a cumplir con el tiempo pactado para realizar esta entrevista exclusiva con XLSemanal. Traje azul a medida, verdes zapatos que remiten al origen de su familia y calcetines a juego con una corbata granate punteada de azul envuelven con elegancia sus 163 centímetros de altura. A sus 81 años, cabello y cejas grises, bolsas bajo los ojos, resaltan en su rostro las marcadas líneas curvas que rodean su boca, estiradas con frecuencia por carcajadas que sacuden el aire. Su obra –26 películas, 18 documentales, cortos, anuncios y hasta un videoclip para la historia: Bad, de Michael Jackson– ha dejado una huella profunda en el cine, y, del mismo modo, su risa, su aguda voz de callejeras raíces neoyorquinas y su discurso ametrallado se te graban a fuego en el cerebro.alternative textMartin Scorsese posa para XLSemanal en el hotel Mandarín Oriental Ritz de Madrid.

Responde Scorsese con agilidad y a tumba abierta a todo lo que se le pregunta: las constantes de su obra, sus actores fetiche, la importancia del cine en su infancia en el filo por las calles de Little Italy –entonces un «pueblo siciliano»–, su paso por el seminario y la espiritualidad, el miedo y los demonios interiores, el cine como espejo personal y social, el capitalismo, la codicia, el poder; elementos que han moldeado sus películas. Los asesinos de la luna es la última. Nominada a diez Oscar, relata la tragedia de los osage, nativos americanos que, gracias al petróleo de sus reservas, se convirtieron a principios del siglo XX en «la gente más rica del mundo». Riqueza que, como relata Scorsese con ayuda de Robert De Niro y Leonardo DiCaprio, juntos por primera vez bajo sus órdenes, derivó en una espiral de asesinatos y engaños impulsada por «la avaricia del hombre blanco». Pero, mejor, vayamos por partes…


XLSemanal. ¿Cuál es su primer recuerdo asociado al cine?

Martin Scorsese. Bueno, debido al asma yo no podía jugar ni correr. Ni reírme podía, no fuera a sufrir espasmos pulmonares. Y, como en los años cuarenta no existía el albuterol este [saca un Ventolin], mis padres me llevaban mucho al cine. Desde los 4 años.

XL. ¿Pero cuál fue la primera pelicula que vio?

M.S. Duelo al sol, de King Vidor. La música, el color, la luz, el melodrama y, sobre todo, la belleza del Oeste en Technicolor; fue mi primer gran impacto. Y es algo tan arraigado en mí que jamás se me pasó por la cabeza hacer un wéstern. «¿Cómo vas a hacer algo a la altura de Vidor? Ni lo intentes. Habla de lo que conoces. Te acabas de casar, así que arranca con un tema como el matrimonio [risas]».

«Vivimos un momento absolutamente crítico. Cada día estamos más cerca de una tercera guerra mundial»

XL. ¿Lo dice por Who’s that knocking at my door, su primera película, de 1967?

M.S. Y la de Harvey Keitel… Luego me casé cuatro veces más y me di cuenta de que no era un tema que yo dominara [se ríe]. Así que hice Malas calles [1973], que decía más sobre mí; mi barrio, mi vida…

XL. En ese barrio, ¿qué papel desempeñó el cine?

M.S. Fue crucial. Compartía esa pasión con tres amigos: Joe, Robert y Dominic. Nos ayudó a vivir en el margen del mundo de los chicos duros; íbamos con ellos, pero cuando las cosas se ponían feas nos refugiábamos en el cine.

XL. ¿Ocurría a menudo?

M.S. Muy a menudo [carcajada].

XL. Con 15 años ingresó en el seminario. ¿Fue un modo de escapar de esas ‘malas calles’?

M.S. Totalmente. Yo había sido monaguillo y, aunque me expulsaron por llegar tarde a las misas, pensé que el sacerdocio podía ser mi camino. Pronto comprendí que no tenía vocación [se ríe]. En realidad, solo buscaba un refugio. También comprendí que no puedes escapar de la vida. Has de luchar. Así que hice todo lo posible para que me expulsaran. En esa época hice mi primer corto.

XL. ¿Lo del seminario, entonces, fue idea suya o de sus padres?

M.S. Mía. Mis padres no eran religiosos. Lo suyo era el trabajo duro, legado de una familia de campesinos sicilianos, y desconfiaban del Gobierno, la Policía y, en especial, de la Iglesia [carcajada].

XL. Tuvo una adolescencia, entonces, relativamente plácida, dado el entorno y la época…

M.S. Sí, aunque esa rabia y ese odio propio de los adolescentes, al estilo James Dean, se apoderó de mí más tarde. Está en el Travis Bickle de Taxi driver. Fue mi periodo más oscuro. Casi no lo cuento. Me costó años superarlo y animarme a explorar esos sentimientos… De ahí surgió Toro Salvaje.alternative textMis padres, la música y el cine. «A ellos les debo todo. Eran grandes contadores de historias y me llevaron al cine desde niño. También me introdujeron a la música, que fue lo que me empujó a hacer películas. A los 6 años, mi padre me puso a Django Reinhardt y empecé a visualizar escenas en mi cabeza, como movimientos de cámara. Incluso hoy esa es la música que me ayuda a visualizar cada una de mis películas». Dcha. Con Lily Gladstone, en el rodaje de Los asesinos de la luna. La actriz aspira a ser la primera nativa americana en ganar un Oscar.Getty Images.

XL. Sufrió depresión y abusó de los fármacos y la cocaína, hasta que una hemorragia interna casi lo mata. ¿Quiere decir que Toro Salvaje lo ayudó a recuperarse?

M.S. Fue la primera parte del rompecabezas. Al final, Jake LaMotta alcanza cierta paz y tranquilidad. Es el primero de mis personajes que habla con calma ante su reflejo en el espejo, aunque yo no había llegado tan lejos todavía. Filmé esa cinta para tratar de entenderme, puse las piezas que me faltaba alcanzar, pero sabía que debía seguir buscando. «¿Por qué no empiezas por perdonarte a ti mismo y tratas con amabilidad a los demás?». En eso andaba.

XL. ¿Qué emociones o sentimientos le atormentaban?

M.S. El miedo, la ansiedad… El cine me ayudó a lidiar con mis demonios personales. Ese ha sido el eje de mis películas. En unas más que en otras, pero el miedo, la reacción ante él, es el centro de todo.

XL. ¿También en Los asesinos…?

M.S. También. El miedo y el poder –cómo se obtiene, cómo corrompe, la codicia…– son los temas que han poblado mi cine. Lo que me atrajo a esta historia fue explorar ese momento en que la Nación Osage se convirtió en la gente más rica del planeta gracias al petróleo de sus tierras y cómo los blancos, descendientes de europeos, idearon un plan para arrebatárselo casándose con sus mujeres y llegando al asesinato.

XL. En esa conquista del poder, ¿no desempeña el sexo un papel crucial? Salvo en El Lobo de Wall Street, usted no se prodiga en ese tipo de escenas. ¿Por qué?

M.S. No tengo nada en contra ni a favor de las escenas de sexo, siempre y cuando te las pida la historia. Pero no suele ser parte de esa lucha por el poder. Una vez obtenido, eso sí, es un elemento de dominación, de hombría, en el caso de mis personajes.

XL. Esta historia se cuenta desde la perspectiva de los ‘malos’. ¿Quiere que miremos a nuestro lado oscuro?

M.S. Claro, al de la sociedad y al de la propia naturaleza humana. Imagina que tu esposa enferma y necesitas dinero para salvarla, ¿no intentarías conseguirlo a toda costa? Tu mente se transforma y empiezas a justificar acciones y perspectivas que jamás justificarías. Tu respeto al prójimo pasa a un segundo plano… Cualquiera puede convertirse en criminal en función de las circunstancias.

XL. ¿Las circunstancias condicionan de forma definitiva nuestro comportamiento?

M.S. No definitiva, pero son un elemento clave. No todos los chicos de mi barrio acabaron en el crimen, pero teníamos un potencial mucho mayor que los de otros barrios.

«No tengo nada en contra ni a favor de las escenas eróticas, pero el sexo no suele ser parte de la lucha por el poder, que es de lo que hablan mis películas»

XL. ¿Cuándo vio a un nativo americano por primera vez?

M.S. Sería a principios de los setenta, imagínate, ya cerca de los 30, y, por supuesto, los sentía ajenos a mí. Solo conocía las ‘malas calles’ [se ríe], sabía poco del mundo.

XL. ¿Cómo fue su primer encuentro con los osage?

M.S. Inolvidable, justo antes de la covid y… A ver, lo primero es que yo soy un neoyorquino-siciliano que ha rodado casi siempre en espacios urbanos; ‘paisaje’ para mí es una habitación con una trémula bombilla al final de un pasillo [se ríe]. Pero en Oklahoma la vista se abre de par en par y eso te hace ser y pensar completamente diferente.

XL. ¿Y cómo lo recibieron?

M.S. Me organizaron una cena en un lugar llamado Caballo Gris con 250 personas, todas con sus atuendos tradicionales y un menú ancestral. Pasado un tiempo, de pronto, alguien cogió un micrófono y empezó a contar historias de sus abuelos. Tras él, otra persona hizo lo mismo y luego otra, y otra, y otra. Fue desgarrador porque me di cuenta de que me rodeaban los descendientes de los osage asesinados en aquella época.

XL. ¿Había familiares de Ernest Burkhart, el asesino interpretado por Leonardo DiCaprio?

M.S. Sí, su nieta. Cuando se levantó, con un aplomo tremendo, dijo: «Me llamo Margie y soy la nieta de Ernest Burkhart». Aún se me pone la piel de gallina…

XL. ¿Qué le dijo?

M.S. Me dijo: «Quiero que recuerdes una cosa: Molly y Ernest, mis abuelos, estaban enamorados». Y esa es la clave: el amor como elemento perturbador en todo esto, porque él la envenenó poco a poco a pesar de estar enamorado de ella.

XL. ¿Cuál fue la clave para que confiaran en usted?

M.S. Visitarlos, escucharlos… Margie dijo que su pueblo estaba preocupado por el hecho de que mis películas eran muy violentas y urbanas, con muchos mafiosos y gente depravada. Entonces contó a todos que ella había visto Silencio [de 2016, sobre la persecución a los cristianos en Japón] y Kundun [de 1997, la historia del actual dalái lama] y les dijo: «Este hombre es diferente, podemos confiar en él».

XL. ¿Fue ese día, y no leyendo el libro en el que se basa la película, cuando descubrió la verdadera historia?

M.S. Tal cual. Porque el libro se centra en la investigación del FBI y no en cómo los blancos se aprovecharon de su ingenuidad e ignorancia. William Hale, el cerebro de la trama, interpretado por De Niro, representa el pensamiento tradicional del europeo blanco, pero el crimen fue colectivo, todos lo sabían y, de un modo u otro, todos participaron. Fue posible por la complicidad de la sociedad entera.

XL. ¿No es una metáfora también sobre el modo en que se expandió y triunfó el capitalismo?

M.S. Esa es otra de las constantes de mi cine. La esencia de este sistema es aprovecharse del débil y ganar dinero como prioridad, sin importar los cadáveres que dejes por el camino. Ni siquiera es necesario odiar al prójimo, lo deshumanizas y así le pasas por encima sin contemplaciones. Esa es la historia de la humanidad.alternative textNueva York me mata. Scorsese y Robert De Niro en el rodaje de Taxi driver, de 1976, en Nueva York. En esa época, el director inició una espiral autodestructiva que a punto estuvo de llevarlo a la tumba.Cordon.

XL. ¿Es este un tiempo particularmente especial en cuanto a odio y violencia o, dado nuestro historial como especie, tampoco es para tanto?

M.S. Oh, no, estamos en un momento absolutamente crítico. Vamos a peor en cuanto a odio y violencia, como si volviéramos a la Edad Media. Suscribo lo que dice el Papa de que todas estas guerras ya nos sitúan en una tercera guerra mundial. Cada día más.

XL. Hay quien ve en su país un alto riesgo de guerra civil…

M.S. Absolutamente. Así de grave es la situación.

XL. De Niro y DiCaprio son sus actores fetiche: 16 películas de Scorsese entre ambos. ¿Hacía tiempo que quería juntarlos?

M.S. Sí, esos dos actores han marcado mi cine. Sin ellos, no habría sido igual. Pero esto fue un accidente, porque Bob y yo queríamos hacer esta película antes que El irlandés, y Leo estaba ocupado. Al final, hicimos El irlandés porque íbamos a usar IA para envejecer a De Niro y, de haber esperado dos años, habría envejecido demasiado [carcajadas]. Así que retrasamos Los asesinos…, luego vino la covid y eso le dio tiempo a Leo. Menos mal, porque él hizo posible que se filtrara la delicadeza de la historia.

XL. ¿A qué se refiere?

M.S. A que algo en el guion, tras año y medio de trabajo, no nos acababa de cuadrar. Siguiendo el libro, se nos iba hacia el wéstern al estilo clásico contado por blancos, con su visión política retorcida y reaccionaria.

XL. ¿Cómo fue esa conversación?

M.S. Fue Leo el que me dijo: «Marty, estoy muy preocupado; no acabo de ver dónde está el meollo de la historia, ¿dónde está el corazón?». Lo miré, lo pensé y le dije con convicción: «El corazón de esta historia es la relación entre Molly y Ernest». Y eso lo cambió todo. Pusimos al FBI casi al final y centramos la trama en los osage y sus asesinos. De pronto todo comenzó a encajar.

XL. ¿Ha cambiado la vida de los osage en algún aspecto?

M.S. La rapiña sobre sus derechos petroleros sigue impune, pero hemos contribuido a la recuperación de su orgullo. Los osage habían abandonado su idioma y muchas de sus costumbres, pero la película ha estimulado todo un proceso de recuperación: la lengua, los trajes, el folclore, las recetas… Ahora se reúnen cada año osage de todo el país. Comen, danzan, hablan, comparten; yo ya he ido a dos.

XL. Dijo que Silencio y Kundun, dos de sus obras sobre la espiritualidad, convencieron a los osage. La tercera es La última tentación de Cristo, de 1988. ¿La sigue considerando su película más importante?

M.S. Sí, pero no digo que sea mi mejor película, ni siquiera que sea buena, solo que fue importante para mí explorar la idea de Jesús. Yo buscaba confrontar la figura de Cristo, con sus pensamientos y sus acciones de trascendencia divina, con su dimensión como ser humano. Quise explorar cómo aquel hombre lidió con esa carga tan pesada. Como sabes, no todo el mundo lo entendió así [se ríe].

XL. ¿Y qué lecciones extrajo usted de toda esa exploración?

M.S. La mayor enseñanza fue lo que le dicen a Jesús en la leprosería de que todo debe cambiar para seguir igual. Es decir, cambiar para seguir siendo tú mismo. Y eso es la madurez: superar esa fase adolescente, más o menos larga en función de cada persona, para conocerte finalmente a ti mismo. Es un pensamiento muy necesario en este mundo moderno tan obsesionado con el cambio y con la novedad a toda costa.

XL. ¿Piensa explorar también el islam algún día?

M.S. Me encantaría explorar, con el debido respeto, el pensamiento y la cultura islámicos. Sería muy pertinente en estos días porque debemos convivir y, para eso, necesitamos conocernos mejor unos a otros. Ese es el gran antídoto contra el odio: la empatía, conocer al otro. Es el único modo de mejorar este mundo.

Fuente: https://www.abc.es/xlsemanal/personajes/martin-scorsese-entrevista-director-cine-nominaciones-oscar.html

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