- El 85% de los lagos en el mundo no se encuentran en buen estado debido al cambio climático y las actividades humanas
- Más de la mitad de los lagos y humedales en España necesitan mejoras en su conservación
PILAR BAYÓN / RTVE
Suelos secos por la falta de lluvias, fondos turbios por la contaminación o especies en peligro por la sobreexplotación de los recursos. Son tan solo algunos de los desafíos que padecen los grandes lagos de todo el mundo, poniendo en riesgo no solo los ecosistemas sino también la forma de vida de las comunidades que viven de ellos.
“El 85% de los lagos y humedales del mundo no tienen un buen estado de conservación y las perspectivas a largo plazo no son buenas”, explica a RTVE.es Alena Hayer, responsable de Lagos y Aguas de Global Nature Fund (GNF), fundación alemana coordinadora de Living Lakes, una red internacional formada por más de 130 lagos y humedales.
“Hay que proteger la calidad del agua y los ecosistemas, pero las comunidades de los alrededores también necesitan obtener beneficios. Y todo se complica más si el cambio climático entra en la ecuación”, indica Hayer, con motivo de la Semana Mundial del Agua, sobre los “conflictos de intereses” de los recursos hídricos. En este sentido, apuesta por una “aplicación efectiva” de las leyes ambientales en las que “las industrias que contaminen, paguen” y por soluciones “orientadas a la práctica” que incluyan a las comunidades y fomenten “el liderazgo climático de los jóvenes”.
Algunas de estas iniciativas ya se están poniendo en marcha en diferentes partes del planeta. En una particular ‘vuelta al mundo’ RTVE.es habla con representantes y expertos de lagos importantes en Perú-Bolivia, Malawi, la India y España para conocer cómo les están afectando estos problemas y qué se necesita para mejorar el estado de estas masas de agua, esenciales para la vida.
El Titicaca, un lago histórico que pierde agua y especies
La primera parada de este viaje es el Titicaca, el lago de agua dulce navegable más alto de América del Sur, que sirve de frontera natural entre Perú y Bolivia. En algunas zonas, las orillas han perdido su nombre y el suelo comienza a cuartearse debido a la peor sequía de los últimos 20 años.
“Hay unos 3,1 millones de peruanos y bolivianos que dependen del lago. El agua es nuestra forma de vida”, asegura el presidente ejecutivo de la Autoridad Binacional Autónoma del Sistema Hídrico del Lago Titicaca (ALT), Juan José Ocola, que cifra el nivel actual del agua en unos 1.807 metros sobre el nivel del mar, frente a los 3.810 metros de promedio que suelen darse.
Este año las precipitaciones han bajado entre “un 15 y un 20%”, calcula Ocola, un fenómeno que ha cambiado los hábitos de las comunidades indígenas que viven de la agricultura, la ganadería (vacuna y de alpacas) y del turismo en la zona. “Si antes labraban en agosto, ahora deben hacerlo en septiembre y octubre, retrasando los ingresos”, cuenta.
La sequía también está teniendo un impacto “crucial” en el ecosistema, especialmente, en la totora, una planta acuática con la que se fabrican embarcaciones, viviendas o puentes. “Son el hábitat de mucha fauna que podría desaparecer”, señala Ocola, sobre este lago que ya ha perdido casi dos tercios de las especies únicas de peces que habitaban en él.
Aunque ya ha decretado la alerta por sequía, Ocola insta a los Gobiernos a tomar de ejemplo esta situación, cada vez más frecuente por el cambio climático, e ir más allá. “Se necesita una política preventiva ante eventos extremos: construir mircropresas, fomentar el uso eficiente del agua en los municipios – como por ejemplo la ciudad vecina de Puno – e involucrar a las comunidades a través de la sensibilización”, propone. “Tenemos que dejar de vivir de espaldas a nuestros ríos y lagos”, anima Ocola desde la institución binacional, que ya está poniendo en marcha talleres y charlas para informar a la población.
“Tenemos que dejar de vivir de espaldas a nuestros ríos y lagos“
Pero la sequía no es el único de los problemas, la contaminación también acecha el lago desde hace años. “Estamos convirtiéndolo en el basurero más alto y grande del mundo”, lamenta Ocola, que denuncia la “falta de tratamiento” de las aguas residuales de los municipios colindantes. En este sentido, calcula que se necesitarían 600 millones de dólares para mejorar el sistema y mantener las “condiciones saludables” de este lago. “Esperemos que pronto los gobiernos retomen la conversación política para ver cómo enfrentar la solución a estos problemas, que afectan aquí, pero también a muchas otras zonas del planeta. Aún estamos a tiempo”, señala.
Deepor Beel, la contaminación pone en jaque a las comunidades
Seguimos esta ruta de lagos con Deepor Beel, situado en la norteña región de Assam (La India) y conocido como “el lago de los elefantes” por ser hogar de estos animales. Pese a haber sido reconocido como Sitio Ramsar – humedal de importancia internacional – y Santuario de Aves, esta gran balsa de agua dulce ha visto reducida su superficie en un 35% hasta las 4.014 hectáreas actuales en los últimos años.
Entre las causas de este “drástico cambio” se encuentran una “rápida urbanización”, los “vertederos ilegales” que han surgido en la zona y el “aumento de aguas residuales” sin tratar de poblaciones cercanas, señala la portavoz de la Sociedad para la Naturaleza, el Medio Ambiente y la Vida Silvestre (NEWS) en la zona, Rimakshi Choudhury. “La calidad del agua es muy pobre. Se están haciendo investigaciones y ya se ha detectado una gran acumulación de metales pesados en algunas partes”, denuncia Choudhury sobre algunas partes de la zona, en la que faenan numerosos pescadores locales como medio de subsistencia.
El 80% de las aguas residuales se vierten sin tratar al medio ambiente, según la ONU
A esto se une la construcción de carreteras y vías de ferrocarril, que han limitado el espacio natural y los movimientos de los animales, aumentando los atropellos de los elefantes. “El desarrollo de infraestructuras tal y como se está realizando debe parar. Debe diseñarse una demarcación más amplia de protección y una política que tenga en cuenta las necesidades del lago y de sus comunidades. Necesitamos más intervención por parte del Gobierno de la India”, pide Choudhury.
Asegura que ya se han comenzado talleres de educación ambiental y se ha iniciado un proyecto piloto de biorremediación, es decir, usar microbios para limpiar el agua subterránea y suelos contaminados, pero se necesitarán varios años para la restauración de la zona. “A largo plazo también hay que reforzar la concienciación de las comunidades. Deben proteger el lago y sus especies para proteger también sus propias vidas”, incide.
“Deben proteger el lago y sus especies para proteger también sus propias vidas“
La recuperación del humedal también podría “impulsar un modelo de ecoturismo”, que sirva como alternativa a las comunidades locales, propone Choudhury. Aunque para que esto no choque con la legislación ambiental, considera que se necesitaría un enfoque «integral» del lago que ayude a conseguir un equilibrio. “Se necesita un enfoque integral, con una autoridad real que defienda el lago y establezca una estrategia de cambio climático, otro de los fenómenos que nos preocupa”, asevera.
El Lago Malawi: el difícil equilibrio entre pesca y conservación
El siguiente destino nos traslada hasta África. Se trata del Lago Malawi, el tercero más grande del continente, y que abastece a nada menos que a tres países (Malawi, Tanzania y Mozambique). Es fuente de vida y trabajo a la vez, un equilibrio difícil de mantener y que ya está haciendo estragos en los ecosistemas de la zona.
Este lago, considerado un “acuario” salvaje por albergar a más de 700 especies de peces, así como hipopótamos y cocodrilos, sufre una sobreexplotación pesquera y ya cubre cerca del 70% de la demanda de proteína animal de Malawi. Además, sus fondos son cada vez más turbios debido al efecto de las prácticas agrícolas de subsistencia “poco amables” con la naturaleza que se realizan en la zona. “Los vecinos solo tienen para vivir los recursos que los rodean y dependen extremadamente de ellos”, explica el responsable de acción ambiental del lago en Malawi, Daniel Mwakaneka, sobre la población del país maluí, de la que más del 50% se encuentra bajo el umbral de la pobreza.
Respecto a esto, afirma Mwakaneka, se está intentando “actuar sobre la raíz de los problemas” y “aumentar el compromiso de los lugareños”. “Les enseñamos a plantar de manera más sostenible o pensar en piscifactorías para no depender siempre del lago y darle tiempo a recuperarse”, indica. También incide en la importancia de “hacer cumplir algunas de las políticas que ya existen” y pone de ejemplo la puesta en marcha de la congelación de peces para evitar desperdicio o los marcos legales para proteger los recursos del lago.
Al igual que sus homólogos en Perú y la India, Mwakaneka no puede dejar de señalar el cambio climático, a través de fuertes sequías e inundaciones, como un fenómeno “multiplicador” de los problemas. Tan solo este año el ciclón Freddy ha dejado casi 400 muertos y más de 183.000 desplazados en Malawi, golpeando la ya débil economía del país. “Hay que hacer entender a la gente que el aumento de estas catástrofes son el resultado del cambio climático y hay que incorporarlo a la previsión y a la toma de decisiones”, asegura, aunque lamenta que ni el gobierno cuente con “programas robustos” a largo plazo, ni haya “más recursos”.
España no se libra: la mitad de los lagos no está en buen estado
Este viaje por el estado de los lagos en el mundo no podía terminar sin hacer parada en España. En nuestro territorio, se estima que hay 5.767 humedales, de los que solo están catalogados 1.353 en el Inventario Español de Zonas Húmedas (IEZH), según un reciente estudio de la Fundación Global Nature (FGN), socia española del proyecto Living Lakes y gestora de la iniciativa IKI para acciones ambientales en lagos de diez países, entre ellos los nombrados de Perú, Malawi y la India.
“La mitad de los lagos y humedales no se encuentran en buen estado, pero creemos que la cifra puede aumentar entre los que no están catalogados”, explica el presidente de la FGN, Eduardo de Miguel, sobre está iniciativa que ha colocado en un mapa interactivo toda la información y que esperan poder seguir completando.
Entre este tipo de masas de agua, De Miguel pone el foco en Doñana (Andalucía), donde a principios de mes la laguna Santa Olalla, la más grande de la zona, se secaba por segundo año consecutivo. Mientras, sigue en el aire la proposición de ley de PP y Vox para ampliar los regadíos en los alrededores de Doñana, un proyecto que generó un gran revuelo político y que incluso motivó una advertencia de la Unión Europea, que ya condenó a nuestro país en 2021 por la falta de control de las extracciones de agua en el Parque Nacional andaluz.
“Decir que sus ecosistemas están alterados es un eufemismo. Hay que hablar de la sobreexplotación de sus acuíferos con claridad y que la responsabilidad ha sido de todos los gobiernos”, indica de Miguel, que también señala la degradación de las Tablas de Daimiel, en Castilla-La Mancha. “Los humedales son el semáforo que está alertando de una situación muchísimo más grave y que puede tener serios impactos en nuestro desarrollo económico. Hay que actuar seriamente”, incide.
“Los humedales son el semáforo que está alertando de una situación muchísimo más grave“
El «regreso» de los humedales es posible, defiende De Miguel y menciona casos como la restauración, a iniciativa de FGN, de la laguna de La Nava o las de Boada que había desaparecido prácticamente del paisaje palentino, debido al aprovechamiento urbanístico, industrial o agricultor de sus tierras en los 90. También es el caso de la Laguna Larga de Villacañas (Toledo) u otros procesos en marcha como el Marjal del Moro, en Sagunto (Valencia) o de la Laguna de El Hito (Cuenca) una gran reserva para grullas.
La clave para la mejora, opina de Miguel, está en el control de regadíos de los alrededores y en la gestión eficiente del agua. “España tiene un plan estratégico de humedales. Tiene que creérselo y ponerlo en marcha”, afirma. También apunta a diseñar alternativas como la recuperación de riberas – humedales artificiales tras la extracción de gravas – la reutilización de aguas tratadas de manera o la gestión de la vegetación. También anima a impulsar iniciativas para ‘adoptar’ lagos para reducir los gases invernaderos y frenar la huella hídrica.