Los besos romántico-sexuales llegaron de la mano de una cultura concreta: la de Mesopotamia. Y, con ellos, la transmisión de algunas de las enfermedades que aún tememos, como el herpes o el virus de Epstein-Barr
VOZPÓPULI
El beso romántico tal y como lo conocemos es milenario. Concretamente, es una práctica que establecieron las primeras sociedades de Mesopotamia hace 4.500 años. Y, con él, no sólo llegó una práctica habitual en las relaciones romántico-sexuales, también dio paso a la transmisión de algunas enfermedades que todos conocemos, como el herpes. Así lo señala un informe de la universidades de Copenhaguen y Oxford que, basado en diversas fuentes escritas, estudia el rol del beso como transmisor.
Los autores del artículo Troels Pank Arbøll, de la Universidad de Copenhaguen, y Sophie Lund, de la de Oxford, indican que, aunque la tradición del beso probablemente es más antigua, las pruebas documentales la sitúan unos 1.000 años antes de lo que hasta ahora reconocía la comunidad científica. El artículo destaca que hay un cuerpo de evidencia pasada por alto de besos romántico-sexuales presentes en antiguos textos mesopotámicos del 2.500 años a.de C.
El beso, una tradición milenaria con múltiples usos y orígenes…
En la antigua Mesopotamia, que aunó las primeras culturas humanas que se reunieron entre los ríos Eúfrates y Tigris en las actuales Irak y Siria, el conocimiento se almacenaba con escritura cuneiforme en tablas de arcilla. Son miles las tabillas que han llegado hasta nuestros días y contienen ejemplos claros de que besar era parte de la intimidad romántica. Arbøll, uno de los investigadores, explica que los besos también podían formar parte de las amistades o las relaciones familiares.
«Sin embargo, besarse no debe verse como una costumbre que se originó solo en una única región y se extendió desde allí, sino que -considera- parece haber sido una práctica en muchas culturas antiguas a lo largo de varios milenios».
… y transmisor de enfermedades
El estudio, concretamente, apunta a su papel en la evolución y propagación de enfermedades de transmisión oral. Entre ellas, el conocido virus del herpes simple 1 (HSV-1). Creen que no puede considerarse como un desencadenante biológico repentino que causa una extensión de patógenos específicos, como algunas investigaciones han sugerido. Más allá de su importancia para el comportamiento social y sexual, la aparición y el acto del beso romántico puede haber tenido un efecto secundario e involuntario en la transmisión de la enfermedad, según el artículo, que publica Science.
Investigaciones paleogenómicas recientes han demostrado que los patógenos comunes transmisibles mediante besos actuales, entre ellos el VHS-1, el virus de Epstein-Barr y el parvovirus humano B19, estuvieron presentes en períodos históricos antiguos e incluso prehistóricos.
Arbøll y Rasmussen revisaron ADN antiguo, obras de arte culturales y registros médicos antiguos para mostrar que la presencia de enfermedades transmitidas por besos puede ser más antigua y generalizada de lo que algunos estudios recientes han sugerido. «Parece poco probable que los besos hayan surgido como una adaptación conductual inmediata en otras sociedades contemporáneas, acelerando inadvertidamente la transmisión de la enfermedad», afirman los autores, citados por la Universidad de Copenhague.
Los seres humanos generalmente exhiben dos tipos principales de besos: el beso amistoso de los padres y el romántico-sexual, recuerdan los investigadores. El primero es un comportamiento omnipresente entre los humanos a lo largo del tiempo y la geografía, pero el segundo no es culturalmente universal, sino que tiende a producirse en sociedades estratificadas.