Por Dr. Carlos Figueroa Ibarra
El III Congreso Ordinario de Morena realizado el sábado 17 de septiembre y culminado en la madrugada del 18 del mismo mes de 2022, significa la refundación del partido de la Cuarta Transformación como un partido de Estado. Se abandona así la concepción inicial que dio origen a dicha expresión política en los debates de las asambleas fundacionales que se celebraron en el segundo semestre de 2012. En aquellos momentos, los que veníamos participando en el movimiento lopezobradorista desde varios años atrás tuvimos que optar entre que Morena fuera un movimiento o que se transformara en partido. En las asambleas fundacionales ganó abrumadoramente con un 80 por ciento la segunda opción, pero finalmente se llegó a la solución salomónica de que el naciente partido se constituyera como un partido movimiento.
Partido movimiento implicaba que Morena se seguiría concibiendo como un partido cuyo ideario era compartido por un vasto sector del pueblo que no necesariamente estaba afiliado formalmente a dicho partido. Partido movimiento implicaba también que Morena no restringiría su lucha a los procesos electorales, sino acompañaría solidariamente los movimientos sociales. Partido movimiento finalmente implicaba que tendría una autonomía frente al Estado y observaría una sana distancia con respecto a los gobernantes que del partido movimiento emanaran. Esto fue precisamente lo que hizo Andrés Manuel López Obrador en el V Congreso Extraordinario de agosto de 2018, el último al que asistió donde pidió licencia al partido para convertirse en el presidente de “todos los mexicanos”.
Lo acontecido en este último fin de semana, culmina el proceso de transformación de Morena de partido movimiento hacia un partido de Estado. Este proceso se inició en las llamadas asambleas distritales del 30 y 31 de julio que propiciaron un acto de afiliación masiva al partido al mismo tiempo que también votaban lo/as nuevo/as afiliado/as por los coordinadores distritales que al mismo tiempo serían delegados a los congresos estatales y al congreso nacional. Ese procedimiento consignado en la convocatoria emitida por mayoría por el Comité Ejecutivo Nacional propició que las maquinarias electorales de los gobernadores de Morena, los delegados de los programas de Bienestar e influyentes regionales, coparan afiliaciones y colocarán a sus allegados como coordinadores distritales, consejero/as estatales y congresistas nacionales.
El III Congreso Nacional Ordinario fue la culminación de un proceso que desvirtúa el espíritu originario del partido movimiento. Los gobernadores y goberandoras de Morena serán parte del Consejo Nacional no por sus méritos militantes sino por su investidura. El gobernador de Sonora, Alfonso Durazo, que no fue elegido como congresista ni como consejero nacional, sino lo es por ser gobernador, será el presidente del Consejo Nacional. La lista de candidato/as al Comité Ejecutivo Nacional fue elaborada por consenso de lo/as gobernadore/as y fue votada masivamente por lo/as congresistas. Lo/as triunfadores en las elecciones para el CEN lo hicieron con números que oscilan entre 2,200 y 2,300 votos siendo 2,836 lo/as congresistas asistentes. Números que revelan las aplanadoras que allí funcionaron.
Una observación inicial de la nueva integración del nuevo Comité Ejecutivo Nacional revela que una parte importante de sus doce integrantes están vinculados a Claudia Sheinbaum, Cuitláhuac García, Salomón Jara, Rutilio Escandón, Alfonso Ramírez Rebollar. A Mario Delgado se le dio la potestad de decidir quiénes serán los secretarios de Finanzas y de Organización. El presidente Mario Delgado y la secretaria general, Citlalli Hernández alargan su periodo dos años más. Después de argüir que no sometían sus cargos a la decisión del III Congreso por respeto a una decisión del TEPJF, hicieron a un lado dicha decisión para alargar su mandato.
El III Congreso Nacional Ordinario de Morena hace prevalecer la opción de partido de Estado frente a la del partido movimiento. Hace triunfar una visión burocrática y “desde arriba” de partido sobre una visión de democracia radical “desde abajo”. Impone la consolidación de una visión elitista de la dirección del partido sobre una vocación de soberanía popular. Prevalece entonces la visión de un partido que se piensa articulado al Estado y no a la sociedad civil. No cabe duda, el 17-18 de septiembre nació un nuevo Morena.