Gina Lollobrígida ha tenido una larga vida de éxito y amor, incluyendo algunos tristes sucesos recientes.
MANUEL ROMÁN / CHIC / LD
Ha alcanzado Gina Lollobrígida, uno de los grandes símbolos del cine italiano, la edad de noventa y cinco años el pasado 4 de julio. Larga vida llena de éxitos en la pantalla, de muchos amantes cuyos nombres quiso siempre esconder, pero con un final inesperado: el embrollo de una supuesta boda con un joven abogado barcelonés y el intento de su único hijo de declararla senil e incapaz de administrar su patrimonio. Ambas situaciones propias de un argumento melodramático. Pero ella, viene diciendo que sabe valerse por sí misma.
Nacida en un pueblo distante de Roma una treintena de kilómetros tuvo una horrible infancia y una no menos triste adolescencia. Su padre era un modesto ebanista. Durante la II Guerra Mundial la casa y el pequeño negocio se incendiaron. En Roma malvivieron en un piso de reducidas dimensiones. Gina quería estudiar Bellas Artes, practicar la escultura; o bien, recibir lecciones de canto. Mas ambas cosas quedaron preteridas cuando, dada su belleza, un cazatalentos le propuso debutar en la pantalla. Como ése no era su deseo, para quitárselo de encima, le pidió un millón de liras. Y la productora de la película aceptó. Ello sucedía en 1946, un año antes de que se decidiera a participar en el concurso de Miss Italia, donde quedó en tercera posición; la ganadora, Lucía Bosé. Posteriormente fue modelo fotográfica, de fotonovelas (los «fumetti» italianos) mientras iba rodando más películas. Un número de ellas considerables, entre las que condensamos estos títulos: Fanfán el invencible, la secuela de Pan, amor y fantasía, Pan, amor y celos, Pan, amor y Andalucía, La mujer más guapa del mundo (con esa hipérbole fue después conocida en la prensa), Salomón y la reina de Saba, Desnuda frente al mundo, Cuando llegue septiembre…
De mediana estatura mas con un físico espectacular, de poderosa mirada, gruesos labios, llamativo busto, torneada cintura, tuvo en el cine a grandes galanes, tanto en Italia como en Hollywood, donde rodó películas a lo largo de quince años. Entre ellos: Vittorio de Sica, Humphrey Bogart, Burt Lancaster, Tony Curtis, Rock Hudson, Frank Sinatra…, bajo la dirección de importantes realizadores, como John Huston y King Vidor. Ello demuestra la importancia de su filmografía.
Aunque hubo de todo, como en botica, en cuanto a la calidad de sus filmes, lo cierto es que el éxito la acompañó durante las décadas 50 y 60. En el amor, no encontró siempre la estabilidad, seguramente por ceder a sus pasiones muy a menudo y porque el cine acaparó su vida destruyendo el hogar que había estrenado junto a su marido, el único que tuvo.
Tardó mucho tiempo en confesar que a los diecinueve años fue víctima de un joven italiano que la violó. Amarga experiencia que, ya en la treintena, volvió a padecer con un extranjero, dijo. En ambos casos renunció a denunciarlos: «Hubieran perdido su trabajo». En 1949 se había casado con un médico esloveno, alto, fuerte, de atractiva presencia, Milko Skofic. Todo les fue bien hasta que Gina, mediados los 50, aceptó marcharse a los Estados Unidos, donde intervino en unas cuantas películas. Aunque iba y volvía a Roma, su unión matrimonial peligraba. Y el doctor le puso los cuernos con algunas de sus pacientes. Tuvieron un hijo, el único de la actriz, Andrea Milko, nacido en 1957.
Ella misma declaró en cierta ocasión: «He tenido demasiados amantes. En cuanto conquistas a un hombre, luego no hay cómo quitártelo de encima». Nunca reconoció públicamente ninguna de aquellas relaciones íntimas, tal vez por el concepto moral que en Italia, su país, existía y le hubiera perjudicado, incluso legalmente por seguir casada, hasta que en 1971 obtuvo el divorcio. Entre esos supuestos amantes, se cita a Gérard Philippe, su compañero en Fanfán el invencible, galán francés de impecable facha y notable carrera, quien murió tempranamente. Frank Sinatra pudo ser otro de ellos: rodaron juntos «Cuando hierve la sangre», título en español que muy posiblemente sintieron ambos. El toodopoderoso y estrafalario Howard Hughes trató desesperadamente de hacerla suya cuando la contrató para su productora, la RKO, pero ella lo ignoró. Más sorprendente que el príncipe Raniero, ya casado con Grace Kelly, quiso inútilmente llevarse a Gina a la cama. Parece que incluso no disimulaba la atracción que sentía por ella en presencia incluso de su mujer, la princesa. No cedió nunca «la Lollo», y tampoco ante las insinuaciones constantes que durante una temporada le hizo el famoso doctor Christian Barnard, el sudafricano que pasó a la historia de la cirugía mundial por haber sido el primero en realizar un trasplante de corazón. «Quizás quería aumentar su fama a costa mía», se cuenta que comentó Gina.
Pero que tuvo a bastantes hombres entre sus brazos no se duda. Los prefería jovencitos. Aunque un poco maduros si se terciaba la cosa. Entusiasmada por el arte flamenco, yo mismo la vi más de una noche muy encariñada con Antonio Gades, como también con otro bailarín, «El Güito». El primero de ellos me consta que sabía rematar la faena como los buenos toreros.
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Cuando su belleza comenzaba a marchitarse y su anatomía ya no era la misma, las apariciones cinematográficas de la estrella italiana se fueron espaciando. La entrevisté en varias ocasiones, como cuando vino a Ibiza a rodar en 1973 No encontré rosas para mi madre. Gina, como buena italiana, era expansiva hablando. Se refugió, como tantas actrices veteranas, ya en la década de los 80, en la televisión, participando en algunos capítulos de series tan populares como Vacaciones en el mar, Falcon Crest y otras. En ese tiempo desarrolló un par de facetas suyas que tenía olvidadas: la fotografía y la escultura. A los rodajes iba siempre con un buen material fotográfico y solía retratar a sus compañeros, por ejemplo Rock Hudson, del que comentaba que, aun siendo «gay», cuando la besaba en el estudio lo sentía muy apasionado y varonil. Paul Newman fue otro de los divos que posó para ella. Amén de personajes como Dalí y Fidel Castro. Algunas veces mostró esos trabajos meritorios en varias exposiciones. De esculturas, lo hizo en Qatar.
Parecía que el corazón de Gina lo tenía más que calmado, pero entre 2006 y 2007 mantuvo una relación con un joven abogado catalán llamado Francisco Javier Rigau y Rafols, treinta y cuatro años menor que ella. Abogado, con pinta de cazafortunas, se encamó con la estrella italiana y maniobró para casarse con ella «por poderes», con intervención de un notario. Todo aquello resultó años después un embrollo y la justicia determinó que aquella boda no había existido, por mucho que aquel barcelonés fingiera haber contraído un enlace. Para mayor seguridad, Gina Lollobrígida logró que el Vaticano ratificara inexistente también aquella unión, con la firma del propio papa Francisco.
Los epítetos que Gina dedicó públicamente al seductor fueron de «hijo de p…» para arriba. Pero no repuesta aún de aquel suceso, se metió nuevamente en líos, porque a su vida llegó un joven, al que contrató de recadero para luego convertirlo en su secretario y hasta representante artístico, con poderes de firma, de nombre Andrea Piazolla. Por lo visto, este guapo moreno de ensortijados cabellos, le hizo sentir a Gina que aún estaba en edad de enamorarse. Y ya era octogenaria. Nada que objetar, salvo que inocententemente creyó que el tal Andrea la quería de verdad. Parece que la estafó tanto como pudo. Enterado de este último episodio, el hijo de Gina Lollobrígida se puso en acción y en 2014 trató de llevarla a los tribunales e incapacitarla, creyéndola incapaz de dominar sus impulsos y sobre todo de poner en riesgo la fortuna familiar. A este penoso asunto se sumó que a instancias de su último amante, el referido secretario, Gina ordenó que su nieto Dimitri abandonara la villa en que vivía con la abuela, en los alrededores de la histórica Vía Apia.
Su hijo Milko, considerando que es el único heredero de la actriz, denunció a su madre después de conocer que había vendido parte de sus valiosas joyas en una subasta de «Sotheby´s», año 2013, en una sala de Ginebra, por la que obtuvo tres millones trescientos mil euros. El juez dictó sentencia a favor de Gina, justificando que estaba plena de conciencia, lúcida y mentalmente dueña de deshacerse de cuanto quisiera de su propiedad.
La fortuna de Gina Lollobrígida está en juego. Se ha valorado en treinta y seis millones de euros, entre cuentas corrientes y propiedades en Italia y Mónaco. Cuanto ocurra en su momento, ya se sabrá, naturalmente, pero por ahora, a sus noventa y cinco años, la gran estrella del cinema italiano no está dispuesta a arrojar la toalla. Ella dispone de cuanto tiene y cuando quiere. Hace bien. Al fin y al cabo, de insobornable carácter, ella se lo ganó con su trabajo.
Fuente: https://www.libertaddigital.com/chic/corazon/2022-07-24/los-95-anos-de-gina-lollobrigida-tras-una-vida-de-desenfreno-6918446/