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Howard Carter: el inglés poco sociable, enfermizo, homosexual y acomplejado que descubrió la tumba de Tutankamón | LOC

Se cumple el centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón. Su autor fue este inglés de origen humilde. Aunque no se le conoció pareja, hay evidencias de que era gay

Howard Carter fotografiado en 1924. CHICAGO DAILY NEWS

LUIS MELGAR / LOC / EL MUNDO

Este año se cumple el centenario del descubrimiento de la tumba de Tutankamón, para muchos, el hallazgo arqueológico más fabuloso de todos los tiempos. Su autor fue Howard Carter, un inglés de origen humilde, sin estudios académicos, enfermizo y de modales encorsetados. Jamás se le conoció pareja, aunque hay evidencias de que era gay. Su compleja personalidad, que le llevó a enfrentarse con las autoridades británicas y egipcias por igual, se ha explicado desde un posible trastorno del espectro autista. ¿Quién era este hombre, héroe por antonomasia de la egiptología?

Howard Carter llegó a Egipto con solo 17 años, perseguido por sus complejos y sus fantasmas. El pequeño de 11 hermanos, nació débil y enfermizo, por lo que nunca fue a la escuela. Sus padres lo enviaban largas temporadas al campo con sus dos tías solteras, alejado de la sociedad. Tenía solo nueve años cuando, delante de él, uno de sus hermanos murió tras beberse un bote de lejía. Tampoco fue a la universidad: en cambio, su padre le enseñó a pintar. Fue gracias a esta habilidad para el dibujo que consiguió una suerte de beca para ir a Egipto en calidad de copista de inscripciones jeroglíficas.

Desde el momento de su llegada al país del Nilo, Carter trabajó duro para demostrar que tenía las mismas o más cualidades que sus compañeros que habían estudiado en Oxford o en Cambridge. Y lo logró. Ascendió deprisa: a los 25 años ya era inspector de antigüedades del Alto Egipto. Llevaba seis años en el puesto cuando se produjo el incidente de Saqqara, un punto de inflexión en la vida de Howard Carter que le marcaría para siempre.

A VENDER ACUARELAS

Ocurrió cerca de la pirámide escalonada de Zoser. Un grupo de turistas franceses en avanzado grado de embriaguez inició una pelea con los vigilantes egipcios del yacimiento. Carter despreciaba a los turistas. Acudió enseguida y echó a los franceses con cajas destempladas. Puede que hubiera algún puñetazo. Los turistas protestaron ante las autoridades, el caso escaló y a Carter se le exigió que presentara una disculpa formal. Huelga decir que se negó. Dimitió de su puesto y se mudó a Luxor, donde se vio obligado a ganarse la vida vendiendo acuarelas a los mismos turistas que tanto odiaba.

Carter estaba convencido de que aún quedaba una tumba intacta en el Valle de los Reyes, perteneciente a un faraón oscuro y casi olvidado, Tutankamón. Todos los arqueólogos serios de la época se reían de él, tachándolo de loco. Fue lord George Herbert, conde de Carnavon, el propietario del verdadero castillo de Downton Abbey, quien lo salvó de la infamia al contratarle para que encontrara aquella supuesta maravilla.

TRIÁNGULO AMOROSO

Mucho se ha especulado sobre la relación entre los dos hombres. Es posible que fueran amantes, lord Carnarvon le hacía fabulosos regalos a su amigo y ambos pasaban mucho tiempo juntos. También se ha dicho que la hija del conde, lady Evelyn, estaba enamorada de Carter, formando un complejo y probablemente traumático triángulo amoroso. En cualquier caso, trabajaron codo con codo durante 15 años hasta que, al fin, encontraron la tumba, repleta de tesoros, de Tutankamón.

El foco de la opinión pública internacional se posó sobre ellos de inmediato. La prensa de todo el mundo se hizo eco del magnífico descubrimiento, el Valle de los Reyes se llenó de corresponsales extranjeros y Carter se convirtió en un hombre famoso, el paradigma de aventurero, de hombre exitoso, de erudito. Pero no llevaba bien la atención mediática: esquivaba a los periodistas, se peleaba con ellos, rehusaba hacer entrevistas.

Cuatro meses después del descubrimiento de la tumba, lord Carnarvon falleció en extrañas circunstancias. Poco antes de morir le escribió unas líneas a Carter que dicen mucho de su relación: «Mi querido Carter, me he sentido muy desgraciado hoy… No sabía qué pensar ni qué hacer, y cuando he visto a Eve, me lo ha contado todo. No me cabe duda de que he hecho muchas idioteces y lo siento mucho… pero solo hay una cosa que quiero decirle y que espero que siempre recuerde… cualesquiera que sean sus sentimientos hacia mí, ahora o en el futuro, mis sentimientos hacia usted nunca cambiarán».

Tras la muerte del conde se desató el rumor de la existencia de la maldición de Tutankamón. La opinión púbica dio un vuelco: Carter y su patrón pasaron de héroes a ladrones de tumbas, blasfemos que se atrevían a perturbar el descanso de faraón que llevaba muerto miles de años. Aquel fue el inicio del fin para Carter. Perseguido por la prensa, odiado por los turistas, criticado por todos, se convirtió en blanco de burlas y sospechas de todo tipo. Su carácter agrio le llevó a enfrentarse una y otra vez a las autoridades egipcias, que acabaron por expulsarlo del país, apartándolo de la labor de su vida.

LA SOLEDAD DE SU MUERTE

Durante los siguientes meses, Carter se dedicó a dar conferencias. No poseía el don de la palabra, de modo que estudió obsesivamente la figura de Charlie Chaplin y decidió imitarlo en sus intervenciones públicas. Hizo una gira por Estados Unidos donde obtuvo enorme éxito, aunque también logró pelearse con todos los que habían confiado en él. Uno de sus pocos amigos, Jacobo Fitz-James Stuart, XVII duque de Alba, lo invitó en dos ocasiones a Madrid para dar charlas en la Residencia de Estudiantes y lo presentó en la corte del Alfonso XIII.

El exilio duró poco menos de un año, porque a pesar de su difícil carácter, Carter era un magnífico arqueólogo. Las autoridades egipcias fueron incapaces de encontrar a alguien que pudiera sustituirlo y al final tuvieron que rogarle que regresara. No terminó de clasificar y preservar los objetos de la tumba hasta 1932. Siete años después murió solo, en Londres. Nueve personas asistieron a su funeral, entre ellas, lady Evelyn Carnarvon.Más en El MundoFedez revela que su tumor es el mismo que el de Steve Jobs, «un cáncer muy raro»El retorno del Rey Emérito

Howard Carter fue un hombre controvertido. Poco sociable, enfermizo, homosexual y acomplejado por su falta de estudios, siempre buscó la aprobación de los demás, sobre todo de su patrón y amigo, lord Carnarvon. Su gran archienemigo, Arthur Weigall, dijo de él que era «el hombre más tozudo al que había conocido». Fue esa tozudez la que le llevó a excavar 15 años en el Valle de los Reyes sin resultado aparente, cuando otro, en su lugar, hubiera desistido mucho antes. Los héroes de la arqueología no solo llevan sombrero y látigo y se enfrentan a los nazis en templos perdidos. A veces son personas difíciles, inseguras, antipáticas incluso. Pero sin ellas, el mundo se habría perdido algunos de sus momentos estelares.

Luis Melgar es diplomático y escritor. Su nueva novela, La conjura del Valle de lo Reyes (La Esfera de los Libros), sobre el descubrimiento de la tumba de Tutankamón ya está a la venta.

Fuente: https://www.elmundo.es/loc/famosos/2022/05/25/62839661e4d4d8ea428b45a1.html

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