Los expertos ven en los alimentos vegetales fortificados una alternativa sostenible para la malnutrición de miles de millones de personas.
MALEN RUIZ DE ELVIRA / PÚBLICO
Un tomate que equivale a dos huevos o 28 gramos de atún en su contenido en vitamina D es el primer fruto de una nueva estrategia de modificación genética de vegetales que podría aplicarse a otros muchos productos de gran consumo. Ello contribuiría a una menor dependencia de productos animales ricos en esta vitamina, como el salmón, el queso o los huevos, inaccesibles por otra parte en muchos países del mundo.
El gran desafío, como siempre cuando andan de por medio los genes, está en la aceptación de estos alimentos fortificados nacidos de la biotecnología por parte de los reguladores y consumidores, pero el método con el que se ha logrado este avance resulta, de todas formas, una novedad muy interesante de cara al futuro.
Los tomates conseguidos tienen un alto contenido en el precursor de la vitamina D3, considerada más bioefectiva que la D2 que contienen los hongos y las levaduras, algunos de los cuales son comestibles. Este precursor se puede convertir en vitamina D por exposición a los rayos ultravioleta B del Sol antes o después de ingerir el tomate.
Normalmente el cuerpo humano puede sintetizar vitamina D por exposición a estos rayos, pero la fuente principal es la dieta y no existen apenas alimentos comunes vegetales ricos en vitamina D, al igual que ocurre con la B12.
Aunque ya se intenta complementar la dieta con pastillas de micronutrientes o enriqueciendo alimentos de consumo masivo, como la harina o la leche, los expertos creen que los efectos más duraderos en la lucha contra la malnutrición se conseguirán a través de la diversificación en la dieta y que la biofortificación o enriquecimiento promete ser una alternativa sostenible. Es lo que explican Dominique Van Der Straeten y Simon Strobbe en la revista Nature Plants, donde se ha publicado el pionero trabajo sobre los tomates modificados, liderado por Jie Li y dirigido por Cathie Martin, ambos del John Innes Centre de Norwich, en Reino Unido.
La planta del tomate presenta vitamina D en las hojas y en los frutos no maduros, pero apenas la tienen los tomates maduros. Lo que han hecho los científicos es cerrar la ruta metabólica por la que la provitamina D3 se convierte en colesterol durante el desarrollo, lo que favorece su acumulación en el fruto. Los tomates obtenidos mostraron el mismo rendimiento y ritmo de crecimiento que los normales.
Este enfoque funciona por las reacciones, recientemente descubiertas, que se dan en las solanáceas (como tomates, patatas, berenjenas y pimientos) y que no se dan en otras familias de plantas. La modificación genética se ha hecho con la célebre herramienta CRISPR Cas, considerada unas «tijeras genéticas» de enorme futuro.
La deficiencia en vitamina D está considerada un problema de salud de alcance mundial que afecta a unos 1.000 millones de personas. Muchas más (casi un tercio de la población mundial) sufren de malnutrición por deficiencias de micronutrientes (vitaminas y minerales) y las consecuencias se dan tanto en términos de salud como en términos socioeconómicos. Las principales deficiencias se refieren al hierro, el cinc, la provitamina A, el folato y el iodo, siendo los niños pequeños y y las mujeres en edad de reproducción los más afectados en los países en desarrollo, según cifras de Naciones Unidas.
Las consecuencias sobre la salud son amplísimas, desde enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas al cáncer, así como un aumento de la susceptibilidad a enfermedades infecciosas. En el caso de la vitamina D, es especialmente importante su relación con el metabolismo del calcio, esencial para el buen estado de los huesos, desde la infancia a la vejez.
Los investigadores reconocen que quedan todavía aspectos por confirmar respecto a las características de las nuevas plantas de tomates, para desechar inconvenientes tales como una menor resistencia al estrés. Sin embargo, creen que este primer paso, posiblemente ampliable a otras familias de plantas, es una buena noticia para conseguir que la dieta vegana sea nutritivamente completa y disminuir, en general, la dependencia de los alimentos de origen animal. Como propina, los científicos señalan que un extracto de las hojas de estos tomates, que tienen un contenido todavía mayor de vitamina D que los frutos maduros se puede utilizar como suplemento para los veganos.
Fuente: https://www.publico.es/ciencias/biotecnologia-tomates-ricos-vitamina-d.html#analytics-seccion:listado