Los Periodistas

Un proyecto sin precedentes logra unir 195 historias con protagonismo femenino dentro del sector del café de especialidad dominado históricamente por hombres

Ana Sofía Narváez Salgado catando café en la Ciudad de Guatemala.
 Rebecca Cooper

MARC CASANOVAS / COMER / LA VANGUARDIA

“Una historia no es suficiente para entender a una persona o un lugar, por lo que deberíamos compartir tantas historias como sea posible”. Esta es la semilla que activó Women in Coffee Project, la iniciativa de Amaris Gutierrez-Ray cuando se dio cuenta que algo chirriaba en el mundo cafetero que tanto amaba. De aquí que junto a su equipo de colaboradoras haga hincapié desde el año 2018 en confeccionar un listado que no se dará por cerrado hasta que todas las mujeres del café que lo deseen puedan salir del anonimato y se sientan bien representadas. Todo con nombre y apellidos, cargo de responsabilidad, inquietudes y confesiones que han callado demasiado tiempo y que la pertinencia de grupo permite exteriorizar. De momento, ya son 195 mujeres y el número sigue subiendo a buen ritmo.

Su misión no es sencilla, ya que pretenden visibilizar a jornaleras, productoras, importadoras y exportadoras de café para que ofrezcan su perspectiva en una industria históricamente dominada por hombres. Cuantitativamente, ellas son las que realizan la mayoría de labores de campo, cosecha y clasificación del cultivo del café. Sin embargo, esas mismas manos y esas mismas voces se borran en roles de liderazgo, transporte, exportación y, claro está, propiedad de fincas cafetaleras. De aquí que tumbar la dinámica de poder inherente en la estructura preexistente de los flujos de suministro de café no sea una medida radical, más bien una necesidad vital si lo que se pretende es lograr un café más femenino y, por tanto, más equitativo.

Amaris Gutierrez
Amaris Gutierrez-Ray directora de ‘Women in Coffee Project’  Roberta Duarte

“Hay muchas personas interesadas en la equidad social en la industria del café, pero la mayor parte del tiempo nos vemos obstaculizados por nuestros propios prejuicios y nuestra visión estrecha”, dice Gutierrez-Ray como directora. En el trasfondo, una idea que compartían todas ellas mucho antes de conocerse: existe una profunda brecha de conocimiento, y sobre todo de empatía, entre países productores y países consumidores. Es decir, todos los agentes implicados en el boom del café de especialidad son unos apasionados del producto, pero inexplicablemente la mayoría de los problemas de los vendedores de origen no llegan a oídos de los compradores a su destino. El contenido de los sacos de café es sagrado, mientras que todo lo que acontece a su alrededor es irrelevante mientras no afecte a la calidad del pedido. Y eso duele especialmente a las implicadas.

“Los tostadores se preocupan por los flujos de suministro donde trabajan, los baristas se preocupan por las condiciones laborales de los trabajadores de café por hora en las ciudades donde trabajan y así un largo etcétera. No solo eso, sino que existe una predilección en la industria del café de especialidad por extraer información de la misma manera que se extrajeron otros recursos naturales durante el colonialismo. Este es un aspecto del neocolonialismo actual”, denuncia Gutierrez-Ray. En este desequilibrio adobado en años de injusticias históricas, los compradores vuelven con una sonrisa de oreja a oreja a su tierra natal con su supuesta conciencia ecológica bien limpia y el equipaje extra repleto de los mejores de café que se venderán a precio de oro en cafeterías molonas. “No se dan cuenta que la mayoría trabajan dentro de la dinámica de poder del “comprador”, que ejerce una presión invisible a los diferentes roles del buen flujo de la cadena de suministro”.

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Amaris Gutierrez-Ray no busca generar controversias ni polémicas absurdas, tan sólo certifica que son aspectos de la infraestructura inherente al café. “La industria fue diseñada para ser extractiva. Por eso un proyecto como Women in Coffee Project intenta crear mejores condiciones para dar cuenta de los sesgos y las estructuras de poder que existen en la industria del café y abogar por la equidad de género y social más allá de las relaciones comerciales”. De aquí el consejo directo a todos aquellos y aquellas que pretenden averiguar cómo hacer una compra más consciente del café desde la burbuja de confort de los países exclusivamente consumidores “¡Pidiendo más información! ¡Y escuchando más!”, exclama Amaris Gutierrez-Ray. “Al consumidor le diría que compre café sólo en lugares con fluidez cultural suficiente para aportar información sobre un lugar. La mejor manera de averiguar si estás en buenas manos es preguntando sobre el paisaje cafetero que venden y escuchar la precisión de sus respuestas. Obtener más información sobre la historia del café implica entender la extraordinaria carga racial, una carga increíblemente injusta. Cada persona, consumidor o profesional del café, tiene un papel que desempeñar en la creación de conciencia y un entorno en el que podamos ser parte del cambio y no del problema”.

Y aquí es donde ellas siguen siendo las más damnificadas. Según el último informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la Covid-19 ha hecho retroceder 15 años los avances de género en Latinoamérica y de los 23,6 millones de puestos de trabajo que perdieron durante la pandemia, a finales de 2021 a unos 4,2 millones de mujeres aún les faltaba recuperar su puesto. “Si realmente escuchamos lo que las mujeres productoras dicen que necesitan, ya sean más recursos financieros (pagar más por el café), o más participación en la forma en que se comercializan sus productos, simplemente hace falta tomar asiento en la mesa de diálogo. Los consumidores deberían comprar cafés tostados y producidos por mujeres porque eso significa que esos flujos de suministro se afianzarán y parte de ese valor volverá hacia ellas. Las empresas tostadoras deben preguntar a sus socios logísticos sobre la compra de cafés producidos por mujeres. No hay otro tipo de equidad alcanzable sin equidad de género. Este fue el impulso primario que me llevó a iniciar esta organización y a invertir en narrativas impulsadas por productoras del café”.

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Por eso Gutierrez-Ray organiza anualmente un evento con 4 o 5 mujeres cafeteras como protagonistas. Women in Coffee Project las invita a Nueva York para degustar su café en catas con inversores y compradores interesados, y se aprovecha la visita para entender la naturaleza, las dinámicas y las problemáticas más recurrentes de su rol explorando experiencias comunes o dispares y empoderando su posición en el sector. “Debo decir que lo que me sorprende más es que muchas mujeres con las que he hablado no ven los impedimentos como “problemas”. En el momento en que hablamos con ellas, ya han resuelto los obstáculos de su oficio de manera creativa o están involucrando activamente a sus comunidades para superarlos”, recalca. Eso no significa que no haya mucho trabajo por solventar y prejuicios que corregir. “Los desafíos que enfrentan las mujeres están en todas partes: acceso a atención médica, acceso a educación sobre la producción del café, visibilidad para capturar más valor de mercado,… pero las mujeres con las que he hablado no se detienen y encuentran soluciones tanto por defecto como por diseño”.

Una versión de los hechos que coincide casi al milímetro con lo que vive a las antípodas Azra Talat Sayeed, portavoz de la Alianza Internacional de Mujeres y líder de la organización Roots for Equity que combate los problemas de las mujeres rurales en la Asia más meridional. La doctora pakistaní reconoce que, aunque suene raro, su organización feminista tenía que movilizarlos a ellos y no a ellas porque las mujeres ya sabían cómo actuar o cómo corregir las barreras existentes.

Estoy de acuerdo en que las mujeres ya saben cómo les gustaría cambiar el mundo. Y el patriarcado está en todas partes e inherentemente vinculado a sistemas superpuestos de moralidad, privilegios y ventajas. Pero yo ofrecería un desafío a esta forma de pensar. Los países cafeteros no son un monolito, las mujeres en el café no son un monolito, los hombres en el café no son un monolito”, puntualiza Gutierrez-Ray. “Equidad significa que todos tengan en cuenta las diferencias y las superen conjuntamente. No específicamente los hombres. Se debe incluir a los órganos de gobierno de organizaciones sin fines de lucro, compradores de café de especialidad con dinero para gastar en programas sociales o cualquier otro tipo de organización interesada”.

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Si nos fijamos exclusivamente en el marco legal, en los escritos legislativos hay algunas bases claras. “Por ejemplo, si una junta cooperativa tiene elecciones, pero un requisito imprescindible es una gran cantidad de horas de trabajo asignadas para reuniones o tareas grupales sin tener en cuenta el cuidado de los niños, es probable que haya mujeres que no puedan postularse porque sus circunstancias vitales no se ajustan al puesto de liderazgo. Todos, incluidas las empresas extranjeras o las ONG que trabajan para beneficiar a las comunidades donde se cultiva café, deben tener en cuenta ciertas diferencias estructurales, y entonces las mujeres tendrán más probabilidades de tener éxito e impulsar el cambio”.

Un cambio perceptible en el testimonio de estas mujeres que recoge el blog de Women in Coffee Project:

Marianela Montero

Selva Coffee, Costa Rica

Marianela Montero

“El mundo del café está dominado por los hombres y aún existen estereotipos con el trabajo realizado por una mujer. Generalmente, los tostadores o productores son hombres, pero poco a poco estos estereotipos van cambiando y más mujeres están haciendo ese trabajo “macho.” Los éxitos son muchos, especialmente en nuestro tiempo, y el mundo se ha convertido en menos “macho” y nosotras podemos hacer libremente el “trabajo de hombres” sin juicios. Pienso que cuando nuestras abuelas eran jóvenes y no les permitían salir a trabajar fuera, fueron orientadas desde sus casas y muchas incluso obligadas a ser esposas y amas de casa. Y ahora en nuestro tiempo las mujeres sí pueden trabajar afuera de la casa, ser independientes y tener trabajos que fueron considerados para hombres, creo que esto es un gran avance y éxito”.

Samantha Romero

Olam Nicaragua, Nicaragua

Samantha Romero

“He conocido baristas que nunca habían hecho un viaje a países cafeteros de origen y, por consiguiente, nunca habían visto un árbol de café fuera de los libros. De más está decir que nunca habían estrechado la mano de un caficultor, a pesar de dedicarse a preparar café en sus países y hablar muy locuazmente de sus propiedades. Del mismo modo, muchos caficultores nunca han conocido a sus clientes, nunca han tomado una buena taza de café, o lo que es peor, nunca han saboreado la calidad del café que producen para otros (…). Creo que los retos para las mujeres, más allá de trabajar en café o no, es hacer que nuestras voces se escuchen. Aún es bastante difícil ser oídas y que nuestra opinión pese sin importar el género. Definitivamente esto no es igual en todos los países, pero hablando desde la perspectiva de un país subdesarrollado o en vías de desarrollo como el mío, esto aún es parte de nuestra realidad cotidiana. Lo único que digo es que una nunca debe de dejar de luchar y si es necesario “gritar” para no pasar desapercibidas, porque “calladas“ no nos vamos a quedar”.

Ana sofía

Caravela Coffee para Guatemala, El Salvador y Nicaragua

Ana Sofía Narváez Salgado

“Debemos entender que la industria del café, ya sea en países que producen o en países que consumen café, se encuentra en una etapa diferente, tiene su propia identidad, ritmo y desafíos culturales. Creo que todavía tenemos un desequilibrio de poder en la industria del café, pero todos estamos conectados, porque todos a los que les gusta el café ven el café como un amigo, un espacio seguro cuando lo beben. Sin embargo, no sucede lo mismo para muchos en las tierras cafeteras. (…) Desde una perspectiva de origen, las organizaciones privadas y públicas deben desarrollar sistemas y programas de capacitación que permitan a las mujeres, pero sobre todo a los jóvenes, aprender y adquirir habilidades para ocupar todos los puestos en la cadena de suministros. Hay muchas mujeres capaces que solo necesitan una oportunidad y orientación para mostrar cuán capaces son. Entonces, para mí, uno de los mayores desafíos en origen es aumentar la participación de las mujeres en roles que no son comunes para las mujeres”.

Katia Duke

Katia Duke Café en la finca San Isidro de Honduras

Katia Duke

“Nuestra familia ha pasado de la producción de café convencional a la producción de café de especialidad. El empoderamiento de las mujeres ha sido fundamental para alcanzar esta transformación. Empezando por mi persona; no puedo pretender empoderar a otras mujeres si yo no lo estoy y si no soy lo suficientemente consciente de mi rol. Tampoco sería capaz de formar nuevas líderes dentro de mi sistema de producción. (…) Las mujeres de la comunidad participan durante todo el proceso. (…) Su pasión y compromiso permite nuestra producción de cafés de clase mundial. Las mujeres somos mágicas y en Honduras representamos el 20% de los productores de café. Pese a ello, seguimos siendo poco representadas en puestos de toma de decisiones; esta es una deuda histórica y las políticas públicas siguen sin favorecernos, es por esto que considero que la asociatividad de mujeres del café nos permite visualizarnos, alzar la voz. (…) El presente es femenino y cuando todas las mujeres que estamos en el café tomemos esta idea por bandera, estoy segura que muchas cosas van a cambiar, ya que el trasfondo es la multiplicación de profesionales del café con un alto impacto en sus comunidades”.

Fuente: https://www.lavanguardia.com/comer/tendencias/20220322/8140218/women-in-coffee-project-mujeres-cafe.html

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