El hispanista se adentra en el contubernio judeomásonico franquista con ‘Arquitectos del Terror’, o cómo Suñer, Pemán o Tusquets publicitaron el bulo de los Protocolos de Sión
JULIO MARTÍN ALARCÓN / EL CONFIDENCIAL
En 1935 la Falange comenzó una campaña antijudía contra los almacenes SEPU en Madrid de los que eran propietarios unos hebreos emigrados alemanes. El acoso culminó con un asalto pistola en mano al establecimiento por parte de los falangistas que no provocó muertos ni heridos. Y hasta ahí llegaron los ataques antisemitas de la derecha española a la comunidad judía en España durante los años de la II República. No hubo más, entre otras cosas porque esta apenas existía. Por otra parte, ni siquiera José Antonio Primo de Rivera, líder de Falange era antisemita. De hecho, fue su padre, el dictador Miguel Primo de Rivera —que formó parte del llamado filosefardismo de derechas— quién firmó en cambio en 1924 el único decreto hasta la fecha para la nacionalización de los expulsados sefardíes por los Reyes Católicos. No se volvería a intentar algo similar hasta mucho más tarde en 2014 cuando lo hizo el gobierno de Mariano Rajoy.
El decreto de 1924 jugaría incluso un papel crucial en la salvación de cerca de 5.000 judíos de la Solución Final de los nazis por parte del encargado de Negocios de España en Budapest, Ángel Sanz Briz, con el conocimiento y aprobación de las autoridades franquistas. ¿Por qué entonces existió aquello del contubernio judeomásonico? Surgió en los años treinta y continuó tras la Guerra Civil antes de convertirse en un chiste durante el tardofranquismo. Fue una obsesión que se propagó entre muchos de los generales rebeldes clave, entre ellos el propio Franco, Mola o Queipo de Llano, además de muchos de los ideólogos políticos de los nacionales como Serrano Suñer. Pero ¿qué importancia tenía la supuesta —y absolutamente falsa— conspiración de los sabios de Sión en España para los conservadores y reaccionarios? Absolutamente ninguna, como han podido adivinar.
Retrata a la derecha que usó el bulo de la conspiración judeomasónica contra la II República en España
Sin embargo, el hispanista Paul Preston, regresa con su nueva obra ‘Arquitectos del Terror’ (Debate), sobre la base fundamental de seis personajes de la Guerra Civil y el franquismo que no solo creyeron a pies juntillas en el mayor bulo de la historia, ‘Los Protocolos de los Sabios de Sión’, sino que además envolvieron, o mejor, maquillaron, parte de su ideología y conspiranoia sobre esas mimbres, el contubernio judeomasónico, para trazar un plan de eliminación de sus verdaderos rivales: izquierdistas, masones etc. Así lo explica el historiador en su prólogo y lo repite en su conversación telefónica a El Confidencial.
La pregunta más bien, puesto que Preston alude constantemente a ese paralelismo de las Fake News actuales con las de los años treinta de los Protocolos de Sión —y cita por ejemplo las trumpistas— es si la derecha ha sido durante los siglos XIX, XX y XXI más proclive a esas supuestas conspiraciones, inventadas para aterrorizar a la población y tenerla controlada.
Unidad de pensamiento
«La izquierda tanto en el siglo XIX como en el XX como actualmente siempre ha estado dividida, lo que no se puede encontrar ni en Inglaterra, ni en España, ni en ningún otro país es la unidad de pensamiento de la derecha en estos mismos países. Podría ser que resumiendo de forma muy sencilla y muy cruda, las derechas sabían lo que tenían y había que defenderlo coordinadamente —como ahora—. En cambio, los que carecían de todo tenían ideas muy diferentes entre sí para lograrlo, lo que acarreó diferencias brutales en su manera de conseguirlo. Lo más obvio es que desde la socialdemocracia hay que intentarlo legalmente y poco a poco, dentro del sistema, mientras que luego están las manifestaciones revolucionarias para la conquista del poder…».
Es la base de su ‘Arquitectos del Terror’, la de la derecha intentando conservar sus privilegios: en realidad toda la parafernalia en este caso antisemita por parte de los generales e ideólogos de los rebeldes, estaba, salvo en casos muy concretos, más bien destinada a fomentar una idea falsa a sabiendas, porque la verdadera historia, como él mismo explica era «la supresión de los avances reformistas de la II República que amenazaban el estatus de las clases sociales que apoyaban a estos grupos como el clero, la nobleza etc.». Entre sus páginas se desliza, además, que básicamente ninguno de los ‘arquitectos del terror’ lo creyó realmente y que la mayoría, salvo Franco y Manuel Carlavilla renegaron de ello acabada la guerra.
Es decir, sobre la base de esta ‘fake news’ tenemos la interpretación clásica de los historiadores izquierdistas, como Paul Preston, sobre el estallido de la Guerra Civil, con el retrato de estos ideólogos del terror. Por otra parte, puesto que según el mismo explica, su nueva obra surge de un capítulo inconcluso de su fantástico ‘El Holocausto Español‘, el que se dedicaba a los ‘Teóricos del terror’, la cuestión inmediata se la plantea El Confidencial: ¿No existían unas ‘fake news’ similares o teorías de la conspiración absurdas en el bando izquierdista de cara también a aterrorizar y controlar a sus adeptos? Recuerden que en ‘El Holocausto español’ Preston dedicaba espacio a ambos bandos, que no ocurre en este caso porque los arquitectos del terror estuvieron todos en la bando nacional, en todo caso en la república habría habido «implementadores» pero no teóricos:
«Fue una pregunta que desde el primer momento me hice a mí mismo porque de alguna manera es una secuela de ‘El Holocausto Español’, que lo escribí con un esfuerzo tremendo para cubrir las atrocidades de ambos bandos. Para este libro mi idea fue la misma, hacer un libro igualmente equilibrado. Es decir, utilizando lo que ya has visto en el libro ya publicado, pero también las otras investigaciones que se han quedado fuera».
Solo un bando
Aquí viene una de las tesis del libro y es la que se refiere a que en el caso de los «teóricos» de la causa rebelde gozaron de un gran éxito de ventas —de influencia— como fue el caso del padre Joan Tusquets —que fue uno de los que tradujo y popularizó además ‘Los Protocolos de los Sabios de Sión’ en España—, Mauricio Carlavilla —que destacó por su antimasonería a la que achacó la pérdida de las colonias— o José María Pemán:
«El gran problema es que las personas de relevancia de la República, por supuesto que había mucha gente con ganas de asesinar a terratenientes, banqueros, etc. pero lo que yo no he encontrado son grandes teóricos que hayan publicado libros —de la parte republicana— promoviendo esas ideas. No los había en el Partido Comunista ni socialista, había anarquistas pero no con esa relevancia. No digo que no se puedan encontrar libros de la izquierda con esa misma carga que las de los ideólogos de la derecha, pero yo no lo hecho y al final tuve que hacer el libro sin ellos. En el Holocausto Español por ejemplo se señala a los que organizaban el terror en Barcelona pero no eran teóricos… Preston incluso señala que ya le gustaría al él tener la influencia que tuvieron con sus libros antisemitas, anticomunistas y antimasones.
En cualquier caso, desvelado el principio en las primeras páginas del libro ‘Arquitectos del Terror’, traza una serie fundamental de seis biografías de personalidades clave de los rebeldes —algunos conocidos y otros menos— que se encargaron de azuzar —de teorizar— esa supuesta conspiración por ejemplo, para amedrentar y sembrar odio contra las reformas de la II República, aunque en realidad eran unos fines bastante evidentes ya entonces. Al libro le acompañan un primer capítulo y uno final, que se ocupan más concretamente de Franco y de su círculo personal.
En cuanto a la pervivencia de estos teóricos de la Guerra Civil en el régimen franquista posterior, Emilio Mola, ‘El director’ del golpe, murió en la guerra, Serrano Suñer fue eliminado del gobierno fulminantemente en 1942, Gonzalo Queipo de Llano, que era odiado por Franco como es bien sabido, fue apartado al terminar la guerra, el padre Joan Tusquets no obtuvo ningún cargo tampoco de relevancia en el franquismo —por voluntad propia— y José María Pemán, más monárquico que ninguno de los anteriores transitó de la extrema derecha a la democracia y de todos los ‘represaliados’ por el callejero de la Memoria Histórica, su nombre es el que más ha sorteado los cambios. De todos ellos solo Luis Carrero Blanco fue un verdadero arquitecto del franquismo el resto sencillamente desapareció.
Sin duda el aspecto del antisemitismo y del mantra de la conspiración judeomasónica lo había explicado con claridad ya Gonzalo Álvarez Chillida —biógrafo también de José María Pemán— en ‘La eclosión del antisemitismo español: de la II República al Holocausto’: «¿Qué funciones jugaba ese «antisemitismo sin judíos? Excepto los incidentes del SEPU la propaganda antisemita no buscaba movilizar a ala gente contra los judíos o sus intereses. El verdadero enemigo a perseguir y combatir era otro: socialistas, comunistas, anarquistas, masones, republicanos, nacionalistas periféricos (…) La función de este antisemitismo era esencialmente ideológica. Especialmente el mito de la conspiración judía mundial. Por una parte en España no había casi judíos, pero el judío era estaba muy vivo en la memoria histórica y la cultura popular. Casi nadie conocía ningún judío pero casi todos reunían una imagen negativa de ellos».
La obsesión de Franco
Lo que no explica Preston es que ese estallido de la percepción de la conspiración judeomasónica se acrecentó sobre todo con la Revolución de Octubre de 1934. Esa idea del judío expulsado por los Reyes Católicos era de gran atractivo para Franco, uno de los detalles interesantes del libro es el origen por ejemplo de la obsesión en el caso particular de Francisco Franco —que como los demás abandonaría posteriormente— que se debería, irónicamente a una decisión del dictador Primo de Rivera que obsequió a toda la oficialidad con una suscripción a la reaccionaria y antisemita publicación suiza ‘Bulletin de l’Entente Internazionale contre la Troisieme internationale’ del derechista suizo Théodore Aubert como señala Preston en su libro.
Como buen vehículo de las ‘fake news‘ de entonces, imbuyó a muchos de los posteriores generales clave del alzamiento de esta visión de la amenaza de la conspiración de judíos y bolcheviques. Cuando esta se canceló Franco escribió para pagarla de su propio bolsillo, hasta que dejó de hacerlo durante la Guerra Civil por razones más que obvias. Curiosamente, sin saberlo Franco, uno de los colaboradores de esa publicación que el luego releía con pseudónimo sería uno de sus oficiales de enclave durante la guerra y personaje esencial del libro Manuel Claradevilla.
En esencia, Preston defiende una obra como una continuación de ‘El Holocausto Español’ —esta vez con un solo bando— y una denuncia de unos personajes retratados como siniestros que se hicieron valer de la propaganda para imponer el terror por más que hubiera unos fantasmas mucho más reales que inventados ya que ninguna conspiración judeomasónica ni del bulo de los Protocolos de los Sabios de Sión —que se sabía ya entonces para los años 30 que era falso— estaba en marcha pero sí una revolución para acabar con la República burguesa.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2021-10-24/paul-preston-guerra-civil-arquitectos-del-terror_3311142/