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Frank Gehry: «Los políticos y los arquitectos tienen la culpa de las monstruosidades que se levantan en muchas ciudades» | El Mundo

El arquitecto vivo más famoso del mundo acaba de inaugurar, a sus 92 años, una torre en Arlés. «Muchos edificios modernos están diseñados para expresar: ‘Soy mejor que tú'», denuncia

IRENE H. VELASCO / Arles, Francia / EL MUNDO

Frank Gehry (Toronto, 1929) visitó un día la localidad griega de Delfos. Y allí, ante los restos de los santuarios de Apolo y Atenea Pronaia erigidos en el siglo V antes de Cristo, no pudo evitar echarse a llorar: «Me embargó una emoción enorme».

Eso es la arquitectura para él: emoción, sentimiento.

Se trata, sin ninguna duda, del arquitecto vivo más famoso del mundo. Las pruebas que demuestran que estamos ante una superestrella se acumulan por doquier: su nombre hace ya tiempo que se convirtió en marca, es conocido y celebrado por el gran público, ha llegado a tener su propio personaje en la serie Los Simpsons, a celebrar su cumpleaños con Bono (el cantante de U2) y otras celebridades, a diseñar un sombrero para Lady Gaga, a tener una película-documental sobre sí mismo dirigida por el oscarizado director de cine Sydney Pollack, a tener como amigos a pesos pesados del mundo del arte como Jasper Johns o Robert Rauschenberg

Pero, sobre todo, ahí están sus edificios. Inconfundibles, personalísimos, impactantes, únicos. Auténticas esculturas hechas arquitectura. Desde el Guggenheim de Bilbao al Walt Disney Concert Hall de Los Ángeles, pasando por otros muchos. 

Gehry siempre ha concebido -y defendido- la arquitectura como un arte. Su última obra, realizada a sus espléndidos 92 años para el centro multidisciplinar de arte y cultura LUMA, es un buen compendio de todas sus creencias en ese sentido. Se trata de una enorme torre, de una especie de faro irregular recubierto con más de 11.000 paneles de acero inoxidable -un metal nunca utilizado por él hasta la fecha- que capturan y reflejan la luz tan especial de la localidad francesa de Arlés. La misma luz que cautivó a artistas como Vincent Van Gogh. 

Pero, al igual que ocurre con todos los edificios de Frank Gehry, también la torre LUMA -se estima que ha costado alrededor de 220 millones de euros y que ha tardado 13 años en hacerse realidad- tiene la capacidad de emocionar a quien la contempla, de provocar una explosión de sensaciones.

PREGUNTA: ¿La arquitectura debe emocionar, debe desatar sentimientos en el que la contempla?

RESPUESTA: Sí. Porque, ¿qué es un edificio? Un edificio para mí es sentimiento, algo que expresa sentimientos y que provoca sentimientos en otras personas. Y por eso me emocioné tanto en Delfos, porque percibí claramente que muchos siglos después de que esos edificios hubieran sido levantados seguían transmitiendo sentimientos y emociones. Incluso con materiales tan fríos como puede ser el bronce, esos edificios llevaban comunicando y expresando emociones desde el año 476 antes de Cristo hasta hoy.

P: Hablando de sentimientos, ¿la arquitectura tiene la capacidad de hacer a la gente feliz?

R: Creo que en parte sí. La arquitectura puede hacer que las personas se sientan parte de ella, que no se sientan extrañas a ella. Y también puede lograr lo contrario: la arquitectura fascista, por ponerle un ejemplo, hace que uno se sienta muy pequeño ante ella, que sienta que no es nada, mientras que los edificios son fuertes y poderosos. La arquitectura que a mí me interesa es aquella que expresa humanidad, acogida, aquella que da la bienvenida.

P: A lo largo de los siglos, y como muy bien ilustra el ejemplo que acaba de poner, la arquitectura ha estado al servicio del poder político. ¿La arquitectura hoy tiene un mensaje político?

R: Creo que hay muchos edificios modernos que, por los materiales que se han empleado en su construcción y por la forma en que han sido diseñados, expresan: «Soy mejor que tú». Justo lo que yo intento es no hacer eso.

P: Su arquitectura, ¿cree que es bien entendida?

R: Eso espero. Yo desde luego intento que se entienda.

P: ¿Cómo cree que se verán sus edificios dentro de 100, 200 años?

R: No tengo la más mínima idea.

PREGUNTA: La pandemia de coronavirus que estamos aun padeciendo, ¿cree que afectará de alguna manera al modo en el que se construye?

RESPUESTA: Estoy seguro de que tendrá algún efecto. Lo que espero es que sirva para hacer prevalecer la dimensión humana de la arquitectura. Esperemos que así sea.

P: ¿La arquitectura tiene la capacidad de hacer extraordinarias las cosas ordinarias?

R: Sí, absolutamente. Yo trato de practicar la arquitectura como un arte. Históricamente, grandes pintores como por ejemplo El Greco eran arquitectos, no había separación entre unos y otros, y yo lo concibo de ese mismo modo. Siempre he creído que la arquitectura es un arte, y no voy a dejar de pensarlo. Tras la Segunda Guerra Mundial, el mundo se hizo técnico, frío, modernista, difícil… Y la arquitectura dejó de ser concebida como arte y empezó a verse como ingeniería, como algo comercial, sin relación con las personas.

P: ¿Usted considera sus edificios obras de arte?

R: No soy tan pretencioso. Hay algunas personas que puede que así los consideren, pero desde luego no seré yo el que diga eso.

P: ¿No teme que, al igual que ocurre con muchas obras de arte contemporáneo, su arquitectura resista mal el paso del tiempo y presente problemas de conservación?

R: La verdad es que eso es algo que no he sufrido.

P: Pero algunos de sus edificios ya presentan problemas de conservación, ¿no?

R: ¿Ah, sí? Pues yo no he oído nada de eso, nadie me ha hecho llegar ninguna queja por ese motivo.

La mayoría de las ciudades modernas, son frías. Los nuevos edificios deben hablar de la historia de esa ciudad

PREGUNTA: La luz, ¿la concibe como un material más a la hora de hacer sus edificios? 

RESPUESTA: Por supuesto. Y la razón de ello es que la luz es una presencia, es algo que está ahí y que encima es gratis, pertenece a todo el mundo. Yo uso la luz, y la uso entre otros motivos porque es barata, porque no hay que comprarla. La luz está ahí y ayuda a los edificios, establece una relación con ellos.

P: Acaba de inaugurar el LUMA, una torre recubierta de paneles de acero de 56 metros de altura, uno menos que el edificio histórico más alto de Arlés. ¿Qué papel juega la luz en esa torre?

R: Si mira esa torre durante todo el día se percatará de que es como una pintura, como un cuadro, que captura la luz de la región. Cuando observas el color de la luz que hay aquí en Arles, te das cuenta de que es el mismo que se observa en los cuadros que han sido pintados en esta ciudad por artistas como por ejemplo Van Gogh. Es una luz muy especial que pertenece a esta región. Como artista, Van Gogh se apropió de esa luz y la pintó. Como artista, Frank Gehry también se ha apropiado de ella y ha construido con ella.

P: El otro día, cuando pasé frente a su torre, el cielo estaba repleto de nubes y efectivamente me pareció estar frente a un cuadro de Van Gogh.

R: Sí, lo sé.

P: Arlés es una ciudad con un riquísimo pasado que fue la capital del imperio romano en Francia. Tiene muchas ruinas de la época, incluido un magnífico anfiteatro. ¿También ha tenido eso en cuenta al diseñar la torre de LUMA?

R: Sí. Sin duda he tenido en cuenta los anfiteatros romanos cuando he diseñado la torre. Visité esta zona cuando vivía en París y estudiaba la arquitectura romana, y me emocioné mucho.

P: ¿Qué es para usted la mala arquitectura?

R: La mayoría de las ciudades, de las ciudades modernas, son frías. Yo creo que los nuevos edificios que se construyen en una ciudad deben hablar de la historia de esa ciudad, deben relacionarse con ella. Hay mucha gente que me dice que mis edificios han cambiado una ciudad, pero yo no pretendo cambiar con ellos una ciudad, lo que pretendo es que sean parte de ella, que se integren en ella. Cuando hice el Guggenheim de Bilbao pasé por ejemplo mucho tiempo conociendo la cultura vasca, y todavía hoy mantengo una fuerte relación con la gente con la que trabajé allí, nos comunicamos con frecuencia. La torre que hice en Nueva York la relacioné con el edificio que tenía al lado, el edificio Woolworth, un edificio que tiene su propio lenguaje corporal. La escala de detalles de mi edificio la hice en armonía con la escala de detalles del edificio Woolworth, para crear de ese modo una relación entre ambas construcciones. Considero que crear ese tipo de relaciones en una ciudad es importante, y por desgracia falta en la mayoría de edificios modernos.

P: ¿Quién tiene la culpa de las monstruosidades que se levantan en muchas ciudades, los arquitectos o los políticos?

R: Todos tienen la culpa, los unos y los otros.

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/cultura/2021/07/08/60e72c1bfdddffe87e8b45dc.html

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