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¿Sabes cómo murieron y dónde están enterrados los apóstoles de Jesús? | La Razón

Apedreados, decapitados, desollados, crucificados como su maestro… las horribles muertes de los apóstoles solo se mitigan con la piedad que despiertan hoy sus lugares de reposo

Escena una reunión del Concilio Vaticano II, convocado por Juan XXIII, mientras se dirige a los obispos en el interior de la basílica de San Pedro

ALFONSO MASOLIVER / LA RAZÓN

No, lo digo en serio. No debe ser nada fácil señalar con exactitud el lugar donde fue enterrado un individuo hace 2.000 años, pero la idea de identificar las tumbas no ya de dos ni de tres, sino de doce individuos que vivieron hace veinte siglos, y para colmo las de doce individuos que viajaron por todo el mundo conocido predicando la palabra de Jesús, la idea de encontrarlas roza lo rocambolesco. Quiero decir que las reliquias de algunos apóstoles viajaron miles de kilómetros desde su lugar de fallecimiento, desaparecieron, volvieron a aparecer, se dividieron en diferentes remesas y enviadas a puntos separados. Que no, que lo digo en serio. Esto no es nada fácil. Y ya no sé si creer que sus restos mortales estén en este u otro lugar sea una cuestión de fe o de credulidad.

Algunos de los cuerpos desaparecieron durante siglos. Otros fueron olvidados, también durante siglos, hasta que el emperador Constantino y sus sucesores recuperaron las reliquias para trasladarlas a diferentes iglesias europeas. En todo caso se cuentan por millones las personas que creen realmente que sus cuerpos se encuentran en los lugares señalados, y son millones los peregrinos que cada año acuden a visitarlos en busca de su favor. Empezamos por San Pedro.

San Pedro

La muerte del primer Papa fue una de las más desoladoras y piadosas de entre las sufridas por los seguidores de Jesús. Cuentan que el valiente pescador de Galilea, al conocer que sería crucificado por los romanos, pidió que le crucificaran boca abajo. Por considerarse indigno de sufrir una muerte tan similar a la de su maestro. Entonces fue crucificado de cabeza por orden del emperador Nerón (un chalado cuya historia personal merece la pena conocer) en una colina del Vaticano. Sus seguidores recuperaron su cuerpo y lo enterraron en un cementerio próximo al lugar. Esto se sabía en tiempos del emperador Constantino, que en el año 326, doscientos sesenta y dos años de la muerte del santo, ordenó construir una basílica en su honor en el mismo sitio en que fue enterrado. Hoy la conocemos como la Basílica de San Pedro en el Vaticano.

San Andrés

Después de flagelarlo, los habitantes de la ciudad griega de Patras lo ataron a una cruz. Allí murió de hambre, sed y asfixia a los pocos días. Fue enterrado en la misma ciudad por sus seguidores pero en el año 357 se trasladaron sus restos a Constantinopla. En 1204, los cruzados italianos saquearon el santuario de San Andrés y llevaron sus reliquias a Amalfi, y allí se mantienen todavía hoy la mayoría de sus restos, en la Catedral de San Andrés Apóstol de Amalfi. Sin embargo en 1964 parte de su cuerpo fue trasladado de vuelta a Grecia por mandato del papa Pablo VI, y también podemos encontrar sus reliquias en la Catedral de San Andrés Apóstol de Patras, en el lugar donde se cree que fue crucificado.

Santiago el Mayor

Catedral de Santiago de Compostela.
Catedral de Santiago de Compostela.

El patrón de España fue decapitado en Jerusalén por orden del rey Herodes Agripa, en el año 44. Fue el primer apóstol en morir debido a las persecuciones de los romanos. Cómo llegó su cuerpo a España, eso es un misterio. En realidad no fue hasta el año 814 que el ermitaño Pelayo señaló el lugar donde estaba enterrado el santo, en la actual Santiago de Compostela, y desde entonces se dice que los seguidores de Santiago trajeron su cuerpo hasta aquí porque había dedicado algunos años a predicar por tierras hispanas. Sí es verdad que se ha encontrado un cementerio cristiano datado en el siglo I, en el mismo lugar donde se piensa que fue enterrado el santo; entonces, quién sabe, quizá sí que sea cierto que sus seguidores se tomaron la molestia de trasladar su cuerpo hasta allí.

San Juan

Esta es una de las historias más misteriosas entre las que conciernen a los restos de los apóstoles. Se piensa que el apóstol más joven de Jesús murió de anciano en Éfeso, actual Turquía, después de haber escapado milagrosamente de las persecuciones a cristianos en Roma. Fue enterrado en la misma ciudad y sus seguidores levantaron una pequeña capilla en su nombre cuando terminaron las persecuciones a los cristianos. Años después, el emperador Justiniano construyó una enorme basílica en el mismo lugar, que más tarde fue transformada en mezquita por los conquistadores otomanos. Con la llegada de Tamerlán al territorio a comienzos del siglo XV, la mezquita fue arrasada hasta los cimientos. No sería hasta 1920 que un equipo de arqueólogos desenterró las ruinas de la basílica en busca de los restos de San Juan, cuando se encontró la que parecía la tumba del santo. Pero la tumba estaba vacía. Nadie sabe a día de hoy donde se encuentran los restos de San Juan.

Santo Tomás

Fue en la India. Cuando el valiente apóstol se enfrentó a los religiosos hindús, provocando que la estatua de uno de sus dioses se derritiese como la cera, el sumo sacerdote cogió una espada, encolerizado, con intención de vengar a su ídolo ultrajado, y atravesó a Tomás con ella. Murió en el acto. Parte de sus restos se encuentran en la Basílica de Santo Tomás en Chennai (India). Otra parte fue trasladada a Edessa, en Mesopotamia, y posteriormente llevad a la Basílica de Santo Tomás Apóstol en Ortona (Italia) donde todavía hoy pueden encontrarse guardados en un cofre de oro.

San Felipe

Se dice que una vez llegó a Hierápolis, después de descubrir que los habitantes de la ciudad adoraban a una Víbora y eran de todos menos piadosos, el apóstol montó en cólera e hizo abrirse un abismo en la tierra que se tragó a siete mil personas. Entonces tuvo que aparecerse Jesús para reprender a su discípulo por “combatir al mal con mal”, cerrar el abismo y sacar a los siete mil desafortunados de vuelta. Los vecinos de Hierápolis, bastante enfadados, prendieron a San Felipe y lo colgaron de un árbol boca abajo, antes de decapitarlo. Después de que su santuario fuera destruido por un terremoto en el siglo VII, sus restos fueron trasladados a Constantinopla, y posteriormente a Roma. Se piensa que su cuerpo se encuentra actualmente en la Iglesia de los Doce Apóstoles.

San Bartolomé

Llevó la palabra de Jesús a Armenia, donde fue desollado vivo por sus detractores. Su cuerpo fue trasladado en el siglo IX a Benevento, al sur de Italia, hasta que el emperador Otto III se llevó parte de sus reliquias a Roma en el año 983. En la isla Tiberina, la Basílica de San Bartolomé guarda desde entonces una porción de los restos del mártir.

Santiago el Menor

El primer obispo de Jerusalén fue lanzado al vacío desde el tejado del Templo de Salomón, y, visto que sobrevivió a la caída, fue apedreado por sus enemigos. Se piensa que lo enterraron en el Monte de los Olivos, hasta que el emperador Justiniano II mandó llevar sus reliquias a Constantinopla. Poco después se trasladaron nuevamente a Roma, donde todavía hoy pueden encontrarse en la Iglesia de los Doce Apóstoles.

San Judas Tadeo y San Simón

San Judas Tadeo (no confundir con Judas Iscariote, que vendió a Jesús por treinta monedas de plata) y su compañero San Simón sufrieron juntos su martirio en la ciudad persa de Suamir, después de negarse ambos a adorar a los dioses paganos. Mientras que Simón fue cortado por la mitad con una sierra, San Judas fue golpeado con un mazo en la cabeza y posteriormente decapitado. Sus restos fueron trasladados en algún momento a Roma, y actualmente se pueden encontrar en la misma Basílica de San Pedro.

San Mateo

Unos dicen que fue asesinado mientras celebraba una misa en Etiopía, región que el apóstol escogió para predicar los Evangelios. Otros aseguran que falleció por causas naturales, también en Etiopía. En cualquier caso, sus restos fueron trasladados en el siglo X a la ciudad italiana de Salerno, y todavía hoy pueden encontrarse en la Catedral de Salerno.

San Matías, San Pablo y San Marcos

Basílica de San Marco.
Basílica de San Marco.COMUNE ALICIA ROMAY

San Matías fue elegido por los apóstoles para sustituir la pérdida que les provocó la traición de Judas y se dedicó a predicar en Judea. Murió apedreado por una turba furiosa y fue decapitado posteriormente por un legionario romano. Santa Elena aseguró haber encontrado sus restos durante su visita a Jerusalén en el siglo IV, y ordenó trasladar su cuerpo a Roma, y desde allí a la ciudad alemana de Tréveris. Sus restos pueden adorarse todavía hoy en Basílica de San Matías de Trier.

San Pablo no fue uno de los doce apóstoles originales pero su lucha constante por propagar la palabra de Jesús le ganó el apodo de “apóstol de los gentiles”. Se piensa que murió decapitado el mismo día que crucificaron a San Pedro. Constantino ordenó construir una basílica en el mismo lugar donde se dice que fue enterrado, en la Vía Ostiense, que hoy conocemos como la Basílica Extramuros de San Pablo de Roma.

San Marcos tampoco fue apóstol de Jesús pero merece una mención honorífica por haber sido autor de uno de los cuatro Evangelios, y por los misterios que rodean su tumba en la Basílica de San Marcos de Venecia. Porque pese a que la tradición asegura que fue arrastrado hasta su muerte por las calles de Alejandría, atado con unas cuerdas al cuello, y que sus restos fueron llevados a Venecia, los hay quienes dicen que el cuerpo que descansa en la famosa basílica no es otro que el de Alejandro Magno. Llevados desde la misma ciudad de Alejandría en el más absoluto secreto.

Fuente: https://www.larazon.es/viajes/20210523/fo4r4kp3uzepznuajgdcepfd7m.html

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