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Por qué puedes tener hasta 150 amigos… pero sólo cinco íntimos | Papel

Ni las redes sociales han aumentado nuestro círculo ni la pandemia lo ha reducido. El antropólogo Robin Dunbar, ‘científico de la amistad’, sostiene que el ‘número mágico’ sigue siendo 150

JORGE BENÍTEZ / JOSETXU PIÑEIRO / Ilustración / PAPEL / EL MUNDO

De la amistad se ha escrito tanto como del amor y la guerra. La han tratado desde los filósofos griegos hasta cualquier manual de autoayuda de aeropuerto. Nos representa porque es un anhelo fácil de identificar, incluso en la ficción, da igual si se nutre de la relación entre Sherlock y Watson, del salto al vacío de Thelma y Louise o viene de una galaxia, muy, muy lejana con C3PO y DR2D2.

Pero sus cimientos han sufrido dos impactos tremendos que nos hacen replantearnos sus límites.

El primero se produjo con la aparición de las redes sociales, cuando nuestro cerebro parecía el anuncio de una conocida marca de bollería: nos salieron «amigos por todos partes». No sólo recuperamos a aquellos a los que habíamos perdido la pista, sino que ampliamos nuestro círculo con personas que estaban a miles de kilómetros o que ni siquiera conocíamos. Todo gracias a la brújula de los algoritmos, que presentan a gente que comparte los mismos gustos y aficiones: así descubrimos que hay amigos más allá de las reuniones y las felicitaciones navideñas y que se comunicaban con nosotros con likes, retuits y comentarios.

Mientras aún procesábamos la novedad de la amistad virtual, apareció el segundo impacto: la pandemia. En esta ocasión sucedió lo contrario, un big crunch que supuso la implosión de la sociabilidad. El confinamiento obligado, las sucesivas restricciones y el miedo al contagio eliminaron el contacto físico. El cara a cara y el abrazo dejaron de existir, salvo para nuestros amigos más íntimos.

Ante estos sucesos extraordinarios, en pleno 2021 surge una pregunta: ¿han cambiado para siempre los límites de la amistad? «No lo creo: puede que los amigos cercanos hayan podido alejarse un poco en la pandemia y es posible que tengamos dudas sobre nuestro grado de amistad, por no haberlos visto tantas veces como era habitual, pero no veo grandes variaciones».

Así de rotundo habla Robin Dunbar (Liverpool, 1947), el científico de la amistad más influyente del mundo. Hace 30 años, este antropólogo y psicólogo concretó la cantidad de amigos que podemos tener. Para él la cifra mágica es 150: es decir, el número de personas con las que los humanos podemos relacionarnos de forma cercana. Es lo que se conoce como el número Dunbar.

Hace 30 años no imagine que mi investigación tendría tanta influencia

ROBIN DUNBAR (ANTROPÓLOGO Y PSICÓLOGO)

La hipótesis del cerebro social de este profesor emérito del Magdalen College de Oxford salió a la luz pública en su ya célebre artículo Behavioural and Brain Sciences. Y justo ahora, tras tres décadas de dominio, algunos lo ponen en cuestión. Aunque él, claro, defiende su vigencia.

Eso sí: antes de relatar las guerras académicas, recordemos qué contó Dunbar en su paper y en qué consiste su legado amenazado.

Su teoría, formulada cuando internet estaba en pañales, está basada en el estudio del tamaño del neocórtex de los primates, la parte del cerebro responsable del pensamiento consciente. Dunbar advirtió que cuanto más grande era, mayor era el tamaño de su grupo social. Y, a partir de esa conclusión, trasladó sus datos al cerebro humano y obtuvo la cifra famosa de los 150 amigos.

Además, se atrevió a poner una barrera: superar ampliamente este número pone en peligro la cohesión de nuestra red social. Dentro de este margen, el grupo se lleva razonablemente bien, pero si crece sus miembros se dispersan y aparecen los problemas internos. La razón: limitaciones cognitivas como la memoria restringen la capacidad humana para relacionarlos. Por eso no podemos tener infinitas relaciones.

Dunbar sostiene que los amigos íntimos no superan los cinco y las redes y la pandemia no varían esto

Según Dunbar, nuestra red de contactos se despliega en círculos interconectados que tienen distintos grados de intimidad. El núcleo más estrecho lo componen los seres queridos: de media no son más de cinco personas. En un reciente estudio, titulado Amigos: entender el poder de las relaciones importantes, Dunbar aclara que estos intimísimos pueden ser tanto amigos como familiares muy cercanos. Este grupo es una fortaleza a salvo del asedio de las redes sociales y la pandemia. Sustituirlos por otros es muy difícil en la edad adulta.

Tras los amigos del alma viene el siguiente círculo en el que se encuentran unos 15 buenos amigos. A continuación, tendríamos unos 50 con los que hay confianza suficiente, aunque no contacto regular. Y el siguiente lo forman los 150 contactos significativos, la cifra mágica, en la que se incluyen también a quienes nos encanta ver, pero con los que no tenemos un vínculo estrecho: te tomas un café cómodamente con ellos si te lo encuentras en una estación, pero la relación no va más allá.

Hasta aquí llegan los que todos denominamos amigos, en mayor o menor medida.

Luego tenemos dos últimos círculos sociales que completan esta madeja de relaciones. Uno compuesto por unos 500 conocidos -el camarero que te sirve cada día el café en tu bar favorito y te pregunta por tu equipo de fútbol- y el último, compuesto por unas 1.500 personas, a quienes somos capaces de reconocer (la vecina del quinto que siempre se cuela en el supermercado), pero que no nos importan demasiado.

Este es, en definitiva, este es el mapa de la amistad. Los llamamos tronco, tron, tío, colegote, pana o wey, pero también compañero, camarada, conocido, adicto, aliado, incondicional, inseparable y leal. Todas estas definiciones entran en el atlas Dunbar. Eso sí, sin llegar a cantar a lo Roberto Carlos: ‘Yo sólo quiero tener un millón de amigos’.

Con 150 basta. Pero si llegamos a 250, recuerden, hay un cortocircuito.

Cristina Acedo Carmona, antropóloga social y economista de la Universidad de León, convivió con dos comunidades del norte de Ghana y de México para su doctorado. Su objetivo era estudiar si los números de Dunbar eran variables en culturas tan distintas y con diferentes necesidades sociales. «Las bases de su trabajo son muy sólidas, especialmente en relación con las limitaciones cognitivas, pero sostener esos números tan cerrados es discutible», dice por teléfono. «Hay comunidades con necesidades de supervivencia más duras que requieren más interacción, se necesitan más los unos a los otros que en sociedades más prósperas».

Dos años de pandemia no son suficientes para alterar un comportamiento social adquirido durante miles de años

CRISTINA ACEDO CARMONA (ANTROPÓLOGA)

Dunbar considera que su hipótesis sigue vigente y que no ha sido alterada ni por la interconexión digital ni el coronavirus. Sostiene que nuestras «relaciones de calidad» no han variado, aunque sí hayan aumentado el número de «conocidos» en nuestros paseos por Facebook e Instagram. «Hay diversos estudios de redes sociales y redes de comunicación que sacan un mismo número de relaciones que las que yo postulé», insiste.

Acedo Carmona está de acuerdo con Dunbar en este punto: «Las sociedades más tecnológicas tienden a ser más individualistas. Las redes sociales cubren necesidades que no son vitales pero sí nuestras carencias sociales más superficiales». Respecto a la pandemia, esta antropóloga sostiene que su impacto tampoco resulta determinante: «Dos años de pandemia no son suficientes para alterar un comportamiento social adquirido durante cientos de miles de años».

Sin embargo, últimamente a Dunbar le han salido detractores y eso no parece gustarle mucho. Un estudio de la Universidad de Estocolmo, publicado este mes en la revista Biology Letters, cuestiona su teoría y apunta que su cifra de relaciones es capaz de crecer si las personas se esfuerzan. No sólo eso, considera que los límites sociales de los seres humanos no dependen del tamaño del neocórtex.

Esta investigación actualiza los datos usados para hallar el número de Dunbar. El tamaño medio de las diferentes estructuras cerebrales analizadas en los primates no se han conocido lo suficientemente hasta hace relativamente poco, ya que cuando se estudia el cerebro postmortem se registran cambios en su volumen relativo y densidad. Además, afirma en sus conclusiones que existe una gran variabilidad entre los sujetos y cuestiona que la medición cerebral sirva como prueba del tamaño de los de otro miembro de su especie.

Pese a estos ataques, Dunbar no se amilana. La semana pasada contraatacó con un artículo en el que acusaba a esa investigación de contar con «deficiencias estadísticas» y de una «comprensión pobre del comportamiento social tanto de los primates como de los seres humanos».

Lo que es seguro es que el profesor Johan Lund, autor del estudio sueco, no está dentro del número Dunbar del señor Dunbar.

Otro factor que genera controversia es el cultural. La psicóloga especialista en emociones Patricia Díaz Saco considera que si hay dudas sobre la validez de trasladar conclusiones de los primates a los humanos en materia de relaciones, hacer comparaciones entre grupos humanos resulta igualmente arriesgado. «Pesa en nosotros una visión muy occidental». Y se pregunta: «¿Tienen acaso un mismo concepto de la amistad un español, un japonés o un maorí?».

A pesar de todo, casi nadie niega la fuerza del número Dunbar. Aparece citado en 1.400 artículos del buscador académico Google Scholar y tiene 26.5000.000 visitas en Google. Su influencia es tal que ha trascendido los campos de la antropología y la psicología.

¿Tienen acaso un mismo concepto de la amistad un español, un japonés o un maorí?PATRICIA DÍAZ SACO (PSICÓLOGA)

En 2007, la Agencia Tributaria suiza reorganizó todas sus oficinas para que no superaran el límite de 150 empleados. También ha influido en la arquitectura, en el funcionamiento de las redes sociales y su envío de mensajes, así como en estudios demográficos y en algoritmos detectores de bots. «La verdad es que hace 30 años no podía imaginarme que esta investigación sería tan influyente», dice su autor.

El antropólogo es consciente de ello. Cuando en una ocasión le preguntaron en el New York Times cuántos amigos tenía, Dunbar contestó: «Unos 150». Y añadió, con una elegancia muy inglesa, que esto no iba de analizarse a uno mismo.

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2021/05/22/60a8f2c621efa0e40f8b457a.html

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