El cineasta y escritor publica junto a Chuck Hogan ‘Los seres huecos’, un libro de terror que también es metáfora sobre los monstruos que nos acechan hoy
LUIS MARTINEZ/ EL MUNDO
Guillermo del Toro (Guadalajara, México, 1964) rueda el Pinocho del que no quiere hablar. Ahora, el cineasta que ganara el Oscar por La forma del agua y eternamente preocupado por la forma del monstruo comparece para hablar de su libro. En sentido riguroso y más que justificado. Con Chuck Hogan, con el mismo autor con el que escribió la Trilogía de la Oscuridad, publica ahora Los seres huecos. Las cintas de Blackwood VOL.1 (AdN) una obra ágil y oscura de detectives ocultos por la que desfila el terror, la intriga y la metáfora. En efecto, las maldades que acumula la humanidad siempre vuelven y siempre lo hacen de forma monstruosa. ¿Son esos seres asesinos, crueles y sin forma de los que habla el título una representación de nuestro pasado sin digerir? Contesta por email a una batería de preguntas. Obvia las centradas en asuntos tales como los monstruos de la memoria histórica (la de la Guerra Civil de aquí que él mismo tratara en El laberinto del fauno y en El espinazo del diablo), pero se atreve con todo lo demás.
PREGUNTA. «Si no se abordan y corrigen con honradez los errores del pasado, los espíritus oscuros brotan de las heridas abiertas…», se lee al final de Los seres huecos. ¿A qué se refiere exactamente el personaje Blackwood con esta frase que es casi una declaración de intenciones? ¿Son los seres huecos los monstruos de nuestra memoria?
RESPUESTA. Esta idea de la insaciabilidad del mal es la que mueve el libro: la diferencia entre el hambre y la voracidad. La primera es genuina, cíclica y vital; la segunda es monstruosa, sin sentido o proporción y, lamentable e históricamente, parte de nuestra estructura social. Un ser hueco insaciable y voraz provoca consunción. El odio -como la avaricia o la gula- vacían al ser humano. Pero no quería usar la cosmología judeocristiana, sino un mito creado, más antiguo. Esta voracidad, este odio, si no se encara y soluciona, vuelve con otras caras y otros nombres… Pero vuelve.
PREGUNTA. Si le pidiera dibujar una metáfora apresurada, ¿quiénes son esos seres huecos que nos amenazan hoy: las fake news, el racismo, la xenofobia, el machismo, la intolerancia, la pandemia…?
RESPUESTA. Lo interesante de los símbolos es que tienen valores variables. No son cifras en una ecuación con un valor asignado. Las parábolas llevan, es cierto, un mensaje cifrado, pero, al cifrarlo en símbolos, ese mensaje se abre. En los mejores casos, cautiva en un primer nivel narrativo y luego, a veces, rebota en un espacio simbólico. Por ejemplo, el vampiro. Quien quiere sólo interpretar este ser universal como una lateralización del impulso sexual, omite la polivalencia de este ser en básicamente todas las mitologías del mundo. El vampiro puede ser el vértigo de lo eterno, la obsesión con la juventud, metáfora de lo insaciable, representante del capitalismo, etc. Yo podría cerrar la lectura con mi interpretación, pero la historia abre ese juego hacia el lector.
PREGUNTA. ¿Cree que Donald Trump, por ejemplo, puede ser esa nueva cara que dice y ha sido un presidente que ha despertado todos los monstruos escondidos de la historia de Estados Unidos? ¿Qué se debería hacer para aplacar la ira de esos seres huecos?
RESPUESTA. Toda herida histórica (Guerra Civil, conquista, expropiación o exterminio) o maldad sistémica (racismo, sexismo o clasismo) quedan latentes por larguísimo tiempo, como un fantasma, y es muy difícil de acallar o sanar. Porque en un sistema, que es el equivalente humano de un circuito, la cara del monstruo es, en algún momento, la nuestra propia. Estamos fundidos con ese sistema y queremos negarlo. Como en todo circuito, está en nosotros activar una polaridad o la otra. Vemos el mal en los otros con mayor facilidad que en nosotros. Trump invoca y evidencia cosas que estaban ya ahí. No crea, revela. Esto es lo terrible: ver que el mundo estaba mucho más atrasado de lo que muchos pensábamos.
PREGUNTA. La Trilogía de la Oscuridad bebía directamente de la tradición vampírica para actualizarla y darle forma en el mundo actual. Esta nueva serie se acerca al mundo del ocultismo, es más gótica y Blackwood sigue siendo un tipo peculiar…
RESPUESTA. Hay un subgénero poco conocido en la literatura fantástica: el subgénero del detective ocultista. Algernon Blackwood, uno de mis escritores favoritos, creó a John Silence, un gran detective oculto; William Hope Hodgson, a Carnacki; Seabury Quinn, a Jules de Grandin… Y ha habido otros de tono menor o modernas acepciones de este tipo de personaje. Para mí, Kolchak, el reportero interpretado por Darren McGavin en las películas para TV de Dan Curtis (que inspiraron de alguna forma Expediente X) fue siempre una influencia. Pero Algernon Blackwood es un creyente de lo extraño, de lo ajeno, de la oscuridad que acecha. En su escritura hay una absoluta certidumbre de un mundo pagano, ajeno y acechante. Si piensa en M.R. James o en Arthur Machen o en Lovecraft, cada uno tiene esa certeza de manera diferente, pero todos parecen compartir la certidumbre de que somos un punto de luz menguante en un universo oscuro. Recuerdo que, cuando mi padre fue secuestrado, un universo entero, un submundo que sabía que existía pero no había reconocido como real, se abrió a mis pies. Siendo una situación muy diferente, a Odessa [la agente de la novela] el mundo se le parte en dos, y en Blackwood encuentra al guía perfecto para transitar por la oscuridad.
PREGUNTA. ¿Cómo se reparten el trabajo entre los dos?
RESPUESTA. Depende del libro. Mayormente nos reunimos en persona varios días (y si es posible varias veces) para planear la trama y el itinerario, el anecdotario de la historia, sus partes, capítulos, formato y personajes. Discutimos lo símbolos y hacemos investigación de campo: vamos a los sitios que se describen en la novela, hurgamos en registros de hemeroteca y hacemos trabajo de lectura para los mitos y el contexto. Después nos repartimos capítulos y los intercambiamos
PREGUNTA. ¿Por qué esa eterna e indefectible obsesión por el monstruo?
RESPUESTA. Porque es un motor esencial de la imaginación humana, no es simplemente un elemento genérico. La Biblia esta plagada de monstruos, la saga de Gilgamesh, la historia del rey Mono, etc. Necesitamos a los monstruos para explicar lo que no nos da el universo revelado y cifrado por la ciencia. Ellos encarnan, revelan y aportan todo lo innombrable, lo ominoso y el oscuro porvenir de la muerte.
PREGUNTA. ¿Qué tiene la literatura que no tenga el cine desde el punto de vista de la creación?
RESPUESTA. Es divertidísimo no tener presupuesto o límites. Una frase, un cambio rítmico, un adjetivo pueden elevar o aterrizar un párrafo o incluso, un libro entero. El cine comparte cierta disciplina con la literatura, pero esta nutrido y adjetivado audiovisualmente. Tengo que armar un adjetivo con luz, movimiento y sonido. En el libro tengo que usar el lenguaje exacto, pero no hay un contable y diez productores mirando sobre mi hombro.
PREGUNTA. Ahora mismo estás rodando. ¿El consumo de cine en las plataformas en estos tiempos de confinamiento va a modificar para siempre la forma del cine?
RESPUESTA. Necesariamente. ¿Cómo? No lo sé. No lo sabe nadie. Qué saldrá de esta pandemia sólo se sabrá en media década o así. De momento todo lo escénico, lo colectivo, lo tribal está en compás de espera: teatro, danza, deporte y, sí, el cine.
PREGUNTA. ¿Cómo cree que todo lo vivido durante esta pandemia de seres huecos y conoravirus nos va a cambiar la vida?
RESPUESTA. Ya lo hizo. Si miramos a nuestro alrededor, el abismo ya se abrió: ¿Saltamos o construimos un puente? Esa es la duda.
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/literatura/2020/12/12/5fd3a40bfdddfffc3e8b4626.html