Madrid acoge las Jornadas sobre Censura y Libertad de Creación, en las que colaboran el Círculo de Bellas Artes, el Museo Reina Sofía y el Thyssen-Bornemisza, entre otros
REBECA ARGUDO/ LA RAZÓN
A lo largo de la última década y debido, sobre todo, a la irrupción de corrientes ideológicas identitarias de marcado carácter radical, la libertad de expresión, de información y de creación, tanto en nuestro país como fuera de él, se están viendo seriamente comprometidas. Los casos de censura suben, y, paradójicamente, lo hacen desde posturas supuestamente progresistas, en nombre de las causas más justas y tratando de imponer, de manera intransigente y casi totalitaria, una extremada corrección política al conjunto de la sociedad. No es de extrañar que se extienda un clima de preocupación ante esta tendencia intolerante y totalitaria, propensa al pensamiento único y que desprecia salvajemente la discrepancia. De hecho, el pasado 7 de julio se produjo una primera reacción en nuestro país a este fenómeno: 150 intelectuales, artistas y periodistas españoles que abarcaban todo el espectro ideológico firmaban y hacían público un manifiesto en defensa de la libertad de expresión. Venía a sumarse esta iniciativa a la carta abierta que un grupo de relevantes personalidades de la cultura publicó en la revista «Harper’s», en EE UU, y que denunciaba el uso perverso de causas justas para ejercer la censura y la cancelación, suponiendo un peligro evidente para el libre ejercicio de la libertad de expresión, información y creación.
En los últimos años, efectivamente, se han incrementado los casos de censura, así como la presencia mediática de los mismos y una mayor judicialización. Ejemplos como el del rapero Valtonyc, los titiriteros Alfonso Lázaro de La Fuente y Raúl García Pérez, o los del humorista Dani Mateo y el «sketch» de la bandera, el secuestro del libro «Fariña», de Nacho Carretero –ponente también en estas jornadas– o el poema satírico sobre Irene Montero, publicado por un juez jubilado, entre otros, son quizá algunos de los que más repercusión han tenido, pero no los únicos. La histórica feminista Lidia Falcón, para poner otro ejemplo, fue denunciada por delito de odio tras ser acusada de tránsfoba por su firma, como presidenta del Partido Feminista de España, de un comunicado en contra del proyecto de la ley Trans. El poeta Camilo de Ory, la twittera Casandra o el colectivo Homo Velamine vendrían a incrementar la lista de los que han visto comprometida –y judicializada– su libertad creativa y de expresión. A esto se suman, además, acciones desde los poderes públicos tan inquietantes como la iniciativa de Podemos aprobada en el Congreso de ejercer un control en las redes y agilizar la retirada inmediata de determinadas publicaciones por razones de «propagación de odio» y el anuncio por parte del Gobierno de Sánchez de la creación de una comisión que velará por protegernos a todos de un concepto tan líquido como es el de la «desinformación». No es de extrañar, pues, que en medio de este clima sea necesaria una reflexión profunda al respecto y surjan iniciativas como las Jornadas sobre Censura y Libertad de Creación, organizadas por la Fundación Gabeiras, en colaboración con el Círculo de Bellas Artes, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y el Thyssen, entre otros, y que se celebran estos días en Madrid.
Así, hasta mañana, destacadas personalidades del ámbito jurídico y artístico se dan cita en este evento, en el que a través de mesas de debate, ponencias y conversaciones se reflexiona y dialoga sobre los conceptos de censura y libertad creativa. Roger Dedeu, abogado y presidente de la Fundación Gabeiras, explica cómo, ante el incremento evidente de estos casos, comenzaron a recibir infinidad de consultas al respecto por parte tanto de museos como de galerías, e, incluso, de los propios artistas, que tenían dificultades a la hora de identificar los límites exactos a los que ceñirse en cuanto a la creatividad artística en sus diferentes vertientes. «Es entonces cuando nos dimos cuenta –explica– de que a nivel teórico y doctrinal en el ámbito jurídico no se había parado nadie a reflexionar de una manera científica sobre estos conceptos, censura y libertad creativa, y consideramos que es necesaria dicha aproximación desde los dos ámbitos: el jurídico y el artístico». Dos mundos de cuyo encuentro se pueden extraer unas primeras líneas de conclusiones y actuaciones que puedan derivar en estudios más profundos al respecto.
Escarlata Gutierrez, fiscal adjunta de la Sección Territorial de la Fiscalía Provincial de Ciudad Real y una de las ponentes en el área jurídica, apunta al respecto que el límite a la libertad de creación es claro y aparece expresamente marcado en el mismo artículo 20 de la Constitución: «El respeto a los derechos reconocidos en este Título de la Constitución, en los preceptos de las leyes que lo desarrollen y, especialmente, en el derecho al honor, a la intimidad, a la propia imagen y a la protección de la juventud y de la infancia». Por su parte, Concha Jérez, reconocida artista canaria y medalla de Oro al Mérito a las Bellas Artes en 2011, considera que los límites serían, en la práctica, dos: los que marca expresamente la ley y la ética del propio artista. «No me refiero tanto a cuestiones que puedan ser escandalosas», puntualiza, «sino a que el artista se convierta en un carroñero de los problemas sociales».
Un polémico Premio Nacional
Mucho más allá va Cristina Morales, polémico Premio Nacional de Narrativa 2019, que según Ep, y en referencia al caso de la twittera procesada, equipara la legitimidad de hacer un chiste en nombre de la libertad creativa con la de cometer un atentado contra la vida de otra persona: «Tal vez en el caso de Cassandra lo interesante no era preguntarse si es legítimo condenarte a una pena de prisión por hacer un chiste sobre un fascista muerto. Tal vez lo interesante era plantearse si el atentado a Carrero Blanco fue legítimo (pregunta para la que ya tengo respuesta)».
Inés París, directora y socia fundadora de CIMA, la asociación de mujeres cineastas y de medios audiovisuales, se muestra contraria a cualquier censura e insiste en que el feminismo no debería ser una ideología censora, pero sí debe exigir diversidad. París no cree que la política de cuotas o el sistema de puntos por el cual se beneficia a las películas que cuentan con mujeres en determinados puestos relevantes supongan una injerencia en la libertad creativa, ni un tipo de censura previa al «penalizar» determinadas obras por su «masculinidad». «Injerencia es todo. Lo que hay es una censura previa que nos perjudica a las mujeres, una censura del mercado, que es la que determina qué se va a hacer y qué no. Porque los referentes son masculino», y añade: «Lo que nos enriquece a todos es la diversidad».
«La creación artística debería recibir al menos igual protección que la libertad de expresión, puesto que puede transmitir ideas, pero su protección debería ir más allá. En otras palabras, la protección de la libertad de arte debe ser superior a la de la libertad de expresión porque cuando protegemos una creación artística protegemos algo más que la mera libertad de expresión», concluía ayer Laura Díaz Bueso, catedrática de la Universidad Complutense de Madrid y directora general de Asuntos Constitucionales y Coordinación Jurídica del Gobierno de España. Con más de 800 inscripciones presenciales, pese a las medidas de seguridad impuestas por la pandemia, los organizadores se muestran satisfechos por la acogida que han tenido las jornadas. «Hay interés desde toda España y, sobre todo, desde Centroamérica y América del Sur, donde hay muchísimos participantes inscritos para presenciar desde allí las ponencias vía streaming».
Autocensura, el lado oscuro de la prohibición
Concha Jerez, pionera del arte conceptual, considera que el verdadero problema es, más que la censura, la autocensura. «El artista acude a ella como mecanismo antes de sufrir la censura. Está tan generalizado este fenómeno que resulta espeluznante que alguien pueda verse empujado a hacerlo por cuestiones, ya no solo sociales y políticas, sino laborales». La fiscal Escarlata Gutiérrez señala que esto se produce por el miedo que tiene el artista por la difusión de noticias relativas a casos en los que se ha iniciado un procedimiento penal o civil contra otros. E «Independientemente de que haya terminado en absolución o desestimación de las pretensiones», explica. «¿Qué queremos de nuestra sociedad democrática? ¿Que seamos correctos y no planteemos los problemas?», se pregunta Concha Jerez. «No creo que sea la vía adecuada», añade. La artista, de 79 años, considera que el cómo nos planteamos la sociedad en tanto individuos integrantes de la misma es una cuestión a debatir «para evitar inhibiciones, así como las limitaciones creativas».
Fuente: https://www.larazon.es/cultura/20201126/23gxreg35zguhbuigq42kqnvgq.html