El ‘bullying’ que sufren Kiev y Taipei por parte de sus respectivas potencias vecinas es preocupante al producirse en una era impredecible
SILVIA ROMÁN / EL MUNDO
maginemos que el mundo es un gran colegio. En sus clases y horas de recreo se suceden aventuras, se entrelazan amistades, se ayudan entre sí los compañeros, pero también hay competencia, saltan rencillas y se puede llegar a sufrir bullying (esto último aparece cuando escasea la ley y el orden que debe imponer profesorado y Dirección). En el planeta, ocurre lo mismo: hay compañeros afines (eje franco-alemán), o que juegan juntos (OTAN, Aukus), pero también algunos de ellos padecen acoso por aquellos países que no dudan en saltarse las líneas rojas, aprovechando la actual época pandémica de desorden y desconcierto.
Hablamos del bullying que sufre Ucrania por parte de Rusia; exactamente lo mismo que hace China con Taiwan. Moscú lo inflinge con decenas de miles de soldados acampados frente a la frontera, como un ejército medieval para asustar al señor de las tierras de Kiev. Pekín con incursiones aéreas para meter el miedo en el cuerpo a Taipei.
En otro momento de la Historia, las alertas no saltarían, porque las normas internacionales se cumplían.
Así, en los años noventa, reflexionar sobre una amenaza o posibilidad como Rusia atacando Ucrania y China a Taiwan habría sonado ridículo. En esa década -que muchos acabaremos idealizando-, las superpotencias no mantenían un frente directo abierto y la democracia liberal había triunfado, viviendo sus años de oro.
Sin embargo, nos hallamos en los convulsos años 20 del siglo XXI, en el arranque y enquistamiento de una fase que ya se ha bautizado como «la era de lo imprevisible». Con la irrupción del coronavirus y sus sucesivas oleadas y variantes, el planeta está agitado y descolocado. Todo es posible. Todo es inestable.
A su vez, las superpotencias se encuentran enfrentadas. Sus relaciones están agrietadas. Estados Unidos versus China; Estados Unidos versus Rusia. Un Joe Biden con las fuerzas justas y 800.000 muertos por Covid frente a un astuto Vladimir Putin y un hábil Xi Jinping, que escenificaron esta semana su amistad en un encuentro virtual que produjo escalofríos a más de un mandatario internacional. Moscú y China unidos: tiembla Occidente, tiemblan Ucrania y Taiwan.
En caso de unir fuerzas y lanzar una acción coordinada (no es necesario siquiera un ataque en toda regla, sino un episodio desestabilizador), las consecuencias y daños serían graves. En especial, en lo referente a Taiwan, cuya región, el IndoPacífico, podría alterarse a niveles inimaginables. La zona está plagada de submarinos, portaaviones, misiles terrestres y buques de guerra de múltiples nacionalidades. En cuestión de horas se podría desencadenar una guerra aeronaval, un conflicto armado entre Estados Unidos y China en el Océano Pacífico.
La Casa Blanca es consciente de que la tensión en el Este de Europa y en el Estrecho de Taiwan es extremadamente elevada. De ahí que esté reforzando los lazos con sus tradicionales aliados y hablando con ellos de Ucrania y Taiwan a través de enviados. Como ha ocurrido con España.
El pasado martes, Molly Montgomery, encargada de la acción política y diplomática del Departamento de Estado con los países de Europa Occidental, aterrizó en Madrid para reunirse con el Gobierno español. Montgomery traía varios asuntos en su cartera: la cumbre de la OTAN que se celebrará en junio en la capital española, Latinoamérica (en concreto, Venezuela) y, cómo no, Ucrania y Taiwan.
Aprovechando su presencia en el continente europeo, la sherpa de Biden dijo alto y claro que había que «enviar una señal a Rusia de que no se tolerará ninguna agresión y que, en caso de provocar cualquier acción militar, ésta tendría costes severos».
La creciente presión occidental que sufre Vladimir Putin -con una Rusia herida económicamente- le ha empujado a los brazos de un Xi Jinping encantado con el acercamiento. Si bien es cierto que aún hay mucha fricción entre ellos y que no han establecido alianza oficial alguna, sí comparten la misma senda en cuestiones de geopolítica y seguridad, además de un enemigo en común: los Estados Unidos de América.
Todo ello puede conducirnos a pensar en una vendetta conjunta contra Biden utilizando como víctimas colaterales a ucranianos y taiwaneses. Pero Rusia y China tendrían antes muchas asperezas históricas que limar. Otra cosa bien distinta es que ni siquiera se coordinaran, dando uno de ellos un paso militar (contra Ucrania o Taiwan) y aprovechando el otro la coyuntura, desestabilizando en todos sus frentes a Occidente.
Xi y Putin necesitaban mutuamente esta nueva amistad. Los dos sexagenarios, aferrados bien al trono en sus respectivos países, no están ya solos frente a lo que ellos ven como un acoso continuado contra su comportamiento diario: un bullying de Estados Unidos. Raro sería que se lancen ahora juntos en un momento del recreo a insultar o pegar a la vez a su común rival, pero lo que es seguro es que, en caso de actuar uno, el otro disfrutaría y miraría complaciente.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2021/12/19/61bda7b3e4d4d8e5178bd1be.html