La pensadora participa este miércoles en el Festival de las Ideas de Madrid, donde propondrá ideas para combatir el extremismo. «La democracia liberal está cerca del agotamiento», alerta
Daniel Arjona Texto / La Lectura
La modernidad derrocó a la religión y entronizó en su lugar a la ciencia. Estrepitosos avances y beneficios siguieron a aquel cambio de régimen, pero también malignas consecuencias. La tradición se extinguió y con ella se disolvió el sentido. Desorientados, sin referencias, el cálculo económico inició su reinado absoluto sobre los humanos. Pero, ¿cómo vivir en un mundo sin valores? Es la pregunta que ha animado las últimas investigaciones de la filósofa política estadounidense Wendy Brown (1955) y que aborda en su último libro: Tiempos nihilistas (Lengua de Trapo).
Brown visitará Madrid el 18 de septiembre para participar en el Festival de las Ideas, un encuentro de pensamiento que llevará a la capital «a las mentes más brillantes, nacionales e internacionales», en la línea de las grandes citas de pensadores que, como macrofestivales de música, se expanden por todas partes. Sobre la espectacularización del pensamiento, de las crisis de la democracia y de la izquierda y a propósito de las cruciales elecciones en EEUU hablamos con ella por videoconferencia desde Princeton, donde imparte clases después de jubilarse en Berkeley.
Por Princeton pasaron Einstein y Oppenheimer, científicos que entregaron a la humanidad grandes avances pero también enormes peligros. ¿Somos hoy más conscientes del lado oscuro del conocimiento?
La respuesta es sí. Al menos la ciencia se muestra más alerta no sólo respecto a los problemas que conlleva el conocimiento técnico del tipo que Oppenheimer nos ofreció, sino también en lo que se refiere a las afirmaciones teóricas, como las que Einstein nos presentó. No estoy tan segura en el caso de las ciencias sociales. Acarreamos todo tipo de saberes pretendidamente objetivos en campos como la economía y la ciencia política que han llevado al planeta al borde de la catástrofe: crisis climática, crisis de biodiversidad, desigualdades extremas entre ricos y pobres, y devastación en el sur global, epicentro de esas crisis combinadas. Necesitamos un tipo de conocimiento que pueda sanar y reparar el mundo, en lugar de hundirlo aún más en la oscuridad.
Su campo de estudio, la ciencia política, ¿ha estado a la altura de estos nuevos retos del conocimiento?
Me temo que no. Hemos sido perezosos al reflexionar acerca de la democracia, por decirlo suavemente. También demasiado optimistas al considerar el voto y la libertad de expresión como los únicos indicadores democráticos, cuando en realidad hay mucho más en juego. Y nos hemos mostrado indiferentes al problema de la relación entre la desigualdad económica y social extrema y la igualdad política necesaria para que la democracia funcione.
Participará en el Festival de las Ideas. ¿Son encuentros donde prima el conocimiento o el espectáculo?
Espero que el Festival sea un espacio donde las personas con conocimientos especializados puedan traducirlos para un público que quiere entender lo que aportamos. Y puede ser muy valioso también para el orador. Los académicos tendemos a estar alejados de las preocupaciones públicas. No se trata de montar un espectáculo. Sin embargo, sí me preocupa mucho cómo algunos académicos ejercen cada vez más como celebridades mientras otros se ven relegados a trabajar en la trinchera.
De hecho, usted ha sido en su trayectoria muy beligerante con la degradación de la Universidad.
Es la misma historia que la de nuestra economía: una pequeña élite en la cima que es celebrada y adorada, y a quienes se les atribuye todo simplemente por su excepcional talento y productividad, mientras que la mayoría lucha por la supervivencia diaria. La crisis en las universidades no puede ser subestimada. Y, lamentablemente, aquellos que podrían haber estado atentos y dispuestos a abordarla son precisamente los que han sido comprados por el estatus de celebridad. Es doloroso. Muchos intelectuales permiten que sus seguidores en Twitter, o su audiencia en general, den forma y determinen sobre qué están dispuestos a hablar y reflexionar. E ignoran la amplia condición de la vida universitaria que ni sirve a los estudiantes ni al desarrollo del conocimiento mismo.
Su intervención en el Festival de las Ideas de Madrid proseguirá la reflexión de su último libro, ‘Tiempos nihilistas’, con el título de ‘Un mundo sin valores’. ¿Extraviamos los valores o nos los robaron?
Lo que sostengo en Tiempos nihilistas es que, para entender parte de lo que está ocurriendo política e intelectualmente hoy, necesitamos revisar la condición del nihilismo y comprenderla con cierta profundidad. La mayoría de las personas entienden el nihilismo como una actitud individual, un estilo, como el punk, o una especie de desesperación o desilusión propia de adolescentes, influida por lo que aprendimos de los nihilistas de finales del siglo XIX y principios del XX, como Nietzsche, Tolstói o Dostoyevski. Sin embargo, defiendo que el nihilismo no es sólo una actitud, sino una condición.
«El desmantelamiento de los Estados de bienestar genera una ansiedad creciente sobre un futuro que parece peor que el de nuestros padres y abuelos»
¿La ciencia mató a los viejos dioses y el ser humano perdió el sentido?
Cuando la ciencia y la razón derriban la autoridad de la religión, no sólo obtenemos valores científicos o lógicos, sino que se vacía por completo el dominio del valor. ¿Por qué? Porque la ciencia y la razón pueden explicarnos cómo funciona el mundo desde un punto de vista mecánico, pero no pueden decirnos qué significan las cosas. Por ejemplo, podemos saber que las langostas tienen vida emocional, pero, ¿eso nos indica que deberíamos valorar más a la langosta que a una criatura que no tiene vida emocional? O podemos saber que el cambio climático está poniendo en peligro la Tierra, pero ¿eso nos dice que deberíamos preocuparnos? Y eso no lo hace. Entender el nihilismo de esta manera implica reconocer que, más que una simple actitud individual, es una condición que ha ido creciendo con la modernidad. Contamos con una comprensión cada vez más mecánica de cómo funciona el mundo y de cómo producirlo, lo que se manifiesta en todo tipo de tecnologías como la Inteligencia Artificial, que reemplazan al propio ser humano. Hemos perdido nuestra orientación respecto al significado y el valor, lo que afecta tanto al conocimiento como a la política. Por eso recurro a Max Weber que fue muy consciente del problema y argumentó que la política es el ámbito del valor, donde los humanos, no lo divino, creamos los valores y generamos significado. Y también señaló que hay que aceptar que no vamos a restaurar un mundo en el que el valor provenga de lo divino. Para él, la política consiste en luchar por una visión del mundo, mientras que el conocimiento es el estudio de cómo funciona.
Describe a Weber como «un pensador oscuro». ¿Qué puede enseñarnos alguien de hace un siglo sobre el mundo actual?
Cuando reflexiono no sobre sino con un pensador clásico –Marx, Weber, Nietzsche, Foucault, Aristóteles, Platón, Aquino, o cualquier otro- para mí es un proceso de conversación productiva que no pretendo aplicar tal cual ni superarlo. Quiero que me provoque. Y lo que Weber provoca en mí es la reflexión en torno a nuestro nihilismo en los ámbitos del conocimiento y la política, con el fin de encontrar caminos para salir de él. El nihilismo, según Weber, se manifiesta cuando la politización invade la educación, colapsando fronteras y confundiendo todo. Esta hiperpolitización, desde la derecha y la izquierda, ha complicado la enseñanza de diversas disciplinas.
«La propia Kamala Harris anda confundida sobre si es una moderada o una radical. Es una política consumada, pero sin principios arraigados y ha sido moldeada por el neoliberalismo»
Frente a los extremismos políticos y religiosos, ¿la democracia liberal no da más de sí?
En efecto, la democracia liberal está bastante cerca del agotamiento por diversas razones. Una de ellas es un problema que abordé en un libro anterior: el declive de los Estados-nación como contenedores políticos. Esto no significa que hayan desaparecido. Aún hay mucha actividad estatal y un resurgimiento del etnonacionalismo que nos recuerda que la época del Estado-nación sigue muy presente. Sin embargo, la construcción de muros o la reclusión dentro del Estado-nación son, de hecho, síntomas del asedio que estos enfrentan debido a la globalización.
Cierta interpretación liberal dice así: la extrema derecha es una respuesta desagradable pero inevitable a los excesos identitarios de lo ‘woke’. ¿El populismo de extrema derecha es el ‘doppelgänger’ de la izquierda?
Rechazo la idea de que el populismo de derecha sea una respuesta a las llamadas políticas de identidad de la izquierda. Si bien es cierto que crece una hostilidad abierta hacia esa caricatura que llaman woke, las razones más profundas del populismo de derecha incluyen lo que el neoliberalismo ha perpetrado en las perspectivas de la clase trabajadora y la clase media del norte. El desmantelamiento de los Estados de bienestar y la austeridad han generado una ansiedad creciente sobre un futuro que parece peor que el de nuestros padres y abuelos. Pero también existe una ansiedad sobre algo que la derecha rara vez menciona, porque lo niega: el cambio climático. La escasez que el cambio climático produce y requiere conducen a una cerrazón conservadora en torno a lo que ya tenemos. Y luego, por supuesto, está el tema de la migración, del que la derecha también culpa al wokismo o a las políticas multiculturales, pero que obedece a razones estructurales más profundas. ¿El populismo de derecha es el gemelo maligno del de izquierda? Me parece un planteamiento superficial. Lo que los pensadores y activistas necesitamos es profundizar y entender qué está produciendo ambas respuestas y qué podríamos hacer para escapar de la pugna constante entre unos y otros. Los miedos que he descrito en la derecha no deben ser ignorados.
Acaba de llegar a España la moda estadounidense de las ‘influencers tradwifes’ con una tal Roro que cocina maravillas para su novio, siempre bien vestida y maquillada. Parece divertido, pero, ¿no deberíamos tomarnos en serio la melancolía masculina por la pérdida de su centralidad?
Por supuesto. Necesitamos tomarlo en serio. Las feministas debemos tomarnos en serio todas las reacciones que las mujeres puedan mostrar en contra del feminismo, desde los argumentos en contra de la libertad reproductiva hasta el fenómeno de las tradwifes. Necesitamos reflexionar sobre el miedo a desestabilizar las normas y convenciones tradicionales, no sólo desde la perspectiva del patriarcado, sino también desde la de las mujeres. ¿Por qué algunas prefieren no optar por su emancipación y se oponen a lo que llaman ideología de género y a lo que consideran familias no tradicionales. Es una pregunta seria, aunque a veces no lo parezca. Actualmente, vemos en EEUU a un curioso candidato republicano a la vicepresidencia, JD Vance, quien se acerca mucho a defender el concepto de la esposa tradicional, mientras está casado con una mujer extremadamente exitosa en lo profesional y bien educada.
¿Las elecciones de noviembre pondrán a su país al borde de la guerra civil?
Es probable que haya una gran cantidad de violencia en las calles si Kamala Harris gana. Y será así porque ya se está preparando. El discurso desde el lado republicano, sobre todo de Trump, será que la elección fue manipulada y robada. Pero, ¿esto se materializará en una guerra civil? No estoy segura, pero quiero decir esto: muchos de mis colegas y camaradas de la izquierda están demasiado enfocados en ganar simplemente esta elección, y no porque amemos a Kamala Harris, sino porque es lo que debemos hacer para detener a Trump y al fascismo. Yo también quiero eso, pero ya sea que ella gane o no, y ya sea que haya una erupción violenta a corto o mediano plazo o no, nos aguarda un problema más grande y duradero. Cerca del 50% de la población está movilizada por un racismo profundo, un sentimiento antiinmigrante, las políticas de género tradicionales y una creencia de que el Estado, no el capitalismo, es el que produce las condiciones económicas con las que están descontentos. Gane o pierda Trump, es hora de dejar de enfocarnos únicamente en las elecciones y, en su lugar, enfrentar este problema más profundo.
¿Es cierto que Trump ha secuestrado al Partido Republicano en contra de su voluntad y que el trumpismo morirá con su creador?
Muchos de nosotros esperamos que figuras como Bolsonaro, Trump o Erdogan sean espectáculos de un solo hombre, y que tan pronto como te deshagas de ellos, las cosas se desintegren. Creo que Trump tiene un control inusualmente grande, no sólo sobre el Partido Republicano, sino también sobre una base que el partido ahora sabe que le pertenece a él, no a ellos. Pero si Trump desapareciera mañana, ¿volvería esa base al centro? No lo creo.
Las feministas debemos tomarnos en serio todas las reacciones que las mujeres puedan mostrar en contra del feminismo, desde los argumentos en contra de la libertad reproductiva hasta el fenómeno de las tradwifes»
El problema seguiría ahí.
Por muchas razones, pero me gustaría destacar la educación. Hemos destruido una de las pocas contribuciones de las que alguna vez estuve orgullosa de EEUU. Nuestro sistema de universidades públicas era extraordinario. Fue un modelo para gran parte del mundo. Después de la II Guerra Mundial, financiamos cientos y cientos de grandes universidades públicas para educar a las masas también en artes liberales, para ser ciudadanos, no sólo trabajadores. Y el neoliberalismo lo privatizó y lo destruyó. Así que ahora tenemos una ciudadanía sin educación, especialmente en la derecha. El porcentaje de seguidores de Trump sin educación universitaria es escandalosamente alto. La polarización de los medios en los últimos 35 años entre la derecha y la izquierda lo ha agravado todo. Además de las redes, tenemos a Fox News y otros más a la derecha, por un lado, y a MSNBC y otros más a la izquierda por el otro. La gente sólo ve lo que confirma sus creencias.
Es como una cámara de eco performativa…
Exactamente. Toma una población sin educación superior, aliméntala constantemente con Fox News y Trump podría morir sin que nada cambiara. De hecho, abandonó Fox, levantó su pequeño imperio mediático, pero sus seguidores siguen recibiendo el mismo desayuno, lleno de mentiras, pero también de propaganda muy directa.
Por cierto, los europeos estamos confundidos. ¿Harris es una moderada o una radical?
No son sólo los europeos, la misma Harris anda bastante confundida. (Risas) Considere esto: Harris, en primer lugar, es una política consumada pero no diría que es alguien con principios arraigados. Joe Biden, de quien muchos nos alegramos que se fuera, fue formado por la política estadounidense del New Deal, posterior a la II Guerra Mundial, que quedaba tan cerca de la socialdemocracia y las grandes inversiones estatales como se puede estar en EEUU. No como Europa, pero es lo más cercano que hemos llegado. Harris no fue moldeada por ese contexto. Es más joven, y ha sido formada por el neoliberalismo, pero también por el oportunismo estratégico californiano.
Pero, entonces, ¿qué podemos esperar de su hipotética presidencia?
Harris tiene posturas progresistas en temas de género y raza. Sin embargo, en economía y asuntos exteriores, su enfoque es centrista. A diferencia de Biden, es capaz de pronunciar la palabra Palestina porque pertenece a una generación diferente. Y hay algo más que debe recordar sobre Harris: fue criada por padres activistas. Creció en medio de movimientos sociales y no les teme, lo que le da una ventaja sobre muchos políticos que se sienten incómodos ante las protestas. Creo que, si llega a la presidencia, gobernará desde el centro. Sabe llegar a compromisos. No le preocupan demasiado las asociaciones público-privadas o la fuerte inclusión del sector financiero en los proyectos estatales. Está muy alineada con la combinación de Wall Street y Washington. Así que, en resumen, la describiría como una moderada, con un discurso progresista bastante atractivo sobre temas como género, raza, sexualidad e inclusión. No tanto en lo que respecta a la migración, la verdad. Ya sabemos cuál es el enfoque en la frontera.
Fuente: https://www.elmundo.es/la-lectura/2024/09/17/66df14d7fc6c83d30d8b4572.html