Survival denuncia un complot en Brasil para robar tierras indígenas
DOMINGO MARCHENA / Barcelona / COMER / LA VANGUARDIA
Lo de la olla es una metáfora, por supuesto. Se trata de una olla de barro muy parecida a la que debieron usar nuestros ancestros prehistóricos. Un utensilio de cocina del pueblo amazónico no contactado ituna itatá (que en su lengua quiere decir olor a fuego). Una olla olvidada en un claro de la selva, en el estado brasileño de Pará. Una olla primitiva ¿de un pueblo primitivo? En absoluto. Los itunas itatás no son primitivos ni salvajes.
Tampoco viven anclados en la edad de piedra. Están perfectamente adaptados a su entorno y no quieren saber nada de nosotros por la cuenta que les trae y porque ya saben a qué se arriesgan. Survival International, que defiende a estos y otros pueblos aborígenes del mundo, denuncia que los estereotipos de primitivismo son la excusa para expulsarlos de sus tierras y robar impunemente sus recursos naturales en aras del progreso.
Y esa es precisamente la espada de Damocles que amenaza noche y día a estos nativos aislados de la Amazonia. La culpa es en parte de una olla, sí, pero sobre todo de la crueldad, la codicia y la traición. Survival Internacional, que lucha desde 1969 en favor de los derechos indígenas y tribales, ha denunciado un complot para abrir el territorio supuestamente protegido de este pueblo y eliminar las pruebas de su existencia.
Lo peor de todo es que la denuncia de una plataforma tan autorizada deja en muy mal lugar a la Funai, la Fundación Nacional del Indio, el departamento de asuntos indígenas del Gobierno brasileño, donde coexisten funcionarios íntegros que han hecho su razón de ser de la defensa de estos derechos con otros trabajadores menos aptos, poco convencidos de su tarea y “elegidos a dedo por el presidente Jair Bolsonaro”.
El de los itunas fue el territorio indígena más deforestado de Brasil en el 2019, a pesar de la pretendida salvaguarda que le ofrecía una ordenanza de protección territorial. Según la propia Funai, estas ordenanzas permiten “garantizar el derecho de los pueblos a su territorio, sin necesidad de que sean contactados, respetando así la voluntad del grupo de permanecer aislados”. Pero estas palabras son muchas veces papel mojado.
Y no solo eso. Las ordenanzas de las tierras deben renovarse periódicamente, pero para ello se debe comprobar que sus habitantes originales sigan allí. El pasado 29 de diciembre, la Funai dejó sin protección 239 territorios, en algunos casos mintiendo y asegurando que ya estaban “despoblados”, lo que supuso una amenaza para 114 comunidades, como los itunas o los piripkuras, cuyo caso es especialmente dramático…
Puede haber más piripkuras en el interior de la selva, que se alejaron por precaución, pero de momento solo se ha confirmado la existencia en el noroeste de Mato Grosso de Baita y Tamandua, los últimos hombres mariposa (así llamados por sus vecinos por su facilidad para desplegar las alas y volar). Una familiar de estos dos varones, Rita, ha dejado el bosque y se ha ido a vivir a un pueblo karipuna en el estado de Rondônia.
La historia se puede repetir con las familias ituna itatá, con el agravante de una infamia presuntamente cometida por la institución que debe velar por su supervivencia. Antes de que expirara la ordenanza, un juez quiso saber si el territorio ituna había sido investigado y la Funai respondió que lo exploró sin éxito en agosto. ¿Por qué aquel juez albergó dudas? Quizá porque recordó los temores del fiscal brasileño Ricardo Pael.
El testimonio de Rita
«Si los matan, ya no quedará nadie»
Rita Piripkura es la única persona contactada de su pueblo, los piripkuras. Su hermano y su sobrino, Baita y Tamandua, aún viven en el bosque. En una entrevista con activistas de Survival, esta mujer recordó cómo su aldea fue masacrada. Nueve de sus familiares fueron asesinados por madereros. Por eso, ella decidió abandonar su modo tradicional de vida. Baita y Tamandua, no. “Pero hay muchos invasores alrededor y si los matan, ya no quedará nadie”. Sarah Shender, responsable de la campaña por los indígenas no contactados de Survival, dice: “Este desgarrador y acuciante testimonio debería escucharse a lo largo y ancho del mundo”.
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Como otros representantes del ministerio público, Ricardo Pael denuncia que los titubeos gubernamentales a la hora de prorrogar las protecciones y las constantes insinuaciones del presidente Bolsonaro, dando a entender que la vigilancia no se renovará, “crean expectativas indebidas e impulsan las ocupaciones ilegales y la deforestación indiscriminada por parte de grileiros (usurpadores de tierras), madereros y mineros”.
Para renovar las ordenanzas, Funai debe buscar in situ evidencias de que indígenas no contactados siguen habitando de forma continuada en esas zonas. La expedición del pasado mes de agosto halló pruebas de peso, entre otras la famosa olla. Pero se ocultaron para abrir la puerta a la invasión y que este paraíso dejara de serlo, como defienden conocidos políticos afines a Bolsonaro, en particular el senador Zequinha Marinho.
El informe de la expedición, que según Survival se entregó bajo mano al senador Marinho, incluía fotos de un plato o bandeja, el caparazón de una tortuga. El documento especificaba las ubicaciones de los hallazgos. Cuando afloró la verdad, los activistas indígenas montaron en cólera y recordaron que estos datos ayudaron en el pasado a que “agroganaderos y madereros diezmaran pueblos no contactados para robar sus tierras”.
La campaña de denuncia fue ensordecedora. Un total de 16 organizaciones indígenas recurrieron ante el Supremo. Aún no se ha ganado la guerra, pero sí una importante batalla. La justicia ha revocado provisionalmente este martes las últimas desprotecciones y ha ordenado nuevos “trabajos de localización y monitoreo”. Inmediatamente, el DOU (el BOE de Brasil) reactivó las restricciones de uso de la tierra ituna itatá.
Aunque es solo un respiro de seis meses, el plazo previsto para los rastreos, durante este tiempo se podrá confirmar que el pueblo que huele a fuego no ha desaparecido y que por lo tanto ha de continuar siendo protegido. Lo contrario sería una vileza. Así opina Fiona Watson, directora de campañas e investigación de Survival, para quien resulta inconcebible el caso de la olla y que Funai intentara traicionarse a sí misma.
También es de ese parecer Leonardo Santos, del Observatorio de los Pueblos Aislados. Los indígenas, dice, no necesitan caridad, sino que les defiendan quienes les deben defender y que se respeten las leyes. Si no se revierte la situación, “asistiremos a otra masacre”. “¡Respiramos! Tenemos seis meses más de margen, pero hay que seguir presionando”, añade Survival. Todo esto pasa en Brasil, en cuya bandera se lee “Orden y progreso”.
Fuente: https://www.lavanguardia.com/comer/20220203/8024817/olla-perdicion-pueblo-ituna-itata.html#foto-1