No se sabe a ciencia cierta en qué momento el ser humano empezó a realizar el terrorífico acto de comerse a los miembros de su propia especie, pero esta acción macabra se ha ido repitiendo a lo largo de los siglos
ADA NUÑO / ACV / EL CONFIDENCIAL
Saturno devora a sus hijos, conforme van naciendo, de una manera desquiciada y cruel, con la esperanza de que ninguno de ellos le destrone. Muchísimos años después, un soldado polaco llamado Charles Domery, alistado en el ejército prusiano (aunque desertor en el ejército francés porque tenían más comida) sufre un ataque de hambre tan voraz e inaudito que intenta comerse la pierna amputada de un compañero. Es el canibalismo, uno de los mayores tabús que existen.
Tanto es así que cuando escuchamos historias acerca del mismo, seguimos horrorizándonos. ‘Holocausto caníbal’ causó verdadero pavor entre el público. El actor Armie Hammer ingresó en rehabilitación el año pasado, tras salir a la luz sus mensajes: «Soy 100% caníbal. Te quiero comer. Joder, asusta admitirlo. Nunca lo he admitido antes. He cortado el corazón de un animal vivo anteriormente y me lo he comido mientras aún estaba caliente», le escribió a una mujer. Una suerte de Hannibal Lecter que, durante varios meses, desató la polémica y llamó la atención del público y lo entretuvo un tiempo.
Estudiando la vorarefilia: el escándalo de Armie Hammer y el deseo de comerse a alguien Enrique Zamorano
En realidad, no se sabe a ciencia cierta cuándo comenzaron los seres humanos ese terrorífico acto de comerse a los miembros de su propia especie. En Francia y Alemania, aunque también en Atapuerca, se estudiaron marcas en los huesos encontrados, revelando que nuestros antepasados practicaban un canibalismo que, con toda seguridad, no era producto de la hambruna y tampoco tenía intención ritual, sino que se efectuaba por lo que se conoce como canibalismo gastronómico ancestral (es decir, la costumbre de hacerlo sin que haya una explicación más lógica o trascendental detrás). El Homo antecessor es probablemente nuestro antepasado caníbal más antiguo, hasta donde sabemos.
Pero no es el único. Quitando el canibalismo por hambre, como en el caso de los supervivientes de la Tragedia de los Andes en 1972, que tuvieron que recurrir a la antropofagia porque no les quedaba otro remedio, ha habido sociedades que han desarrollado la práctica con determinados fines.
Los guaraníes, por ejemplo, lo hacían bajo la creencia de que era una forma de adquirir ciertas capacidades y aptitudes de la víctima. Según los relatos de los conquistadores españoles, el canibalismo era común para los pueblos nativos (tanto aliados como adversarios) de Hernán Cortés. Tanto es así que, contaban, solían llevar sal a las batallas con el fin de salar a los enemigos muertos.
Comiendo rico polvo de momia
Y aunque a día de hoy nos parezca lejano y terrorífico, como señala un reciente artículo publicado en ‘Science Alert‘, en el siglo XII los boticarios usaban momias molidas por sus supuestas propiedades medicinales de otro mundo. En un momento en que no había antibióticos, se recetaban cráneos, huesos y carne triturados para tratar enfermedades (desde dolores de cabeza a reducir hinchazones, pasando incluso por la peste). Por supuesto, ya en aquella época no todos estaban convencidos, y el doctor Guy de la Fontaine habló abiertamente de que dudaba que una momia pudiese ser una medicina útil en absoluto. Sin embargo, la demanda fue tan grande que incluso las momias reales no pudieron satisfacerla y comenzaron a hacerse falsificaciones. Los boticarios y herbolarios siguieron ofreciendo este increíble polvo de momia mucho tiempo después.
En realidad, todo vino de una confusión: los persas comerciaban con betún en la Antigüedad, al que le atribuían propiedades saludables y al que se conocía en su idioma como ‘mummia’. Cuando se descubrieron las primeras momias egipcias, revestidas con resinas especiales, se llegó a la equivocada conclusión de que ellas eran las ‘mummias’ que podían curar todos los males. Lo que no quita que hablemos de un tipo de canibalismo socialmente aceptado en aquellos momentos, fruto, sin embargo, de una mala praxis médica.
A día de hoy, algunas tribus todavía realizan una práctica que, a ojos de la civilización, es aberrante: los Korowai en la selva de Papúa, Nueva Guinea. Los Wari, en Brasil, que practican el llamado endocanibalismo y se comen a los miembros de la propia tribu una vez han fallecido. O los Hombres Leopardo, de África Occidental. A veces nos llegan noticias espantosas, como que los sentineleses que asesinaron en 2018 al misionero John Allen Chau podrían haberse comido su cuerpo, o la famosa historia del millonario Michael Rockefeller, desaparecido frente a la costa de Papúa Nueva Guinea en los años 60 y, finalmente, dado por muerto. Como nunca se encontró su cuerpo, una de las teorías es que fue devorado por una tribu nativa del lugar.
Han quedado para historias de miedo para antes de dormir: desde Peter Bryan, el caníbal inglés, que se comió los sesos de sus mejores amigos con mantequilla, a Alfred Packer, buscador de oro y popularmente conocido por ser uno de los dos únicos estadounidenses encarcelados por canibalismo, junto con Albert Fish. Pero no solo hay relatos individuales que puedan ir desde Packer al actor Armie Hammer, sino que en la historia se ha tenido que recurrir, como decíamos antes, al canibalismo por hambre en determinados momentos de la humanidad.
Atestiguados con mayor o menor verosimilitud están los casos del Sitio de Maarat an-Numan en ocasión de la Primera Cruzada, hacia finales de 1098, o el asedio de Leningrado en la Segunda Guerra Mundial (mencionados en ‘Archipiélago Gulag’). También se cree que en el tercer milenio, debido a un periodo de hambruna sin precedentes, se observó la misma práctica en el Antiguo Egipto. Incluso se habla de ello en la Biblia: según el Levítico, los antiguos israelitas, en caso de desobediencia a Dios, serían castigados con grandes calamidades, incluyendo el comer carne de sus propios hijos.
Uno de los últimos casos (el caníbal de Ventas, en Madrid) volvió a suscitar el morbo y el horror por uno de los peores crímenes que alguien puede cometer contra otro ser. Aunque, como curiosidad, a principios de los 2000 surgió una broma que se propagó rápidamente: el llamado Hufu (human tofu), un supuesto tipo de soja que estaría diseñado para parecerse a la carne humana tanto en el sabor como en la textura. Los creadores afirmaron que Mila Jovovich fue la que acuñó el término después de oír hablar del desarrollo del producto durante el Eurostar de Londres a París. Aunque no se trataba más que de una broma de mal gusto, hay algo inquietante en todo el asunto: mucha gente pareció bastante interesada en adquirirlo.
Fuente: https://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2022-06-20/antepasados-canibalismo-recorrido-historia_3438727/