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Tal Ben-Shahar: «Sólo hay dos personas que no sufren emociones dolorosas, los psicópatas y los muertos» | Papel

Dice que lo suyo no es autoayuda porque se apoya en la ciencia, pero a la vez admite que no hay un concepto unívoco de felicidad, la ‘asignatura’ que él ha estado enseñando, con atronador éxito de audiencia, en las universidades de Harvard y Columbia. El israelí Tal Ben-Shahar publica ‘Más feliz a pesar de todo’ (Alienta)

QICO ALSEDO / PAPEL

De acuerdo, muchos conferenciantes y todólogos a lo largo y ancho del planeta (sobre todo en los siempre optimistas pero a la postre ultramedicados Estados Unidos) se han empeñado y se siguen empeñando en enseñarnos los secretos de la felicidad, en mostrarnos la fórmula de la pócima mágica que ahuyentará nuestras desdichas… a cambio de unos euros, o unos dólares. Pero no todos han sido profesores en el atrio presuntamente sagrado de Harvard, o lo son ahora mismo en la no menos sacrosanta Columbia. El israelí Tal Ben-Shahar sí. Por eso, y aunque dice atender semanalmente a cientos de estudiantes en «más de 70 países», y admite ser «cofundador y director de Potentialife, una organización de liderazgo» (…), según la biografía que él mismo propala junto a un retrato en que luce sonrisa profidénBen-Shahar traza una gruesa línea en el imaginario olimpo de los sabios del bienestar. A un lado los vendedores de humo, los traficantes de burras, los mercachifles de sentimientos plastificados por la retórica que pinte. Al otro, los académicos, la ciencia, el conocimiento verdadero. Él y algunos más.

En un mundo que no pasa por sus mejores momentos, mientras se nos va haciendo clara y geopolíticamente de noche, con nuestra pura subsistencia puede que en riesgo, la búsqueda del vellocino de oro de la felicidad parece no ya una quimera, sino tal vez una frivolidad. Él insiste en que no, y a eso ha dedicado Más feliz a pesar de todo (Alienta Editorial), subtitulado, habrá quien piense que obscenamente, Cultivar la esperanza, la resiliencia y el propósito en tiempos difíciles. Vamos a darle algo de caña, a ver cómo lo lleva.

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PREGUNTA: Admite en su libro que no hay una definición objetiva de felicidad.

RESPUESTA: Lo que digo es que tenemos diferentes definiciones y que no hay una correcta y universal.

P: ¿No es ese un problema para teorizar sobre ello? ¿Cómo hacemos teorías sin una definición objetiva de felicidad?

R: Yo hablo sobre la importancia de la investigación en mi trabajo, pero igual de importante es investigar dentro de mí. Preguntarnos a nosotros mismos qué nos va a traer felicidad desde lo personal. Pero déjame que dé un paso atrás para explicar esto.

P: Claro.

R: Cuando hablamos de felicidad, hay que hablar de tres niveles. El primero es el universal, lo común a todos. ¿Qué nos acerca a la felicidad a todos? Verle un sentido de la vida, encontrar una causa, un propósito. Eso es importante para mí, para ti, para alguien que vive en Senegal o China. Segundo, está el aspecto cultural de la felicidad. Es diferente en España, Estados Unidos, África o Asia. Y luego está el concepto personal de felicidad. Dos personas que vivan en el mismo edificio en Madrid, o incluso criados por unos mismos padres, tienen distintos deseos, necesidades y pasiones. Lo universal, lo cultural y lo personal. Para los dos primeros necesitamos investigación, y ese es mi campo. Para lo personal necesitamos una búsqueda propia, y por eso les pido a mis alumnos que lleven un diario.

P:¿Pero es posible establecer un conocimiento científico sobre la felicidad?

R: Muchas críticas al estudio de la felicidad están justificadas, porque históricamente ha habido mucha ciencia pobre sobre esto, mucho gurú diciendo: «Esta es la vida feliz, así que todo el mundo debe seguirme». O alguien levantándose en mitad de la noche y diciendo: «Esto es la felicidad». Eso no es ciencia. Pero, desde hace veintipico años, psicólogos, neurocientíficos y economistas han aplicado el método científico a la pregunta: ¿cuál es la vida feliz? Ahora llegamos a tu segundo punto. Si no defines qué es una vida feliz, tendrás diferentes ideas, diferentes respuestas, y por eso una definición es muy importante, sí. El problema es que tu definición es diferente de la mía. ¿Entiendo por felicidad una suma de momentos placenteros? ¿O hallar una causa por la que vivir? ¿O una combinación de ambas? Ahora bien, mientras no hay un consenso universal de cuál es la definición, hay campos comunes. Es parecido el tema de lo moral, qué es el bien. Para unos será ser más generoso, para otros ser más egoísta, pero necesitamos definir términos y luego usar la ciencia para llegar lo más cerca posible de nuestra definición.

P: Harvard, Columbia, pero, tratando estos temas, ¿no se siente a veces un poco curandero?

R:¿Curandero? ¿Quiere decir… [deletrea la palabra en inglés]?

P: Sí.

R: Bueno, no haría lo que estoy haciendo si no creyera que esto puede ayudar a gente a sentirse mejor, mejorar su vida…

P: Por supuesto.

R: Por eso hago lo que hago. No lo hago para ir más allá que la ciencia, tampoco para crear nuevas teorías. A la vez, tampoco quiero comprometer la integridad científica de este campo. Muy habitualmente las críticas están justificadas. Muchas veces, gente en el terreno de la autoayuda promete cosas por encima de sus posibilidades y ofrecen cosas por debajo de ellas. Yo prefiero hacer lo contrario: prometer poco y dar mucho [underpromise and overdeliver, en inglés].

«La autoayuda promete cosas por encima de sus posibilidades y ofrece cosas por debajo de ellas«

P: Dice usted en el libro que la infelicidad es un pilar de la felicidad. ¿Puede explicarlo?

R: El primer paso para la felicidad es aceptar la infelicidad. Uno de los mitos que la gente ha propalado durante años, y hay psicólogos que son responsables de ello, y gurús de autoayuda y del new age, es que es posible llegar a ser felices todo el rato. Que podemos llegar a un estado en que nunca más experimentemos tristeza o ansiedad, o envidia, o frustración. Y no, no es posible. Esas emociones son tan naturales como la ley de la gravedad. Puedes ignorar la ley de la gravedad, pero sólo te traerá problemas. Te caerás, te harás daño y no estará bien. Si rechazas esas emociones, la existencia de ellas, pagarás un precio alto. Porque hay una paradoja: cuando rechazas emociones dolorosas, estas emociones sólo crecen, se intensifican y se convierten en dominantes. Así que acéptalas. Yo les digo a mis estudiantes que hay dos tipos de personas que no sufren emociones dolorosas: los psicópatas y los muertos. Si sientes emociones dolorosas, es bueno. No eres un psicópata ni estás muerto. Y cuando las aceptas fluyen sobre ti, y luego desaparecen.

P: ¿Se evaporan por encararlas?

R: No se evaporan automáticamente, nadie ha dicho eso. Depende de la situación. Si has perdido a alguien querido para ti, y desafortunadamente a todos nos ha pasado, no va a desaparecer ni en un día ni en tres meses. Pero se irá más rápido si lo encaras que si luchas contra ello. Se han hecho muchas investigaciones sobre gente que ha perdido a alguien querido. Siempre hay un grupo de gente que dice: «Voy a ser fuerte, no voy a dejar que esto me dañe». Y otros alrededor dirán: «Bien hecho, lo están llevando bien». Siempre hay otros que se hunden. Aceptan la pena. Lloran. Hablan sobre ello. Y todo el mundo a su alrededor dice: «Oh, no lo están llevando bien, están hundidos». Un año después, miras a los dos grupos y el segundo está llevándolo mucho mejor que el primero. No es si se va en un día o en un mes. Pero así es más fácil integrarlo en tu vida. Eso por un lado. Segundo: aceptar la emoción no significa que nos abandonamos a ella. No quiere decir: «Vale, pues voy a estar deprimido un año, viendo sólo la tele». No. Quiere decir elegir qué acción queremos. Vale, voy a empezar a trabajar de nuevo, o voy a ir a terapia. Abrazar esas emociones a veces es llorar y compartir el llanto, sobre lo que hay mucha investigación, o podría ser hablar de ello. Vamos a terapia o hablamos con nuestro mejor amigo y es mucho mejor que suprimir la información. Y la tercera forma de expresar y no suprimir la emoción [express and not supress], y tú estarás muy familiarizado con ella, es escribir. Escribir tus emociones. Hay muchos beneficios en sacarlo y no dejarlo dentro.

P: ¿Cree que los estudiantes de sus cursos o la gente que lee sus libros son más felices después?

R: La respuesta tiene una versión corta y una larga. La corta es sí. Porque tenemos investigación sobre esto, y la gente que va a los cursos baja sus niveles de ansiedad, de depresión, la resiliencia sube. La larga: la clase o el libro no son la solución para los problemas de salud mental que tenemos en nuestro mundo hoy. La psicoterapia es muy importante, la psiquiatría es extremadamente importante. Lo que yo digo sobre los estudios acerca de la felicidad es: tómanos en serio. Úsanos. Si eres psicoterapeuta, usa los estudios sobre la felicidad. Si eres psiquiatra, sí, bien, prescribe medicamentos, pero mira todos los datos, la investigación, de los estudios sobre la felicidad. Puede ayudar a tus clientes, y también a ti. No es la panacea, pero es una contribución a la salud mental.

P:  Hablaba antes de autoayuda. ¿Qué le diferencia de ella?

R: Esa diferencia es muy importante y la hago cada inicio de curso, el primer día. Si, nuestro curso proporciona autoayuda, en el sentido de que te ayudarás y también a otros. A la vez es muy diferente de la literatura tradicional de autoayuda y new age, porque se apoya en la ciencia, en la experimentación, crece constantemente gracias a eso. Hay tres criterios que uso en clase: primero, evidencias científicas. Segundo, debe haber sido testado, aplicado. Mucha teoría no lo ha sido. Tercero, debo haberlo podido probar yo mismo. Me gusta hablar desde la autenticidad. En autoayuda se pierde el primer pilar. Pero esto no quiere decir que todo libro de autoayuda esté equivocado. Mira la religión. No está basada en ciencia, pero cuando la comparamos con la ciencia, muchas cosas son correctas.

«¿Curandero? No haría lo que hago si no creyera que puedo ayudar a la gente«

P: Hoy que en Occidente vamos abandonando la religión… ¿Buscamos ese refugio moral en otras cosas, por ejemplo la felicidad?

R: En 1875 Nietzsche escribió: «Dios ha muerto». Y cuando lo hizo mucha gente dijo: «Oh, entonces hemos ganado la batalla, la ciencia ha ganado la batalla sobre la religión». Pero él, cuando lo escribió, estaba muy afligido, pensaba: «Qué vamos a hacer en un mundo sin dioses». Y lo entiendo. No porque piense que debemos volver a la Edad Media, a la vida dogmática. Sino porque creo que muchas de las cosas buenas de la religión han sido desechadas. Hay muchas cosas buenas y lo estamos perdiendo: por ejemplo, comunidad. Es uno de los primeros indicadores de felicidad. La importancia de la gratitud, uno de los mejores predictores de felicidad. Hay un filósofo suizo, Alain de Botton, que ha escrito Religión para ateos sobre todas las cosas buenas que podemos aprender sobre la religión. Gente muy sabia lo estudió durante mucho tiempo.

P:  Y si la religión siempre ha sido un buen negocio, la búsqueda de la felicidad puede serlo también, ¿no?

R: Sí, si piensas en el producto que ofreces, sí. ¿Por qué la gente va a la universidad? Para aprender y luego usarlo. Yo sé que la gente no sólo viene a mi clase a aprender, sino a mejorar su vida, a ser más feliz, ese es el producto. Hoy enseño en la Academia de Estudios de la Felicidad, y por eso vienen.

P: ¿Son muy diferentes en concepto de felicidad EEUU y Europa? Desde aquí, el optimismo yanqui es un tanto irritante…

R: Jaja, sí. Yo nací en Israel, viví en Sudáfrica de niño, luego estudié en Inglaterra, he vivido 10 años en Singapur, y ahora llevo 20 en EEUU. Y sí: los americanos son diferentes, no hay duda, son más optimistas. No por nada el primer libro de autoayuda surgió en EEUU. Lo he investigado: el primer libro se llamó Autoayuda y se publicó en 1859, el mismo año en que Darwin publicó su gran obra, por cierto. Hablar en EEUU es más fácil para mí. Cuando hablo en Europa o en Israel tengo que hablar más de investigación. Pero hay más similitudes que diferencias entre todos. Somos humanos. Necesitamos un sentido de la vida, hacer ejercicio, relaciones. Eso vale para todos.

P:  Una de sus conclusiones es que plenitud es sinónimo de felicidad. Explíquelo más.

R: Me alegro de que lo pregunte, porque es algo que llevo tiempo combatiendo. Se usa placer como sinónimo de felicidad. «Oh, fui a la playa, soy feliz». «Oh, tengo un coche nuevo». Oh, sí, te hace feliz, pero por un rato. En poco tiempo estás donde estabas. Así que la felicidad no puede depender de momentos. Es encontrar un sentido a esto. Las relaciones: amabilidad, generosidad, dar, todo eso es fundamental para tener una vida feliz. La curiosidad, esto es central. Y de ahí la plenitud. Son un montón de cosas. Divertirse, sí, es bueno, pero es sólo una parte.

P: Byung-Chul Han dice que la gratificación inmediata de la tecnología nos quita los espacios de contemplación, una fuente de felicidad.

R: Estoy muy de acuerdo. Cuando la gente dice si la tecnología es buena o mala para la felicidad, mi respuesta es: ¿la electricidad es buena o es mala? Si la usas para darnos luz, bien. Si la usas para electrocutar a gente… Desafortunadamente hoy se está usando cada vez más para quitarnos cosas que nos ayudan a ser felices. Las cosas simples. Somos más sedentarios. Nos encontramos menos por tecnología. A la vez, yo tengo estudiantes en 70 países, a quienes veo mucho, gracias a la tecnología. Ahora mismo estoy en Francia hablando contigo. Y otra vez: un indicador número uno de felicidad, vernos cara a cara con aquellos a quienes queremos: cada vez menos. Así que…

P: Permítame terminar un poco en consulta. Un buen amigo acaba de terminar una relación seria y está pocho. Autoayuda, por favor.

R: Que se permita estar triste. Que lo hable y lo escriba. Que pase tiempo con sus seres queridos, aunque no le apetezca mucho. Y por último, aunque no parezca importante: que se mueva. Cualquier cosa: correr, gimnasio, fútbol o yoga.

Más feliz, a pesar de todo: Cultivar la esperanza, la resiliencia y el propósito en tiempos difíciles (ed. Alienta), de Tal Ben-Shahar, sale a la venta el 5 de octubre. Puede adquirirlo aquí.

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/el-mundo-que-viene/2022/10/06/633864b021efa011508b45c6.html

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