El autor de ‘El libro negro del comunismo’ cree que la invasión de Ucrania responde al miedo de Putin a una democracia en Rusia.
LUIS ALEMANY / EL MUNDO
El historiador francés Stéphane Courtois se ha convertido, con los años, en un nombre legendario, santificado por unos y envilecido por otros: su Libro negro del comunismo(reeditado en España hace un año por Arzalia), del que fue coautor y director, argumentó y documentó la deliberada política criminal de los partidos comunistas de Europa, Asía, África y América durante el siglo XX y fijó la cifra de 100 millones de asesinados en su debe. Allí, buena parte del trabajo de Courtois se dirigió al caso de Ucrania, la antigua república soviética que fue castigada por Stalin con una brutal guerra de hambre por su desapego hacia el proyecto bolchevique. Después de la II Guerra Mundial, el relato oficial soviético hizo de Ucrania, como de las repúblicas bálticas, sospechosa de colaboracionismo con la invasión nazi. Las deportaciones y las purgas de ucranianos fueron especialmente crueles.
80 años después, esa línea argumental, la de la Ucrania nazi, reaparece en la invasión rusa. ¿Cuál es la historia de esa fama? «La propaganada bolchevique fue constante pero muy poco fiel a los hechos históricos», explcia Courtois a EL MUNDO desde París. «En realidad, un Estado ucraniano independiente y democrático -representado por la Rada, la asamblea ucraniana- fue proclamado en Kiev el 3 de diciembre de 1917, un mes después de que los bolcheviques tomaran el poder (el 7 de noviembre) en San Petersburgo y Moscú. Lenin no pudo soportarlo, y ya el 5 de diciembre, Ucrania fue el primer estado al que la Rusia bolchevique declaró la guerra. Desde entonces, el poder comunista nunca dejó de sabotear el renacimiento ucraniano, incluyendo los métodos más salvajes. Por ejemplo, la gran hambruna genocida organizada por Stalin contra el campesinado ucraniano en 1932 y 1933, o el Gran Terror de 1937 y 1938, que exterminó a las élites ucranianas, incluidas las que estaban en el Partido Comunista de Ucrania. En cuanto a [el lider ultranacionalista ucraniano] Stepan Bandera, es verdad que en el verano de 1941 esperaba que Hitler lo librara de Stalin. Pero se encontró ya en enero de 1942 en el campo de concentración nazi de Sachsenhausen».
La opinión de Courtois no sólo es relevante para entender la relación de Ucrania y Rusia, sino para explicar lo que significa esta guerra total en Europa. «En Francia, todo lo que llamo la quinta columna de Putin -que va desde la extrema izquierda de Mélenchon hasta la extrema derecha de Zemmour y Le Pen- llama a la paz, en lugar de señalar y condenar enérgicamente al agresor. Establecen una falsa simetría entre una supuesta actitud agresiva de la OTAN -que es por definición una alianza defensiva- y una agresión real y particularmente violenta como la de Rusia. ¿Qué paz puede ser esta cuando Putin solo planea negociar con la condición de que se acepten todas las demandas de Rusia?«.
A este lado del mundo, es difícil leer la guerra en términos de derechas e izquierdas. Por un lado, Putin tiene rasgos propios de la nueva derecha populista: laxitud fiscal, conservadurismo sexual, nacionalismo, antieuropeísmo… Por el otro, los países que respaldan a Rusia son Nicaragua, Venezuela y Cuba y las voces que en Europa insisten en repartir las culpas con la OTAN y Ucrania vienen de los partidos postcomunistas. «Esos gobiernos que nombra han estado, desde su origen, completamente sujetos a la política post soviética que continúa hoy el criminal teniente coronel de la KGB Vladimir Putin«, contesta Courtois.
Y continúa: «No creo que Putin sea un político equiparable a la nueva derecha. Sus posiciones conservadoras solo ocultan sus verdaderos objetivos, muy bien definidos en 2005 en una célebre frase suya: ‘La desaparición de la URSS fue la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX’. En realidad, esta desaparición marcó la liberación y marcha hacia la democracia y la prosperidad de todos los países de Europa Central y Occidental, esclavizados por la URSS en 1945, así como de una decena de repúblicas soviéticas. Putin ya atacó militarmente y destruyó en parte a Ucrania, Georgia, Armenia y Chechenia, cometiendo innumerables crímenes de guerra y contra la humanidad en el camino, y esclavizó a Bielorrusia hasta el punto de convertirla en una base militar rusa«.
Entonces, ¿cómo de soviético es Vladimir Putin? «Putin solo está siguiendo los pasos de Stalin. El núcleo de su pensamiento es su visión del mundo como oficial de la KGB. Recordemos que la KGB fue la mayor organización terrorista del siglo XX. Exterminó a más de 700.000 personas con un tiro en la cabeza sólo entre 1937 y 1938; asesinó a 4.300 oficiales polacos en Katyn: deportó a toda la población chechena, 550.000 personas, al gulag a principios de 1944… Su política se puede resumir en una frase, ‘O te sometes o te exterminaré’. En 1991, Putin vio desmoronarse el poder de esta organización y desde entonces busca venganza«.
«Putin es paranoico», continúa Courtois «como todos los líderes soviéticos. Al pensar en la realidad solo en términos de violencia y terror, atribuye sus propias fantasías a los demás». ¿Qué más teme Putin? «Lo que más le preocupa y lo que le hace tan feroz es el temor a que surja una cultura democrática en Rusia. Por eso ha hecho asesinar a muchos periodistas, intelectuales y opositores y ha cerrado hoy todos los medios más o menos independientes. Gran parte de la población rusa ni siquiera sabe que Ucrania está siendo invadida y que sus grandes ciudades están siendo bombardeadas».
Por eso, sostiene Courtois, la disidencia en Rusia es heroica pero débil. «Putin ha hecho asesinar, encarcelar o expulsar a los principales críticos -Nemtsov, Politovskaya, Navalny, Khodorkovsky…- y, ahora, a miles de personas que llevan días manifestándose contra la guerra. La disolución de la asociación Memorial a finales de diciembre de 2021 fue el punto álgido de esta represión, precisamente porque sus historiadores estaban fijando la historia del terror en la URSS, y por tanto las abrumadoras responsabilidades de la KGB».
El fracaso de Rusia para desarrollar una democracia liberal, según Courtois, «responde a la forma en que se acabó con el régimen comunista en 1991. El régimen nazi fue destruido militarmente y no pudo ser reconstruido después de 1945. Por el contrario, el régimen comunista se derrumbó sobre sí mismo por su absurdo económico y por su rechazo de la libertad individual y colectiva. Por desgracia, no hubo un tribunal de Nuremberg del comunismo. El Partido Comunista todavía existe en Rusia y, sobre todo, los hombres del KGB lograron recuperar el poder en secreto en 1998, cuando Putin fue designado por Yeltsin como jefe de la FSB, heredero de la KGB».
¿Y Ucrania? ¿Qué cree que le espera si Rusia gana la guerra? «Lo peor. El asesinato de las élites nacionales; el saqueo por parte de los oligarcas rusos de toda la riqueza creada por los ucranianos durante 30 años; el control total de la población por un nuevo KGB y por milicias salvajes como el grupo Wagner; la transformación de los medios informativos en grifos de propaganda, como en los días de la URSS; el exilio forzoso de millones de ucranianos, lo que equivaldrá a una verdadera limpieza étnica».
Courtois, con todo, no prevé ese desenlace: «No espero un ataque nuclear que significaría automáticamente la destrucción de Moscú, San Petersburgo y toda Rusia Occidental. La amenza nuclear es, como de costumbre, el método soviético de chantaje e intimidación. Espero que, dentro del poder ruso, un cierto número de personas considere que Putin ha ido demasiado lejos. Al igual que Nikita Khrushchev fue destituido del poder porque sus colegas consideraron que había excedido en el asunto de los cohetes soviéticos en Cuba… Mientras tanto, las democracias deben mantenerse firmes y, sobre todo, atacar al dinero, porque todos los líderes rusos, esos que eufemísticamente son llamados oligarcas, son en realidad grandes mafiosos que se han apoderado de las riquezas del país. Y a los mafiosos no les gusta perder sus yates, sus suntuosas villas en la Costa Azul y sus botines de guerra escondidas en Suiza. Lo más importante es ayudar a los ucranianos por todos los medios, proporcionándoles inteligencia y equipo militar, créditos, apoyo diplomático constante en la ONU y el Parlamento Europeo y una ayuda muy clara a los refugiados».
Fuente: https://www.elmundo.es/cultura/2022/03/09/6225c51dfdddff09258b4580.html