Dirigida por Diego Vicentini, aborda las protestas de 2017, así como el sentimiento de culpa de quienes estaban en el exilio
SUSANA GAVIÑA / ABC
Diego Vicentini (Caracas, 1994) tenía 23 años cuando arreciaron las protestas estudiantiles contra el régimen de Nicolás Maduro en 2017. Duramente reprimidas por la fuerzas bolivarianas, dejaron, entre abril y agosto de ese año, 163 muertos, según el Observatorio venezolano de conflictividad; una cifra que el Ministerio Público redujo a 129 fallecidos. También provocó cientos de heridos y de presos políticos –en la actualidad hay alrededor de 300–.
Vicentini, que dejó Venezuela cuando tenía 15 años, se encontraba en aquellos momentos en Los Ángeles –donde estudiaba cine–. Le separaban más de 6.000 kilómetros de distancia del epicentro de las manifestaciones. Aunque siguió los sucesos a través de las redes sociales y los medios de comunicación, aquello no alivió su sentimiento de culpa por no estar allí. «Me despertaba por las mañanas y veía a quién habían matado en las calles de Venezuela, eran ‘chamos’ de 19 años, de 21 años… A mi generación le había tocado salir a las calles por nuestra libertad», explica a ABC por videoconferencia desde Bogotá, donde acaba de presentar su ópera prima ‘Simón’, película precandidata a los Goya en la categoría de mejor película iberoamericana.
Aquel sentimiento de culpa llevó a Vicentini a realizar un corto –de 26 minutos– con el que quiso hacer «una contribución a esa lucha, visibilizando lo que estaba pasando». El éxito en varios festivales internacionales y la respuesta del público venezolano, «que se veía reflejado y lloraba al ver el corto», le animaron a convertirlo en un largometraje. ‘Simón’, filmada en cuatro semanas en Florida en 2021, durante la pandemia, se ha proyectado ya en gran parte de América Latina, en EE.UU., Canadá y en España –esta semana se verá en Valencia (23), Barcelona (24) y, de nuevo, en Madrid (25 y 26), donde se han agotado las entradas–.
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La cinta se centra en la vida de Simón, un joven que, tras participar en las movilizaciones de 2017 y sufrir las torturas del régimen venezolano, decide abandonar el país mientras sus compañeros se quedan. Retrata también el dolor, la traición, el perdón y la reconciliación de esos mismos jóvenes.
Mostrar los crímenes
Vicentini reconoce que su intención era enviar dos mensajes, uno para el público internacional y otro para el venezolano. «Lo que me preocupaba era cómo encontrar el equilibrio entre ambos». Al primero quería mostrarle «los crímenes de lesa humanidad que suceden en Venezuela [Nicolás Maduro está siendo investigado por la Corte Penal Internacional], cómo funciona el sistema». Para dirigirse al segundo, quiso abordar el «sentimiento de culpa» que sufren muchos de los venezolanos que han tenido que abandonar el país –7,7 millones, según la ONU–.
«Me duele ver el sentido universal del sentimiento de culpa que tienen todos aquellos que se han ido y no han podido luchar físicamente allí. Por eso, a ellos les hablo del perdón y de la reconciliación –explica–. Han pasado 24 años en los que ha habido muchos desacuerdos políticos, y para conseguir un país mejor hay que dejar algunas cosas atrás, aunque siempre buscando justicia. Y perdonarnos a nosotros mismos».
El cineasta asegura que a la hora de escribir el guion, que bascula entre el relato político y el humano, no se autocensuró. «Asumí que lo harían en Venezuela, y que la película iría dirigida al público internacional». De ahí que fuera mayúscula la sorpresa de verla proyectada en salas comerciales de su país –donde se puede ver desde hace dos meses–, tras lograr varios premios en el Festival de Cine Venezolano.
«Váyanse, no se queden aquí»
La proyección en este certamen fue la excusa que llevó a Vicentini a regresar a Venezuela 13 años después de su salida. «No tenía pensado ir porque nos pusieron una cláusula de que podíamos estar en posible violación de la ley contra el odio y convivencia pacífica, que supone entre 10 y 20 años de cárcel», recuerda. El cineasta entró por Cúcuta como medida de precaución y presentó –«nervioso y sudando»– el filme en el certamen. Un día después, decidió abandonar el país por donde entró. «A diez minutos de llegar a la frontera recibí una llamada de una persona que me aconsejó que me fuera. Me dijo: ‘Váyanse, no se queden aquí’», relata, al mismo tiempo que valora los riesgos que asumió el festival al proyectar su filme. «Me sentí muy orgulloso de su valentía al programarla; y del jurado por seleccionarla como mejor película». También tiene palabras para los académicos que la eligieron para participar en los Goya. «Cada granito cuenta. Y si llegamos a ganarlo, será otra plataforma para darle voz a los jóvenes que ya no están vivos», subraya.
«Cada granito cuenta. Y si llegamos a ganarlo, será otra plataforma para darle voz a los jóvenes que ya no están vivos»
Diego Vicentini
Director de cine venezolano
Vicentini cree que el motivo por el que la cinta no ha sido censurada en su país no ha sido otro que evitar generar más atención sobre ella. «Pero no esperaban que la vieran más de cien mil personas. Es la película más vista en Venezuela en los últimos 6 años», presume.
Además del éxito internacional de la cinta, lo que el cineasta se lleva de esta experiencia son las reacciones del público tras las proyecciones. Recuerda que en Santiago de Chile se le acercó un venezolano, que había estado en las protestas de 2017 y que había sido torturado, y que a pesar de llevar cinco años en Chile no lo había superado, «me dijo que tras ver la película había sentido que había dado un paso hacia la liberación».
Las proyecciones en países donde hay gran presencia de la diáspora venezolana le han permitido «palpar el dolor» y «la herida colectiva de un país entero»
‘Simón’ también ha contribuido a hacer entender los motivos que han llevado a tantos millones de personas a abandonar sus país y refugiarse en otros: «En Ecuador, un señor se levantó en la sala y dijo: ‘En nombre de todos los ecuatorianos quiero disculparme con todos los venezolanos si los hemos maltratado. Entiendo que necesitan nuestra empatía, nuestro apoyo». Vicentini subraya que las proyecciones en países donde hay gran presencia de la diáspora venezolana le han permitido «palpar el dolor» y «la herida colectiva de un país entero».