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Si crees que este año vamos a estar todos de fiesta, olvídate: en contra de los felices veinte | El Confidencial

Se acumulan los artículos que apuntan a un ‘boom’ del consumo y la producción cultural después de la pandemia. La historia muestra que los años veinte no fueron exactamente así

HÉCTOR G. BARNÉS / EL CONFIDENCIAL

Aestas alturas, ya habrá leído unos cuantos artículos que comparan los años pospandemia que se avecinan con los ‘roaring twenties’ o ‘felices años veinte’ del siglo XX. ‘The Economist’, ‘Financial Times’, pero también ‘Time of India’, ‘The Daily Mail’, cualquier otro medio español (incluido este) o la gaceta de su barrio. Si el final de la pandemia de gripe española dio lugar a una era de crecimiento económico, desfogue cultural y avances sociales espoleados por el consumo, parece razonable pensar que puede volver a ocurrir lo mismo.

«Warren Harding montó su campaña para las elecciones presidenciales en 1920 alrededor de su eslogan ‘Normalidad», explica el especial fin de año de ‘The Economist‘: «Era una llamada a la supuesta urgencia de los americanos por olvidar los horrores de la Primera Guerra Mundial y de la gripe española, y volver a las certezas de la edad de oro. Pero en lugar de abrazar la normalidad de Hardy, los felices veinte se convirtieron en un fermento de novedades sociales, industriales y artísticas que miraban al futuro».

La historia no solo la escriben los ganadores, sino también los privilegiados

Una mistificación que se ha repetido en otros medios, quizá porque de alguna manera hay que dar forma al callado optimismo generado por la aparición de la vacuna. ‘Financial Times‘ ha sacado a pasear al menos en dos ocasiones el término para defender que nos encontramos a las puertas de «un rápido crecimiento económico»: «Los altos niveles de ahorro y el retorno de la confianza económica pueden unirse a meses de demanda reprimida para conducir a una reedición de los felices veinte. Si el coronavirus desaparece para siempre, millones de personas pueden correr a divertirsede todas las maneras que les han sido negadas recientemente».

La mayoría de estos análisis suelen tener una nota al pie en forma de comentario de algún lector que recuerda que después de los felices veinte llegaron los fascistas treinta. El tópico de charlestón, ‘El gran Gatsby’ y música jazz no es más que eso: un tópico que, como han recordado sus críticos, se origina en que la historia no solo la escriben los ganadores sino las clases más privilegiadas que, excepcionalmente, sí vivieron una época de esplendor económico que además dejó una producción cultural muy característica. Si las grandes fortunas de hoy han visto cómo su riqueza aumentaba durante el confinamiento, podrían escribir grandes frescos históricos sobre sus excesos del último año. Afortunadamente, la mayoría no escribe.

Baile inaugural de Herbert Hoover. (Reuters/Library of Congress)
Baile inaugural de Herbert Hoover. (Reuters/Library of Congress)

En cada periodo histórico, se pueden encontrar síntomas que favorecen una lectura y la opuesta. Pero como ya se habrá cansado de oír hablar de charlestón, champán y ‘flippers’, aquí van cinco razones para no emocionarse demasiado con los años veinte.

1. Volveremos a lo de antes

La mayoría de estas lecturas entienden los felices años veinte como una nueva era que rompe con lo inmediatamente anterior. De la misma manera, el final de la pandemia daría lugar a una década de crecimiento económico, gasto y expansión. Como si la crisis del coronavirus no se solapase sobre una crisis ya preexistente. O, al menos, sobre indicios preocupantes que ya apuntaban a años difíciles.

La opinión de uno de los grandes historiadores contemporáneos sobre el periodo, el alemán Philipp Blom, es diferente. «La Primera Guerra Mundial suele considerarse una ruptura radical seguida de un nuevo comienzo, y la suposición de esa súbita ruptura parece explicar por qué el mundo se vio de una manera distinta después de 1918”, recuerda en la introducción de ‘La fractura. Vida y cultura en Occidente 1918-1938’: «Pero, si nos detenemos a estudiar la época, nos sorprenderán, y más de una vez, las grandes fuerzas de continuidad que se remontan a 1900, atraviesan los años de la guerra y se internan en el futuro».

No fue una nueva era sino una continuación de lo que ya se estaba produciendo

«La sociedad de masas, el consumismo, los medios de comunicación, la urbanización, las grandes industrias, las finanzas, el feminismo, el psicoanálisis, la teoría de la relatividad, el arte abstracto y la música atonal» ya estaban ahí en los inicios de la guerra, recuerda, por lo que es posible que todas las tendencias que existían antes del coronavirus reaparezcan en los supuestamente brillantes años veinte. Es una visión de la historia que no ve la pandemia como un antes y un después, sino como una pausa antes de volver a poner el motor en marcha.

El termino ‘segunda guerra de los 30 años’ es utilizado entre historiadores para referirse al periodo comprendido entre 1914, el inicio de la Primera Guerra Mundial, y 1945, el final de la segunda. Visto así, los felices años veinte no serían más que un paréntesis entre los dos grandes ‘shocks’ bélicos del siglo XX. Un valle entre dos montañas difíciles de escalar.

2. Europa no es EEUU

Los ‘roaring twenties’ pueden ser uno de los primeros momentos históricos en que Estados Unidos impone su relato histórico al resto del mundo. El charlestón era norteamericano, Francis Scott Fitzgerald era norteamericano; pero la brutal deuda económica contraída por la compra de armamento era europea. Durante los primeros años de la posguerra en el Viejo Continente, nada de gastar a espuertas el dinero ahorrado. La economía se contrae brutalmente, especialmente en la Alemania perdedora.https://player.elconfidencial.com/embed/video/-zrSKQg1mhU/640/360/0/’Los violentos años veinte’ de Raoul Walsh ya reflejaba la imagen prototípica de los años veinte

Ni siquiera la situación fue sustancialmente mejor a partir de 1925. «Aunque había un sentimiento generalizado de que 1925 era un año que marcaba una línea divisoria en el que Europa entraba en un periodo de prosperidad, no se debería exagerar el grado de esa recuperación», recuerda el historiador Martin Kitchen en ‘El periodo de entreguerras en Europa’, uno de los clásicos sobre el periodo. La producción manufacturera estaba en niveles de 1913, el paro en Reino Unido no bajó del 9% en el mejor momento y el de Alemania rondaba el 18%. «En Europa, la prosperidad del periodo que va de 1925 a 1929 no estaba equitativamente repartida».

No es de extrañar que la mayoría de medios que han comenzado a hablar de los ‘roaring twenties’ sean americanos, y muchos de ellos, de índole económica y liberal. El ‘boom’ de inversión y consumo se produjo en la América fordista. Así, en el verano de 1928, el presidente Herbert Hoover anunciaba ante 60.000 personas en el estadio de Stanford que «en Estados Unidos hoy estamos más cerca del triunfo final sobre la pobreza de lo que lo haya estado ningún otro país en la historia». Pero gran parte de ese consumo era a crédito, y entonces llegó 1929.

3. La pandemia que allanó el terreno a los nazis

La gripe española pudo dar lugar al jazz de entreguerras, pero como recordaba un reciente informe de la Reserva Federal estadounidense, probablemente también al nazismo. El trabajo publicado por el economista de la Reserva Federal Kristian Blickle apunta a una correlación entre las muertes por gripe en 1918 y un incremento en el voto de extrema derecha en las regiones más afectadas por la enfermedad en Alemania, así como en la inversión pública en esas zonas, menor a la de otras regiones.

Un estudio relaciona el auge del nazismo y una mayor incidencia de la gripe española

«Los resultados son probablemente una consecuencia de los cambios en las preferencias sociales después de una pandemia», señalaba el trabajo. «En particular, la pandemia puede haber interactuado con un sentimiento antisemita y antiextranjeros ya existente, que fue alimentado por propaganda nacionalsocialista que relacionaba las enfermedades con las minorías».

Puede que correlación no sea causalidad, pero sí está claro que la recepción del fascismo en Italia o el nazismo en Alemania dependió en un alto grado de las consecuencias económicas negativas de la contienda europea y de la gripe española. De nuevo, añade Kitchen: “Como cada nación intentaba como mejor podía enfrentarse a los problemas de la crisis, el mundo se fue dividiendo cada vez más y las barreras monetarias y comerciales pensadas para proteger a cada país o grupo de países contribuyeron a aumentar los efectos que se suponía que debían contrarrestar».

4. El libertinaje, para unos pocos

El epidemiólogo social de Yale Nicholas Cristakis defiende que después de todo periodo pandémico, que por definición obliga a la restricción de relaciones sociales, es natural que la población busque más interacciones. «En 2024, todas estas tendencias terminarán», explica en ‘The Guardian‘ refiriéndose al ahorro y al retorno de los sentimientos religiosos: «La gente perseguirá incansablemente más relaciones sociales». Eso producirá un aumento de la libertad sexual, una retracción de la religiosidad y un gasto más liberal.

Lo que suelen olvidar estos razonamientos, que en general parecen lógicos, es que en un contexto en el que este año se han perdido 360.000 afiliados a la Seguridad Social, esos comportamientos no se pueden dar de forma homogénea entre toda la población. La sociedad de los años veinte seguía siendo en la mayor parte del mundo eminentemente rural, y tan solo Francis Scott Fitzgerald era capaz de llevar el tren de vida de Francis Scott Fitzgerald. Un dato más: la Ley Seca entró en vigor el 16 de enero de 1920 y no desapareció hasta 1933. Vaya forma de empezar la década más festiva.

Desde los años ochenta, se tiende a señalar que se ha sobrevalorado la emancipación de la mujer durante los años veinte en comparación con las décadas inmediatamente posteriores, a pesar de conquistas significativas como el derecho al voto. La historiadora británica Gail Braybon, por ejemplo, defendía en ‘Women Workers in the First World War‘ que los veinte fueron en Gran Bretaña un retroceso a la vida doméstica después del paréntesis de la Primera Guerra Mundial. Según la autora, la ayuda de la mujer en la contienda fue vista con desconfianza y para 1919, «se abandonó toda la supuesta aprobación del ‘nuevo rol’ de la mujer». Para Braybon, «los años veinte vieron un montón de propaganda sobre la alegría de la vida doméstica y el rol del ama de casa».

El cambio de valores morales se remontaba a antes de los veinte

¿Y la revolución sexual? En un estudio publicado en 2016, la historiadora Shellie Clark resumía que «la sexualidad en los veinte atravesó un cambio más radical en la percepción que en la realidad, aunque hubiese algunos cambios notables en el comportamiento entre las más jóvenes». Para la autora, el cambio en valores morales se remontaba a antes de los felices veinte, y fue a través del cine y la cultura como empezó a permear la sociedad en su conjunto, que en el mundo anglosajón seguía defendiendo valores protestantes conservadores.

5. España es siempre ‘different’

Cuesta encajar nuestro país en el discurso de los felices veinte, por su neutralidad durante la Primera Guerra Mundial. Los felices veinte en España son los de la dictadura de Miguel Primo de Rivera, el «cirujano de hierro» invocado por Joaquín Costamilitarista, nacionalista y paternalista. Ni generación del 98, ni del 27. La época está más bien definida por la generación del 14, la de Ortega y GassetEugenio d’Ors o Manuel Azaña.

Los 'roaring twenties' a la española. (Cordon Press)
Los ‘roaring twenties’ a la española. (Cordon Press)

España no vivió la guerra, pero sí notó la crisis económica. En ‘Los felices años veinte: España, crisis y modernidad’, el historiador Carlos Serrano describe así el periodo político: «En lo político, el Directorio hace un intento infructuoso de moralización, valiéndose de los ideales de la Asociación Católica de Propagandistas. Mientras tanto, procura estimular sus bases reaccionarias con un arranque fundado en la búsqueda de similitudes de la Italia fascista». A pesar de cierta modernización y de «compartir el optimismo de la segunda mitad de los veinte», España tampoco estaba para el cancán. Aunque sí para la revista y las variedades, que vivieron su época dorada gracias a la urbanización de la sociedad española.

El activismo sufragista comienza a organizarse en España a partir de 1920 con la Asociación Nacional de Mujeres Españolas (ANME) y en 1924 consigue el derecho a ser cabezas de familia y a votar en las municipales. Pero como ha explicado la socióloga e historiadora Carmen Sánchez Ortiz de Zárate, es una época con dos figuras representativas del modelo femenino en la España del momento, el ángel del hogar y la mujer moderna: «Del imaginario católico inspirado en la Virgen María a una reformulación tipológica de mujer instruida y profesional que se incorpora al imaginario colectivo pero mantiene intactos los valores de la maternidad como base esencial de su identidad».

No hay pandemia que no acabe, pero tampoco barra libre sin resaca

El caso de España resume bien la paradoja de los años veinte. A pesar de las indudables modernizaciones tanto tiempo postergadas, como la construcción de carreteras, ferrocarriles y canales, la dictadura de Primo de Rivera apunta a un periodo de inestabilidad y protección nacionalista que explotará definitivamente en los años treinta. No hay pandemia que no acabe, pero tampoco barra libre sin resaca.

Fuente: https://www.elconfidencial.com/cultura/2021-01-11/felices-anos-20-fiesta-olvidate_2895891/

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