Por Dr. Carlos Figueroa Ibarra
Este fin de semana se formalizó el anuncio de que PRI, PAN y PRD formarán una alianza de cara a las elecciones de 2021. Es presidente nacional del PAN ha expresado en varias entrevistas que la referida alianza se hace para frenar la destrucción de México que está realizando Morena y su gobierno. Así como también detener el cinismo, la ineficacia y la corrupción que están mostrando tanto el partido como Andrés Manuel López Obrador. Escuchando la mañana del lunes tales declaraciones, dadas ante uno de los conductores de noticieros adversos al gobierno no pude sino pensar lo contrario: asombroso el cinismo de quien anunció esta alianza, conociendo lo acontecido entre 2000 y 2018. PRI y PAN dejaron destruido a México al mezclar el neoliberalismo con la corrupción.
En el caso del PRI y el PAN, la alianza abierta que era impensable todavía hace algunos años, en realidad se ha venido fraguando desde 1988. Lo que era impensable es que fuera abierta, no así en la manera vergonzante que se empezó a observar desde los años de Salinas de Gortari, cuando los cuchupos de las concertasesiones se empezaron a filtrar. La resignación príista en 2000 a dejar la Presidencia de la República por primera vez en décadas, fue sucedida por un acuerdo en que Felipe Calderón sucediera a Vicente Fox en 2006 y luego en otro acuerdo más en que Enrique Peña Nieto fuera el ganador en 2012. Las razones de tales acuerdos fueron al menos dos.
La primera de ellas fue el auge de un adversario común que resultaba verdaderamente amenazante: Andrés Manuel López Obrador. Era preferible el mal menor de ceder la presidencia ante un partido rival, que dejarla en manos de quien tenía un proyecto político y económico esencialmente diferente al del PRI y del PAN.
La segunda está relacionada con la primera: las diferencias ideológicas entre PRI y PAN fueron diluyéndose en la medida en que el ideario neoliberal los fue unificando. Si en la época de Cárdenas el flamante PAN tenía diferencias de fondo con el nacionalismo revolucionario desde una perspectiva clerical, a partir de Salinas de Gortari estas diferencias se atenuaron ante el programa común que surgió cuando el PRI abandonó el nacionalismo revolucionario y abrazo el neoliberalismo. Así fue que surgió el monstruo bicéfalo neoliberal: el PRIAN.
En el caso del PRD se empezó a advertir de manera más clara esta convergencia cuando en 2012 se unieron al Pacto por México y buena parte de su dirigencia quiso convencer a López Obrador de abrazar dicho pacto. Que Andrés Manuel rechazara tal componenda (“allí pinté mi raya”) y confirmara su deseo de fundar un partido nuevo, dejó al PRD en una situación de debilidad tal que hoy no tiene más remedio que servir de comparsa menor en el Tucamlo. Hoy el PRD ha abandonado el proyecto posneoliberal que lo hizo nacer y está en la cola del monstruo bicéfalo que busca la restauración neoliberal. Se trata de la ahora conocida estrategia de la derecha: seguir golpeando al gobierno de la 4T aprovechando la pandemia y sus consecuencias, debilitarlo y ganar la mayoría legislativa en el 2021 para amarrarle las manos. Y en 2022 ganar el referéndum para que López Obrador se vaya al lugar que se llama como su rancho en Palenque. Solamente queda un detalle en ese camino: que les resulte.