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Santiago Niño-Becerra: «La marihuana ayudará a diluir posibles conflictos sociales» | Papel

Santiago Niño-Becerra, economista JAVIER BARBANCHO

IRENE HDEZ. VELASCO / PAPEL / EL MUNDO

Santiago Niño-Becerra. Barcelona, 1951. Catedrático emérito de la Universidad Ramón Llull y profesor de Estructura Económica en la IQA School of Management. En Futuro, ¿qué futuro? (Ariel) analiza el porvenir desolador que nos aguarda.

Asegura que la pandemia va a provocar grandes cambios económicos y sociales. ¿Cuáles?

Desde el año 2007-2008 estamos en una crisis del modelo que se puso en marcha tras la II Guerra Mundial. Y esa crisis -que no ha acabado todavía, ni mucho menos- ha tenido distintas manifestaciones: una manifestación financiera, una manifestación como crisis de deuda, una manifestación a nivel energético… Y ahora ha llegado la manifestación pandemia, que ha acelerado la puesta en marcha de una serie de elementos, fundamentalmente tecnológicos, que ya estaban ahí pero que por la razón que sea no se estaban utilizando. Por ejemplo, el trabajo online existe desde los años 90, lo que pasa es que entonces era realmente muy complicado trabajar online porque la tecnología no daba de sí lo suficiente. Hoy sí. La Agencia Internacional de Energía ha publicado recientemente un pequeño estudio, y la Comisión Europea avalado, que dice que el 30% de los trabajos puede hacerse online; prácticamente uno de cada tres.

¿Y eso qué repercusiones va a tener?

Por un lado, repercusiones energéticas en cuanto a ahorro de energía por no tener que desplazarse. Pero, por otro lado, va a afectar a los consumos paralelos que se realizan cuando se acude a trabajar de manera presencial, como mantenimiento del vehículo, compras asociadas a los lugares de trabajo, consumos, catering, etcétera. Y las viviendas van a tener que organizarse de otra forma. Ahora se da mucha más importancia al estado y mantenimiento de la casa, al confort; se prefieren viviendas con espacio, un jardín, un patio, un balcón grande, una terraza… Una persona que se dedica a las reformas domésticas me comentaba recientemente que desde hace dos años no para de trabajar.

¿Qué otros cambios dejará el coronavirus?

La pandemia ha puesto de manifiesto que los estados son útiles para lo que son útiles. Antes de la pandemia ya se estaba produciendo un declive de los estados, y las grandes corporaciones estaban ganando en importancia. Pero la pandemia ha mostrado cómo los estados nos han salvado la vida. Pero ahí se acabó, porque ha sido a costa de cargarse de deuda pública y déficits fiscales. Y, paralelamente, el poder de las grandes corporaciones está aumentando. Todos estos cambios que le he mencionado son de calibre y van a tener consecuencias sociales.

Usted sostiene por ejemplo que la creciente robotización va a hacer que el empleo sea algo mucho más inestable de lo que lo es ahora, ¿no?

Sí. Tiene que ver mucho con la tecnología y con la productividad, con cómo se entendía y cómo se entiende la productividad. En el modelo anterior, el que entró en crisis en 2007-2008, la productividad se entendía como producir más con los mismos recursos humanos o con menos recursos. Si cien trabajadores producían 1.000 unidades, aumentar la productividad significaba producir con esos cien trabajadores 2.000 unidades, o incluso producir 2.000 unidades con 50 trabajadores. Pero ahora el objetivo no es ese. A lo que se apunta en estos momentos es a producir las unidades que haga falta en cada momento con uno o con cero trabajadores. El paradigma ha cambiado completamente, y lo ha hecho gracias a la tecnología. Eso está propiciando un retorno de producciones a los lugares de donde salieron para ir a terceros países, ya estaba pasando antes de la pandemia pero ésta lo ha acelerado.

¿Cómo va a ser entonces el trabajo en el futuro?

Creo que el trabajo cada vez va a ser más bajo demanda, puntual, bajo pedido y para necesidades concretas. Y eso choca frontalmente con la reforma laboral que ahora se ha aprobado en España y que busca contratos indefinidos. Yo no sé esto cómo se resolverá, pero la tecnología no apunta a trabajos indefinidos y a tiempo completo, sino a trabajos bajo demanda y por un tiempo determinado.

Dice en su nuevo libro que para hacer frente a ese cambio tan brutal en lo que es el sistema de producción y de trabajo habrá que implantar lo que usted llama el ‘trinomio social’: renta básica, marihuana legal y ocio gratuito…

Sí. La renta básica, si usted recuerda, hasta hace diez años era denostada prácticamente por todo el mundo, éramos muy pocos los que la defendíamos. Hoy cada vez más políticos, empresarios y expertos defienden la renta básica y asumen que es inevitable. Es inevitable porque va haber un número de personas que no van a ser necesarias desde el punto de vista laboral, con lo cual habrá que suministrarles una cantidad de recursos monetarios para que puedan vivir. Y habrá otros que sí que contarán con empleos, pero serán empleos a tiempo parcial y muy vinculados a un proyecto en concreto, con lo que su nivel de ingresos será muy bajo, y la renta básica hará de complemento. La renta básica efectivamente es un ingreso bastante bajo, pero la productividad será tan alta que permitirá producir bienes de primera necesidad a un precio realmente muy, muy reducido y abordable por la renta básica.

¿Y el ocio?

Por los cambios en el modelo de trabajo va a haber mucho tiempo disponible, tanto voluntaria como involuntariamente, y ese tiempo disponible se va tener que llenar con algo. Y ese algo yo creo que va a ser un ocio gratuito o prácticamente gratuito. Aquí entraríamos en todo el mundo del metaverso, del cual cada vez se habla más y cuyo destino fundamental yo creo que va a estar orientado el ocio.

¿Y qué hay de la legalización de la marihuana?

Legalizar la marihuana tiene muchísimas ventajas fiscales, porque se supone que la marihuana va a pagar impuestos. Y, en segundo lugar, la legalización reduce el narcotráfico. No acabará totalmente con él, habrá contrabando seguro, pero el narcotráfico bajará. Y también en tercer lugar, la marihuana es un calmante, y ayudará a diluir los posibles conflictos sociales que puedan aparecer por este cambio. Si no recuerdo mal, en 37 estados de Estados Unidos ya es legal la marihuana, cuando hasta hace diez años si pillaban a alguien con cinco gramos de marihuana le metían en la cárcel. Los gobiernos están asumiendo está ‘necesidad’.

Pero esa posible legalización de la marihuana y este ocio gratuito que usted pronostica, ¿no sería un modo de tenernos entretenidos, sedados y que no se produzcan revueltas sociales ante el nuevo mundo que viene?

En parte sí. Después de la II Guerra Mundial, la paz social se compró con la protección social. A aquellas personas, sobre todo en Europa, que habían estado machacadas por una guerra que provocó 50 millones de desplazados en Europa, destrucción y miseria se les planteó un modelo muy claro: si os portáis bien, si votáis cosas que estén dentro de la normalidad y trabajáis, estaréis protegidos, tendréis una pensión de jubilación, una asistencia sanitaria que se pagará con impuestos, una educación pública que también se pagará con impuestos… Porque, sobre todo en los primeros años, los ricos pagaban mucho más. Ya nos hemos olvidado de que el impuesto sobre beneficios de sociedades en Estados Unidos con Eisenhower llegó a ser del 80%. Los ricos pagaban fuertes impuestos y estaban de acuerdo en hacerlo para comprar la paz social. Hoy la paz social no hace falta comprarla así. Con el nivel de desempleo y de subempleo que hay hoy, con las posibilidades de control social que existen y las bajas expectativas a nivel profesional que tienen los jóvenes, es muy fácil comprar la paz social.

En gran medida el sueño de la humanidad ha sido no tener que trabajar tanto y poder disfrutar de más tiempo libre. Pero no parece que el futuro que usted plantea sea muy apetecible…

Con la renta básica nadie va a poder comprarse un Ferrari. Y eso de que pides un crédito y te vas de vacaciones a las Maldivas, olvidémoslo. Ya desde los años 80 la desigualdad está creciendo enormemente. En Estados Unidos, en el año 1928, cuando no había ningún tipo de provisión social, el 1% más rico de la población controlaba el 27% de la riqueza. Después de la II Guerra Mundial empezaron a ponerse en práctica políticas de redistribución social, y en el año 1975 en Estados Unidos el 1% más rico de la población controlaba el 7,5% de la riqueza. Hoy, en Estados Unidos, el 1% más rico controla el 34% de la riqueza. La desigualdad se está incrementando porque se está produciendo una concentración de capital en manos de las corporaciones. Y la única forma de que la población soporte eso es garantizándole un mínimo y con un control del orden público tremendo. Yo no sé si será verdad, pero hace un par de meses un portavoz del gobierno chino dijo que hoy el estado chino ya cuenta con tecnología para controlar al 100% de la población china en tiempo real.

Dice que las grandes corporaciones cada vez tienen más y más poder. ¿Van a ser las grandes corporaciones las que nos gobiernen?

La facturación de las 50 principales empresas del mundo ya suma el 25% del PIB del planeta. Y gobernar, ya gobiernan. Yo estoy convencido de que los tipos de interés, por ejemplo, empezarán a subir cuando a estas grandes corporaciones les interese. En Estados Unidos han empezado a aumentar porque a la gran banca y a los grandes fondos les interesaba que así fuera. Se ha justificado con la inflación, pero este tipo de inflación que tenemos la política monetaria no la cura, porque es un tipo de inflación producida por insuficiente oferta. Y estamos hablando de la Reserva Federal y del gobierno de Estados Unidos… Piense usted en otros países en un nivel más bajo como es España: la capacidad de respuesta que tiene un gobierno hoy en día es mínima, por decir algo.

Con la inflación que ahora mismo tenemos en España, y que ronda el 10%, ¿sería buena o mala idea bajar los impuestos?

La inflación que tenemos en España es el mismo tipo de inflación, aunque en distinto porcentaje, que la que tienen Estados Unidos, Francia, Alemania, Canadá, Australia… Es un tipo de inflación generada por la falta de oferta, por una oferta insuficiente. No hay oferta suficiente porque la pandemia rompió las cadenas productivas y las cadenas logísticas, con lo cual cuando se retomó la producción no había componentes, recordemos por ejemplo los famosos chips que alimentan a los automóviles. Y a eso se añade que el precio de la energía se ha disparado: porque se ha disparado en el precio de la cotización de los derechos de emisión, porque tenemos un sistema de cálculo de precios que yo creo que no beneficia al consumidor y porque el conflicto de Ucrania ha tensionado aún más todo el tema energético. La inflación que tenemos es de ese tipo y la política monetaria ya ha demostrado que ante ese tipo de inflación no funciona, y la fiscal tampoco. Si se bajan los impuestos, llega más dinero al bolsillo de la ciudadanía, con lo cual el nivel consumo aumenta, es decir, sube la demanda. Pero si ya que antes de la bajada de impuestos la oferta era insuficiente, tras bajarlos aún será superior. Desgraciadamente ese tipo de inflaciones solamente se consigue reducirlas a base de normalizar la oferta. Hay que hacer todo lo posible para que la oferta se normalice, para que lleguen los bienes que llegaban antes y para reducir el consumo. Entre comillas y en términos de inflación, ahora mismo sería más útil aumentar impuestos que reducirlos.

Y a usted ese mundo que viene, ¿le gusta?

Evidentemente no me gusta. Pero yo soy fruto del pasado. La generación T, la que va desde 2008 a 2023, será la que arrancará esta nueva situación porque no tendrá ningún lastre del pasado. Yo y la inmensa mayoría de la humanidad tenemos lastres del pasado. Pero la generación T no.

Fuente: https://www.elmundo.es/papel/lideres/2022/04/30/626bf557fc6c83752f8b45b7.html

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