La responsable de la política cultural de Macron sostiene que “hay que defender también la diversidad cultural en un mundo en el que plataformas son cada vez más poderosas”
GUILLERMO ALTARES / EL PAÍS
Rima Abdul Malak (Beirut, 43 años), ministra de Cultura del Gobierno de Emmanuel Macron, llegó a Francia como refugiada, huyendo de la guerra de Líbano, cuando tenía diez años. Después de que su casa fuese bombardeada, su padre decidió instalarse con su familia en Lyon. Fue directora de programas de Payasos sin Fronteras, una época durante la que recorrió muchos países en conflicto; responsable de Cultura en el Ayuntamiento de París con el socialista Bertrand Delanoë y asesora de Macron, que le nombró ministra de Cultura en mayo, tras su releección.
Se ha pasado el verano recorriendo todos los festivales veraniegos posibles y ha formado una especie de grupo de presión dentro del Ejecutivo con el ministro de educación, Pap Ndiaye, para fomentar la lectura entre los jóvenes, que se ha marcado como su principal desafío. Aunque los frentes abiertos son numerosos: las plataformas digitales, los grandes grupos editoriales, la defensa de la excepción cultural. Visitó Madrid este lunes con motivo del lanzamiento del año Picasso, que presentó junto al ministro español de Cultura, Miquel Iceta. Concedió esta entrevista por la mañana en la terraza del Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Pregunta. ¿En qué medida es importante tener en cuenta el movimiento Me Too en la conmemoración del 50º aniversario de Picasso, hacerlo desde una sensibilidad contemporánea?
Respuesta. Hay que abordar este 50 aniversario de una forma muy amplia y muy abierta para abrazar todas las dimensiones de Picasso: la artística, la política, pero también la violencia que había en él. Es normal interesarse por la vida de un artista, mucho más cuando se analiza su proceso creativo. Para mí, la dimensión política de su obra es muy importante y también es muy importante analizarla desde un punto de vista actual. Viendo lo que ocurre en Europa ahora, creo que este 50º aniversario nos enfrenta a un símbolo tan poderoso como el Guernica y a preguntarnos sobre el compromiso de un artista en tiempos de guerra, en defensa de valores como la democracia y la paz. Es muy importante abordar también esa parte de la vida de Picasso. Con esto no quiero decir en absoluto que no haya que abordar también su relación con las mujeres; un tema que en este año Picasso van a tratar exposiciones como el proyecto de la artista australiana Hannah Gadsby en el Brookyn Museum en EE UU.
P. Francia se ha comprometido con la defensa y la protección de la cultura desde un punto de vista claro: no se trata de una mercancía como las demás, ya sea a través de las subvenciones al cine o la ley del precio fijo de los libros. ¿Es esta también la política del presidente Emmanuel Macron?
R. Es lo que llamamos la excepción cultural francesa, precisamente porque la cultura es diferente. Y yo añadiría a ese término que hay que defender también la diversidad cultural en un mundo en el que plataformas como Disney+, Amazon o Netflix son cada vez más poderosas. Los europeos tenemos que llevar ese combate también a la diversidad, la diversidad de las lenguas, de los relatos, la diversidad del cine por ejemplo, el apoyo al cine de autor. Pero el desafío no está solo en luchar contras las plataformas y en resistirse. El desafío consiste en lograr trabajar con ellos y abrir esas plataformas a la diversidad cultural, y obligarles por ley a contribuir económicamente a ella.
P. ¿Está usted de acuerdo con la política del festival de Cannes, el más importante del mundo, que solo permite concursar a películas cuyo estreno pueda llegar posteriormente a salas porque considera que una película es una obra que tiene que haberse estrenado en un cine?
P. Francia tiene una particularidad y es que tenemos una cantidad enorme de salas de cine. Somos el segundo país con más salas, con una pantalla por cada 10.000 habitantes. La historia de Francia está muy ligada a la historia del cine. Tenemos que luchar por preservarlas, por mantenerlas con vida, porque también producen lazos humanos y sociales. Y ver un filme en una pantalla grande representa una emoción mucho más poderosa que verlo en un móvil. Pero tampoco podemos olvidar que las plataformas no solo exhiben películas, sino que también las producen, películas que sin Netflix, por ejemplo, nunca se hubiesen realizado. Se trata de un debate que tarde o temprano tendrá que abrirse en Francia. Es un debate y una negociación global: cuándo debe exhibirse una película en salas, en vídeo, en plataformas.
P. ¿Le preocupa la concentración en el mercado editorial en Francia y en el mundo en general? ¿Cree que pone en peligro la libertad de creación?
R. Por un lado se trata de un mercado libre en el que actúan empresas privadas. En Francia tenemos un Centro Nacional del Libro, financiado por el Estado y que articula nuestra política de apoyo al sector del libro. Y también tenemos un departamento del libro en el Ministerio. Nuestro papel es, de nuevo, fomentar la diversidad editorial, apoyar a los pequeños editores, a los autores, distribuidores, libreros. Se trata de toda una cadena de diversidad que tenemos que apoyar. Y también los escritores tienen el deber de movilizar a la opinión pública. Hay autores que, en un momento dado, tienen el valor de abandonar una editorial por sus derivas. Ahí el Estado no puede decidir nada. Creo que es una mezcla entre acción política, que debe apoyar un ecosistema diverso, y el compromiso de algunos escritores que luchan por esa diversidad.
P. ¿Y se va a dotar Francia de leyes para evitar esa concentración en el sector editorial?
R. Se han producido muchas comparecencias y discusiones en el Parlamento, también sobre la concentración en los medios, porque forma parte del mismo problema, son los mismos grupos. Es un tema de preocupación para los parlamentarios aunque actualmente ya hay suficientes instrumentos legales.
P. ¿Es cierto que el bono cultural, que se acaba de instaurar también en España, que da una ayuda económica a los jóvenes que cumplen 18 años para gastársela en cultura, se ha convertido en el “bono manga” en Francia?
R. Va mucho más allá, es una apertura a un enorme abanico de experiencias culturales: teatro, museos, cine, música, festivales, incluso la práctica artística, porque muchos jóvenes se han comprado instrumentos con esas ayudas. En cuanto al libro, a nosotros también nos ha sorprendido porque no pensábamos que sería el gasto número uno. Y el 60% de los jóvenes que van a una librería a comprar un manga, salen con otro tipo de libro. Esa es la labor del librero. Puede ser una novela, un tebeo, un libro de cocina, que funcionan muy bien entre los jóvenes en este momento. El bono cultural no se puede gastar en Amazon, hay que ir a una librería física, lo que en Francia es relativamente fácil porque hay 3.000 librerías.
P. ¿Es necesario que el Ministerio de Cultura se coordine con el Ministerio de Educación para fomentar la lectura entre los jóvenes?
R. Totalmente. Es imprescindible. Con Pap Ndiaye (el ministro de Educación) formamos un grupo dentro del Gobierno con mucha complicidad. No es solo la lectura, es el gusto por el arte y la creación. Para mí, el principal reto es conseguir fomentar la lectura entre los jóvenes. Ahora mismo hay una experiencia en Francia, concretamente en Bretaña, el cuarto de hora de lectura: en todos los centros escolares, durante 15 minutos todos los alumnos dejan lo que están haciendo y leen un libro. No un libro de lectura obligatoria, un libro que ellos escogen, por puro placer. No cuesta nada y logra reducir la violencia, aumentar la concentración, desarrollar la imaginación y el vocabulario.
P. Este verano, en Estados Unidos, se ha producido un ataque fanático contra Salman Rushdie. Francia ha sido uno de los países que más ha sufrido por defender la libertad de expresión y que, con el atentado contra Charlie Hebdo, ha pagado un precio muy alto. ¿Cree que la libertad de expresión debe tener límites?
R. La libertad de expresión debe tener los límites que marca la ley: impedir el odio, el antisemitismo, la violencia. No se puede insultar, no se puede negar la Shoah. Todo el resto forma parte del campo de la ficción, de la imaginación de los autores, de los artistas. La libertad de expresión no es negociable. El arte puede escandalizar a algunas personas. Uno puede sentirse ofendido por un libro, por una película, por un personaje o un diálogo, que pone en duda nuestras creencias y certezas. Pero eso forma parte del arte, de la vida. No hay que evitar lo que puede escandalizar, porque forma parte del arte. Creo que Francia es un país que debe encabezar esa defensa absoluta de la libertad de expresión. Y acoger a artistas de todo el mundo, que no pueden trabajar libremente en sus países.
P. Usted llegó a Francia como refugiada a los diez años, con su familia que huía de la guerra de Líbano. Ahora es ministra de Cultura. ¿Es usted un producto de la escuela pública como ascensor social en Francia? ¿Cree que ese ascensor está estropeado en este momento?
R. Soy también un producto de la francofonía, porque crecí en un país francófono y aprendí a la vez el árabe y el francés. Tuve la suerte de tener un profesor en Lyon que me ayudó muchísimo a construirme a mí misma. Un profesor de francés que nos puso a hacer teatro en clase, que empujó los pupitres contra la pared. Nos dijo: vamos a guardar los manuales, vamos a hacer teatro en clase, a leer. Me abrió horizontes que para mí eran entonces insospechados. Por eso me interesa tanto el proyecto educativo que propone el presidente de la República, su noción de devolver a los profesores la libertad pedagógica. Me hace pensar en aquel profesor. El reto reside en conseguir que, a la vez que se transmiten los saberes fundamentales, leer, escribir, contar, también se apoye a los enseñantes que quieran explorar otras materias, encontrar otras vías pedagógicas, que dejen un espacio para los proyectos de innovación. Me interesa mucho estudiar el lugar que el arte, la creación, la escritura pueden tener en la escuela, en la que todavía hay muchas desigualdades. Porque, sí, existen todavía muchas desigualdades en la escuela pese a todo lo que hemos hecho.
P. Líbano, el país en el que nació, pasa por una crisis enorme, insólita incluso para un país que ha sufrido tanto. ¿Le provoca tristeza contemplar la deriva de Líbano?
R. Mucha tristeza, es muy triste. Es una crisis política, moral, económica, sanitaria, ecológica. Todas las crisis posibles se acumulan. Sin embargo, quiero decirle que siempre he confiado en la fuerza del pueblo libanés porque, como escribió aquella poeta libanesa, Nadia Tuéni, “Beirut es una ciudad 1.000 veces muerta y mil veces resucitada”. Siempre renace, siempre es capaz de reconstruirse. Mantengo la esperanza de que será capaz de levantarse. Aunque para eso tienen que producirse cambios políticos que tardan en llegar.
P. Fue presidenta durante seis años de Payasos sin Fronteras. ¿La risa forma parte de la cultura?
R. Esta organización me permitió contemplar el poder de la risa en todos los contextos: Birmania, Afganistán, Ruanda, Guatemala, Filipinas, Bangladesh… No importa cuáles sean las dificultades, la guerra, la miseria, una catástrofe natural: la risa es un momento que une a la gente, a todas las generaciones. Es un momento en el que se suspende toda la horrible violencia del mundo, porque con la risa se despliegan todas las emociones posibles, y esto da una fuerza enorme. Trabajamos, por ejemplo, con Acción contra el Hambre. Esta ONG estudió cómo ayudar a las madres a alimentar a sus hijos, que estaban demasiado traumatizados para poder comer utilizando la risa y la música. El humor forma parte de nuestra cultura y está relacionado con nuestra libertad de expresión. El humor en Francia forma parte de la sátira, de los juegos de palabras. Hay un arte del humor francés, por ejemplo, en Brassens. Es algo que compartimos los franceses y los libaneses. Cuando nos reímos con alguien, siempre hay un lugar en el que estamos conectados con los demás. Sean cuales sean nuestras diferencias.
P. Cuando formaba parte del Gabinete del presidente Macron, usted enviaba a sus colegas todos los días un poema. He leído que ahora no tiene tiempo de hacerlo. ¿Qué poema francés recomendaría a nuestros lectores?
R. Estos días he leído mucho a Paul Éluard porque sabía que venía a España a hablar sobre Picasso. Tuve ganas de leer la historia de los dos y he releído el libro conjunto, Un rostro para la paz, con dibujos de Picasso y poemas de Éluard. Me he dado cuenta de que en estos tiempos de guerra, volvemos a vivir esa poesía. Nos da mucha fuerza para afrontar los desafíos del futuro. Son palabras muy simples, que tienen la profundidad de esa amistad, pero también de toda la historia de Europa. Elegiría, por tanto, un poema de Éluard.
Fuente: https://elpais.com/cultura/2022-09-13/rima-abdul-malal-ministra-de-cultura-francesa-la-libertad-de-expresion-no-es-negociable.html