Una nueva investigación en ratones relaciona el consumo prolongado de aceite frito con una mayor neurodegeneración.
REDACCIÓN DW
Una reciente investigación ha puesto de manifiesto los riesgos asociados al consumo de aceite de cocina recalentado. El estudio evidenció que las ratas y su descendencia que ingirieron este tipo de aceites mostraron una mayor neurodegeneración en comparación con aquellos que siguieron una alimentación convencional.
El vínculo entre los alimentos fritos y diversas enfermedades, incluidos el cáncer y la diabetes, ya era conocido; sin embargo, las implicancias del uso repetido del aceite de cocina no habían sido profundamente exploradas hasta el momento. Esto es especialmente relevante ya que recalentar aceite para freír es una escena cotidiana tanto en hogares como en restaurantes, lo que coloca a las conclusiones de este estudio en un primer plano para la salud pública.
Reutilización del aceite: aumento de compuestos nocivos
En concreto, el estudio destaca que el recalentamiento del aceite no solo reduce sus antioxidantes –además de otros beneficios originales del aceite para la salud–, sino que también aumenta la presencia de sustancias nocivas como la acrilamida, las grasas trans y los peróxidos.
De acuerdo con un comunicado de prensa, estos cambios en la composición del aceite repercuten negativamente en la red de comunicación entre el hígado, el intestino y el cerebro. Este eje, aseguran, es fundamental para el mantenimiento de diversas funciones fisiológicas, y su alteración está vinculada a trastornos neurológicos.
«Freír a altas temperaturas se ha relacionado con varios trastornos metabólicos, pero no se han realizado investigaciones a largo plazo sobre la influencia del consumo de aceite frito y sus efectos perjudiciales para la salud», afirma en el comunicado Kathiresan Shanmugam, profesor asociado de la Universidad Central de Tamil Nadu, en Thiruvarur (India).
«Que sepamos, somos los primeros en informar de que el consumo prolongado de aceite frito aumenta la neurodegeneración en la descendencia de primera generación», agregó.
El estudio
En el desarrollo del estudio, Shanmugam y su equipo de la Universidad de Illinois en Chicago, distribuyeron a un conjunto de ratas hembras en cinco grupos, sometiéndolos a dietas variadas durante 30 días. Mientras un grupo se mantuvo con la dieta estándar, a los otros se les administró la misma dieta más 0,1 mililitros de aceite de sésamo o de girasol, tanto en su forma natural como recalentada, imitando el uso del aceite de cocina reutilizado.
Los animales que consumieron los aceites recalentados evidenciaron una acumulación de toxinas y una inflamación significativa en el hígado, así como daños en el colon. Esto condujo a una alteración del metabolismo lipídico hepático y una disminución en el transporte de DHA, un ácido graso omega-3 esencial para el cerebro.
«Esto, a su vez, provocó neurodegeneración, que se observó en el cerebro [anatomía] de las ratas que consumieron el aceite recalentado, así como en sus crías», explicó Shanmugam.
El estudio no solo revela estos efectos adversos, sino que también propone una luz al final del túnel: la suplementación con ácidos grasos omega-3 y nutracéuticos como la curcumina y el orizanol podría ofrecer un antídoto contra la inflamación hepática y la neurodegeneración inducida por el aceite reutilizado. Sin embargo, los autores hacen un llamado a la acción, sugiriendo que es crucial realizar estudios clínicos en humanos para evaluar los efectos adversos de consumir repetidamente alimentos fritos en aceite reutilizado.
Felipe Espinosa Wang con información de ASBMB Today y Newsweek.