Con el manto de estas alegres palabras han cubierto su tristeza las hermanas de Belén de la Cartuja de Jerez, que este sábado se despiden del histórico monasterio del siglo XV en el que los últimos 22 años han vivido en clausura, entregadas al silencio, la soledad y la oración
EFE / RELIGIÓN DIGITAL
Anunciaron su despedida hace unos meses en una carta en la que explicaron que la soledad y el silencio que buscan en su vida «se ven perturbados cada vez más» por «la proximidad y el ruido de las carreteras, el paso frecuente de aviones y un entorno del monasterio cada vez más poblado». Una situación a la que se une, indicaban, el «desafío constante del mantenimiento y restauración» de este gran monasterio
Se abre ahora un tiempo nuevo para este conjunto: «Del futuro no sabemos nada, estamos en espera». Es «una joya que pertenece al Estado» en la que, a pesar del goteo de inversiones para su conservación, «queda muchísimo por hacer», explica el capellán.
El objetivo es poder «sacarle partido no solo para el turismo, también espiritualmente, para que siga siendo un pulmón de espiritualidad»
«Que nos quiten lo bailao». Con el manto de estas alegres palabras han cubierto su tristeza las hermanas de Belén de la Cartuja de Jerez, que este sábado se despiden del histórico monasterio del siglo XV en el que los últimos 22 años han vivido en clausura, entregadas al silencio, la soledad y la oración.
Las monjas anunciaron su despedida hace unos meses en una carta en la que explicaron que la soledad y el silencio que buscan en su vida «se ven perturbados cada vez más» por «la proximidad y el ruido de las carreteras, el paso frecuente de aviones y un entorno del monasterio cada vez más poblado».
Un desafío constante
Una situación a la que se une, indicaban, el «desafío constante del mantenimiento y restauración» de este gran monasterio, el edificio religioso y monumental de mayor valor artístico de la provincia de Cádiz y un gran desconocido para el público, ya que la vida monástica es incompatible con las visitas.
«Para despedirse del monasterio y de la ciudad, las hermanas han hecho algo histórico: romper su clausura, su silencio y su vida en oración y dar una conferencia a las puertas de la Iglesia de este monasterio gótico»
Incluso en las zonas de las celdas, una de las partes restauradas en estos últimos años, han surgido grietas, un daño en el que ha podido influir el aumento del tráfico al que ha llevado la liberación de la cercana autopista AP-4, según explicaba recientemente el obispo de Jerez, José Rico Pavés.
Para despedirse del monasterio y de la ciudad, las hermanas han hecho algo histórico: romper su clausura, su silencio y su vida en oración y dar una conferencia a las puertas de la Iglesia de este monasterio gótico, la única parte que se abre al público periódicamente para los cultos.
La Cartuja, una madre
«Cada piedra de este monasterio está impregnada de oración», decía emocionada en la conferencia Sor Fuensanta, priora de la comunicad, que resumía con esta frase lo que dejan atrás y con un ‘que nos quiten lo bailao’ lo que las monjas se llevarán de su experiencia en él.
En la despedida, sor Oriah, una de las hermanas de Belén que hace 22 años, cuando ella apenas tenía 23, se asentaron en este monasterio, cuando los monjes cartujos que lo habitaban desde 1948 decidieron marcharse de él, ha compartido su experienciay vocación.
Ésta nació con apenas diez años, cuando sus padres volvieron a casa tras un retiro espiritual. «Les noté diferentes. Vi una paz profunda en su corazón. Me interrogó mucho y pedí que me llevarán».
Al año siguiente fue a un retiro con sus padres, una experiencia que continuó de adolescente y joven hasta que participó en una peregrinación: «Volví que estaba en otro mundo. Estaba como enamorada. Los exámenes finales de la universidad me salieron fatal», cuenta.
Aunque «una pasa momentos de combate», sobre todo con su juventud, Sor Oriah finalmente recibió su hábito como hermana de Belén e ingresó en el monasterio de la Cartuja, donde ha pasado, dice, «algunos de los momentos más felices de mi vida».
«Para mí la Cartuja es una madre», relata mientras cuenta que sus momentos de crisis se evaporan cuando sale al claustro y siente «la estabilidad» de las columnas o cuando pone sus pies sobre los surcos que dejó el roce continuo de los de los monjes cartujanos de tanto rezar en el oratorio. «Me ponía ahí, en su molde, y os prometo que algo pasaba».
Una vida en soledad, rezando por el mundo
Las monjas viven la mayor parte del tiempo en soledad en sus celdas, alrededor de un claustro que simboliza que son eremitas pero dentro de una vida comunitaria.
De lunes a viernes esa vida comunitaria se concentra en dos únicos actos litúrgicos. Son los fines de semana cuando se expande con una reunión, una comida y un paseo por la naturaleza.
«El mundo sólo necesita amor»
Pese a su clausura siguen con atención lo que pasa en el mundo: «No tenemos tele, ni móviles todas, gracias a Dios, pero estamos muy en contacto con la realidad del mundo. Recibimos noticias de una forma u otra», cuenta la priora.
«Estamos aquí para rezar no sólo por nosotras, también para interceder por el mundo. Es importantísimo saber lo que pasa fuera», subraya la priora, que asegura que «el mundo sólo necesita amor».
Confiesa que cuando pasa por momentos de «sequedad» en su vocación, le dice a Jesús ‘tu te apañas, que yo no sé qué hago aquí'», y ,de alguna forma, vuelve a encontrar el sentido de su vida de clausura.
Un nuevo tiempo para esta joya monumental
Son las últimas hermanas de Belén en España, donde llegó a haber dos comunidades. Ahora se desperdigarán en otros monasterios de Francia, México, Argentina o Portugal, con la esperanza de poder volver al país algún día, según cuenta a EFE el capellán Lorenzo Morán.
Se abre ahora un tiempo nuevo para este conjunto: «Del futuro no sabemos nada, estamos en espera». Es «una joya que pertenece al Estado» en la que, a pesar del goteo de inversiones para su conservación, «queda muchísimo por hacer», explica el capellán.
El objetivo es poder «sacarle partido no solo para el turismo, también espiritualmente, para que siga siendo un pulmón de espiritualidad».
La Cartuja de Santa María de la Defensión fue levantada en 1476. En 1835, con la desamortización de Mendizábal, los monjes cartujos que la habitaban se fueron. El ejercito se instaló en una parte de este rico monasterio para la cría de caballos (aquí nació la estirpe del caballo cartujano), pero otra quedó vacía hasta 1948, cuando los monjes regresaron con una cesión del Estado de cien años.
En 2000, cuando ya avanzaban las crisis de nuevas vocaciones, los cartujanos se fueron y entraron las hermanas de Belén, que ahora se despiden de este monasterio.
Fuente: https://www.religiondigital.org/vida-religiosa/hermanas-Belen-abandonan-Cartuja-Jerez-monasterio_0_2652034778.html