Pese a que en Internet suelen quedar copias de todo, es altamente probable que los mensajes de texto sean irrecuperables
PABLO PARDO / Washington / EL MUNDO
Los guardaespaldas de Donald Trump han perdido los mensajes de texto que intercambiaron entre ellos el 5 y el 6 de enero de 2021, es decir, en la fecha en la que se produjo el asalto al Capitolio por los seguidores del ex presidente y la crisis más grave de ese país desde que en 1861 los estados del Sur se independizaron ante el temor de que en el futuro se vieran obligados a abandonar la práctica de la esclavitud.
La idea de que los guardias que protegen al presidente no tengan los mensajes que se cruzaron, y encima los de ese día, puede parecer increíble. Pero ésa es la respuesta que el Servicio Secreto, es decir, la organización a la que pertenecen, ha dado a la Comisión de la Cámara de Representantes que investiga lo que cada día parece más claramente una intentona golpista de los seguidores de Donald Trump.
Según los responsables del Servicio Secreto, el 27 de enero, esa agencia dependiente del Departamento de Seguridad Interior cambió sus sistemas de comunicaciones, y en lo que parece una coincidencia verdaderamente histórica, justo gran parte de los mensajes del 5 y del 6 de enero desaparecieron. No solo eso: pese a que en Internet suelen quedar copias de todo, es altamente probable que los mensajes de texto sean irrecuperables, según ha declarado el portavoz del Servicio Secreto, Anthony Guglielmi, al diario ‘New York Times’.
La Comisión ha reclamado esos mensajes después de que la ex empleada de la Casa Blanca con Trump, Cassidy Hutchinson, declarara hace dos semanas que el 6 de enero el presidente ordenó a los agentes del Servicio Secreto que le llevarán al Congreso en coche. Cuando éstos se negaron, Trump se abalanzó sobre ellos, y trató sin éxito de tomar el control del vehículo, de acuerdo con ese testimonio. El presunto altercado se produjo a la salida del mitin que Trump había dado a sus seguidores en el Mall, el parque de Washington donde están tanto el Congreso como la Casa Blanca, y en el que les había dicho que «vamos a ir al Capitolio». Y unos 2.000 así lo hicieron. Si el entonces presidente hubiera aparecido junto al edificio durante el asalto, sus seguidores habrían, sin duda, recibido una enorme inyección de moral. Trump, de acuerdo con el testimonio de Hutchinson, sabía que algunos de sus partidarios iban armados.
Las declaraciones de Hutchinson han vuelto a poner la atención en el papel, nunca bien aclarado, del Servicio Secreto durante la insurrección. Y la coincidencia de la desaparición de los mensajes agravan las sospechas sobre la falta de transparencia de una organización que tiene un presupuesto de 3.260 millones de euros, y una plantilla de 7.900 personas. Sus funciones son la protección del presidente y el vicepresidente y sus familias, de los miembros del gabinete, de los diplomáticos extranjeros acreditados en EEUU y de los dignatarios de otros países que estén visitando el país.
El Servicio Secreto se ha visto envuelto en todo tipo de escándalos en los últimos años. En 2012, cuando protegían (en teoría) a Barack Obama, 11 de sus agentes fueron suspendidos de empleo y sueldo temporalmente después de que protagonizaran una bronca memorable en un hotel de Cartagena de indias, en Colombia, cuando uno de ellos se negó a pagar a una prostituta. El incidente acabó modificando los estatutos del cuerpo para incluir una prohibición, antes inexistente, de que sus miembros visitaran «establecimientos de dudosa reputación».
El cambio no fue lo bastante claro, porque en 2017, uno de los guardaespaldas del vicepresidente, Mike Pence, también fue suspendido de empleo y sueldo cuando se llevó a una prostituta a un hotel de Maryland (en esta ocasión, pagando). Entretanto, en 2015, dos agentes del Servicio Secreto, borrachos como cubas, estrellaron un coche contra una barrera de protección de la Casa Blanca. Cuando el congresista republicano Jason Chafetzz abrió una investigación sobre el incidente, el Servicio Secreto filtró a los medios de comunicación información sobre él, pero con tanta torpeza que pronto se descubrió que era una venganza. La semana pasada, un guardaespaldas que estaba protegiendo a Biden fue detenido en Israel por agredir físicamente a una mujer en un bar.
El escándalo de los mensajes de texto se suma a otras revelaciones sobre el asalto al Capitolio que hacen que aquel trágico 6 de enero de 2021 empiece a parecerse a lo que pasó en España el 23 de febrero de 1981. No necesariamente por el asalto en sí -aunque en ambos casos se trató de un intento de toma de un Legislativo en el momento en el que éste elegía al jefe del Gobierno- cuanto por los ‘agujeros’ de la investigación y la aparente imposibilidad de saber exactamente qué pasó. La gran diferencia es que España en 1981 era un país que todavía estaba realizando la transición a la democracia, mientras que EEUU en 2021 era un país con casi dos siglos y medio de democracia.
Fuente: https://www.elmundo.es/internacional/2022/07/21/62d7c37bfc6c83d9118b4580.html