Avión tiene apenas 1.800 vecinos, que en agosto son más de 5.000, entre ellos varios multimillonarios que desde hace años organizan una fiesta mexicana para honrar a los antepasados que tuvieron que emigrar. Tras la pandemia, la celebración ha vuelto este verano.
NATALIA PUGA / ROSA GONZÁLEZ (Fotografía) PAPEL / EL MUNDO
Rolls-Royce, Lamborghini, Porsche Cayenne, Ferrari… Los coches de más alta gama surgen de carreteras serpenteantes y aparcan en la avenida principal. La imagen parece evocar a las urbanizaciones más exclusivas, pero, si abrimos el foco, nos encontramos con un pequeño pueblo del interior de Ourense. Tan solo la marca de su coche delata que quien conduce posee una fortuna. En cuanto pone un pie en la acera, deja de importar qué vehículo lo ha llevado hasta allí o cuánto dinero tiene en el banco. Se mimetiza con el ambiente y se impone la humildad y la discreción. Estamos en Avión. Su nombre puede no decir nada fuera de Galicia y, sin embargo, cada verano se convierte en punto de reunión de grandes patrimonios a escala mundial y en un pedacito de México en España en el que los tacos, el tequila y la Coronita circulan tanto como el pulpo, el licor café y la Estrella Galicia.
Un «¿qué onda, güey?» nos da la bienvenida. No uno cualquiera, sino uno con un pronunciado acento gallego. El viernes nos desplazamos a Avión para asistir a su famosa Fiesta Mexicana, nacida como homenaje del pueblo a sus emigrantes. El alcalde, el popular Antonio Montero, presume de «la fiesta mexicana más importante de España». «Es más que eso, la más grande e importante fuera de México», aclaran sus paisanos.
Horas antes de que los mariachis despierten el furor colectivo, las ganas de enchiladas generen largas colas y las Coronita y las Pacífico rulen sin descanso, ya nos sentimos en una tierra de contrastes, medio gallega, medio mexicana y con ese espíritu abierto y acogedor de quien suma generaciones dejando su hogar para buscarse el sustento y ha aprendido a valorar lo más importante, la familia, los amigos y el buen comer y beber. Es día 12 y, como los 12 y 22 de cada mes, hay feria en Avión, así que nuestra particular fiesta mexicana empieza con el pulpo, la carne ao caldeiro y el churrasco que no puede faltar en toda feria gallega. En sus orígenes, permitía el trueque entre vecinos que difícilmente llenaban el plato a diario e intercambiaban patatas por frutos de temporada o pan y queso artesanos. Ahora que la ventura les ha tocado, se mantiene por tradición. Y como excusa para reencontrarse.
Las de agosto son las más emotivas, y si coinciden con la fiesta mexicana, aún más. Avión es un pueblo de coches potentes y mansiones imponentes, con apenas 1.800 habitantes censados que en verano son más de 5.000. Quienes llegan no son turistas, son emigrantes que desde finales del siglo XIX y, sobre todo, principios del XX, buscaron huir de la miseria y perseguir fortuna allende de los mares. La diferencia con otros pueblos es que ellos, casi sin excepción, cosecharon el éxito.
En verano el pueblo se llena de rolls, de tequila en los supermercados y de botellas de vino de 600 euros
Llama la atención que en la única avenida del pueblo hay tres oficinas bancarias. Antes de la banca electrónica, llegaron a ser siete. Esta localidad aislada tiene entre sus habitantes a algunas de las principales fortunas de México y, cada vez que regresan, elevan la renta per cápita hasta convertirla en una de las más ricas del país. No hace falta tirar de estadísticas, basta echar un ojo a los caserones de piedra, los rolls, los vinos de 600 euros que venden en el modesto supermercado del pueblo o el tequila Don Julio que sirven en bares austeros y sin pretensiones.
El viernes quisimos ver esta multitudinaria fiesta mexicana desde dentro y, sobre todo, entender el porqué en Avión todos han logrado volar.
La respuesta nos la da Alberto Dacasa, exitoso empresario mexicano oriundo y orgulloso de sus orígenes. En gallego con acento mexicano le pide a Cristina que le sirva un pulpo en su punto y a Marité que le traiga una doble ración de tarta de queso. Y en castellano, con expresiones mexicanas y acento gallego, nos da las claves que ha recogido en el libro que presento en 2021 en México y trajo en mayo a España. Se llama El método Avión y -dice él- «desgrana el conocimiento que mamé en casa», y la sabiduría colectiva que los vecinos de Avión se han transmitido durante generaciones para convertirse en un fenómeno millonario.
El título juega con el triple sentido del pueblo de su infancia, su formación como piloto y su rutina actual de coger 124 aviones y volar 300.000 kilómetros al año. A través de 13 escalas, desvela la fórmula que emigrantes exitosos dejaron en herencia a sus hijos y que en su familia empezó a prescribir su bisabuelo. A su abuelo, antes de emigrar, le llamaban O Meleiro porque iba vendiendo miel puerta a puerta. Su padre le contaba que, de pequeño, «su mejor regalo de cumpleaños era un chorizo». Ahora, sus hijos, Faridi (que lleva el nombre de su madre), Carlos Alberto y Miranda, podrían dedicar sus días a gastar la fortuna familiar que él engrosó en los sectores inmobiliario y hostelero a partir de la mueblería familiar, pero en casa le han inculcado esa cultura del esfuerzo y del emprendimiento. Los dos pequeños, en la temprana adolescencia, ya lanzaron una empresa comercializadora de miel, O Meleiro Dacasa.
La publicación de El Método Avión nace de la generosidad. Hace años, un empleado al que tenía gran aprecio falleció de forma repentina dejando dos hijos pequeños en situación precaria. «Y yo pensé: si me pasa a mí: ¿quién le enseñará a mis hijos lo que hicieron mi padre o mi abuelo?».
Empezó a tomar notas como un legado para sus hijos y, cuando las terminó, sus amigos le animaron a plasmarlas en un libro. «Me dijeron, no seas egoísta, ¿por qué las dejas a tus hijos y no a los míos?». Ahora da charlas en cárceles y ante colectivos desfavorecidos a los que trasmite una de las frases que aprendió de su padre: «Quien no valora, cuida y respeta lo poco, nunca será merecedor de lo mucho». Se lo inculcó a sus hijos y ellos lo llevan a la práctica en la feria. Echan una mano a Marité y Cristina y recogen las mesas mientras ellas llaman a su padre Albertiño o Mi secretario.
En México tenemos morriña de Galicia y aquí, nostalgia de México. ¿A quién quieres más, a papá o a mamá?ALBERTO DACASA
La mayor parte de quienes asisten a la fiesta emigraron a México, pero entre los emigrantes retornados que ahora disfrutan en Avión de una jubilación tranquila hay emigrantes de todos los continentes. Ni al alcalde ni a sus vecinos les gusta personalizar, allí todos saludan con el mismo cariño al propietario de la mayor colchonería de México y al trabajador que acaba de llegar al bar DF-Madrid. Pero sí hay un nombre que sobresale, Olegario Vázquez Raña, que en su infancia pasó hambre y creó de la nada el Grupo Ángeles, un holding de sanidad, comunicación, turismo y finanzas. Ahora tiene la casa más imponente, una réplica exacta de la que posee en Cuernavaca. Dicen aquí que tiene «la casa más chingona de Acapulco». Pasa la mayor parte del año en México rodeado de hasta 40 escoltas y aquí solía conducir él mismo uno de sus dos Rolls-Royce. Eso sí, no perdonaba su partida de dominó en el bar Moncho, hoy rebautizado Anduriña.
Ahora, la edad le obliga a delegar en un chofer, que trae de México junto a su cocinera y sus mucamas, pero no renuncia al placer de la discreción que le permite volver a casa ni a un dominó. En 2013 sus partidas dieron la vuelta al mundo porque compartía fichas con quien entonces Forbes situaba como mayor fortuna del mundo, el empresario mexicano de origen libanés Carlos Slim. También con Miguel Rincón, dueño de la mayor empresa papelera de México, o el ejecutivo de Televisa Miguel Alemán y su esposa, la ex miss Christiane Magnani.
Slim se ha convertido en un paisano más. Aterriza su jet privado en el aeropuerto de Vigo, conduce su Bentley por sus serpenteantes carreteras de acceso y se ha dejado ver en el bar Moncho con Amancio Ortega.
En medio de la multitud, Ramón Meiriño, propietario del aquel bar, guarda silencio. «No vamos a decirte nada». Sus secretos definen mejor cómo viven los millonarios en Avión que una larga entrevista. Si estos exitosos empresarios regresan al pueblo es para gozar de la tranquilidad que da guardar 13 coches en el garaje y tener más ceros en la cuenta corriente de los que se pueden recordar.
«El precio que tenemos que pagar como emigrantes es que en México tenemos morriña de Galicia y aquí, nostalgia de México», dice Dacasa. Viven entre dos tierras. «¿A quién quieres más a papá o a mamá? Pues eso sentimos nosotros, estamos entre la tierra de nuestros antepasados, y nuestra tierra; y la tierra de nuestros hijos, nuestra también».
Para callar esa morriña, comieron con pulpo y cenaron con tacos al son de los mariachis hasta bien entrada la madrugada. Luego, su Porche los llevó al descanso reparador de quien ya ha conquistado sus sueños.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2022/08/13/62f7e6eae4d4d8055a8b45fc.html