El periodista y guionista Pedro Bravo defiende en su ensayo ‘¡Silencio!’ la necesidad de detenerse, decir menos y escuchar más como pilares de un manual de resistencia contra la era del ruido externo e interno
La prisa física y la mental son caminos hacia el aturdimiento y la poca capacidad de observación al detalle de la vida: “Ahora pensamos que es aburrido pasear por la naturaleza y nos divierte estar hiperconectados”
ROXANA IBAÑEZ MACHADO / VIVO / LVD
El mundo va deprisa. Pero frente a este no parar, azuzado por las herramientas tecnológicas y la confianza en los relatos culturales que limitan nuestra perspectiva, Pedro Bravo insta a aprender a detenerse, callar y escuchar como pilares de un manual de resistencia. Bravo acaba de publicar ¡Silencio! Manifiesto contra el ruido, la inquietud y la prisa (Debate), un ensayo en defensa de la lentitud, la soledad como alternativa de vida.
El periodista, guionista y ensayista afirma que es imposible hablar o escribir sobre el silencio sin citar a John Cage, un compositor nacido en Los Ángeles en 1912, famoso por ser el creador de la obra llamada 4’33”. En esta obra no suena ni una sola nota durante ese lapso de tiempo. El pianista que la interpreta se queda sentado, quieto, sin tocar las teclas, solamente abriendo y cerrando la tapa del piano.
El pánico al silencio y a la soledad es hoy muchísimo mayor porque los condicionantes sociales y económicos nos inquietan y estresan mucho más
Pedro BravoPeriodista, guionista y ensayista
¿Lo de John Cage fue una provocación?
Entonces y ahora, porque es un experimento sobre la dificultad que tenemos para enfrentarnos al silencio. Cage no dijo qué pretendía, pero las preguntas que planteaba todavía siguen vigentes porque todavía estamos haciendo ruido en torno a esa experiencia. Y eso me parece muy interesante.
¿Tenemos pánico al silencio?
No sé si pánico, pero cada vez nos pone más nerviosos. Volviendo a la experiencia de John Cage, si esto sucediese ahora, el ruido que habrían provocado esos 4 minutos y 33 segundos de silencio habría sido muchísimo mayor, probablemente. Quiero decir que el silencio nos enfrenta con nosotros mismos, pero con lo que ha avanzado el mundo en los últimos años, la tecnología, el estrés y las inquietudes, el pánico al silencio y a la soledad es ahora muchísimo mayor porque generamos pensamientos influidos por unos condicionantes sociales y económicos que nos inquietan y nos estresan muchísimo más. Y, además, es mucho más difícil estar en silencio y en soledad, porque tenemos un montón de impulsos e intentos de atraer nuestra atención que antes no teníamos.Lee también
Cómo dejar de pensar sin parar: “Pocas veces prestamos atención a la respiración”
MARIA RUFINO
Elogio de la inactividad: estos son los beneficios de darse a la vida contemplativa
ALEXIS RACIONERO RAGUÉ
¿Qué sería para ti el ruido?
Tanto el silencio, pero, sobre todo, el ruido, son palabras de mucha subjetividad. El sonido de un coche de Fórmula 1 molesta a algunos y a otros les parece música celestial. Para mí, el ruido son los sonidos físicos que generamos los humanos y que acaban aturdiéndonos como el sonido de la ciudad, los coches, las máquinas, el ocio…pero también lo es el sonido de lo mental, por todas esas inquietudes generadas por el modelo de la economía de la atención y esa necesidad de alcanzar siempre algo que está en constante movimiento y que es la promesa de la economía capitalista.
¿Podemos llevar una vida menos ruidosa?
No quiero dar soluciones porque me parece un tema complejo. Cada uno tiene que reflexionar según sus condiciones vitales, sociales y económicas. No sé si podemos llevar una vida completamente vacía de ruido, y ni siquiera sé si es sano, porque algo de agitación seguramente necesitemos. Lo que sí creo es que podemos plantearnos cómo resistir a algunos de los ruidos actuales.
Las redes sociales han sido creadas para generar adicción, ruido mental y aturdimiento: funcionan casi exactamente como una droga
Pedro BravoPeriodista, guionista y ensayista
¿Cómo?
Me explico: para mucha gente, incluido yo, será muy difícil escapar de la inquietud que genera el modelo económico, porque tenemos que ganarnos la vida en un contexto, en una sociedad, y en un entorno laboral. En el que hemos crecido y evolucionado como profesionales. Entonces es muy difícil apartarse de ese ámbito laboral que nos genera un montón de ruido. Pero podemos hacer pequeñas defensas de la soledad, el silencio, la quietud, la calma, la tranquilidad en ese ámbito laboral. De las comunicaciones, del telefonito, de los mensajes y de la economía de la atención en general, pues probablemente no podamos escapar. Pero podemos hacer pequeños actos de resistencia. Tenemos que darnos cuenta de lo que nos está haciendo daño y tratar de encontrar equilibrios que nos lleven un poco más a la calma.
¿Qué parte de culpa tienen las redes sociales de este ruido?
De alguna manera esos tipos de canales han venido a sumarse a otros ya existentes, como los medios de comunicación, la radio, la televisión, etc. Y multiplicando la competencia de empresas que quieren captar nuestra atención para fines comerciales o que dejemos nuestros datos. Son también aplicaciones creadas para generar adicción y enganche. Por tanto, están diseñadas desde el principio para generar inquietud, que es ruido mental, y aturdimiento, para que sigamos enganchados a ellos. Funcionan casi exactamente como una droga. No sé qué parte de culpa tienen, pero creo que son grandes y constantes generadores de inquietudes de todo tipo, porque además nos generan deseos, anhelos de comprar, de hacer cosas, viajar, cambiar, hacen que todo el rato estemos en un proceso de inquietud.
¿Cada vez somos más una marca?
Algunos sí y me incluyo, los que estamos metidos en esta forma de comunicación a través de canales sociales de todo tipo estamos hablando todo el rato de nosotros mismos. De alguna manera, lo que estamos queriendo con esa conversación múltiple y mundial es convertir nuestro mensaje en más relevante que el de los otros, porque son mensajes un poco egocéntricos, vanidosos, incluso en algunos casos narcisistas. Estamos en un proceso preocupante porque nos lleva al narcisismo, en el que estamos hablando constantemente de lo guapos, lo grandes profesionales y simpáticos que somos o incluso de lo mal que estamos, pero con herramientas similares de comportamiento, de narrativa de marca.
¿Nos estamos volviendo más individualistas?
Sí, pero es un proceso que lleva muchos años y que tiene que ver con la evolución de la economía de mercado y con muchas cosas que afecta a lo social, de cómo la publicidad también ha ido cambiando y ha ido aludiendo a los deseos individuales. Nos estamos convirtiendo cada vez más individualistas y egoístas. También tiene que ver con el narcisismo que nos provoca estas formas de comunicación social.Lee también
Laurent Vidal, el historiador que reivindica la lentitud: “La siesta es un acto de resistencia”
DAVID DUSSTER
En tu libro hablas sobre los introvertidos y la simpatía…
En las sociedades occidentales, desde el siglo XX y sobre todo con la evolución de la sociedad de consumo y la imposición de una forma de ser muy norteamericana, la extroversión ha ido dominando y ahora está muy presente en la forma de enseñar a los niños en los coles, donde ponen notas que responden mucho a su personalidad. Pero también ocurre en entornos laborales con las presentaciones casi obligatorias, las oficinas abiertas en las que se premia, digamos, al que habla y no a las otras personas que son igual de válidas pero que tienen otra forma, de ser y de trabajar. Pasa en todo tipo de entornos y lo que estamos perdiéndonos es la diversidad de la vida.
Pensamos que es aburrido pasear tranquilamente viendo y oyendo detalles de la naturaleza… eso es parte de la cultura del ruido y la prisa
Pedro BravoPeriodista, guionista y ensayista
Hablas de las prisas, que desvían mucho nuestra atención…
Cuando digo que mi libro es un manifiesto contra el ruido, la inquietud y la prisa, de alguna manera contrapongo esas palabras al silencio, que para mí tiene que ver con la calma y la tranquilidad y la quietud, o por lo menos el ir despacio. La prisa física y la mental son como el ruido y la inquietud, caminos hacia el aturdimiento y a la poca capacidad de observación en detalle de las cosas de los otros y de la vida. Es decir, la prisa nos impide esa atención. Intenta ir a 120 kilómetros por hora y fijarte en un detalle. Es imposible porque te estrellas. Pasa lo mismo, digamos, en la traslación de la prisa a la vida. Intenta solucionar con detalle tres millones de cosas en una hora. Es casi imposible. Y pasa lo mismo con la prisa mental. Cuando los pensamientos van a toda prisa, intentar fijar uno y reconocerlo como lo que es, es muy difícil. El asunto es que la prisa tampoco es un accidente natural, en muchos casos hay un componente de exigencia social y del modelo económico. Y, por tanto, lo que propongo es ejercer resistencia contra todo eso.
¿Nos enferma la prisa?
Nos enferma la prisa, el ruido y la inquietud. Y no porque lo diga yo, sino porque lo dice la ciencia. Son todas fuentes de estrés, que es básicamente un mecanismo de alerta del cuerpo y de la mente cuando puede ocurrir algo que nos pone en peligro. Estamos constantemente estresados y nuestro cuerpo no tiene o no puede reaccionar a todas esas fuentes de estrés porque no son amenazas en las que requiera siempre una respuesta física. Afectan muchísimo al sistema inmunológico, pero también al circulatorio y a otros. Y todo esto es una forma de resumirte datos que están en el libro que demuestran científicamente que el ruido, la inquietud y la prisa nos enferman.
¿Por eso hay que parar y calmarse?
Por salud física y mental, pero también por una razón sencilla de diversión. Pensamos que es aburrido pasear tranquilamente viendo y oyendo detalles de la naturaleza, y pensamos que estamos hiperconectados cuando estamos todo el rato de cháchara en las redes sociales; pensamos que estamos híper informados cuando estamos consultando constantemente todo tipo de medios de comunicación o viendo todo tipo de series y plataformas. Y todo eso creo que es parte del ruido, de la inquietud y la prisa. Y, quizás, nos estemos perdiendo cosas más pequeñas y cercanas que nos enriquecerían, nos divertirían y nos llenarían más. No sé, ¿por qué no probar?