JUAN FRANCISCO ALONSO / BBC News
«Citius, Altius, Fortius – Communiter» (más rápido, más alto, más fuerte – juntos).
El lema olímpico volverá a retumbar este 26 de julio, cuando se abran “por todo lo alto” -como prometen sus organizadores- los XXXIII juegos olímpicos en París, Francia.
Durante poco más de dos semanas los ojos del mundo se posarán sobre los 10.500 atletas, de 206 delegaciones, que se medirán en las 45 disciplinas que tendrán lugar en la llamada “ciudad luz” y en las otras sedes en las que habrá competencias.
Desde el Comité Olímpico Internacional (COI) afirman que estos juegos serán distintos. ¿La razón? Serán los primeros en la historia donde habrá una participación de 50% de hombres y 50% de mujeres.
El hito paritario se logra 128 años después de que el aristócrata galo Charles Pierre de Frédy, barón de Coubertin, impulsase el rescate de una milenaria tradición que durante casi 15 siglos se vio interrumpida.
¿Qué provocó esta suspensión y por qué se culpa al auge del cristianismo? BBC Mundo consultó a historiadores para responder estas y otras incógnitas.
Un freno para la guerra
La principal competición deportiva del mundo tuvo su origen en la Grecia clásica alrededor del 776 a. C., en particular en la ciudad de Olimpia, de donde tomaron su nombre.
Los juegos, que duraban una semana, se celebraban cada cuatro años en esta ciudad y también en otras localidades helenas como Delfos, Corinto o Nemea.
“En sus orígenes la competición constaba de al menos seis pruebas: carrera de carros o cuadrigas; carreras a pie; lanzamiento de pesos; lucha cuerpo a cuerpo; saltos de longitud y lanzamiento de jabalina”, explicó a BBC Mundo Gonzalo Bravo, catedrático emérito de Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid, España.
La importancia del culto al físico y la emoción que rodeaba a unas competiciones, en las que las reglas eran escasas y existía la posibilidad de que los atletas muriesen, convirtieron a los torneos en “el punto culminante del calendario griego antiguo durante casi 12 siglos”, se lee en el página web del COI.
“Resulta difícil exagerar la importancia que tuvieron los Juegos Olímpicos para los griegos”, escribió en esta página Paul Christesen, profesor del Dartmouth College de Estados Unidos, quien recordó que hasta las guerras se paralizaban por estos eventos.
“El ejemplo clásico es que cuando los persas invadieron a Grecia en el verano de 480 a.C., las ciudades-estado acordaron formar un ejército para defenderse, pero les resultó muy difícil reunirlo porque los hombres querían ir a los juegos. Y, por ello, tuvieron que retrasar la formación del ejército hasta después de los juegos”, rememoró el historiador estadounidense.
De Olimpia para el mundo
Las hazañas de los atletas cimentaron la popularidad de los juegos. A la historia pasaron los logros de Milón de Crotona, quien además de ser alumno del filósofo y matemático Pitágoras, ganó seis competencias de lucha sólo en las competencias de Olimpia.
Las doce victorias que Leónidas de Rodas consiguió al ganar igual número de carreras durante cuatro Olimpiadas consecutivas lo convirtieron en un héroe para sus compatriotas.
Tras la conquista de Grecia por parte de Roma en el año 168 a.C., el imperio conservó y absorbió muchas de sus costumbres y tradiciones, incluidos los juegos. Sin embargo, estos últimos sufrieron modificaciones que, según algunos expertos, a la postre sellarían su destino.
“Los romanos adoptaron los juegos, pero incluyeron nuevos escenarios (circo, teatro y anfiteatro) y también nuevos motivos de celebración (fiestas religiosas o estatales como los natalicios de los emperadores o triunfos militares)”, afirmó Bravo.
A partir de ese momento las competiciones dejaron de ser para los griegos y comenzaron a participar hombres de otras nacionalidades, incluso emperadores como el controvertido Nerón se midieron.
“Conocedor del glorioso pasado de los grandes Juegos Panhelénicos y en especial de los Olímpicos y deseoso no ya de igualar, sino sobrepasar las proezas alcanzadas por los más grandes atletas (…) llevaron (a Nerón), en su demencial megalomanía, a inscribirse en los juegos de la 211 Olimpiada, a los que hace aplazar dos años, para que así coincidieran con las fechas proyectadas para su estancia en Olimpia”, reseñó el historiador Conrado Durántez, en su libro “El emperador Teodosio I el Grande y los juegos de Olimpia”.
“Con el tiempo los juegos acabarían siendo monopolizados por la familia imperial y financiados, por tanto, con dinero público”, agregó Bravo.
Originalmente, los recursos para costear los certámenes salían de las familias adineradas de Olimpia y los tributos que obtenía el templo de Zeus de parte de los fieles.
Teodosio I, el principal sospechoso
Hoy los Juegos Olímpicos son sinónimo de una fiesta en la que los mejores deportistas del mundo ponen a prueba años de entrenamiento y sacrificio y miden sus fuerzas y resistencia. Sin embargo, originalmente eran mucho más.
“En la Grecia antigua los juegos se hacían siempre en honor a un dios (Zeus en Olimpia y Nemea) o a las divinidades del panteón griego, a los que se dedicaba un sacrificio al término del encuentro”, recordó Bravo.
Precisamente la carga religiosa que rodeaba a las competencias es señalada como la causante de su interrupción y durante siglos se ha culpado de esto al emperador romano Teodosio I.
El propio barón de Coubertin se hizo eco de este señalamiento.
“Un español fanático, el emperador Teodosio I, rabioso de furor contra el atletismo que procura la belleza corporal y en conjunto contra el Helenismo, que significa razón y libre examen, publica un edicto que prohíbe la celebración de los Juegos, dejando caer sobre Olimpia la losa de plomo del olvido”, escribió el aristócrata con motivo de los octavos juegos modernos que se celebraron, como ahora, en la capital francesa en 1924.
Distintos autores señalan a los edictos de Tesalónica y de Constantinopla, ambos dictados por el soberano, como los responsables de poner punto final a la milenaria tradición.
En la primera decisión, del año 380 d.C., se declaró al cristianismo como la religión oficial del imperio y en la segunda, del 393 d.C., se proscribió la veneración de otras deidades.
Sin embargo, los expertos consultados creen que el señalamiento no está justificado.
“Las investigaciones han refutado la idea de que los edictos prohibieran la celebración de los juegos, pues no hay ninguna prueba de que terminaran en el 393 d. C.”, afirmó a BBC Mundo el historiador Marco Alviz Fernández.
El también experto en Historia Antigua de la Universidad Complutense de Madrid aseguró que “algunos emperadores siguieron financiando algunos de estos juegos atléticos hasta principios del siglo V”.
Una tesis que el propio COI respalda. “El emperador Teodosio I prohibió la celebración de cultos paganos, entre los que se encontraban los Juegos. No obstante, la popularidad de los concursos deportivos y las festividades culturales continuó en muchas provincias del imperio romano de influencia griega”, se lee en su sitio web.
Por su parte, Bravo admitió que “la legislación sistemática» del emperador contra el paganismo ha podido suponer el fin de las competiciones.
En los últimos años de su reinando, Teodosio I dictó una serie de leyes que proscribieron antiguas prácticas como los sacrificios de animales para honrar a los dioses, la consulta de entrañas de los animales sacrificados, la veneración de estatuas de otras deidades y la celebración de fiestas en su honor. Estas actividades ocurrían también durante los juegos.
“Tras los decretos de Teodosio los cultos paganos comenzaron a desaparecer y gradualmente Olimpia fue abandonada. Los terremotos destruyeron los edificios que se mantenían en pie y sus ruinas terminaron bajo la tierra”, se remata en el portal del COI.
Más allá de la fe
Los primeros líderes cristianos no venían con buenos ojos a las olimpiadas e incluso todavía hoy en el catecismo católico se califica de «neopagano» el culto al cuerpo e «idolatrar la perfección física y el éxito deportivo».
El hecho de que en las competiciones se adoraran a otros dioses era una de las objecciones de la incipiente Iglesia, la cual también consideraba que los certámenes eran inmorales, obscenos y lujuriosos. En la antigüedad los atletas competían desnudos y cubiertos en aceite.
Alviz aseveró que razones económicas estuvieron detrás de la interrupción de los milenarios torneos.
“Las complicaciones con la financiación tanto pública (las ciudades habían perdido su peso económico) como privada (los patrocinadores se interesaban por otras cuestiones como los juegos del circo o la beneficencia cristiana), hicieron que los juegos comenzara a resultar inasumibles para las ciudades organizadoras”, indicó.
El historiador también cree que la pérdida de interés de los ciudadanos y la desaparición de instituciones de entrenamiento como la efebía (especie de servicio militar) influyeron igualmente.
Por último, Durántez en su libro plantea otra hipótesis: los historiadores se equivocaron de culpable, porque han confundido a Teodosio I con su nieto, Teodosio II, quien fue el que ordenó la destrucción de todos los templos paganos que todavía existían en los primeros siglos de nuestra era, entre ellos el de Olimpia, alrededor del cual se celebraban las competiciones.
Sin embargo, la tradición no fue borrada de la historia y el hallazgo en el siglo XVIII de las ruinas de Olimpia prendió una chispa que provocaría el renacimiento de los juegos.