El brindis es un momento para agradecer, celebrar y desear salud a nuestros invitados
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ROSA MOLINERO TRÍAS / LA VANGUARDIA
Rara es la vez que teniendo en la mano un vino, un cóctel o una buena ocasión para celebrar, no alcemos la copa y brindemos. Para dar gracias, para desear un futuro próspero, a la memoria y a la victoria, y por encima de todo, a la salud de los demás.
Lo hacemos con blancos y tintos, con espumosos, con generosos, con destilados e incluso con bebidas sin alcohol. Un brindis estructura una fiesta y anima un momento cualquiera en el que dos o más personas se enfrentan, bebida por medio, más si el parlamento que lo acompaña es florido y sustancioso.
Mientras que las libaciones grecorromanas, en las que se vertía vino, cerveza u otros líquidos –desde un recipiente que no era una copa, sino un plato o bandeja como la patera, phiala o kylix, una jarrita como el guttus o una suerte de gran jarra como el rython– tenían la finalidad de ofrenda a los dioses, el origen de la costumbre de brindar es incierto.
Algunas teorías sobre los brindis en Occidente se remontan a la tumultuosa época de la República Romana, donde los envenenamientos a los adversarios políticos estaban a la orden del día. Se dice que se entrechocaban las copas porque, así, un poco del líquido que contenía cada una pasaba a la copa del vecino, con el peligro de terminar todos intoxicados de contener la bebida algún ingrediente pernicioso.
La hipótesis, que ahora nos parecería desacertada por la forma de nuestras copas, más altas que las chatas copas de la Antigua Roma (que tal vez se llenaban hasta el borde), no carece de lógica. Para evitar tal envenenamiento, también se apunta que el anfitrión sería el que convocaría el brindis, diría «tibi propino» («te lo ofrezco») y bebería primero, para que no cupiera duda de sus intenciones y los invitados pudieran beber tranquilos. Por otra parte, el brindis (y el consumo de vino) ha propiciado la charla desde siempre: tal y como recuerda el filósofo Ernesto Castro, El Banquete de Platón transcurre, como su nombre indica, en un symposion, así como el misógino texto de Søren Kierkegaard, In vino veritas.
La palabra brindis tiene su raíz en el alemán ‘bring dir’s’, que significa «yo te lo ofrezco»
Podría alegarse que resulta extraño que el origen del brindis resida en la Antigua Roma, puesto que llevamos muchos más miles de años elaborando bebidas disfrutables que se prestan a la celebración. Pero sería lo mismo que decir que llevamos brindando desde que tenemos capacidad de procesar el alcohol (esto es, en el cuerpo de nuestros ancestros primates, hace entre 7 y 21 millones de años). Brindar es un ritual, y como tal, hacía falta un simbolismo, un sistema de creencias, tal vez una religión, donde la configuración del mundo fuera vertical, con un cielo habitado por los dioses hacia donde aproximaríamos nuestras copas.
Asimismo, agarrándonos a la partitura que aparece en el famoso cuadro de Tiziano, La bacanal de los andrios (1523-1526, Museo Nacional del Prado), donde se lee «Quien bebe y no repite no sabe lo que es beber» («Chi boyt et ne reboyt il ne seet que boyre soit»), podría decirse que brindar, algo que se suele hacer más de una vez durante una celebración, anima a seguir bebiendo.
Para más inri, Toni Merino, el jefe de sala y sumiller del restaurante L’Artesana, hace referencia al Diccionario de la Real Academia Española para dejarnos perplejos. En él se indica que la palabra brindis, a pesar de nuestro pasado grecorromano, tiene su raíz en el alemán bring dir’s, que significa «yo te lo ofrezco». Merino, que ha tenido la ocasión de trabajar en algún Oktoberfest en Berlín, ha visto potentes brindis en los que incluso se rompían las gruesas jarras de cerveza alemanas y corrobora que a pesar de los cristales rotos, seguían siendo brindis alegres y amistosos.
En el mundo anglosajón, las especulaciones circulan por otros derroteros que complican todavía más esclarecer la intrincada incógnita de por qué brindamos. El verbo para brindar, to toast, haría referencia al pan tostado y especiado que se añadía al vino. ¿La razón? Tal y como se explica en el diccionario Merriam-Webster, era “hacer al vino más palatable con las especias del pan tostado, pero también porque, supuestamente, reducía los malos olores. También se dice que la tostada absorbía los sedimentos amargos o ácidos del vino. El pan no se consumía necesariamente por el mismo bebedor; muchas veces se tiraba después de que hubiera dado sabor o retenido los sedimentos indeseados”. Particularmente, en Inglaterra, los brindis propiciaban entre los bebedores competiciones de rimas ingeniosas y humorísticas, a veces de carácter sexual en los momentos reservados exclusivamente a beber a los cuales las mujeres no estaban invitadas.
Golpear con un cubierto la copa es de mala educación en distintos países
Las costumbres para brindar e incluso los protocolos cambian de país en país. En Alemania, puede considerarse una falta de respeto no mirar a los ojos a las personas con las que brindas tras decir «Prost!». En Japón, la voz «kanpai!» incita a dejar la copa seca, tal y como indica Roger Ortuño en Oishii. Diccionario ilustrado de la gastronomía japonesa (Satori, 2019). Los poemas dedicados al mezcal (“para todo mal…”) en México y que se ofrecen como brindis, son todo un género literario en sí mismo (también en países anglosajones, con el ejemplo de To The Babies, de Mark Twain) que rinde honor a este destilado de agaves. En Bulgaria, no puede decirse «Nazdrave!» y levantar la copa de vino o el vasito de rakia, el orujo nacional, si no están llenos. Golpear con un cubierto la copa para llamar la atención sobre el inminente brindis es, a parte de molesto y desconsiderado hacia la cristalería, de mala educación en distintos países.
Sea como sea, los símbolos de entonces suelen haberse visto transformados por el tiempo y la alteración de las costumbres. Lo cuenta el historiador y antropólogo de la gastronomía Fernando Rueda: “a lo largo del día, una persona realiza una serie de gestos simbólicos que no tienen nada que ver hoy con lo que significaban en el origen. Por ejemplo, el saludo a distancia con la palma abierta mostraba al saludado que la mano no llevaba arma. Lo mismo sucede con el brindis”.
Para Rueda, brindar proviene de un rito antiguo y religioso, a los dioses, en su momento a Dionisos (dios del vino) y Démeter (diosa de la agricultura). “Elevando hacia al cielo las bebidas en las copas, reconocíamos y agradecíamos a los dioses lo que nos habían dado. Es una manera de compartir la gracia. Hoy, ha perdido su sentido originario y ha ido adquiriendo otros valores que, sin duda, pasan por compartir y por la expresión de alegría. Hemos guardado la parte más humana del concepto de brindar, porque para el ser humano, no existe mayor gesto de convivialidad que la comensalidad. El brindis, ese choque de cristal o de metal, implica compartir esa unión en la mesa, la alegría de compartir alimentos y bebidas”.
El historiador y antropólogo destaca que los brindis constan de tres momentos: la comensalidad, es decir, sentarse a la mesa; la conjunción del grupo, cuando la atención se centra una de las personas que lo forma, que se pone en pie o hace algún comentario sobre el porqué de la reunión; y el levantamiento de la copa, con el que se consolida y confirma la unión del grupo en torno a la mesa y de sus opiniones.
Elevando hacia al cielo las bebidas en las copas, reconocíamos y agradecíamos a los dioses lo que nos habían dado
Fernando Rueda Historiador y antropólogo de la gastronomía
En la experiencia de Mohamed Ben Abdallah, sumiller y maître del restaurante Etxebarri, los brindis más frecuentes que ha contemplado son los que invocan y desean felicidad, así como los que celebran el acontecimiento de estar en el restaurante. «El momento de abrir la botella de vino tiene un efecto sincronizador en los comensales: ayuda a que las personas de la mesa se centren en lo mismo, que es levantar la copa y celebrar el momento, desear buenos auspicios y disfrutar la comida y la bebida en el restaurante».
Como anécdota, Ben Abdallah comenta ese pavor a brindar con agua que tenemos en España. «Incluso las personas que no beben, por el motivo que sea, piden que en el momento del brindis les ponga algo de vino en la copa, para así poder chocarla sin miedo a atraer la mala suerte». ¡Salud!
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