LEIRE ARIZ SARASKETA / PÚBLICO
Pocos días después de que Rusia invadiera Ucrania en febrero de 2022, el profesor de derecho internacional Philippe Sands (Londres, 1960) escribió un artículo en el Financial Times argumentando que la intervención militar de Putin constituía un crimen de agresión. Para juzgarlo, pedía la creación de un tribunal especial. «Después de todo, fue un jurista soviético, Aron Trainin, quien hizo gran parte del trabajo preliminar para incluir los crímenes contra la paz en el derecho internacional», recordó. En pocos días, la iniciativa ganó apoyos.
Con sus argumentos continuaba la senda abierta por los pioneros Hersch Lauterpacht y Raphael Lemkin, dos juristas judíos a los que años antes Sands había dedicado su libro Calle Este Oeste, una crónica sobre la invención de los conceptos legales «crímenes contra la humanidad» y «genocidio», respectivamente, y su vinculación con la vida de su abuelo, Leon Buchholz —que huyó a París y nunca le habló de su vida previa—, así como la del gobernador de Hitler en Polonia, Hans Frank. Todas sus historias se cruzaban en Lviv (Leópolis), actual Ucrania, empujando a Sands a inspirarse en Lauterpacht y Lemkin para, como ellos, utilizar la ley para enfrentarse a conflictos.
Además de la iniciativa actual en Ucrania, Sands ha intervenido como abogado en juicios sobre la guerra de Yugoslavia, el genocidio de Ruanda, el juicio de Pinochet, la persecución de los rohingyas en Birmania y la guerra de Estados Unidos en Irak, que en su día también definió como ilegal, sumándose a quienes afirmaban que constituía un crimen de agresión, como el que hoy atribuye a Rusia.
¿De qué manera ha impactado a los ucranianos saber que estas nociones de genocidio y crímenes contra la humanidad se originaron en su país?
Ha tenido un gran impacto. Enorme. Te puedo asegurar que los principales líderes del país han leído Calle Este-Oeste y están muy influenciados por la idea de que su territorio se encuentra en 1945 en los orígenes de estos crímenes internacionales modernos. Esto tiene un profundo efecto psicológico. Es una de las razones por las que desde el primer día del conflicto se han expresado en términos de sus derechos legales, de crímenes, justicia, etc., etc. Por todas las conversaciones que he tenido con líderes políticos, periodistas y abogados, creo que se sienten muy conectados con este momento histórico de 1945.
¿Cómo explica esa conexión del territorio ucraniano con los conceptos de crímenes contra la humanidad y genocidio que nacieron en él?
La relación de Ucrania con los problemas de la década de 1940 no es del todo positiva… Hay complejidades históricas por las que nadie ha tratado de acallarme allí cuando hablaba de ellas, así que creo que hay una apertura, un reconocimiento de la conexión. Lviv (Leópolis) era un lugar muy lógico para que el nacimiento de estas ideas sucediese allí porque en 1915, 1920, cuando Lauterpacht y Lemkin estaban allí, era una ciudad multicultural. Básicamente había tres grupos, que eran los ucranianos, los polacos y los judíos. Y estaban en una especie de conflicto soterrado y no tan soterrado.
Al mismo tiempo, Lauterpacht, en Londres, creció en un entorno en el que había tensión identitaria entre distintas comunidades. Ambos buscaban formas en las que la ley pudiera desempeñar un papel para suavizar estos conflictos. Esas reflexiones podían haber surgido en otras ciudades, claro, pero no muchas. No creo que estas ideas pudieran haber surgido en Madrid, o en París, o en Londres, o en Moscú. Es la naturaleza de la ciudad, una especie de multiverso multiétnico, multirreligioso y multicultural que creó un entorno en el que la resolución de las dificultades entre diferentes comunidades era un problema muy importante.
Tanto Lauterpacht como Lemkin, los autores intelectuales de esos conceptos, eran judíos, estudiantes de la Universidad de Lviv y tenían biografías similares, pero decidieron abordar el tema de la justicia contra los nazis de maneras completamente distintas. ¿Por qué?
Lauterpacht era más individualista como ser humano. Lemkin siempre estuvo más conectado con las comunidades de las que formaba parte. Aunque, curiosamente, le dio mucha importancia al judaísmo en sus pronunciamientos públicos, estoy bastante seguro de que era gay, y no hizo nada al respecto. Creo que en ese período eso le habría supuesto ir un pasito demasiado lejos. Lauterpacht también era parte de la comunidad judía y la comunidad polaca, pero él minimizó todo eso mucho más que Lemkin. Ambos tenían orígenes similares y orígenes diferentes. Lemkin tenía un origen mucho más rural y empobrecido y Lauterpacht creció con un poco más de dinero y una vida más fácil, urbana y literaria, que prendió. Estoy fascinado por las diferencias entre los dos hombres. Terminaron, en ciertos aspectos, en una trayectoria similar, sí. Pero en última instancia eligieron dos puntos diferentes de énfasis. Creo que es fascinante.
Ambos sabían que eran miembros de ciertos grupos. Lauterpacht habría sido muy consciente cuando se mudó a Gran Bretaña de que ser judío tenía consecuencias para él. Pero, al mismo tiempo, creo que restaba importancia a ese aspecto. Y en parte fue por razones intelectuales. Había trabajado con un filósofo del derecho muy famoso llamado Hans Kelsen, que era el erudito que había creado la primera constitución austriaca después de la Primera Guerra Mundial, y también creó la idea de los derechos individuales. Así que creo que para Lauterpacht la individualidad era un ideal tanto intelectual como político. Lemkin era más emotivo y estaba más conectado con el tipo de grupo comunitario. Eran personajes diferentes. Creo que al final sus diferencias quizás no fuesen tanto políticas o ideológicas, sino la naturaleza de sus personalidades, que por supuesto era en sí misma el resultado de la política y la ideología y varias otras cosas.
¿Cómo afectó su condición de víctimas, que sus familias fuesen víctimas del Holocausto, a su involucración intelectual en los juicios de Nuremberg?
Crecieron en una época de conflicto. Después, sus vidas fueron más pacíficas, y cuando el conflicto volvió en 1939 se sumergieron en él de lleno. Estoy seguro de que su producción intelectual está íntimamente vinculada a su relación directa con el conflicto. No hay duda de que ambos hombres viven la experiencia que vivieron en 1939 y los sentimientos de separación, ansiedad y pérdida los catapultaron, cada uno en su dirección, para hacer el trabajo que hicieron.
En el caso de Lemkin, fue dejado de lado de los procesos legales por estar demasiado involucrado y ser demasiado emocional al respecto. Y en el caso de Lauterpacht, minimizó por completo su judaísmo. En sus propios alegatos, que preparó para el fiscal británico, no menciona a los judíos, simplemente lo excluye. Y creo que la razón es que le preocupaba que si lo incluía se usaría en su contra, que básicamente estaba argumentando en su propio interés. Creo que Lauterpacht se autocensuró y Lemkin llevaba su identidad y sus emociones a flor de piel y pagó un precio por eso.
¿Qué cree que pensarían hoy de la guerra en Ucrania?
Se sentirían muy conmovidos porque es el mismo territorio. Se verían muy afectados por ello. Lemkin es básicamente persona non grata en Rusia por haber caracterizado el Holodomor, la hambruna de 1938 en Ucrania, como un genocidio. Su punto de vista sería bastante claro. Y creo que Lauterpacht consideraría que las acciones de Rusia son manifiestamente ilegales e injustificables. Así que creo que ambos se unirían a la visión dominante de Europa Occidental. Tal vez esa también sea una de las razones por las que estoy tan involucrado y he estado tan activo. Porque me siento inspirado y conectado a ellos y han tenido un gran impacto en mí. El hecho de que escribiese un artículo sobre el crimen de agresión tres días después de que comenzara la guerra no es una coincidencia. Así que creo que estas cosas están muy estrechamente conectadas.
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En Calle Este Oeste, Sands recupera la hoja de cuaderno en la que Raphael Lemkin garabateó tratando de dar con el término idóneo que definiera la crueldad nazi con determinados grupos. Primero descartó «barbarie» y «vandalismo». Al garabato en el que se lee «exterminio» le acompañaban flechas apuntando a «cultural» y «físico». Más de veinticinco veces a lo largo de la página, la palabra que pasó a la historia: genocidio, una mezcla del término griego genos (tribu o raza) y cidio (del latín cidere, matar). Tiempo antes, en una propuesta al gobierno polaco en el exilio usó el término polaco ludobójstwo (asesinato de pueblos) usado por el poeta August Graf von Platen y por Friedrich Nietzsche, pero, finalmente, «los nuevos conceptos requieren términos nuevos», dejó escrito. A los ingleses les pareció extravagante y demasiado sofisticado.
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Su libro sitúa 1945 y los juicios de Nuremberg como un punto de inflexión en la Historia. ¿Cuál es el estado actual del orden legal internacional que se creó entonces?
Los dos países que hicieron más por crearlo, que fueron Estados Unidos y Reino Unido, lo han repudiado bajo los liderazgos recientes de Trump y Johnson. Ahora estamos en un lugar un poco mejor en ambos países, pero creo que el mundo se ha olvidado —o Europa o Gran Bretaña y Estados Unidos han olvidado— lo frágil que es y puede ser el mundo y lo significativo que fue ese momento de 1945. Lo interesante es que la guerra en Ucrania se lo ha recordado a mucha gente. Hace unos días, los británicos anunciaron que apoyarían un tribunal especial para el crimen de agresión. Alemania, la Unión Europea, EEUU lo apoyan. Creo que todos se dan cuenta de que este es un momento crucial. Si no sopesan esto como un crimen de agresión, el crimen de agresión se acabó. Se acabó. Y el Nuremberg de 1945 fue en gran parte sobre los crímenes de agresión. El 80% del juicio fue sobre agresión. Esto es un regreso y una renovación de los votos de 1945.
¿Qué elementos de los populismos hacen que representen una amenaza a ese legado post Segunda Guerra Mundial?
El deseo de soberanía absoluta. La creencia de que tienes el control absoluto de tu propio destino y puedes ocupar un mundo en el que no hay relación con nadie más.
¿Estamos ante otro punto de inflexión?
Está por ver. Pueden pasar muchas cosas. Yo soy optimista porque, en parte, debido a que la guerra de Ucrania y otras cosas como el brexit han fortalecido la conexión con la ONU, Nuremberg, la Unión Europea… la gente se da cuenta de lo frágil que es nuestro mundo y lo notable que fue ese momento.
¿Terminarán los responsables de la guerra de Ucrania frente a la Justicia?
Creo que la guerra seguirá y seguirá y se volverá más desagradable y más sangrienta. Estamos en esto a largo plazo y es posible que todos nos involucremos más plenamente. Creo que es una guerra larga. ¿Quién imaginó en 1942 que algunos de los líderes nazis terminarían en una sala de audiencias? Era inimaginable. ¿Quién imaginó en 1993 que Milosevic terminaría en un juicio? No lo sabemos. Tal y como están las cosas parece improbable, pero las cosas pueden cambiar muy rápidamente. No excluyo la posibilidad.
¿Es Putin un criminal de guerra?
Es responsable del crimen de agresión. El crimen de guerra es más complejo. No sé hasta dónde sabe, cuál es su involucración exacta. Para ser juzgado, tendría que ser detenido, lo que probablemente significaría que tendría que perder el poder. Eso puede o no suceder. Simplemente no lo sabemos.
¿Por qué ha decidido centrar sus esfuerzos legales en el tema de Ucrania en el crimen de agresión?
Porque es el crimen del que surgen todos los demás crímenes. Es el crimen más importante, en el sentido de que es el único crimen que va a la cúspide de la pirámide. Sería una parodia de la justicia procesar a tres o cuatro personas de baja calificación por crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad y que las personas en la mesa principal saliesen impunes. Eso sería un gran, gran problema. Además, el crimen de agresión es relativamente sencillo de probar. Sabemos que es una guerra manifiestamente ilegal. Es un crimen del liderazgo. Solo habrá unas 20 personas involucradas.
Tanto Zelenski como Putin han usado la palabra genocidio para acusarse el uno al otro. ¿Se abusa del término?
En el debate público, el crimen de genocidio es visto como el crimen de los crímenes. El peor de todos los crímenes. No creo que sea peor que los crímenes de lesa humanidad, por ejemplo, o los crímenes de guerra en serie, y ciertamente no peor que el crimen de agresión. Pero en la conciencia pública se ve como el más grave. Las víctimas más graves en los conflictos quieren que el crimen se llame «crimen de genocidio». La Justicia internacional ha dictaminado que Ucrania no está cometiendo un genocidio contra los rusos étnicos de su territorio. Eso está bastante claro. Tampoco veo de inmediato pruebas de que los rusos hayan perpetrado un genocidio, pero no sabemos exactamente qué está pasando sobre el terreno. Tendremos que esperar y ver. El genocidio abre la imaginación. La palabra es poderosa y el crimen captura la imaginación del público como ningún otro.