En 2020 ganó el Nobel de Economía por la aplicación de la teoría de las subastas en la asignación de frecuencias de telecomunicaciones y hoy sigue estudiando cómo afrontar las crisis derivadas de la pandemia, la guerra en Ucrania y la inminente escasez de agua en el mundo.
INMA LIDÓN / Valencia / PAPEL / EL MUNDO
La teoría de los juegos es la especialidad de Paul Milgrom (Detroit, 1948) y, quizás por ello, la vida ha jugado con él en los últimos años. En 2020 le otorgaron el Premio Nobel de Economía junto a su mentor Robert B. Wilson por las mejoras en la teoría de las subastas y las invenciones de nuevos formatos. Sin embargo, su costumbre de apagar el móvil por la noche le privó de recibir la llamada de la Academia para darle la noticia. Lo hizo su compañero y vecino Wilson a través del telefonillo, en pijama y a las dos de la madrugada. Su respuesta fue un simple «wow». Ese año ninguno pudo viajar a Estocolmo para recibir su premio de manos del rey de Suecia. La pandemia del coronavirus impidió la gala.
Del mayor reconocimiento mundial a la ciencia conserva una campanilla que le regaló Alvin E. Roth (Nobel de Economía en 2012) para decir ‘NO’ al aluvión de charlas y conferencias a las que es invitado. También la ilusión por enfrentarse a continuos retos que comparte con sus alumnos de la Universidad de Stanford y en su compañía Auctionomics, con la que diseña subastas y estudia estrategias de precios. Milgrom y Wilson convirtieron su teoría en una práctica exitosa cuando la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos les encargó el rediseño del espacio radioeléctrico, que optimizaron aumentando, además, los ingresos del estado por estas licencias.
Milgrom fue uno de los 21 premios Nobel que participó como jurado en la elección de los ganadores de los premios Rei Jaume I en Valencia y sigue guiando su actividad docente e investigadora por el mismo consejo que da a sus alumnos: «No pierdan el tiempo en cosas que no van a importar». Su mirada ahora está aún puesta en los problemas derivados de la pandemia, las consecuencias de la guerra en el corazón de Europa y la escasez de agua, un recurso natural que, sostiene él, se podría regular con el diseño de mercado apropiado.
PREGUNTA: ¿Se pueden subastar todos los recursos públicos?
RESPUESTA: Es un método aplicado a compras públicas muy complicadas. Por ejemplo, la reordenación del espectro radioeléctrico, las frecuencias de radio y televisión, con el objetivo de liberar espacio para la banda, entonces de 4G, de los teléfonos móviles. Pero se pueden aplicar a muchos con distintos objetivos que dependen del subastador. Uno puede ser la redistribución de la riqueza o facilitar el acceso a determinados colectivos, como, por ejemplo, personas con discapacidad. Esto fue lo que ocurrió cuando el Gobierno de EEUU me contrató para trabajar en la Agencia de Comunicaciones Federales.
P: Para una Administración, ¿sería más rentable una subasta abierta como las que usted ha diseñado que un concurso donde las ofertas son cerradas?
R: Un concurso es un tipo de subasta, que dependiendo de lo que se requiera en cada momento, puede ser apropiado. En algunos casos, de recursos escasos y preciados, es más beneficioso para los gobiernos un sistema de pujas abiertas, porque se elimina la llamada maldición del ganador.
P: ¿En qué consiste esa maldición?
R: Quien puja más alto lo hace con el temor a pagar demasiado y luego, al ganar, no poder obtener rendimiento que lo compense. Con un sistema abierto como el que yo propuse, los participantes conocen una estimación de las ofertas de los demás y quien más puja es quien mayor beneficio cree que podrá obtener conociendo estos datos, por lo tanto los gobiernos se garantizan un uso eficiente y, en algunos casos, un mayor beneficio.
P: Parece que ahora la maldición será la inflación, por el temor a no poder cubrir ni los costes…
R: Es un problema que obligará a los gobiernos a revisar y fijar bien los precios si no quieren quedarse con servicios públicos sin cubrir porque las empresas se retiren y sea un fracaso.
P: Algunas de las subastas más complicadas son las del mercado eléctrico. ¿Se podrían simplificar y rebajar los costes para el consumidor?
R: Hablo en abstracto porque no conozco la situación específica en España, pero es difícil, porque hay que llegar a un equilibrio para que el consumidor entienda lo que paga y cómo puede disminuir su factura y los factores que entran en ese precio y que permiten cubrir los costes a los productores.
P: ¿El autoconsumo con renovables sería una solución?
R: Las renovables son el futuro para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Pero aún tienen que superar problemas como el almacenamiento, con el desarrollo de baterías. No es sencillo.
P: En España se creó un impuesto de 2015 a 2018 que gravaba el autoconsumo…
R: ¿De verdad? En California tenemos subvenciones. Creo que ese es el camino.
P: Usted y su empresa han diseñado nuevas estrategias en el mercado de las telecomunicaciones, la madera o los diamantes y, concienciado por la sequía en California, similar a la del sur de España, se lanza ahora a diseñar un mercado para proteger el agua…
R: Estoy convencido de que podemos hacerlo, aunque es complicado. El agua es un recurso que se acabará en muchas partes del mundo y tendremos que aprender a vivir con menos. En California, donde vivo, ese será el resultado final. Pero podemos evitar que sea un proceso doloroso. Se desperdicia mucha agua y hay que ver qué usos no valiosos del agua se pueden limitar, aunque eso tendrá un coste político.
P: ¿En qué sentido?
R: La gente gana dinero con el agua. En el desierto de California se están cultivando almendros, que consumen mucha agua que escasea. Habría que cambiar eso, enfrentándose al lobby de los productores, que no querrán.
P: En la cuenca del Mediterráneo ese debate está presente, con el trasvase Tajo-Segura, y parece que el coste político se quiere asumir…
R: Es que hay decisiones que en su día pudieron ser políticas pero no sensatas, ni siquiera económicamente. El trasvase de un río no lo es. Puede tener sentido político, pero no económico.
¿Puede ser el agua el bien más preciado en el futuro?
R: El agua va a ser muy valiosa y tendrá un alto precio en el futuro en muchos lugares. La razón es que no se puede transportar y las fuentes locales se agotan por el cambio climático.
P: ¿La desalación es una solución?
R: Hay lugares como Israel donde se usa de manera intensiva, pero aún estamos estudiando cómo mejorarla y sus efectos. Lo cierto es que es cara y consume mucha energía. Su uso también tiene que ser inteligente. Tenemos otra solución, que es la depuración de las aguas grises, donde hay mucho por avanzar. La combinación de todo esto nos puede llevar a mercados del agua sensatos.
P: ¿Es la gran subasta que le gustaría organizar?
R: Sí. Me gustaría conseguir un mercado del agua que fuera factible, legal, política y medioambientalmente, en el que los que no usan el agua la pudieran vender y quienes la usan de manera eficiente comprarla. El ejemplo es el mismo que en el espacio radioeléctrico. Los canales ponían a la venta voluntariamente sus licencias y había pequeñas emisoras que no los rentabilizaban, por lo que, encantados, optaron por vender y obtener beneficios. Así se liberó suficiente espectro para las redes móviles. Con el agua sería lo mismo: ofrecer la compra de los derechos del uso del agua. Quienes desperdician podrían vender los y ganar dinero. Lo sé, parece que ganarían pese a haber hecho un mal uso, pero la realidad es que dejarían de hacerlo, aunque fuera por dinero. Y quienes son eficientes podrían tener más recursos.
P: ¿Quién hace ese uso ineficiente?
R: En California, el 80% de los recursos hídricos se utilizan en agricultura y no siempre de manera eficiente. Por ejemplo, riegan por aspersores en un clima desértico. También habría que hacer una revisión de eso y del tipo de cultivos que se autoriza, que no pueden necesitar tanta agua.
P: ¿Ganaría el Gobierno con esta reordenación?
R: Ganarían el Gobierno y los agricultores, aunque su labor tuviera que transformarse. Salvar el medio ambiente tiene su dificultad.
P: La guerra en Ucrania ha disparado la inflación y la escasez de alimentos y pronto se sumará el agua. ¿Estamos ante un acelerón de la desigualdad?
R: Sí, crece la desigualdad porque los países pobres van a sufrir por falta de alimentos y de energía. En los países ricos tenemos aún redes de seguridad que pueden ayudar a la población más desfavorecida.
P: ¿Son suficientemente sólidas esas redes?
R: Es cierto que no están bien adaptadas a este incremento de los precios, pero confío en que lo harán. En el caso de EEUU, será más fácil en California o Nueva York que en Texas, por sus gobiernos.
P: ¿Cómo interpreta que Rusia se haya lanzado a una invasión contra el resto del mundo?
R: La guerra ha sido un error. Putin lo llamó operación especial, pero no previó la respuesta del resto del mundo ni la resistencia ucraniana.
P: ¿Vio Putin una Europa débil?
R: Cuando invadió Crimea en 2014 no hubo respuesta ni del continente ni del resto de mundo, lo que le llevó a pensar que podía hacer mucho más.
P: ¿Se han reforzado los lazos de EEUU con Europa con Joe Biden en la Casa Blanca?
R: Seguro. Y estoy convencido de que, aunque volvieran a ganar los republicanos, no volverían las políticas de Trump.
P: ¿A qué políticas se refiere?
R: Entre otras cosas, a su cercanía con Rusia. Pero sobre todo, es que no todo el partido estaba con él y su posición ahora es débil.
P: ¿Es China más fuerte o más débil en los mercados después de la pandemia?
R: Todo está por ver. Ahora estamos justo en un periodo de transición. Desde mi punto de vista, no tuvieron una política inteligente durante el Covid al interrumpir la cadena de suministro mundial, sumado al descontento de quienes viven y trabajan allí con los estrictos confinamientos.
P: ¿Dejará de ser China la gran fábrica del mundo?
R: No de la noche a la mañana, pero estamos en el camino para que deje de serlo. Ya se están buscando fuentes de suministro locales más fiables y se está diversificando. No sólo por la pandemia, también para posibles conflictos armados, que tienen las consecuencias que ya estamos comprobando en Europa. Además, la automatización de la fabricación anulará la ventaja competitiva de China, que nace del precio de su mano de obra.
P: Usted es profesor en Stanford, ¿iría a clase con un arma como se ha llegado a proponer en EEUU para acabar con las masacres en centros escolares?
R: No. No creo que sea la solución. En realidad no sé cuál es, porque el derecho a llevar armas está en la Segunda Enmienda de la Constitución y será muy difícil modificarlo. Pero desde luego no es que los profesores vayan armados. Quizá hay que atender a cuestiones como la salud mental e incluso el comportamiento en las redes sociales.
P: Entre los 21 premios Nobel que han sido jurado en estos Premios Rei Jaume I no había mujeres, pero sí entre las premiadas. En concreto en el apartado de Economía fue galardonada una mujer. ¿Se avanza en la presencia femenina en estos ámbitos?
R: Sin duda. Al principio la mayoría de mis alumnos eran hombres, pero hice algunos cambios para conseguir un equilibrio de género. En algo debía estar fallando en mi objetivo con los alumnos si no había más mujeres interesadas. Resulta que ahora es mejor para todos, también para los hombres. Yo soy muy optimista. Vamos a tener muchas mujeres entre los principales teóricos microeconómicos en los próximos años.
P: Además de diseñar subastas, ¿ha ganado alguna?
R: Una vez. Conseguí la pelota con la que Joe Montana, el quarterback de los San Francisco 49ers, hizo la mejor jugada de la historia, The Catch, el 10 de enero de 1982, para derrotar a los Dallas Cowboys y jugar la Super Bowl. Vi que la subasta estaba mal diseñada y la conseguí por un precio relativamente barato. Después no he vuelto a participar, pero sí que recurren a mi empresa compradores que quieren que los representemos en subastas.
P: ¿Que participe en una subasta el equipo de un premio Nobel premiado por su teoría de subasta no es trampa?
R: Puede ser, ¡pero a mí me gusta ganar!
P: ¿Qué es lo último que han comprado?
R: Creo que un mueble muy atractivo en una subasta del Estado.
P: La subasta siempre se piensa en términos de arte…
R: Sí. Aunque las subastas funcionan desde hace miles de años, se suelen relacionar con las artes. Y eso que son las más simples. Por eso nosotros, en Auctionomics, preferimos centrarnos en mejorar aquellas en las que hay en juego decenas de miles de millones de dólares, que son las complicadas. Lo más frecuente es que me llamen de sectores donde los mercados son nuevos, por eso creo que he estado involucrado más en el sector público, con áreas por desarrollar.
P: ¿Todo se puede subastar?
R: No todo. Hay cosas que no, porque no las venderíamos por dinero, como el derecho a recibir un trasplante de órganos, por ejemplo. Pero todo aquello que es comercializable puede ser objeto de subasta. Sin duda.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/el-mundo-que-viene/2022/06/24/62ac785afc6c83a04b8b45bf.html