Defender las teorías más disparatadas se ha convertido en motivo de prestigio para millones de personas que tachan de ‘rebaño’ a quienes confían en la razón y la ciencia.
JORGE BENITEZ / Ilustraciones AKIRANT / PAPEL / EL MUNDO
«Ya dije hace unas semanas que no es una variante, sino una irradiación, una onda milimétrica. Ahora os cuento cómo la variante Omicrón llega de noche y ataca a los desprevenidos. Nos infecta a pesar de estar en casa durmiendo al abrigo de los muros y puertas cerradas…».
El autor de este mensaje se llama Ramón. Lo ha recibido por WhatsApp y lo suelta en un hilo de Twitter como si fuera una novela folletinesca del siglo XIX. En ella, la variante que ha causado la sexta ola se convierte un bicho sacado de las venas de Drácula y criado en un reactor gripado de Chernóbil.
«¿Por qué viene de noche?», prosigue. «Viene de noche porque al medir la radiación, se han dado cuenta de que por la noche los valores suben hasta 15 días más que el límite legal. La hora es entre las dos y las cuatro de la mañana. Hora en que el tráfico de internet es significativamente menor ya que se supone que las personas están durmiendo plácidamente en sus camas…».
Continuará.
Ramón es uno de los cientos de miles de amantes de las teorías de la conspiración de España. En realidad, siempre los ha habido. Pero ahora son más guerreros, más indiscretos y más prepotentes. De hecho, uno de sus tics más irritantes es acallar a quienes discuten sus teorías estrambóticas tachándoles de miembros de un «rebaño» de bobos que se traga la «versión oficial».
Este espíritu desemboca en un fenómeno que podríamos bautizar como Orgullo Magufo. Esta revuelta de los creyentes en la conspiración cada vez cuenta con más integrantes y, además, se estimula por líderes tan potentes como el tenista Novak Djokovic, la estrella de la NBA Kyrie Irving o, en España, el cantante Miguel Bosé.
Su creciente poder ha puesto en guardia a expertos como Maria Konnikova, una psicóloga superventas que vaticina que en 2022 veremos un auge de las teorías conspiranoicas y, sobre todo, una radicalización tan disparatada como preocupante. «QAnon nos va a parecer un juego de niños», acaba de alertar en un artículo en la revista Wired sobre lo que nos aguarda en los próximos 12 meses.
Ramón tiene aún más cosas que contarnos sobre el Omicrón noctámbulo.
«Al medir se dieron cuenta de que, en ese momento en lugar de disminuir los valores de radiación, aumentan. ¿Cómo? ¡Cómo llega de noche! (sic) No importa si estás escondido en la casa porque Omicrón no es un patógeno… Omicrón es una onda, un microondas. Omicrón es una onda milimétrica».
Juantxo Domínguez, presidente de la Red de Prevención Sectaria y del Abuso de Debilidad (RedUNE), certifica que el fenómeno va a más. «Antes los conspiranoicos vivían en una burbuja que ahora la pandemia ha hecho estallar y que se extiende rápidamente gracias a las redes sociales». Y prosigue: «En estos momentos de desconfianza, la posibilidad de formar parte de un colectivo resulta muy atractiva para mucha gente. Hay síntomas que me provocan mucha preocupación como es la penetración de las pseudociencias en los colegios profesionales y el éxito de libros de famosos que pregonan estas ideas en los medios de comunicación».
Sabíamos que los incautos estaban aquí. Sin embargo, como advierte Domínguez, ya no sólo aparecen en grupos de WhatsApp y Telegram -algunos superan los 100.000 fieles en España- y en las redes sociales. Que no se adueñe de usted la conspiranoia, pero ahora el magufo puede ser el dueño de su estanco, el conductor del autobús y hasta su hermano.
Por fortuna, ahora es más fácil detectarlos: se han vuelto arrogantes.
El Orgullo Magufo se ha hecho muy visible en los últimos días con la polémica del tenista Novak Djokovic. Son muchos los que se han declarado fans del serbio y han apoyado su negativa a vacunarse como si acabara de ganar el Open de Australia.
Algunos, incluso, ha pisoteado sus sentimientos patrióticos para atacar a Rafa Nadal, quizá el deportista español más universalmente querido, por haber defendido las normas de participación en el torneo que impiden jugar al serbio.
«¿Djokovic vs. Nadal? Libertad frente a la tiranía», puede leerse en un foro de Telegram.
Los regates del tenista para evitar las severas normas de vacunación del país lo han catapultado al estrellato magufo. Una efervescencia que ha llegado también al mayoritario público oveja gracias al ya famosísimo hashtag de apoyo #IStandWithDjokovic (Yo estoy con Djokovic). Mientras, en EEUU, los vídeos de los padres del tenista diciendo que su hijo «estaba encerrado en prisión» se han hecho virales gracias a las maniobras virtuales de grupos de extrema derecha. Nole ha hecho más por los antivacunas que cualquier campaña multimillonaria de publicidad.
«Ser negacionista está de moda», confirma el responsable de la cuenta Negacionistas Out of Context, que se dedica a recopilar las mayores disparates del género que encuentra por internet. Tiene más de 25.000 seguidores en Twitter, pero él se limita a seguir al dúo icónico del magufismo: el propio Djokovic y Beatriz Talegón, ex dirigente del PSOE y defensora de la homeopatía. «Estamos frente a un cóctel de desinformación, hartazgo por la incapacidad política ante una pandemia mundial, poca inteligencia y necesidad de pertenecer a un grupo», analiza.
Este vínculo de pertenencia que comenta el tuitero parece indestructible. Es orgullo de «purasangre» y animadversión por las «ovejas» que creen en la ciencia. Un mensaje que circula por una cuenta magufa de Telegram resume este parecer con una foto de unos leones en la sabana y la siguiente frase: «Deja de intentar despertar a las ovejas, es hora de reunir a la manada».
Es un aviso, otro más, de que la cosa va en serio.
Los conspiranoicos muestran una curiosa fijación por el ganado ovino. Otro zarpazo antiNorit, esta vez firmado por un tal Joel Zas: «Desconfía delos#covidiotas que dicen que te cuidan, los guardianes de la democracia, de la libertad… Esos que te ‘protegen’ del lobo de la dictadura, que se ‘oponen’ a las leyes totalitarias que violan tus derechos. Los que quieren pastorear tu vida solo tienen un propósito!».
Para hacerlo más atractivo al público incluye una foto de ovejas, claro, con una cita que suena a Mr Wonderful modo rural: «Las ovejas viven sus vidas temiendo al lobo y al final el que se las come es el pastor».
Leones, ovejas, pastores y vacunas asesinas. Es una versión del Antiguo Testamento escrita por el mismo Lucifer. Y, en general, con bastantes faltas de ortografía.
Este sentimiento de clan dispuesto a cazar ovejas es lo más preocupante para Maria Konnikova, que teme que su latigazo llegue hasta gente que parecía indemne a fantasías hiperbólicas. «Incluso los individuos menos extremistas tendrán dificultades para mantener el equilibrio», vaticina la autora de El gran farol (Ed. Libros del Asteroide) en su artículo de Wired.
Como contrapunto optimista, el experto Mariano Torcal vislumbra un talón de Aquiles en el gigantismo de las teorías conspiranoicas: «Si se vuelven demasiado extremistas pueden espantar a los más moderados y podrían entrar en un bucle que se repita a sí mismo, incapaz de adquirir dimensionalidad más allá de las redes sociales», dice el catedrático de Ciencia Política de la Universidad Pompeu Fabra.
Lo que sí resulta complicado a día de hoy es saber cuáles son las razones que han permitido a estas pseudoideas ganar tanta ventaja en tan poco tiempo. Un factor crucial ha sido la propia pandemia, que provoca desesperación porque se alarga más de lo esperado, genera incertidumbre económica en millones de personas y alimenta la necesidad de muchos ciudadanos de buscar soluciones simples a problemas tan complejos como este.
Además, la autoestima y la soberbia de los magufos crece al mismo ritmo que la debilidad de las instituciones públicas, muy tensionadas por culpa de estos casi dos años de Covid. El político no parece ser capaz de responder ante un bichito surgido en Wuhan y el ciudadano empieza interpretar la impotencia pública como un síntoma de malas intenciones, más que de simple incompetencia. Resulta más sencillo aceptar que tras cada dosis de refuerzo de la vacuna está la mano oscura de un ministro comprado por una farmacéutica o de un círculo sionista satánico que un nuevo criterio médico de los expertos al evaluar los nuevos datos de la pandemia.
¿Cómo pueden entonces ‘pastorear’ esta amenaza los políticos democráticos? Mariano Torcal lo tiene claro: quedándose quietos, muy quietos. La larga vida del Orgullo Magufo «va a depender, aparte de la fatiga pandémica y de la publicidad que les den los medios, de la tentación de los líderes de politizar las teorías conspiranoicas».
En España ya hay partidos que las utilizan en beneficio propio. «Los de Vox son unos genios en esto porque en su paraguas ideológico han conseguido dar cobijo a muchos de estos grupos, aunque haya muchas diferencias entre grupúsculos», dice el también politólogo Carlos Guadián, antes de lanzar un aviso: «Esta gestión exige muchos equilibrios y en cualquier momento se te puede volver en contra».
Entre los conspiranoicos hay antivacunas, ultraderechistas, anticapitalistas o libertarios que niegan cualquier intervención del Estado en la vida del individuo. Asumir a todas estas familias en un entorno cerrado como un partido político puede ser un proceso de difícil digestión, sobre todo si atendemos a cosas que ha escrito gente de este perfil en las redes en los últimos días.
«En España nos rocían con agentes químicos desde aviones modificados».
«Soros desestabiliza países y financia grupos terroristas».
«Los rusos desmantelan un laboratorio secreto de EEUU en Kazajistán».
«La teoría de la existencia de los dinosaurios me genera dudas».
Una cosa sí está clara: el orgullo negacionista dependerá también del dinero. Es decir, si este mercado mantiene su atractivo para hacer negocio. Lo ha sido para los gigantes tecnológicos, que han estimulado su tráfico para lograr interacciones de sus usuarios mediante la promoción de estas teorías disparatadas en sus algoritmos. Pero también para los particulares, que buscan euros en el maná de las vacunas supercontagiadoras de VIH y las redes del 5G que manipulan la mente. «En estos foros se ve constantemente a gente pidiendo donativos para ‘seguir informando'», alerta Guadían. «También hay campañas de crownfunding e incluso algunos publican su número de teléfono para que seguidores les paguen a través de Bizum».
El Orgullo Magufo crece y crece sin que nadie sepa si morirá, si es que alguna vez muere, de inanición o de gigantismo. Lo cierto es que su popularidad es tal que se hace necesario un día de celebración en el calendario, de desfogue, que no pase más allá de una reivindicación. Preguntamos opciones a un joven anónimo de 22 años, fan en Telegram de los Illuminati, una supuesta sociedad secreta que lleva siglos operando de forma tenebrosa.
–No tengo ni idea. Sólo sé que los Illuminati se fundaron el 1 de mayo de 1776.
Hecho: 1 de mayo, día del Orgullo Magufo. Y que nos perdonen los trabajadores.
Fuente: https://www.elmundo.es/papel/historias/2022/01/15/61e1cde4fdddff17938b458a.html