Los Periodistas

Opinión | Textos y contextos. Comprender nuestro tiempo

Escribir es como una caminata intelectual, a veces, aunque uno conozca el camino, mira cosas nuevas, paisajes nuevos o, bien, surgen encuentros inesperados, repentinos, ocasionales, azarosos. Las ideas que uno lleva pueden ahondarse, redefinirse, aclararse. O nos salen al encuentro imágenes emergentes, cual animales graciosos que juguetean tras nuestros pasos, o atrapan nuestra atención. También hay paseos que invitan a cruzar nuevos caminos y descubrir rutas nuevas. Es una aventura.

Uno regresa enriquecido luego de esos paseos, de esos paisajes vistos, ya sea recordando con la memoria, ya sea soltando nuestra creatividad para crear imágenes novedosas de nuestra experiencia vital o, bien, ya sea mirando en nuestro propio corazón y descubriendo los jardines de nuestra interioridad. Lo importante es escuchar la voz de la palabra, sea de nosotros, sea de las cosas, sea de Quien nos trasciende. El yolas cosas y la Palabra que se nos revela suelen mostrársenos en esos paseos.

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En mi texto anterior hacía yo un poco de historia de mi caminar intelectual y escriturístico. Mencionaba a algunos autores que había yo leído. En este paseo tengo a la mano un tetragrama de consejos de Lev Tolstói que se me hacen relevantes para todo espíritu inquieto: 1) Lo que has decidido hacer, hazlo cueste lo que cueste; 2) Lo que hagas, hazlo bien; 3) Ejercita la inteligencia al máximo; 4) Cuando algo se te esté olvidando, no acudas al libro, intenta reconstruirlo por ti mismo (i).

El número 1 es el principio de toda disciplina; sin ésta no hay progreso o avance, físico, psicológico, intelectual, moral o espiritual (en el sentido meramente humano, natural-cultural). En el ámbito del conocimiento la disciplina es lo que marca incluso la maduración de los saberes, por eso se les llaman “disciplinas” a éstos. De ahí nace el orden, el rigor y el método. El ingenio y la genialidad son otra cosa, una suerte de arrebato de un don ajeno al espíritu humano, pero la disciplina es para gente normal.

Como en todo ejercicio, físico o espiritual, es importante, como sugiere el número 2hacerlo bien, como se debe, como quien lo ha propuesto lo ha hecho. Un ejercicio mal hecho nos hace correr el riesgo de habituarnos a hacerlo defectuosamente toda la vida. Si de por sí tendemos a cometer los mismos errores una y otra vez, este consejo nos invita a salir de ese circuito. La idea no es repetir por repetir, sino repetir para alcanzar el movimiento perfecto, como dice el protagonista de El último samurai.

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Ahora bien, se trata del consejo de un escritor y está hablando de un oficio particular; sin embargo, se puede aplicar al concierto de la vida. Yo lo tomo para el trabajo intelectual. El consejo 3 es especialmente relevante en esto: usar la inteligencia al máximo. Pero “inteligencia” se entiende de diversos modos, uno de ellos es la sutileza. Los escolásticos hablaban de tres tipos de sutileza: “subtilitas implicandi”, “subtilitas explicandi” y “subtilitas applicandi”. (Re) Significamos para actuar en la vida.

El número 4 es un ejercicio que ayuda a fortalecer la memoria. Es verdad que la memoria suele ser frágil, y que es preferible una ficha, una nota, un lápiz, pero no hay cosa mejor que ayudarla a fortalecerse. ¿Cómo podríamos ejercitar la memoria sin acudir al libro o a las fichas de trabajo? Precisamente haciendo las caminatas de la escritura, tratando de traer al presente de nuestra mente todo aquello que se nos muestra como paisaje. Reconstruir esa idea o imagen por nosotros mismos es fijarla en nuestra mente.

Según miro, se trata también de paciencia. No hay conocimiento sin paciencia; la disciplina requiere paciencia, aunque ésta va más allá de toda disciplina. Si la paciencia es algo vivo, grave y hermoso —como dice Guardini (ii)—, nos lleva a vivir esta existencia temporal al modo con que Dios mira su creación: con la paciencia de quien espera que sus criaturas alcancen la perfección (la forma perfecta) a la que han sido llamados, especialmente el ser humano: con total y completa libertad.

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Termino esta passeggiata evocando un regalo reciente de un amigo. Es un libro colectivo publicado por la Ibero hace diecisiete años. Ahí se recogen dos pequeños ensayos míos sobre humanismo existencialista y humanismo cristiano (iii). Uno aborda la tesis de Albert Camus sobre el tránsito de la rebelión a la revolución en la modernidad; el otro plantea la relación entre mística y política según Charles Pèguy. Camus ve la paradoja de la condición humana. Pèguy nunca pierde la esperanza.

El primero ha visto cómo los humanos en la modernidad han derribado el cielo para construir la tierra; son “extraños ciudadanos del mundo, desterrados en su propia patria.” (iv). Para Pèguy este mundo es la antesala del cielo o, lo que es lo mismo, el cielo se gana en la tierra (v). Hay mucho que decir sobre estos pensadores. Pensar con ellos es mirar lo que ellos vieron. Como en la arenga inicial de la película El gladiador, podemos convencernos de que: “Lo que hagamos en esta vida, resuena en la eternidad”.

Notas
(i) Lev Tolstói, Diarios. 1847 – 1894 [texto del 24 marzo de 1847], Era/ Conaculta/ Fonca, México 2001, p. 14.
(ii) Romano Guardini, La esencia del cristianismo/ Una ética para nuestro tiempo, Cristiandad, Madrid 2013, p. 153.
(iii) Martín López Calva y Rafael de Regil Vélez (Coordinadores), En la apuesta por el ser humano. Humanismo cristiano y humanismos del siglo XX, Universidad Iberoamericana Puebla (Lupus Inquisitor), Puebla 2007, pp. 31-70.
(iv) Albert Camus, El hombre rebelde, Alianza Losada, México 1989, p. 291.
(v) Véase mi artículo “Charles Pèguy y la esperanza de la salvación”, Ixtus, número 35, año IX, 2002, 84-93. También Hans Urs von Balthasar, Gloria. Una estética teológica, tomo 3. Estilos laicales. Dante, Juan de la Cruz, Pascal, Hamann, Solov’ëv, HJopkins, Pèguy, Encuentro, Madrid 1986, p. 419ss.

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