Por Luis Alberto Martínez / @LuisMartiMX
La doctora, científica, activista y política mexicana Claudia Sheinbaum Pardo llega a la presidencia de la República con 36 millones de votos, la confianza del Pueblo mexicano y décadas de lucha social y política detrás.
Es indiscutible su liderazgo y preparación. Luego de presentar la primera parte de quienes integrarán su equipo, las expectativas se cumplieron con creces al privilegiar la preparación y la experiencia por encima del compromiso político, incluyendo el nombramiento de Marcelo Ebrard, a quien se le puede acusar de todo, menos de improvisado o ineficiente.
Sheinbaum obtuvo una votación histórica —casi 6 millones de sufragios más que Andrés Manuel López Obrador—, este fenómeno se dio a partir de varios factores. El primero, sin duda, es el refrendo a la confianza y éxito del gobierno de López Obrador; otro factor importante es el respaldo de quienes, sin simpatizar del todo con AMLO, ven en Claudia Sheinbaum un proyecto que, con su propio matiz, consolidará la lucha por la justicia social, la equidad de género, la pacificación del país y el desarrollo de México.
Otro factor es la operación, movilización y campaña que, desde los estados y municipios, se dio para que, a partir de la inercia de la doctora y la meta del llamado Plan C, se lograran subir a la ola centenares de políticos indeseables, caciques y convenencieros que apenas ayer despotricaban y trabajaban en contra del Obradorismo y la Cuarta Transformación.
La congruencia progresista no nos debe permitir voltear para otro lado. Hay una realidad, y es que la 4T, al volverse la fuerza política más rentable del país, se convirtió en una agencia de colocaciones de quienes, huyendo de la decadencia de los viejos partidos del régimen, buscan a toda costa conservar sus privilegios.
En este barrido de las escaleras de la corrupción, que inició en 2018, quedó claro que el gobierno federal erradicó las peores prácticas del pasado. Fue eficiente, honesto y disciplinado. Sin embargo, también fue muy tolerante a lo que pasa en los estados y los municipios. En esos escalones, luego de barrer, ahí se concentró la corrupción. Y es ahí donde más se está ensuciando la 4T.
No son pocas las familias de viejos caciques que, tras décadas de gobernar sus municipios, hoy lo volverán a hacer desde Morena o sus aliados. Alcaldes del PRI cuyas esposas, ahora respaldadas por Morena, ganaron la elección comprando votos con despensas y tinacos.
Tampoco son pocos los alcaldes morenistas que vienen patrocinados por agrupaciones anquilosadas como la CTM, Antorcha Campesina, la FROC, la CROC o varios sindicatos charros.
Hijos de exgobernadores panistas, mirreyes sin formación ni sensibilidad que hoy alcanzan alcaldías y diputaciones y continúan burlándose de un Pueblo que genuinamente vota por una marca que les representó justicia y bienestar sin detenerse a mirar apellidos.
Claudia Sheinbaum es radicalmente opuesta a todo lo que representan los caciques vivientes que hicieron campaña a su favor.
La doctora tiene grandes retos por delante; López Obrador le deja, por mucho, un país diferente al que recibió, un país más justo, más participativo y con mucha más esperanza.
Sin embargo, el caciquismo y las mafias del poder se mantienen. Hoy, sin partido o con partidos débiles, brincaron a infectar a Morena. Y será Claudia quien tendrá que gobernar no para ellos, subrayo, con ellos.
El nuevo gobierno federal tendrá que luchar a favor de la pacificación con alcaldes aliados al narcotráfico y el crimen organizado; tendrá que luchar a favor del medio ambiente con alcaldes dueños de textileras contaminantes. El gobierno de Claudia Sheinbaum tendrá que trabajar a favor del desarrollo y la justicia social al lado de caciques que administran la pobreza y acaparan los contratos de obra, el campo y la industria.
Claudia Sheinbaum tendrá el gran reto de encabezar el mejor gobierno de la historia sin ser cómplice de caciques, políticos buitres y grupos anquilosados.
La historia está por delante.
Hasta la próxima.